Bueno, ya hace un tiempo desde la primera vez que intenté subir este fic, pero como fue un fracaso rotundo, lo borré y le he efectuado algunas mejoras (parece que esté hablando de mi bicicleta o algo xD). En fin, ahora este fic va a ser un poco tirando a Comedia Romántica, así que a ver que sale de mis esfuerzos por escribir algo decente xD

¡Espero que os guste!

Por cierto, como acabo de recordar que mi buena amiga Uzumaki-neechan me mandó un MP hace ya tiempo diciendo que este era uno de los fics que quería que subiese y tal, este primer capítulo se lo dedico a ella :) ¡Gracias! Y ahora ya sí, ¡espero que os guste! ^^

Los personajes de OP no me pertenecen, pero sí parte de la trama y sus OCs.


- Diálogos.

"Pensamientos"

Memorias/Flash backs/Sueños

Canciones

"Libros/Escrito"


Capítulo 1: Choque

Cerca del Red Line, en la bahía de una pequeña isla…

La tranquilidad reinaba, por extraño que pudiese parecer, en las aguas de los mares del Grand Line. Las olas chocaban con suavidad contra la arena de la playa mientras algunos niños correteaban y se salpicaban entre ellos entre carcajadas y las protectoras miradas de sus padres. Los árboles bailaban tranquilamente al son del viento del atardecer, cada vez más fresco. Cuando la luz anaranjada del atardecer marcó el fin de aquella divertida velada, cada familia se recogió en su propia vivienda para seguir disfrutando de la vida en apacible paz. Había sido un largo día de fiesta local en el pueblo, fiesta a la que habían acudido hasta los conocidos Tobiou Raiders… aunque no por la música, precisamente.

Duval se sentó sobre uno de los taburetes del puesto de brochetas de la calle principal. La tendera le miró horrorizada.

- ¡E-es él! ¡Es Sanji "Pierna negra"! ¡El "Sombrero de Paja" que tiene 77 millones de recompensa!

El rubio gruñó, frustrado. "Otra vez" pensó.

- Señora, escúcheme. Yo no soy…

La mujer no le dejó acabar y le golpeó con uno de los amasadores de madera en pleno rostro, dejándole K.O. de un solo golpe.

- ¡Pirata! – Le acusó, con furia en la mirada.

- ¡D-Duval…! ¡Señor!

Pero el rubio no escuchó la voz de su subordinado, pues había caído inconsciente sobre la barra del puesto, de donde sus camaradas le recogieron y le llevaron hasta la orilla. Le salpicaron el rostro y el rubio pareció recobrar poco a poco el sentido.

- ¡En cuánto me encuentre con el verdadero Sanji "Pierna negra"…! – Gruñó, molesto.

Un hombre delgado, de pelo oscuro y rizado, apareció corriendo desde otra de las bahías de la isla. Una alegre sonrisa en su rostro provocó que el rubio frunciese el ceño, deseando escuchar buenas noticias que le hiciesen olvidar por un momento el acoso que sufría desde que el cartel de "Se busca" de Sanji "Pierna negra" se había emitido.

- ¡Señor! ¡La encontramos! Es decir… que ya la tenemos, ¡tenemos la mercancía! No es la amiga del hombre-pulpo pero a mi parecer es mucho más… aparente. No sé, como más mayor… ¡debería venir a verla!

Una siniestra sonrisa se dibujó en el rostro de Duval.

- ¡Al fin hacéis algo bien, cabrones! ¡Vayamos a verla!


- ¡Poup! ¡Dónde habéis dejado a Poup, bastardos!

Dos Tobiou Raiders trataban, haciendo su mayor esfuerzo, de sacar a la joven del agua. La muchacha, de 18 años, ejercía toda su fuerza en la dirección opuesta, chapoteando lo más fuerte que sus extremidades le permitían al estar tan cerca de la orilla. De pronto, un tirón mucho más fuerte que los anteriores la hizo salir por completo del agua, cayendo bruscamente sobre la arena.

Hizo ademán de moverse pero no quería que la viesen arrastrarse por la playa hasta la orilla, por lo que, aterrada, observó inmóvil el rostro de su captor.

- Vaya, vaya, vaya… – El rubio la cogió bruscamente de la barbilla y la obligó a alzar el rostro para observarla con claridad – Sí que es hermosa… mucho. No es habitual ver a una sirena por estos lares, y qué decir tiene acerca de que alguien de tu especie se deje capturar a plena luz del día así qu… ¡AAARGH!

Duval se alejó de ella sacudiendo su mano en el aire, parándose luego a observar la marca que los dientes de la sirena le habían dejado.

- ¡No te atrevas a volver a tocarme! – Exclamó la joven en un estúpido esfuerzo por querer controlar aquella situación.

La muchacha estaba asustada, pero tenía su pequeño orgullo guardado en el interior de su alma bajo la forma de un peligroso pitbull, y no pensaba dejarse vender sin más. Pero la risa de Duval demostró que nada podría arruinarle aquel momento.

- Serás vendida en la próxima subasta. Y pienso encargarme de disecar luego a tu mascota, el renito de mar cobarde que escapó al ver a mis hombres – le dijo con una mirada asesina.

Los blanquecinos brazos de la sirena temblaron sobre la arena.

- No te permitiré que le toques. ¡Y es un caballito, no un reno de mar!

- No me importa, ahora en lo único que pienso es… ¿cómo atraer también a Keimi?

- ¡Pe-pero señor! ¡Esta sirena está más madura y…!

Un golpe le hizo caer al suelo y observó las mejillas sonrojadas y la mirada molesta de la joven.

- ¡No soy una fruta! ¡No estoy madura, SOY más madura! ¡Inculto! – Nuevamente, su orgullo de pitbull salía en el momento menos adecuado.

De nuevo, risas provenientes de la garganta del rubio.

- Bueno, sea como sea, tiene razón. Tienes una fantástica cola e incluso tu pecho es generoso. Un pelo bonito, cara dulce, mucho carácter… sin duda serás vendida a un alto precio – sonrió siniestramente.

La sirena apartó la mirada y la fijó en lo primero que encontró que no estuviese relacionado con aquellos tipos: su cola. Una larga y musculosa cola de color rosa claro con reflejos amarillos. A la altura de su cadera tenía dos pequeñas aletas rosas que la ayudaban a ganar velocidad bajo el agua y donde un humano habría tenido los pies, una gran aleta daba fin a su cola dividiéndola en dos extremidades también rosas y que le daban una forma delicada y elegante.

Aunque los humanos eran muy simples.

Era cierto, sí, tenía una cola bonita, pero las había mejores. ¿Qué culpa tenía ella de que las sirenas fuesen tan… tremendamente seductoras para los ojos humanos? ¡No merecía ser vendida!

Se apartó en el momento en que el rubio trató de volver a mirarla de cerca, pero dio igual, él la agarró por la barbilla y la movió a su antojo. Pareció que memorizase todos sus rasgos: su pequeña nariz de puntita redonda, sus ojos oscuros de reflejos azules, sus labios de un suave color rosa… Duval estuvo seguro de poder venderla por un buen precio. Finalmente, se separó de ella, dejándola respirar con espacio otra vez.

- ¡Bien, muchachos! ¡Llevadla a Sabaody y no la entreguéis hasta que Disco os asegure un buen precio! Yo volveré a tenderle una trampa a Keimi aprovechando que tenemos a Hacchi en nuestro poder.

- ¡Sí!

Sin poder oponer ninguna resistencia, la sirena fue arrastrada por uno de los Tobiou Riders hasta uno de los peces voladores, donde su conductor la colocó bocabajo sobre sus rodillas.

- Ahora sé una buena chica, que nos queda un día de vuelo hasta Sabaody… – sentenció el piloto antes de levantar el vuelo.


A pocos minutos del Red Line, algunas horas después…

- ¡Capitán! ¡Los torbellinos están apareciendo por todas partes! ¡No vamos a lograr alcanzar el Red Line! ¿Qué hacemos?

- Por supuesto que llegaremos, Heat, sólo mantened el rumbo – el hombre con aspecto de zombi obedeció en el acto y se unió a los esfuerzos del navegante por mantener el barco por una buena ruta.

- ¡Esto es una locura, Kidd! – Le reprochó su primer hombre.

El pelirrojo le dedicó una mirada tan siniestra como su sonrisa.

- Este mar es una locura en sí mismo. Seguid navegando entre los torbellinos, así no habrá mayores problemas – miró a Kabuto, su navegante, quien asintió dándole la razón –. Dentro de poco alcanzaremos Sabaody, y de allí pasaremos al Nuevo Mundo – sonrió.

- Esto es de locos – insistió el rubio, asombrado, mientras observaba el mar que estaban navegando.

Sonrió bajo la máscara al ver el espectáculo acuático que se sucedía a su alrededor. Realmente… debían estar locos para no estremecerse si quiera ante aquello. Lluvia, remolinos y serpientes acuáticas, rayos… la naturaleza contra ellos. Y el estruendo de la tormenta atronando en sus oídos constantemente. ¿Cuánto duraría aquello? Centró de nuevo sus habilidades de mando y observación sobre el trabajo de la tripulación, pero al cabo de un rato de tormenta, sobre el ruido de los constantes truenos, otro sonido captó su atención.

- Kidd, ¿has oído eso?

- No.

Killer frunció el ceño, se lo habría imaginado entre todo el ruido que les rodeaba, aunque habría jurado haber oído un zumbido de algún tipo. Observó como los miembros de la tripulación trabajaban a toda velocidad, esforzándose al máximo por mantener estable el barco. Sonrió nuevamente, esta vez relajado, al comprobar que por fin dejaban atrás la tormenta y una enorme cordillera aparecía ante sus ojos.

- El Red Line, muchachos – anunció Kidd, orgulloso.

- ¡Síiiii! – Los vítores del resto de la tripulación eran de auténtica alegría, conscientes de lo que aquella gran proeza significaba: la entrada al Nuevo Mundo.

No sólo habían sobrevivido, si no que, además, llegarían el Nuevo Mundo cargados de confianza y ansias de nuevas aventuras. Sonrió orgulloso sin poder evitarlo, pues a tal punto del camino, cualquiera de sus anteriores problemas superados en el Grand Line les parecía efímero en comparación con lo que les esperaba al otro lado.

- ¡DÉJAME!

Killer alzó el rostro de pronto, completamente convencido esta vez de haber escuchado un grito a lo lejos.

- Kidd, ahora sí lo has oído – el pelirrojo asintió mientras el resto de la banda volvía a sus tareas, mucho más relajados, despejando en gran parte la cubierta –. Algo se acerca.

A lo lejos, ambos piratas lograron divisar varias formas surcando los cielos. Tres de ellos llevaban una clara ventaja al cuarto, cuyo vuelo era mucho más errático y aparentemente inestable. ¿Qué serían? Conforme se fueron acercando, su sorpresa se acrecentó. ¿Peces? El rostro del pelirrojo estaba serio por primera vez en el día y su compañero se mantenía atento, en guardia.

Los dos primeros peces voladores pasaron volando junto a su nave, sorprendiendo al resto de los presentes, y el tercero no tardó en pasarles muy cerca también.

- ¿Peces voladores, Killer?

- Este mundo es una caja de sorpresas – contestó el rubio, encogiéndose de hombros.

Viendo que no pasaba ninguno más, se dieron la vuelta y caminaron nuevamente hacia el interior del navío. Aunque de pronto y sin previo aviso, el cuarto pez salió de debajo del agua y, pasando bruscamente por encima de su barco, dejó caer accidentalmente algo sobre ellos.

O, en realidad, aquello cayó justamente sobre Kidd.


Trató desesperada de volver a golpearle al sentir su cuchillo incidir dolorosamente sobre su cola.

- ¡Estate quieta ya, mujer!

- ¡Déjame, te digo que me dejes en PAZ! – Gritó.

Aleteó con el pie de su cola nuevamente y, para su sorpresa, logró golpearle en el rostro, pero no controló la fuerza con la que lo hizo.

La fuerza de la cola de una sirena era mucho mayor a la de la pierna de un ser humano, y un golpe con tanta rabia... hizo que el joven conductor perdiese el sentido, dejando de sujetar su cuerpo y causando que ella se escurriese a gran velocidad, quedando a completa merced de la ley de la gravedad para caer en… ¿un barco?

Antes de poder saber si moriría o no, si los de abajo eran o no piratas, antes de poder pensar en su familia, en el adiós que nunca le dio a su hermana o en cualquiera de esas cosas que la gente suele pensar cuando sabe que va a morir… a su alrededor el mundo se volvió gris y ruidoso.

Y extremadamente doloroso.


- ¡CAPITÁN!

- ¡KIDD!

- ¡Jefe Kiddo!

De pronto, todas las miradas del barco se hallaban centradas en el rpofundo agujero que había quedado en el suelo de la cubierta allí donde su capitán había estado de pie segundos antes. Killer, a sabiendas de que nada caído del cielo podía matar a Kidd, suspiró con mala cara, temiendo el humor que tendría el pelirrojo cuando saliese de allí abajo y viese el destrozo del barco, SU barco. Pero de todas formas… ¿qué era eso que le había golpeado?

Mientras, un par de pisos por debajo de ellos, donde sus miradas no alcanzaban a llegar a causa del polvo que el golpe y la madera rota habían levantado, dos cuerpos yacían abatidos, completamente tumbados sobre un montón de astillas.

- ¡¿Pero qué diab…?

El pelirrojo se silenció al sentir un cuerpo pesado sobre su propio cuerpo, pero sobretodo… al sentir otros labios suavemente presionados sobre los suyos.


La joven se incorporó lentamente sin abrir los ojos por miedo a que el polvo que se había alzado por la caída se los irritase, hasta que cayó en la cuenta de que aquello sobre lo que sus manos estaban apoyadas no era más madera, sino piel. La cabeza la deba vueltas tras el traqueteo de varias horas de vuelo a lo que ahora había que sumarle una caída extremadamente dolorosa. Abrió los ojos parpadeando numerosas veces y cuando vio que ya casi no había polvo a su alrededor, respiró profundamente, sin poder evitar echarse a toser poco después. Y fue entonces cuando descubrió su homicida mirada clavada en su rostro.

Un gritito asustado escapó de sus labios en un tono tan débil que ya podía habérselo gritado al cuello de su camisa, que éste tampoco lo habría escuchado. En lugar de eso, tragó más polvo y siguió tosiendo, pero se alejó bruscamente y como pudo del joven pelirrojo que parecía más confuso aún que ella misma, y al hacerlo se golpeó con las tablas que habían caído a su alrededor.

- Lo-lo siento – murmuró en dirección al joven, que no respondió, aunque daba la sensación de que más que confuso, estaba molesto.

La muchacha reaccionó cuando un gruñido surgió de los labios del pelirrojo. Los ojos de la asustada sirena se abrieron más aún, y temerosa se atrevió a mirar de nuevo al joven que había amortiguado inesperadamente su caída. La nube de polvo ya había desaparecido y observó horrorizada que el muchacho aún no se levantaba.

- O-oye… ¿estás bien? Oye…

Su voz quedó cortada en el acto al sentir la mano de él agarrar fuertemente su brazo.

- Tú – murmuró él – eres la causante de este desastre.

La mirada del joven guió a la suya hacia un gran corte en el costado del pelirrojo, seguramente causado por alguna de las tablas de madera al romperse bajo su peso al caer, de donde la sangre no paraba de fluir. En sus ojos brilló de pronto un nuevo temor mientras buscaba rápidamente algo con lo que taponar la salida de la sangre.

- ¡Madremía,madremía madremía! ¡Losiento,losiento,losientomucho! – Habló apresuradamente mientras, escandalizada, movía el tronco de un lado para otro en busca de una toalla o algo para ejercer presión sobre la herida.

Trató de incorporarse algo más, pero las tablas de madera sobre las que apoyaba su cola cedieron y se resbaló nuevamente sobre el cuerpo del pelirrojo, quien la miró como si la viese por primera vez al darse cuenta de que en lugar de piernas tenía cola. ¡Y escamas!

- ¡OYE! ¡ALGUIEN! – Gritó ella mientras le quitaba el cinto azul que llevaba el pelirrojo como cinturón y lo usaba para taponar la herida.

Killer apareció a toda velocidad por la puerta de la destrozada cocina con intención de ayudar al que lo necesitase, pero al igual que los compañeros que venían detrás de él y que el propio Kidd segundos antes, se detuvo mirando asombrado la cola de la sirena. Ella se sonrojó nerviosamente.

- ¡TÚ! ¡Las preguntas luego! ¡Este tipo se muere! – Gimió alterada. Se volvió hacia el pelirrojo que seguía sin decir nada mientras ella le tomaba cálidamente de la mano y le ponía la mano que tenía libre en la frente, midiéndole la fiebre – Dime, ¿cómo te llamas? ¡Quédate conmigo! – Le acarició la mejilla con la mano, intentado que no se durmiese o cediese al cansancio, o que simplemente perdiese el sentido. Al fin y al cabo, ¿qué sabía ella de medicina? Nada – ¿Vale? ¡No te mueras!

Parecía tan desesperada que Kidd no pudo evitar soltar una gutural carcajada mientras le apartaba la mano y se incorporaba con cierta mueca de dolor. La chica parpadeó, sorprendida, aún con su cinto ensangrentado en la mano.

- ¿Pero qué…? ¿Estás bien?

El capitán Eustass Kidd le quitó el cinto con cierta brusquedad mientras se sacudía el polvo del abrigo.

- Por supuesto – contestó arrogantemente.

Se llevó un golpe en la nuca. Se volvió furioso hacia la chica que acababa de lanzarle un trozo de madera a la cabeza, pero lo que no esperó fue encontrársela casi llorando.

- ¡¿Y ahora qué? – Exigió, sorprendido.

- ¡Eres un idiota! – Le recriminó ella con furia, otra vez dejando salir su orgullo a fuera. Le tiró otra tabla que el pelirrojo paró con insultante facilidad – Podías haberme dicho que estabas bien, ¿sabes? ¡Tengo mejores cosas que hacer que dedicarme a cuidar humanos!

- ¡¿Mejores cosas que hacer? ¿Te refieres a ir dejándote caer desde el cielo sobre barcos ajenos para destrozarlos?

Parecía una discusión entre niños pequeños que al final ganó Kidd. Ella se enfurruñó como una niña, doblando la cola contra su pecho y haciéndose una bolita contra la esquina de la sala, con las mejillas sonrojadas a más no poder por la rabia. Se pasó todo el tiempo murmurando hasta que le escuchó otro comentario arrogante.

- Eres un cavernícola egocéntrico. No te pareces en nada a Trafalgar.

Killer captó el nombre mientras Kidd soltaba otra maldición en voz alta antes de ser acompañado por Heat hasta la enfermería para curarle la herida.

- ¿Trafalgar? ¿Te refieres a Trafalgar Law?

Ella le miró con aspecto más relajado en cuanto Kidd desapareció por la puerta. El tipo rubio, aunque siniestro con aquella máscara metálica, parecía algo más amable y menos arrogante.

- Sí, ¿le conocéis?

- De oídas. ¿De qué le conoces?

- Había quedado con él en una isla cercana, pero antes de que llegasen aparecieron esos estúpidos Tobiou Riders y… bueno, te imaginas el resto. Aunque también es mala suerte – murmuró, otra vez enfurruñada.

- ¿Mala suerte? – preguntó Killer, con la mirada fija en su cola.

- Así es – dijo ella, estirando de nuevo su cola sobre el suelo y haciendo una mueca de dolor.

- Déjame ver.

Killer se arrodilló junto a ella y observó el pequeño corte que tenía en una de las pequeñas aletas laterales que tenía a la altura de las caderas.

- Eso me lo hizo el que conducía el pez volador con un cuchillo cuando le golpeé con la cola.

- Ya veo. Ahora subirá Heat y le diré que te eche un vistazo. ¿Por qué decías que era mala suerte? – Preguntó mientras buscaba más heridas o rasguños.

- ¿Me tomas el pelo? – Inquirió ella, alzando una ceja – Se supone que iba a escapar. ¿Has visto dónde estamos? ¡Estamos en el mar, maldita sea! ¡Y voy yo, y tengo que caer justo en el único barco que navega por esta zona en cientos de kilómetros a la redonda.

Killer no pudo evitar una carcajada. Bien mirado, la chica sí que había tenido mala suerte.

- Bueno, vamos a la enfermería.

La cogió en brazos sin esfuerzo casi aparente y ella se le quedó mirando con los ojos como platos, pues la cola de una sirena no era lo que se dice ligera.

- ¿Vais a curarme? Supongo que para poder venderme después, ¿verdad? – Casi había miedo en sus palabras.

- ¿Venderte? ¿A eso se dedican en Sabaody?

- Así es. Las sirenas y los hombres-pez no podemos aparecer por Sabaody si apreciamos la vida. Es como una ley. Igual que si los humanos tienen problemas en nuestra isla tampoco nos desvivimos por ayudarlos. Nos… aterráis.

- Pero tú has querido ayudar a Kidd.

- ¡Pensé que se moría! ¡Tu amigo es un idiota! – Exclamó, molesta, mientras Killer la dejaba sobre la camilla. Miró a su alrededor – ¿Y el tal Kidd? ¿No debería estar aquí?

El rubio se encogió de hombros.

- Estará ya en su cuarto. Se cura rápido – fue a salir de la sala para dejar trabajar a Heat más tranquilo, pero antes de salir se volvió a mirarla –. Luego espero que nos cuentes más sobre tu hogar, es nuestra próxima parada.

Y sin más, abandonó a la confusa sirena en la enfermería de su barco pirata. Ella suspiró, intentando ocultar un estremecimiento nervioso, mientras hacía un balance de cómo había sido su día.

1.- Casi acababa como mercancía de subasta.

2.- Casi aplastaba a un hombre.

3.- Intentó salvarle la vida a un humano patán, pendejo, arrogante y egocéntrico.

4.- Había sido vista por más humanos de los que ella había visto en toda su vida.

5.- La iba a curar un humano.

6.- Estaba en un barco pirata y parecía de piratas bastante peligrosos.

7.- Había perdido a Poup, su mascota, el pequeño caballito de mar que siempre la acompañaba.

8.- No había asistido a su encuentro con Trafalgar.

9.- Por regla de tres, Trafalgar no tenía aún la forma de alcanzar la isla de las sirenas si ella no le decía cómo evitar a los monstruos marinos de la zona, etc.

10.- Estaba en líos desde todos los puntos de vista. Trafalgar estaría molesto; Kidd era un peligro andante, con un temperamento tan inestable como una bomba de nitrógeno líquido; estaba en un barco que se dirigía a Sabaody y para terminar, su padre iba a matarla por separarse de Poup, subir a la superficie y tener contacto con los humanos.

Conclusión: había sido un día 10.

- Voy a dormirte para que no sientas dolor – murmuró Heat mientras la pinchaba con una aguja para elefantes.

La sirena maldijo para sus adentros mientras caía presa de un profundo sueño. Su cuerpo cayó dormido sobre la camilla y eso fue lo último que supo antes de soñar que nadaba libre de problemas alrededor de su amado hogar.


Continuará…