Pareja:UsUk, AlfredxArthur etc.

Disclaimer: Los personajes de esta así como todas mis historias, pertenecen y pertenecerán a Himaruya-Sama, eso a menos de que me venda sus derechos un día (¿?)

Summari: No siempre se sabe reconocer a la persona perfecta aun cuando la tengas justo frente a ti, a veces hace falta observarla a través de un telescopio y solo así, ver si es la estrella que estás buscando, la que encaje justo en tu constelación favorita.

Advertencia: Cero, ya saben que conmigo no hay muchas advertencias~

Notas de inicio:

Valeeeeee…

Tengo una amiga que le da de pronto por etiquetarme en esas imágenes de "si no respondes en 5 minutos debes tal cosa" y bueno, adivinaron, me tarde más de 5 minutos en responder XDDD (Por milésima vez)

Pero está bien, me gusta escribir cosas para ella porque extrañamente saca siempre lo mejor de mí y aunque ya le he dedicado como mil cosas nunca serán realmente suficientes para demostrarle cuanto la aprecio y le agradezco su hermosa amistad.

Así pues, esto está escrito para esa personita tan especial y llena de fluff que simplemente le encanta poner a mi inspiración a trabajar y como lo he dicho en otras ocasiones, las cosas me salen mejor si lo escribo para alguien más n.n

Alma:

"Gracias por inspirar mis mejores historias, creo que sin tu bella personalidad nunca habría apreciado de verdad este tipo de temas, clichés pero con un encanto tan bello que nos llena el corazón.

Contigo no tengo miedo a parecer demasiado cursi acá y eso es un milagro que solo tú eres capaz de lograr en mi escritura

Gracias también por permitirme conocer a tú Alfred, será siempre mi Alfred favorito"

One, Two, Three ¡Go!

~*~ Constelación ~*~

—En este momento no puedo asegurarlo pero, creo que estoy un poco enamorado…— Mi acompañante me miró con sorpresa y me dio una sonrisa.

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Y sí, ya sé lo que estás pensando ¡¿De quién, Alfred?! ¡¿De quién estás enamorado?! Mi acompañante de esa noche seguramente está pensando lo mismo.

Vayamos con calma ¿Sí?

Para empezar debo presentarme, soy Alfred F Jones y tengo una afición muy especial. Mientras otros chicos de mi clase se dedican a coleccionar las tarjetas que salen dentro las papas fritas, o a coleccionar piedras de rio con mensajes escritos en el centro, yo salgo cada noche a elaborar un mapa de las estrellas.

Ya lo sé, mi afición es un tanto inusual ¿No te lo dije?

Seguro que crees que soy uno de esos chicos que usan gafas y que hablan de libros y estrellas a todo el mundo, pero no, uso gafas, sí, pero estoy muy lejos de ser un nerd. Aunque tampoco negaré que el tema de las estrellas me apasiona a tal punto que siempre que alguien está dispuesto a escucharme no desperdiciare la oportunidad.

Así fue que lo conocí a él, su nombre, Arthur Kirkland, tiene los ojos más bonitos que he visto y no solo eso, su piel, su cabello, sus rasgos, todo él es fascinante.

Y bueno, es raro decirlo así porque soy un hombre y él también lo es, pero para alguien como yo, que está acostumbrado a mirar la belleza desde mi telescopio todo el tiempo, creo que se me da bien reconocer la belleza cuando la tengo justo frente a mí, créeme, si lo tuvieras en frente también pensarías lo mismo que yo.

Conocí a Arthur en una de esas noches en las que me escapaba de casa con el telescopio, aunque a mi madre le molestara que saliera de casa tan tarde no me lo impedía porque sabía de antemano que en casa me era imposible usar el telescopio.

Aunque lo admitiré, conseguir esas escapadas me costaba mantener un promedio decente en la escuela, lo sé, lo sé… Quizá sí, soy un poco nerd después de todo.

En fin sigamos, verás, la astronomía siempre se tenía que dar en un lugar abierto y sin mucha luz, en el lugar en el que vivó es imposible encontrar un lugar adecuado del todo, las luces de todas las casas opacan un poco el cielo y no te dejan observar con la precisión necesaria, pero una vez que encontré el sitio adecuado no me importaba caminar tres cuadras hasta el cementerio local.

Y ya sé, meterse en un cementerio a las 10 de la noche no es la idea más tentadora del mundo, pero me tranquilizaba que había muy pocas tumbas y mejor aún, cero leyendas aterradoras de almas en pena ahí.

Además es silencioso y amplio, en resumen, es mejor que nada.

Esa noche entré como de costumbre abriendo la reja de metal, no había seguridad que te impidiera meterte dentro pero aun con ello me ponía nervioso que alguien me viera o escuchara.

Encendí la lámpara de mano, suelo llevar una lámpara de esas que la batería le dura un millón de años, lo último que me gustaría sería quedarme sin luz dentro de aquel lugar.

Siempre elijo el lugar más apartado de las tumbas, por respeto y claro, por algo de miedo.

Acostumbro usar dos maletas, una mochila en donde llevó una cobija de campo, un termo con chocolate caliente o café y algunas golosinas para pasar el rato, además de mi diario de observación y los útiles necesarios para los esquemas, notas y coordenadas; y la otra maleta que cuelga de mi hombro es donde meto todo el equipo de mi telescopio.

Ese telescopio fue el mejor regalo de Santa en una navidad, se ha convertido en algo así como mi mejor amigo.

Estaba a punto de llegar a mi lugar de observación cuando advertí a un chico recortado en una de las tumbas, al principio me dio un miedo terrible, trate de pasar de largo sin mirar en esa dirección, no sabía que era peor, que el chico siguiera ahí o que hubiese desaparecido.

Con el alma colgando de un hilo alumbré con la luz de mi lámpara en dirección a la tumba y lo vi ahí, todavía recostado, cuando su mano se elevó para tapar un poco la luz directa de la lámpara mi cuerpo soltó un suspiro de alivio.

— ¡Eh! ¿Quieres dejar de deslumbrarme? — La voz del chico me reconfortó todavía más, era una voz de alguien real.

Enfoqué la luz más allá y camine con dirección al extraño, era un chico casi de mi edad, con el uniforme de algún colegio privado arrugado y la corbata azul un tanto floja, olía a alcohol por lo que ya no se me hizo tan raro que eligiera una tumba para dormir la siesta.

—Lamento despertarte pero el cementerio cerro hace horas… No creo que quiera quedarte aquí a pasar la noche…— Murmuré con un poco de enojo, ok, era cierto que yo tampoco debería estar ahí metido pero mis motivos me parecieron más validos que los de ese chico.

—¿Eres el enterrador o algo por el estilo?— El joven se sentó al fin y se pasó una mano por el cabello intentando acomodarlo, obviamente falló en el intento, pero aquel gesto me dejó en claro que trataba con un chico rico y además me dejó ver las grandes cejas que poseía, casi anormales.

—No, pero no creo que sea el mejor sitio para tomar la siesta… ve a un hotel o a tu casa…— Pase mi peso de un pie a otro, sabía que no tenía cara para decir nada así que solo me limite a dar la vuelta y dejarlo ahí, si tomaba mi consejo o no ya sería cosa de él.

— ¿Eres un asalta tumbas? — Preguntó entonces y yo me crispe, le di una mirada llena de furia y no hice más, seguí mi camino sin decir nada.

Si bien no fue el mejor comienzo para conocer a alguien, te aseguro que se pone mejor.

El chico me había seguido por el pequeño sendero que terminaba en la cima de una elevación, como una pequeña colina, yo decidí hacerme el desentendido, si quería saber lo que iba a hacer no me importaba mucho.

Se sentó en una roca a unos tres metros de mí cuando me detuve y baje mis cosas al suelo, no lo miré en ningún momento, me dedique a montar la base del telescopio y a ajustar el lente para enfocarlo justo donde lo necesitaba.

— ¡Ah! Así que eres astrónomo…— El chico se acercó un poco tambaleante y le dio un vistazo a mi telescopio, me puso nervioso que se pudiese acercar mucho y tropezar cerca de mi querido telescopio, por suerte mantuvo su distancia.

—No soy astrónomo…— Aclaré observando su trayectoria, lo vi elevar la cabeza para mirar al cielo y casi perder el equilibrio, suspiré resignado, no se notaba con intenciones de irse de ahí, me arrepentí de haberlo despertado, hubiese sido mejor dejarlo dormir sobre aquella tumba.

—Ven, siéntate aquí si quieres… traigo un poco de café, seguro que eso te ayudará a recomponerte…— Extendí la cobija y aunque el joven pareció dudarlo al final accedió a sentarse, lo tuve que ayudar un poco porque de un momento a otro creía que caería en cualquier lugar menos en la cobija.

—Café, suena bien…— Pese al tono animado que uso y su forma de alargar las palabras, su mueca al recibir la tapa del termo lleno de la bebida me dijo que no le agradaba la idea de tomarlo, yo bebí un sorbo del termo mismo ya que el vaso ahora lo usaba mi nuevo y no tan querido acompañante de esa noche. —Agr… creo que podría morir de diabetes con este café…— Se quejó con ganas, pero aún con ello siguió bebiendo y haciendo muecas de asco, me temí que fuera a vomitar en algún momento.

—Deja de beberlo si no te gusta…— Murmuré revisando mis notas de la noche anterior, había logrado un avance significativo esa noche, aunque no podría decir lo mismo de la noche que tenía por delante, el chico me distraía cada tanto.

Incluso cuando se durmió de nuevo al cabo de unos 30 minutos, no dejaba de observarlo cada cinco minutos, había escuchado que los borrachos podían morir si dormían en ciertas posiciones y sí, adivinaste, el chico estaba en una de esas posiciones peligrosas.

Esa noche no supe su nombre, después de rendirme con la observación lo desperté para enviarlo a casa, lo acompañé a conseguir un taxi con la tranquilidad de verlo un poco más sobrio.

Y bueno, esa fue la primera impresión que tuve de Arthur Kirkland, después de esa noche creí que el asunto se quedaría ahí como una anécdota incomoda que recordaría de vez en cuando.

Pero Arthur estaba ahí a la noche siguiente, había llevado su propia cobija y un termo similar al mío con una bebida que tenía un aroma suave como a vainilla.

— ¡Hey! Al fin llegas, te estaba esperando señor astrónomo— No pude evitar sentir cierto repudio por él al principio, me recordaba un poco a esos chicos de mi clase que no hacían nada más que irse de fiesta cada fin de semana y burlarse de mis aficiones como si las suyas fueran las correctas.

Además me sentí invadido por la incomodidad, pero no sería yo el que se fuera de ahí, ese lugar me pertenecía, llevaba casi dos meses yendo ahí y no me iba a detener solo por un chico que seguramente intentaba hacerse el gracioso molestándome.

Sin embargo esa noche hizo preguntas certeras, me escuchó con atención y se mantuvo al margen, como recompensa por supuesto lo deje acercarse a mi telescopio y mirar la constelación que quisiera, me sorprendió su elección.

Cuando dejaba que la gente mirara por mi telescopio su respuesta automática era Orión, La Osa Mayor o La Osa Menor, constelaciones que eran famosas y que en mi opinión habían perdido el encanto después de ser repetidas tantas veces, además eran constelaciones que podías ver a simple vista en el cielo, no entendía entonces el punto de verlas por el telescopio.

Yo amaba las 88 constelaciones existentes por igual y entre más difícil fuera ubicarla más me gustaba, de hecho mis constelaciones favoritas variaban según la dificultad que me tomara encontrarlas en el cielo.

Esa noche Arthur eligió la constelación Sagitario, imaginé que era si signo zodiacal y por ello el interés.

—El mejor mes para verlo es en agosto, pero no es imposible…— Comencé a guiarme por el mapa para ubicar la constelación que había pedido Arthur, normalmente no preguntaba por qué habían elegido una constelación de otra, pero en esa ocasión me ganó la curiosidad. — ¿Es tú signo zodiacal? — Pregunté entonces mientras ajustaba las coordenadas precisas.

—No, mi signo es Tauro…— Con esa respuesta me dio más curiosidad saber sus razones, pero pensé de pronto que sería demasiado entrometido de mi parte preguntar más.

—Bueno, te mostraré el diagrama para que puedas verlo mejor…— Le extendí mi mapa y le delinee cada trazo de Sagitario, le explique exactamente como verla y a juzgar por su rostro satisfecho la experiencia le gusto bastante.

Después de esa noche el evento de la ebriedad quedó en el olvido, Arthur era inteligente, observador y serio. Sobre todo serio, tenía un aura un poco intelectual y cínica que hacía una armonía perfecta con la delicadeza de sus facciones.

A la noche siguiente llegué más temprano y por un capricho tonto me puse a observar Tauro, como si aquellas líneas de estrellas pudieran mutar y dibujar el rostro de Arthur en el cielo. Los meses de Tauro ya casi llegaban, me daba mucha curiosidad el día exacto del cumpleaños de Arthur por alguna razón.

—Boo…— El susurro cerca de mí me hizo soltar un grito y pegar un salto, Arthur se echó a reír con una sinceridad que me tomó por sorpresa.

Por supuesto, estaba avergonzado por haberme asustado así, pero también estaba impresionado de ver reír a Arthur así, los dos días anteriores que llevaba de conocerlo era muy serio y reservado, incluso ebrio me parecía que su burla era más bien sarcástica. Pero ahí estaba, riendo con sinceridad.

—Lo siento, creí que ya me habías notado…— Murmuró de pronto con una sonrisa más amable, después de esa disculpa me di cuenta de que no podía molestarme con él por reírse de mí.

—Estaba viendo, no te escuché subir…— Comenté observándolo un poco, cargaba consigo una pequeña maleta cruzada, lo único que sobresalía de ella era su termo gris, supe que me haría compañía de nuevo y eso por algún motivo me alegro. — ¿Sabes que constelación quieres ver hoy?— Me miró sorprendido por la pregunta.

—Por supuesto, me gustaría ver a la princesa Andrómeda— Sonreí de inmediato, esa constelación era de mis favoritas.

Mientras Arthur extendía su cobija y se preparaba para pasar la noche ahí conmigo, yo me encargué de ajustar las coordenadas y enfocar justo la constelación solicitada.

Y esa fue otra noche como muchas otra que le siguieron, con Arthur bebiendo té y yo café, ambos mirando una a una las constelaciones del cielo, descubriendo nuevos trazos para agregar al mapa.

A la semana Arthur ya sabía bastante más que una persona promedio sobre las estrellas, y aunque nunca lo acordamos con palabras, hicimos de esas citas una rutina que cada uno se esforzaba por cumplir.

—Mañana va a ser luna llena, te va a gustar verla~— Pese a que no hablamos mucho de temas personales, es más, apenas y sabía de su vida, ya lo consideraba una especie de amigo, era extraño.

Debido a que Arthur había decidido formar parte de esa parte de mi vida, y más vale aclarar que yo la consideraba la más especial, eso hacía de Arthur un ser especial para mí, casi como un cómplice, por ello fue más fácil tomarle la confianza suficiente para invitarlo al día siguiente y al siguiente.

—Mañana me gustaría ver a Tauro…— Murmuró Arthur mientras sacudía su cobija para empezar a doblarla.

— ¿En serio? Bueno, será un placer mostrártelo mañana… Aunque el mejor mes para verlo es en Mayo, ya falta poco…— Arthur asintió con una sonrisa ligera, de pronto me sentí raro al asumir que él seguiría viniendo en ese mes, faltaba poco más de una semana pero así como Arthur había decidido acompañarme cada noche sin dar explicaciones, también podría desaparecer del mismo modo. Quizá cuando se cansara de ello, aquel pensamiento me entristeció un poco.

—Es que mañana es mi cumpleaños, me gustaría poder ver mi constelación ese día…— Con la explicación me sentí sorprendido, es decir, yo sabía que Arthur cumpliría años entre abril y mayo, pero la repentina revelación me había tomado desprevenido.

—En ese caso ¡Cuenta con ello! Es más, podemos traer un pastel y celebrar juntos…— Me detuve de pronto, sonaba demasiado confianzudo haciendo esas propuestas, ni siquiera sabía si Arthur me consideraba algo más allá de un chico extraño aficionado a las estrellas. Una rara forma de perder el tiempo en las noches.

—Suena bien… Yo prepararé el chocolate caliente ¿Bien? — En ese punto ambos habíamos terminado de levantar nuestras cosas, de alguna forma sabía que esperaría el día siguiente con ansias.

—Entonces te veré mañana…—

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Al día siguiente salí más temprano de lo que normalmente acostumbraba, me pase por la pastelería y después de un buen rato, elegí una tarta de manzana, no conocía a Arthur lo suficiente para decir si le gustaba o no, pero confiaba en que fuera la mejor elección.

También le había preparado un obsequió, no sabía si era demasiado, apenas llevábamos una semana de conocernos por lo que no estaba seguro si entregárselo o no, igualmente me aseguré de darle una envoltura adecuada por si me animaba a dárselo.

Esa noche tardó más en llegar de lo normal, o quizá yo me sentía demasiado ansioso y por ello la espera se me hizo más larga.

Pero te diré algo cierto, si nunca has celebrado su cumpleaños de alguien sentado sobre una cobija, bebiendo chocolate caliente de un termo y compartiendo una tarta de manzana, bajo el cielo estrellado, entonces nunca has celebrado un cumpleaños de la forma adecuada.

Quizá esa alegría y tranquilidad del momento me dio el valor que necesitaba para darle mi regalo a Arthur.

—No me diste mucho tiempo de anticipación, pero…— Busqué dentro de mi mochila y saque un sobre color azul que había decorado con las palabras "Feliz Cumpleaños" dibujadas con una técnica de puntos de colores amarillos, era como si las estrellas formaran cada letra, con el cielo azul oscuro de fondo.

—Vaya, gracias, no tenía que molestarte…— Arthur tomó el sobre y supe el momento exacto en el que se dio cuenta que no era una carta.

Me observó cómo preguntándome si estaba bien abrirlo en ese momento, yo asentí en silencio.

—Wow… Tauro…— El rostro se le iluminó con la sonrisa más bonita que le había visto en esos días de conocerlo, mi corazón dio un salto un tanto preocupante.

Recordaba perfectamente la primera y única vez que había sentido así mi corazón, había sido casi un año atrás, cuando había visto mi primera estrella fugaz, pero eso era diferente porque Arthur no era ningún astro raro del cielo, Arthur era un chico de carne y hueso, con una sonrisa sin duda bonita.

—Puedes ayudarme…— Me tendió la pulsera que le había regalado, era bastante sencilla, pero el dije que colgaba de ella era una placa en donde había grabado la forma de la constelación Tauro, además de que al reverso tenía su nombre grabado del mismo modo.

Tenía la muñeca tendida para que pudiera colocarle la pulsera, el corazón se me aceleró un poco y debo admitir que me temblaban las manos al punto en que fallé el primer intento de engancharla, por suerte al segundo intento lo logré.

—Gracias Alfred, creo que es el mejor regalo que me han dado hasta ahora…— Mi corazón se sintió tan ligero con esas palabras que por un momento creí que se me saldría del pecho y saldría volando al infinito cielo estrellado, o quizá no, quizá revoloteara alrededor de Arthur, ya no lo sabía con seguridad.

—No es mucho, Arthur… Pero quería darte algo, tú compañía estas noches ha sido genial— Admití sintiendo el rostro un poco más caliente, Arthur por primera vez desde que lo conocí me estaba poniendo nervioso.

—Me alegra que sea así, no quería ser un entrometido en tu trabajo, pero me llamó mucho la atención todo lo que hacías…—

—La gente no suele interesarle tanto esto— Comenté con cierto pesar, a todos les gustaban un poco las estrellas, pero nunca nadie se detenía a verlas, a verlas de verdad.

—A mí me parece interesante…— Y esa simple frase me hizo valorarlo, quizá incluso más que a mis amigos de clases, porque esa cobija, ese termo y ese telescopio, era completamente yo. Y si él apreciaba eso, entonces me apreciaba a mí.

—Ven, te mostraré a Tauro…— Me levanté de un salto y lo espere junto al telescopio, Arthur no dudo ni un segundo en seguirme hasta ahí.

Habíamos hecho eso todas las noches pero esa fue la primera vez que sentí una energía fluyendo entre nosotros, como si esa energía traspasara la ropa y me hiciera más consciente de la cercanía de Arthur, del aroma a manzana y chocolate que desprendía, de sus ojos tan verdes, de la curva perfecta dibujada en sus labios.

Un escalofrió extraño me hizo retroceder por instinto, pero no, sabía que lo que el escalofrío pretendía lograr era que me acercará más a él, que lo tomara de la mano y sintiera como esa energía sí fluía entre nosotros, como ese magnetismo nos atraía cada vez más cerca del otro.

Mi respiración se hizo un tanto irregular cuando entendí lo que me pasaba, Arthur estaba empezando a gustarme, por eso estaba siendo más consciente de él, de él y su sonrisa perfecta.

Desde esa noche fue casi imposible arrancarlo de mis pensamientos, a veces solo imaginaba lo que haríamos lo noche siguiente, a veces me imaginaba lo que sería tomarlo de la mano y quizá acariciar su rostro, poderlo mirar a los ojos y descubrir nuevas constelaciones dentro de ellos.

No, no pienses que tenía pensamientos más allá de eso, porque siempre me detenía ahí, aunque vaya que comprendía que quería ir más allá, quizá imaginar la textura de sus labios, quizá pensar en que besarlo sería más emocionante que ver una lluvia de estrellas, pero no, sabía que no estaba bien hacer eso, Arthur era apenas mi amigo y no quería que eso se arruinará.

Y así las noches en su compañía fueron aumentando, una tras otra, Arthur volvió a su seriedad y serenidad, yo me sentía un poco más desesperado porque su cercanía me gustaba, porque quería que a él también le gustara la mía del mismo modo, el único respiro que me daba era la pulsera siempre rodeando su muñeca, no había ni un solo día que no la tuviera puesta y eso ya me hacía sentir esperanzado.

—Mañana habrá lluvia de estrellas ¿Puedes quedarte hasta más tarde? — He de admitir que me sentía nervioso al hacerle la invitación, una lluvia de estrellas era raro, había estado esperando esa desde el año anterior y pensar en compartirla con alguien como Arthur la hacía el doble de especial.

—Así que era cierto… En mi escuela se iban a reunir para verla, ya sabes, todo el mundo invitó a sus parejas para verla…— Yo era muy consciente de que ese tipo de evento era considerado un evento romántico, yo jamás lo había visto así, pero ahora lo entendía un poco, realmente quería que Arthur se quedará conmigo a ver hasta la última estrella caer.

—Bueno sí, si estás bien informado sabrás que puedes hasta hacer un calendario de cada vez que ocurrirá una, casi como un calendario lunar…—Arthur sonrió y asintió ligeramente, no sabía si estaba aceptando quedarse a verla conmigo o solo estaba de acuerdo con la información que le había dicho.

—Bueno, agendado o no, todos se volvieron locos en mi clase, hubo tantas propuestas y rechazos como en San Valentín…— Me puse nervioso con la palabra "rechazo" ¿Y si Arthur ya se había reservado para alguien más?

— ¿A ti te invitó alguien? —Cuando Arthur asintió, me sentí un poco triste, saber aquello me causo más tristeza que ver una estrella extinguirse en el cielo.

—La verdad es que no me lo esperaba… No supe qué decir, terminé diciéndole que no me interesaban esas cosas, lo cual me deja como el peor mentiroso, ya que siempre llevó la pulsera de la constelación que me diste…— Aquellas palabras me renovaron la esperanza, pero Arthur todavía no había aceptado así que me contuve de demostrar mi emoción.

— ¿Por qué no aceptaste? — Pregunté con la intensión de escucharlo decir que quería verla solo conmigo, Arthur jugueteó con el dije de la pulsera antes de responder.

—Porque sabía que tú me lo ibas a pedir…— Murmuró Arthur con una sonrisa ligera, mi corazón se debocó un poco, Arthur me había considerado desde el inicio y se había reservado solo para mí. —Además ver algo así con un astrónomo debe ser el doble de interesante que verlo con alguien que no tendrá idea ni por qué ocurren esas cosas…— Aquella observación no me desanimó ni un poco, al contrario, que Arthur pensara que era interesante me gustaba bastante.

—Entonces ¿Te veré mañana? — Pregunté con timidez, quizá era un poco egoísta que yo pensara en ello de una forma distinta a la que Arthur creía, pero no sabía si sería bueno decirlo en voz alta, no sabía si decirlo estaba bien. Arthur imaginaba que yo quería ver esa lluvia con fines de estudio, pero lo cierto es que no, quería verlo porque era un momento especial y quería compartirlo solo con él.

—Por supuesto, no me lo perdería por nada— De nuevo esa sonrisa, que si fuera una constelación sería mi favorita por siempre.

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Esa noche mi madre me observó con una sonrisa burlona mientras me arreglaba, ya sabía de antemano que es noche iba a ser la lluvia de estrellas y me había ganado el permiso de llegar más noche limpiando la casa toda la semana.

— ¿Vas a ver las estrellas del cielo o las estrellas de cine? ¿Por qué te pusiste tan guapo hoy?—No pude evitar sonrojarme con el comentario, era cierto que se me había pasado la mano, pero no había podido evitarlo. Sinceramente estaba considerando esa noche como una cita con Arthur.

—Esta noche es especial…— Comenté de pronto, estaba limpiando el lente del telescopio, no quería ni una sola mota de polvo en el, y ya que la luz de mi habitación no era tan buena como la de la cocina, había tenido que salir a limpiarlo ahí.

—Ah ya entiendo ¿Alguien va a ver contigo la lluvia?— Me sonrojé más, incluso veía el color rojo de mis mejillas reflejado en el metal pulido del telescopio.

—La verdad es que sí, invité a alguien…— No tenía caso mentirle a mi madre, sabía que ella no me prohibiría nada de eso, quizá incluso se alegrará y me mostrara el apoyo que siempre me había demostrado en cualquier tema.

—Si no se enamora de ti, seguro que de las estrellas sí…— Por eso amaba a mi madre, sabía cómo animarme y darme el valor que necesitaba, estaba nervioso, me sentía feliz y lleno de energía, casi como si el big bang estuviera ocurriendo dentro de mí.

—Debo irme, gracias mamá~— Envolví el telescopio en su funda y lo metí en la mochila, mamá había preparado emparedados esa noche, me ordenó que me llevara dos, además esa tarde había puesto zumo de manzana en el termo, iba perfecto con los emparedados.

Arthur ya estaba esperando cuando llegué, permanecía sentado en su cobija con la vista fija en el cielo, como si esperase encontrar el punto exacto en el que la lluvia comenzaría.

Me acerque cauteloso, sin decir palabra monté el telescopio justo frente a nosotros y después coloque mi propia cobija junto a la de Arthur, dude un segundo antes de sentarme, me pareció que la había puesto muy cerca de él, no me equivoque, nuestros hombros se rozaron en cuanto me senté.

—Hola— Murmuró bajito dejando suspendida esa palabra entre nosotros, como si fuese un secreto mutuo, me miró de lleno y me dio esa sonrisa, mi corazón enloqueció por completo.

—Hola— Respondí con el mismo tono que él había usado, le sonreí también y me perdí en la infinidad de sus ojos.

—No sabía que teníamos que venir de etiqueta esta noche…— Comentó divertido dándome una mirada llena de intensión, me avergoncé al instante, si bien no llevaba nada parecido a un traje de etiqueta sí que llevaba mi mejor ropa casual.

—Tuve una reunión familiar antes de venir aquí…— Mentí.

—Ah, te ves bien…— Nunca pensé que se pudiera torturar a alguien con simples palabras, pero Arthur lo estaba haciendo, ese halago me rondaría en la cabeza toda la noche.

—Gracias… Traje refrigerios, será una noche larga— Comenté sacando la comida, Arthur sonrió y la aceptó con gusto.

Era el picnic más extraño de mi vida, era casi media noche y estábamos dentro de un cementerio, pero cuando el hombro de Arthur se rozaba con el mío dejaba de pensar en todo, era como si estuviésemos dentro de una burbuja, solo él, yo y las estrellas.

Te diré exactamente la situación en la que estábamos, era cerca de la una de la mañana, los grillos cantaban por todos lados, había empezado a hacer frío así que decidimos sentarnos en una sola cobija y usar la otra para taparnos los hombros, así que sí, lo adivinaste, Arthur no solo estaba cerca de mí, estaba prácticamente recargado en mi brazo, y nuestras rodillas también se rozaban.

Yo por supuesto estaba casi atontado, sentía su calor mezclarse con el mío y eso solo hacía que mi corazón enloqueciera de felicidad, estábamos hablando del significado de la primera constelación que me había pedido ver, Sagitario.

Arthur la llamaba "El Arquero" y era correcto, esa constelación era representada por un arquero, me confesó que practicaba arquería en el colegió donde estaba y que por eso había deseado tanto ver esta constelación en específico.

Le hice prometerme que un día me dejaría verlo tirar con el arco, me pareció verlo avergonzado pero al final accedió.

Yo estaba imaginando la figura de Arthur con un arco en mano, muy recto y elegante, sosteniendo la flecha justo al ras de su boca, con la mirada verde llena de decisión, clavada justo en centro de su blanco, una imagen mental que me causo un escalofrió por todo el cuerpo, quería verlo, de verdad que sí.

Estaba tan ocupado en ello que por poco no me percató de la primera estrella, si no fuera claro porque Arthur se estremeció a mi lado, enfoqué al fin la mirada al cielo y la lluvia empezó a danzar en la noche, iluminando el cielo oscuro con una luz blanca y casi dorada.

Nos turnamos en el telescopio un rato y después solo las observamos en el cielo, era hermoso de cualquier forma.

En algún punto decidí que necesitaba saber lo que Arthur sentía, lo miré y descubrí un brillo increíble en sus ojos, el polvo de estrellas los hacía brillar con esa luz dorada que hacía resaltar el verde esmeralda y entonces lo supe.

—En este momento no puedo asegurarlo pero, creo que estoy un poco enamorado…— Mi acompañante me miró con sorpresa y me dio una sonrisa.

—Imagino cómo te sientes, es un espectáculo hermoso…—Me reí un poco, Arthur no lo había entendido, yo no me refería a la lluvia de estrellas.

—Lo es… Pero para alguien como yo que ve las estrellas a diario este es solo un fenómeno más que agregar a su diario…— Comenté lo suficientemente tranquilo, no me creía que se lo fuera a decir pero ya lo estaba haciendo, Arthur me miró con curiosidad.

— ¿No hablabas de la lluvia?— Preguntó de pronto comprendiéndolo, al fin sentí los nervios tomarme preso pero no aparte mi mirada ni un momento, quería que viera que estaba siendo sincero.

—No, me refería a ti…— Confesé con sinceridad, quería que Arthur lo supiera aun si no era correspondido.

—Ah…— Lo vi enrojecer por completo y de un momento a otro hundió su rostro entre sus rodillas, me era imposible saber si pensaba en rechazarme o no, hasta que me lo respondió, su muñeca rozó la mía sutilmente, la sentí gracias a la placa de la pulsera, entrelace sus dedos con los míos y el universo estallo entre nosotros con ese simple toque.

Nuestras manos conectaban a la perfección, tal y como las estrellas se unían para formar constelaciones, su corazón y el mío sin duda eran parte de eso también.

—Me gustas, Arthur— Arthur no levantó el rostro de donde lo tenía pero presionó más mi mano entre la suya.

—Tú también a mi…— Murmuró al fin con la voz suave y amortiguada, solo la lluvia de estrellas en el cielo era capaz de compararse a lo que estaba sintiendo en ese momento.

Arthur tembló ligeramente y supe que lo había sentido también, ese magnetismo, ese big bang en que dos seres chocaban para dar paso a una nueva creación, más fuerte, más viva, una creación única. Una constelación llamada amor. Mi nueva constelación favorita.

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Fin.

Solo puedo decir que AME esto… me ayudó mucho, MUCHO, una serie de canciones, pertenecen al grupo "Sleeping at last" del álbum "Atlas, Space I y II" les juro que si las escuchan no se van a arrepentir.

La canción que definitivamente es de este Fanfic, se llama "Venus" de verdad, chequen la letra, es la canción perfecta para esta historia, es más sé que en un futuro muy cercano Alfred se la dedicará a Arthur.

Les diría que esa canción inspiró esta historia pero sería una vil mentira, descubrí este álbum cuando ya tenía la idea sólida en mi cabeza así que sí, fue mera coincidencia encontrarme con esa canción XDDD

Por cierto, este fic es una estrella fugaz, consulten a Alfred para saber cuándo pasará la próxima y no olviden pedir su deseo (¿?)

Y por último, mensaje para la protagonista de este fic:

Alma:

"¿Recuerdas que te prometí algo más dulce la próxima vez? Bueno, creo que es esto… De verdad disfrute mucho escribiéndolo, y sí, casi muero, no lo niego, pero My God, casi muero con una sonrisa bien pintada en el rostro. Espero que te gustará~"