Shigeki no Kyojin no me pertenece, su obra es de Hajime Isayama.
Advertencia: Humor bizarro. Parodia. Ooc. NSFW. Sin ánimo de ofender.
Quería quitarme la idea de la mente. Lee bajo tu propio riesgo. ¿Ok? Ok.
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Una amplio campo verde se extendía ante sus ojos, seria el escenario perfecto sí en medio de tanta naturaleza no hubiera una fila en zigzag de gente esperando su turno.
No se veía donde empezaba la fila.
Había salido de una pequeña puerta en donde un perro gigante la custodiaba, muchos no podían entrar y otras tantas almas morían intentando pasar al gran can, él se coló mientras el animal estaba distraído, la verdad.
Algunas parcas con su gran túnica negra larga hacían que la fila no se descontrolara, iban pasando tomando los nombres de las personas, al ir a formarse como todos los demás, se aburrió después de algunos minutos y salió para ver que había en ese lugar.
Al ir avanzando notó que muchos de mis amigos estaban ahí, otros tantos se paseaban como si estuvieran de compras y vio a Armin, el chico rubio parecia que iba a dormirse en cualquier momento.
Mientras mas de adentraba iba reconociendo a personas, por ejemplo a Mikasa quien llevaba con ella un libro, formada no parecía aburrida.
Jean estaba a unas cuantas personas de ella y se le notaba hastiado, jugueteaba con una moneda alzándola al aire y luego haciéndola girar entre sus dedos.
Quizo acercarse a ellos pero algo se lo impidió.
—Eren Jaeger —alguien habló a su lado y notó a un gran esqueleto con una oz—. El señor de las tinieblas quiere hablar contigo.
Se paralizó en su sitio y tembló unos instantes. Esa cosa fea frente a él le causaba escalofríos.
Asintió como pudo y el esqueleto le guió hasta una enorme puerta en medio de la nada. Una ve que se abrieron, un olor fétido llegó a su nariz: cómo comida echada a perder. No pudo controlar las arcadas que le dieron por tan espantosa sensación, al entrar, el calor que había dentro era agobiante; las paredes eran de roca picuda donde no te podías sostener, el angosto camino estaba rodeado de flamas que se extendían cada cierto tiempo al menos dos metros sobre su cabeza.
El infierno, literal.
—¿Aquí es?
La pregunta hizo que el esqueleto le mirara con sus vacías cuencas.
—¿Hay algún otro camino, Eren Jaeger?
—No, creo que no… —murmuró por el evidente tono de sarcasmo. Que esqueleto tan más grosero, pensó.
Cuando el camino estaba por acabarse, una segunda puerta apareció, esta vez era una más pequeña de un color blanco.
Curioso, miró a su acompañante y éste sólo atravesó sin abrir. Aturdido, retrocedió algunos pasos pero una huesuda mano ya lo tenia sujeto de la camisa arrastrándolo con él.
—Medidas de seguridad —le explicó cómo si necesitara saberlo. Volvieron a andar por un pasillo negro iluminado por candiles y el olor repúgnate había desaparecido—. Sí alguien intenta abrir la puerta es mandado al inicio, y si por otra parte alguien intenta derribarla… bueno, atravesara la puerta pero no se encontrara con mi señor, si no con un barranco. Tardara por lo menos una semana en escalarla. Hay almas que piensan que tienen el derecho de aparecer sin ser llamadas.
—¿Yo por qué si? —acusó. No recuerda haber pedido una audiencia con nadie, en realidad casi no recuerda nada.
—Mi señor cree que eres una de las pocas excepciones.
—Si no quieren ser molestados, ¿por qué no quitan la puerta del campo? —volvió a preguntar con evidente tono de reproche.
Al parecer eso del miedo ya se le había pasado, a medias.
—El señor de las tinieblas suele divertirse con almas incautas —Fue toda su explicación.
"Una nueva puerta. Puertas. A la gente del infierno le encantan".
De madera, algo gastada y con un simple grabado al que no le entendió nada.
El muerto tocó dos veces y comenzaron a abrirse, cuando lo hicieron por completo apareció una agradable habitación rodeada de múltiples libreros. Un sillón donde un hombre parecía leer algunos papeles y una mujer a su lado de pie fue lo segundo que vio.
—He traído al alma que vagaba sin permiso.
—Perdón por mandarte a hacer cosas tan triviales.
Al menos ese sujeto parecía educado.
—No se preocupe, señor. El joven es alguien interesante —se inclinó (o eso parecía que hacia porque su túnica se arrugo levemente) —. Con su permiso.
Y luego desapareció.
—Bien —dijo el hombre sentado, apartando los papeles de su cara y solo así pudo percatarse de que llevaba lentes. Era un hombre que no pasaba de los treinta, de eso estaba seguro o al menos eso parecía; entallado en un traje gris sin saco. Cabello oscuro y facciones masculinas. ¿Ese era el señor de las tinieblas? —. Eren Jaeger. ¿Correcto?
Comenzó a hablar aun sentado mientras sonreía de forma siniestra.
—Si, lo soy.
—Quince años. Una edad mala para una muerte. No, no —negó divertido—. Debes de tener a muchos llorando por ahí.
No a muchos, acababa de ver a Miksa y Armin.
—No, lo siento, soy huérfano.
—¿En serio? —una carcajada retumbó por toda la habitación haciendo estremecer a Eren—. Acabo de leer tu hoja de vida, bastante entretenida he de admitir. ¿Te parece si hacemos un trato?
—¿Qué tan malo es? —preguntó con cautela.
—Oh, pero qué atrevido. Negociando con el diablo. Me agradas —Eren frunció las cejas y formó una línea recta con su boca, no le gustaba que se burlaran de él. El hombre se percató que hacerle enojar no iba a traer nada bueno y continuo—: No es malo, chiquillo. Sólo tienes que vagar como lo estabas haciendo hace un rato y traerme algo.
Eren no estaba seguro de estar negociando realmente, sólo hacia lo que creía correcto.
—¿Qué ganó yo?
—¿Libertad? ¡Todos aquí la buscan! —Se puso de pie señalando la ventana—. ¿Qué te hace diferente del resto?
—No hay nada para mí allá afuera. No recuerdo muchas cosas, solo rostros familiares y pequeños acontecimientos —contestó mientras intentaba encontrar la salida, sus sentidos (o al menos lo que recordaba de ellos) estaban alertas y la puerta de donde entró ya no estaba. Ese sujeto no parecía buena persona.
El esqueleto lo llamó "señor de las tinieblas" y él mismo se dijo "diablo". Esas palabras definitivamente no llevaban a algo bueno. Recordaba vagamente lo que era el infierno, así que lo asoció con ese lugar.
—Ah, ya veo. Es por eso que no me tienes miedo. ¡Soy el Rey aquí! ¿Eso no te suena de nada?—Eren negó y el hombre hizo una pose pensativa llevándose la mano derecha a su barbilla—. ¿Y sí te devuelvo los recuerdos?
—Lo siento, esa idea no me es tentadora.
Al parecer la ignorancia le era de ayuda en ese sitio.
—Eres difícil, Eren Jaeger. ¡Deberías estar honrado de estar ante mi presencia! Podría reducirte a la nada en un parpadeo y sin embargo, estas aquí revelándote —terminó de decir de forma misteriosa.
—Hágalo, no tengo cosas por las que luchar aquí —se encogió de hombros y negó.
—Ah, aquí no, ciertamente. ¡Pero allá afuera si! Debo confesarte algo —se acercó hasta Eren en un movimiento—. Aun no era tu hora para morir, dejaste muchas cosas a medias.
—No las recuerdo, no importa.
El hombre se inclinó a su altura y puso su frente con la del castaño.
Eren experimentó algo similar al vértigo cuando imágenes de su vida cruzaron rápido por su mente, hasta que exhausto por todo lo revelado cayó al piso respirando agitadamente.
Con sus manos sobre el suelo y sudor resbalando por su frente entró en pánico, quizo levantarse de nuevo pero volvió a caer.
—¿Ahora si quieres el trato? —el de oscuro cabello se puso de cuclillas frente a Eren con gesto divertido.
—¡Devuélvame ahora mismo!
—¡Calma! En cuanto aceptes el trato podremos seguir y… —una furiosa mano le jaló la corbata haciéndolo quedar cara a cara con el castaño
—¡Lléveme de vuelta! —rugió con furia con sus ojos verdes fijos en su rostro
¡Él no debía estar en ese lugar! ¡Aun no era el momento para morir!
Los oscuros ojos del señor de las tinieblas se ensombrecieron a un mas, apartando con brusquedad la manos que le sujetaba y poniéndose de pie con extrema lentitud mientras volvía a anudarse la corbata.
—Me arrugaste el traje —espetó con frialdad, cambiando el tono de su voz juguetona a una seria bastante gruesa que retumbaba en las paredes—. No te di permiso de tocarme, sucio mortal.
—¡Hagamos el trato! Maldita sea —golpeó el suelo con fuerza, impotente.
—Creí que no tenias nada por lo qué luchar.
—Lo tengo. ¡Lo tengo!
—Bien —no quería que el niño cambiara de opinión, ya le estaba divirtiendo bastante. Miró a la mujer que se mantenía impasible a un lado del sillón y le hizo señas para que se fuera, después de eso alzó una mano al aire y en ella aparecieron unos papeles que comenzó a leer en voz alta—. Eren Jager, quince años. Causa de la muerte: Accidental. Condena: No hay por el momento. Contrato: Aceptado.
"El alma humana será procesada, se le concederá un único deseo y será devuelto a su vida mortal una vez que termine —recitó—. ¿Hay algo qué quieres objetar?"
—¿Cuál es el precio?
—No hay, sólo quiero divertirme —le acercó la hoja y una pluma para que firmará.
Eren los sujetó y cuando iba a firmar la pluma le hizo un corte y luego desapareció. Gotas de sangre cayeron en el contrato y con rapidez el hombre tomó el papel con una radiante sonrisa en el rostro.
—Buen chico, aquí solo hay contratos de sangre —guardó la hoja en un cofre que hizo aparecer y que flotaba en el aire—. Ahora solo hay una opción: Hacerlo bien.
—¿Qué?
—Buena suerte, Eren Jaeger.
—¡No me ha dicho que es lo que buscaré!
—Ya lo descubrirás —respondió con burla—. Cuando lo tengas, vuelve a mí.
Con un movimiento de mano le hizo desaparecer devolviéndolo al campo.
Una vez que no hubo nadie, poco a poco el hombre fue transformándose en una criatura grotesca. La habitación ahora era una especie de cueva que cada vez se hacia más amplia y un trono destacaba entre la oscuridad junto a una hilera de dientes blancos que no dejaba de sonreír.
Notas:
Queria sacarme la idea de mi mentecilla, ¿creen que merece continuación?
