Título: O-o-h Child (1/3)
Personajes: Dean Winchester, Balthazar, Sam Winchester.
Fandom: Supernatural
Resumen: Balthazar solo quiere molestar, es muy feliz haciendo insinuaciones para que Dean se enoje… o tal vez no.
Es el quinto del ciclo "Awesome Mix", con títulos de las canciones del soundtrack de Guardianes de la Galaxia. Dean, Castiel, Balthazar y Benny son cuatro de mis personajes favoritos de Supernatural, así que escribí sus nombres en unos papelitos, y fui armando parejas. Escribirlos todos fue como correr sobre una viga: si me detenía a pensarlo un segundo, me caía. Espero poder subirlos completos en agosto, el Mes dedicado al Amo, Misha Collins, con todos mis buenos deseos.
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Dean, irritado, alzó la vista del libro que estaba consultando. Balthazar no había parado de hacer ruido desde el momento en que llegó, tan solo para demostrar lo a disgusto que estaba con su misión.
- Cassie tiene mejores cosas que hacer. Así que me envió como su niñera – les informó a Dean, Sam y Bobby -. Por favor, no es necesario que se lancen a mis pies, ya sé que nunca se habían sentido tan a salvo.
Los humanos lo miraron con incredulidad. Tras unos segundos, el ángel se aburrió de ellos y comenzó a recorrer la casa, curioseando gabinetes y cajones. Sam y Bobby optaron por ignorarlo de manera diplomática. Pero a Dean tanto azotar puertas, tarareo y ruidos por toda la casa, no tardó en sacarlo de quicio.
- ¿Cuál es tu maldito problema? Estate quieto un rato. Medita o algo.
En un parpadeo, Balthazar se encontró sentado sobre la mesa, al lado de los papeles que Dean estudiaba. Cruzó las piernas y miró al cazador con expresión burlona.
- Este lugar es muy aburrido. No puedes culparme por buscar algo que hacer. Aunque preferiría "alguien" a quien hacer – dijo el ángel, acercándose. El cazador sintió un golpecito en el muslo. Era el pie de Balthazar. Sus ojos azules brillaban, desafiándolo a decir o hacer algo.
- ¡Hey! ¡Atrás! – dijo Dean, levantando las manos -. ¿Qué no les dan clases de espacio personal en su escuela de ángeles?
Balthazar se rió. Su risa tenía tanta carga sensual que a Dean se le erizó el vello de la nuca.
- No es con todo el mundo – el ángel retrocedió, sonriendo.
Milagrosamente, Balthazar decidió darles un descanso. Se desvaneció entre un batir de alas, asegurando que no se alejaría demasiado. Dean lo imaginó volando en círculos sobre la casa, como helicóptero. Aunque también había grandes posibilidades de que ni siquiera compartieran el mismo hemisferio, y que se la estuviera pasando en grande, sin importarle que los insignificantes humanos tuvieran un arcángel a la caza de sus pellejos.
- Tengo algo – dijo Sam por fin -. Desapariciones extrañas, huellas misteriosas, y un testigo tan afectado que lo que dice no tiene sentido.
- Suena como una fiesta.
Dean y Sam, con la práctica de muchos años, empacaron rápidamente y salieron de cacería. El pueblo al que llegaron, era uno de esos lugares pequeños y aislados, que parecen perpetuamente nublados. Los Winchester se pusieron traje y corbata para presentar su célebre número de agentes del FBI.
Tras todo el día de investigación, tenían un par de teorías sobre el monstruo de turno. Requería consultar sus fuentes para confirmar una de las dos, y saber como matarlo. Sam llamó a Bobby, mientras Dean comenzaba a buscar en Internet, no precisamente sobre el caso.
- Te sienta bien el traje – dijo Balthazar al oído de Dean. Sus labios le rozaron ligeramente la piel.
- ¡¿Qué diablos?!
Cada vez le caía peor el ángel. A esa distancia podía percibir el calor de su cuerpo, y su olor a colonia cara. ¿Era su recipiente o estaba usando su poder para algo tan frívolo?
- ¿Qué rayos haces aquí? – dijo Dean, sin retroceder ni un milímetro, para demostrar que el ángel no lograba alterarlo.
- Llevo tras ustedes desde que salieron de casa de su padre. Verlos todo el día ha sido muy entretenido.
Sus ojos azules recorrieron descaradamente el cuerpo de Dean. El cazador se sintió enrojecer. Estaba completamente vestido, pero ¿quién le aseguraba que el ángel no tenía visión de rayos x o algo así?
- Sigue, como si no estuviera aquí – le dijo, sin quitarle la vista de encima.
Dean apretó los labios y decidió castigar al ángel con el látigo de su desprecio. Se enfocó por completo en la pantalla de su computadora.
Por su parte, Sam iba a sugerir que consultaran con Balthazar, ya que estaba ahí, pero lo pensó mejor. Podría darles respuestas, pero quizá no sería directas ni claras. Hacerse del rogar sería tan divertido para él como frustrante para ellos. Dean simplemente no estaba de humor para pedirle ayuda. Podía hacerlo solo, maldita sea, se dedicaba la cacería desde niño.
Además, era casi rutinario. Con un poco de suerte, sería cuestión de salar y quemar algo.
- Supongo que ya te han dicho que tus ojos son preciosos – dijo Balthazar de repente. Dean dio un respingo. Había conseguido ignorarlo de manera tan exitosa que se le olvidó que estaba sentado a su lado. El ángel sonreía con una dulzura que revolvió el estómago del cazador.
- ¿Por qué no te vuelves invisible otra vez? – le preguntó, irritado -. Así eres más soportable.
Balthazar asintió.
- Sin mencionar que tengo más libertad de acción.
Su tono y acento hicieron de esa declaración algo peligroso. Dean se sintió lleno de ira. Con mucho gusto le hubiera dado un puñetazo al ángel, pero sabía que lo único que obtendría sería una mano rota, y no podía darse ese lujo en medio de un caso.
- ¿Sabes que cuando te enojas te brillan los ojos? Es tan aterrador como fascinante.
Balthazar lo miró por un largo rato. Como no tenía necesidad de parpadear, su mirada fija era aun más irritante.
- Casi echas chispas –murmuró el ángel.
- ¡No soy tu entretenimiento! ¡Ve a fastidiar a alguien más! – Dean se levantó rápidamente.
Balthazar también se puso de pie, y estiró la mano para pasar los dedos sobre la mejilla de Dean.
- Que guapo eres – le dijo.
Dean se arrancó de Balthazar.
- ¡No me toques!
Frenético, el cazador hizo un gran esfuerzo por recordar como trazar el signo para alejar a los ángeles. No soportaba a este imbécil, quería que se fuera de inmediato. Hacer un dibujo con su propia sangre era un precio barato en ese momento.
- No te molestes, preciosidad – dijo Balthazar, hizo un guiño, y desapareció.
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Dean no se fiaba de los ángeles, y mucho menos de este. Así que recorrió toda la habitación blandiendo una escoba, sacudiéndola de manera aleatoria con la esperanza de descubrir si Balthazar se había marchado de verdad. Sam lo miró todo el tiempo como si se hubiera vuelto loco. El cazador mayor concibió el plan de hacer explotar una bolsa de harina, lo que hubiera sido tanto útil como divertido, pero crearía otro tipo de problemas. Debía haber una manera segura de saber si había un ángel invisible en el lugar, se lo preguntaría a Castiel en cuanto pudiera.
Durante el día siguiente, Dean se sintió observado todo el tiempo, pero no llevó harina ni escoba para confirmarlo. Además, estaba haciendo entrevistas, se vería muy extraño.
Cuando iba de camino a encontrarse con Sam, se detuvo abruptamente al sentir con claridad un dedo recorriendo todo el camino sobre su columna vertebral, hasta la parte baja de su espalda. Con todo el tiempo y la libertad del mundo, llegando unos milímetros antes de adentrarse en terreno peligroso.
Dean se quedó congelado, la indignación no lo dejó pensar que hacer o que decir, solo tenía claro que no podía ponerse a gritar. La sensación se interrumpió suavemente, como si nunca hubiera ocurrido, y el cazador recuperó la movilidad. Lo primero que hizo fue sacar el teléfono para no parecer loco hablando solo a media calle
- Escúchame infeliz – dijo, usando su tono más amenazador, casi rompió el aparato, por la fuerza con que lo estaba sujetando -. Lo que pretendas, déjalo. Ahora. O esta vez sí veremos que tal quedan tus alas extra crujientes.
Segundos más tarde, recibió un mensaje.
"Ese puchero que haces cuando te enojas te hacer ver más sexy."
Entonces, una par de mujeres debieron haberse lanzado a sus brazos como mínimo en ese momento, porque estaba furioso.
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Como tenía que ocurrir, el monstruo de turno atacó durante la noche, y había civiles involucrados. Los Winchester tenían que encontrar la manera de matarlo y sacar a la gente de en medio. Por desgracia, eso resultó tener gran dificultad… y garras, y dientes.
Dean terminó por hacer algo rematadamente estúpido. El bicho se movía demasiado rápido, así que nada más no podían acertarle. De repente, se abalanzó sobre los civiles y el cazador trató de interponerse, como escudo humano.
Hubo una ráfaga de luz, y en lugar del bicho, quedó un montoncito de ceniza.
- En serio – dijo Balthazar, despectivo -. Confiaba en que lo resolverían solos.
Sam, Dean y los dos civiles lo miraron. Su voz tranquila parecía fuera de lugar.
- De hecho, iban muy bien – concedió el ángel amablemente -. Pero no pude evitar involucrarme al ver que iban a dañar algo tan delicioso.
Miró a Dean con toda la intención. La temperatura de la habitación subió a la de un baño sauna al instante. Sam y los testigos pensaron que era el momento de hacer una salida discreta por la izquierda.
- Yo… ehmm… - comenzó Sam.
- No se preocupen – les dijo Balthazar alegremente. Se acercó a los otros -. Estarán de regreso en su casa, no recordaran nada de esta noche, y van a tener un sueño encantador sobre lo que prefieran.
Diciendo esto, tocó a cada uno en la frente, haciéndolos desaparecer. Sam lo detuvo cuando iba a hacerle lo mismo.
- Puedo llegar solo al motel, gracias.
- Oh – dijo Balthazar, sorprendido -. Pensé que te habías dado cuenta de lo mucho que deseo a tu hermano y te gustaría olvidarlo por un rato. Sobre todo, tomando en cuenta que he decidido hacer algo al respecto.
Sam se puso verde, y consideró su oferta.
- ¡Cierra la boca! – rugió Dean y salió del lugar a grandes trancos. Sam tuvo que correr para alcanzarlo, y aun así estuvo a punto de no subir al auto.
Dean arrancó el motor con rabia, haciéndolo retumbar y rechinar las llantas de manera que salió humo. Sam no se atrevió ni a mirarlo durante el trayecto.
No hubo caso. Al llegar encontraron al ángel esperándolos, sentado tranquilamente en la cama del Winchester mayor.
- Tú… tú… - comenzó Dean, sin encontrar algo lo bastante ofensivo.
- Creo que la expresión que buscas es "Cosa Sexy" – dijo Balthazar. Estiró lánguidamente las piernas, y le sonrió.
Dean volteó hacia la ventana, solo tenía que correr una de las cortinas-
- Ya me hice cargo de esa cosa horrible que trazaste en la pared con tu sangre – le informó el ángel -. Por cierto, me parece un desperdicio.
Sam murmuró cualquier cosa, y salió de la habitación.
- ¿No vas a seguir huyendo? – preguntó Balthazar.
- ¡Quien se va eres tú!
Balthazar entrecerró los ojos como un gato, y consideró.
- ¿Es por qué mi recipiente es masculino? – dijo por fin.
- No – respondió Dean con firmeza -. Es porque eres un imbécil y no te soporto.
- En lo personal, me gusta mucho – dijo el ángel, como si no lo hubiera escuchado, estiró los brazos hacia adelante y se examinó las manos -. Lo encuentro muy elegante. Pero se puede cambiar si quieres.
- Lo que quiero es que te largues y no te me vuelvas a acercar en la vida.
- Te gustan los pechos grandes, ¿cierto? – dijo Balthazar, poniéndose de pie -. Y por lo que veo, aunque tienes un fetiche raro con las jóvenes asiáticas, no te molestaría si conservo el cabello rubio.
El ángel rió con malicia, mientras se acercaba al cazador.
- Será interesante. Con un cuerpo más pequeño podrías cargarme en brazos… No sé tú, pero la idea me parece excitante.
Dean apretó los labios y le sostuvo la mirada, para demostrarle que nada de lo que dijera iba a alterarlo. Pero no pudo evitar el escalofrío al sentir uno de los finos dedos del ángel trazando una línea en el centro de su pecho.
- Eres muy hermoso – ronroneó Balthazar.
- Ya lo sé.
Balthazar se sorprendió por el tono de voz. No era de orgullo, era la aceptación de un hecho inevitable, pero no necesariamente afortunado. ¡Que humano tan extraño! La mayoría se esponjaría como un pavo real, o trataría de ocultar su vanidad, pero en Dean encontró verdadera amargura y resentimiento.
Confundido, el ángel retrocedió. No tenían que importarle los sentimientos de un gorila sin pelo, recién salido del barro, pero en ese momento, saber que le había causado dolor fue insoportable, y desapareció entre un revoloteo de alas.
