Disclaimer: Naruto pertenece a Masashi Kishimoto. Fanfiction escrito sin fines lucrativos.

Línea temporal: Universo alterno.


VICEVERSA

Capítulo I: La Historia de Amor que Comienza con un Cliché

—Rojo.

—Azul.

—Rojo.

—Azul.

—Rojo, dattebane.

—Azul oscuro.

—Rojo brillante.

—Azul marino.

—¡Rojo, carajo!

Kushina Uzumaki hiperventilaba por la nariz como los toros. Estaba molesta por la tonta discusión que había iniciado con su amigo más cercano, Fugaku Uchiha, acerca de cuál color era el más… masculino. Sí, era raro que una chica discutiera por tal tema, pero con Kushina Uzumaki lo normal era esperar lo fuera de lo común. Lo subnormal. Lo extraño. Con ella no se podía lanzar a la ligera la frase "hasta que los cerdos vuelen", porque, de alguna manera, conseguiría que tal rareza se convirtiera en un hecho real, videograbable y nada refutable.

—Digas lo que digas, el color azul es el que representa mejor la fuerza. El rojo solamente simboliza a los tomates —se mofó Fugaku. Kushina se ofendió inmediatamente (obvio que ése era el objetivo de Fugaku y ella, como no, le iba a dar el gusto multiplicado por cien), se levantó de su lugar en el pasto del campo de entrenamiento número seis y le dio una patada en el estómago que lo dejó inmediatamente sofocado.

—El rojo representa la sangre que vas a perder si sigues diciendo porquerías —amenazó. Fugaku trató de recuperar el aliento mientras ella continuaba con su verborrea. Ya se había visto venir la violenta invasión a su espacio personal, pero no se había quitado de en medio porque se lo merecía. En realidad, Fugaku había lanzado ese comentario a posta, para recordar que Kushina había ya superado todo ese asunto de los tomates que venía arrastrando desde sus años en la Academia Ninja de Konoha y ahora era solamente una simple broma. Una extraña y retorcida lógica, pero todo con los Uchiha (y Fugaku, principalmente), era extraño y retorcido.

—Bueno, ¿y qué te gustaría hacer esta tarde? Ya sabes, pronto me iré a una misión de una semana y tu bolsillo me extrañará un montón. ¿Quién lo va a dejar vacío si no estoy yo? Así que hoy le daré un trato especial antes de marcharme, 'ttebane.

—¿Trato especial? ¿Estafarme es un trato especial?

—Nunca me atrevería a estafar a nadie más que a ti, Fugaku.

—Supongo que eso es un cumplido.

—Supones bien —concedió Kushina con una sonrisa felina—. Ahora, ¿en Ichiraku a las siete te parece bien? Bueno, pues te veo allá más tarde —y con un shunshin, la pelirroja desapareció del lugar rápidamente.

—Muérete, Uzumaki —dijo Uchiha a la nada.

OoOoOoOoOoO

—Anda, escúpelo. Me pones de los nervios.

—¿Escupir qué? ¿El ramen?

—No seas imbécil ni sacrílego, ttebane. Sabes exactamente qué quiero decir. Tú no me obsequias todo el dinero habido y por haber en tu cartera sin una negra intención detrás; como aquella en la que tuve que fingir que era tu novia frente a tu padre (gracias a Dios que esa no salió bien) o en la que tuve que limpiar todas las mierdas de caballo en el establo de tus tíos en tu lugar, dattebane.

—Deberías cuidar tu vocabulario, es impropio de una chica.

—Impropio y una mierda. Soy una kunoichi, no una chica.

—Las kunoichis son chicas y eso tú lo sabes.

Kushina hizo un gesto con la mano, restándole importancia al acertado comentario de su amigo. Claro que eran chicas, ella se refería a que eran más valientes y menos superficiales.

—Ya.

—Y hablando de kunoichis…

—¿Ves? ¡Te lo dije! ¡Querías algo de mí, dattebane!

—Es lo mínimo que puedes hacer, dado a que te has comido ocho platos de ramen y estoy seguro de que pedirás el noveno justo ahora.

—Está bien, pero me niego rotundamente a involucrarme con mierdas otra vez —declaró la kunoichi dándole el último sorbo a su tazón de miso ramen. Y, como Fugaku vaticinó, alzó la voz y pidió al dueño una nueva ración, esta vez de su sabor favorito de fideos.

—Quiero una cita.

—¿Eh?

Total estupefacción de Kushina. ¿Una cita? ¿Fingir otra vez la misma tontería de la vez anterior? Hombre, era sorpresivo contando la de tortazos que le dio en la ocasión pasada por siquiera sugerir tal atrocidad, eso sin contar los puntapiés y puñetazos que le cobró al terminar la empresa.

—Pero una cita de verdad.

—Vete al infierno; no va a suceder… otra vez —rechazó Kushina con las mejillas suavemente arreboladas por algo que no iba ni quería definir.

Fugaku rió. El dueño del humilde restaurante y su hijo se voltearon a ver la escena. Vaya, así que Fugaku reía. No era como que nunca lo hubieran escuchado (sucedía muy a menudo, siempre y cuando cierta chica estuviera involucrada), pero siempre era algo digno de admirar. Él era uno de los policías más rectos de Konoha y con menos expresiones faciales. Era conocido por su falta de sentido del humor y extrema rectitud. Un hombre cuyo rostro daba miedo y habilidades ninja aún más. Sin embargo, era amigo de la chica más revoltosa de la Aldea de la Hoja. Una pareja extraña y una relación que parecía de caricatura, casi destinada al fracaso, pero en la cual sucedía justamente lo contrario.

—Ni siquiera deberías emocionarte. La cita no es contigo.

—¿Ah? —exclamó Kushina entre aliviada y molesta. ¡El cabrón se atrevía a tomarle el pelo! ¿Desde cuándo? Seguramente se debía a que ella se estaba volviendo blanda. Ya le enseñaría a no jugar con ella después— ¿Qué tengo que ver yo con eso entonces?

—Tú vas a conseguirme la cita.

OoOoOoOoOoOoO

Kushina no estaba segura de que los platos de ramen hubieran valido la pena, aunque fueron bastante bien (de hecho, ella estaba segura de que, si el paraíso fuera ramen, sabría exactamente igual que el de Ichiraku). Ella odiaba todas esas cosas relacionadas con citas y odiaba más aún a las personas que arreglaban citas. Recientemente Yoshino se le había acercado para charlar, una noche que ella había estado mentalmente desprevenida, contándole cosas sobre lo idiotas que eran los hombres y numerándole las cosas por las cuales Shikaku Nara era el hombre más lerdo e imbécil del mundo (en la cual la pelirroja tuvo que acotar que definitivamente Shikaku no era el más imbécil, que ella conocía muy bien al dueño del adjetivo) como si fueran amigas de toda la vida.

A Kushina le caía bien Yoshino, casi la consideraba una amiga, pero nunca habían sido tan cercanas como en ese momento, así que ella se olió el pastel desde antes. Al final, toda la charla de Yoshino no fue sino una excusa para pedirle que saliera con Inoichi "alguna vez" y que ella se sintiera comprometida a aceptar debido a su emergente y flamante amistad. Pero, como Kushina nunca se sentía obligada a nada a menos que involucrara al Hokage (y eso a veces) o ramen, declinó lo más educadamente que pudo la propuesta (los hombres son idiotas, tú lo has dicho 'ttebane. Inoichi es idiota y no estoy interesada en idiotas, gracias). Sin embargo, acabó asistiendo porque cometió la torpeza de comentarle a Fugaku y, seguidamente, apostar con él que sí se atrevía a aceptar la cita de un mujeriego como Yamanaka; todo para después ser plantada por el muy cabrón a causa de la nueva chica que había comenzado a trabajar en su florería. A partir de ese día, Kushina había odiado con todo su corazón a Inoichi y no porque hubiera tenido la ilusión de salir con él, sino por la humillación pública que le había hecho pasar (¡se había puesto un vestido y todo!). ¡Ah… y también a las citas… y a Yoshino, para agregar! A Fugaku ya le odiaba, no había necesidad de mencionarle.

Mas, el problema ahora, no era su aversión a los encuentros chico-chica, sino que no encontraba la manera de pedirle tal cosa al objetivo: Mikoto. Habían sido compañeras de aula en la academia, pero nunca se había dirigido palabras más que las justas y necesarias por ser compañeras o al hacer un trabajo o misión en equipo. Llegar con ella y hablarle tal como Yoshino había hecho con sí misma le producía escalofríos. No era correcto según sus parámetros. Además, ¿de qué hablaría con Mikoto? La chica era del tipo que, en su tiempo libre, cepillaba su cabello, ponían labial en su boca y lucía faldas mientras cantaba la canción del grupo de moda. Increíble que una mujer así fuera kunoichi como ella. Increíble más que a Fugaku le gustara Mikoto.

—Me vas a deber una buena, Fugaku —susurró para nadie en particular y metió sus frías manos en los bolsillos de su abrigo. Los principios de primavera eran casi tan fríos como los finales de otoño y ella venía de un país cálido; era malísima soportando temperaturas relativamente bajas. Probablemente al día siguiente tendría un resfriado y moquearía durante el resto de la semana.

Kushina levantó la mano a la altura de su cara, el puño dispuesto a tocar en la madera para hacer salir a Mikoto, pero no tenía el valor. De hecho, llevaba más de media hora sin encontrar el valor. ¿Por qué carajos Fugaku no había nacido gay? ¡Era infinitamente más sencillo hablarle a un chico que a una chica perfectamente femenina y educada como Mikoto! ¡Y más cuando debía tratar de ser una buena persona y no sabotearla! ¿Por qué Fugaku había tenido que escogerla a ella de celestina? Claro, porque era la persona en la que más confiaba y, demonios, era lo mejor. La gente rumoraba que ella y Fugaku tenían algo más que una retorcida amistad y gustaba de entablar tertulias acerca de lo obvio que era que se gustaban y lo patéticos que se veían al ocultar un hecho tan irrefutable como ese. ¡La de novelas que se inventaban los pueblerinos! Al ella ir a hablar con Mikoto demostraría a la chica que era en serio y Kushina no le saltaría encima para romperle los huesos debido a que se estaba metiendo con "su hombre".

—¿Uzumaki Kushina? —la pelirroja reconoció eso como una llamado de reconocimiento—. ¿Te sientes bien?

La joven del cabello largo puso los ojos en blanco. Claro que ella estaba bien. Solamente que estaba teniendo un dilema existencial justo en ese momento y ella tendía a representar con mímica sus, en este caso, agónicos sentimientos al mundo.

—Bien. Estoy bien. ¡Graaacias por tu preocupación! —respondió ácidamente. Lo que le faltaba: un mirón. Y no cualquier mirón, sino el mirón genio de la aldea todo-lo-puedo-hacer-bien e íntimo de Mikoto. ¿Por qué no se la tragaba la tierra de una vez?

—¿Qué haces por aquí?

—Paseo. Ya sabes, debo mantenerme en forma ya que soy un shinobi y toda la cosa.

Minato Namikaze hizo un gesto contrariado. Educadamente contrariado, si tal adjetivo existe. Era obvio que lo que decía Kushina no le convencía ni un ápice. O sea, la chica estaba parada, recargada prácticamente contra la puerta del departamento de su amiga sin intenciones de buscar a la propietaria de la residencia. ¿Era alguna clase de acosadora? Hombre, él nunca había pensado que la temeraria Uzumaki fuera tal cosa.

—Quiero decir —se arriesgó a añadir el shinobi rubio. Estaba al tanto del carácter explosivo de la pelirroja a pesar de haber interactuado mínimamente con ella—. ¿Buscas a Mikoto? ¿No se encuentra? ¿Gustas que la llame por ti? ¿Necesitas algún favor?

Uzumaki estuvo a punto de pedirle a Minato que parara con su interrogatorio, que ella haría lo que le apeteciera cuando le apeteciera y sin darle explicaciones a nadie, pero luego cayó en cuenta de que la existencia del rubio genio podría salvarle la vida (sentido figurado, por supuesto).

—Bueno, ya que insistes en ofrecer tu ayuda… —y Kushina jaló a Minato Namikaze con ella.

OoOoOoOoOoOoO

Minato se había visto arrastrado hacia un modesto y lejano puesto de té y dangos en los suburbios de Konoha por la extraña y loca pelirroja, sin ninguna explicación de por medio. Si él le tuviera miedo y ella se hubiera mostrado más ruda, él hubiera afirmado que eso había sido un total secuestro.

—Pide algo.

—¿Para qué hemos venido aquí?

—Solamente pide algo, yo invito. Te explicaré en cuanto me calme 'ttebane.

"En cuanto me calme", Minato no había escuchado esa frase en su vida, solamente el repetido "serénate" o alguno de sus derivados. Por lo menos Kushina sabía que la alterada allí era ella y no él. Minato pidió una ración de dangos y un té verde. Kushina solamente solicitó una infusión igual a la de él. Se quedaron en silencio hasta que llegó su orden e inmediatamente la chica apuró su bebida de un trago. Sus ojos relampaguearon con decisión y Minato supo que ya se había calmado: era hora de hablar.

—Mira, sinceramente yo iba a ver a Mikoto 'ttebane —habló atropelladamente. Minato sonrió con indulgencia. Era obvio que ella estaba en aquel lugar para tal cosa, la explicación era mera formalidad—. Pero, en realidad, no la iba a ver yo porque yo quisiera, sino por otra persona y la razón por la que la necesitaba no tiene nada que ver conmigo 'ttebane, aunque conozco a la persona y le estoy haciendo este favor, así que se puede decir que también me concierne pero no tanto, dattebane. Bien, ya estoy desvariando. El punto es que necesito que me hagas un favor para que yo le haga el favor a mi amigo y así resolver mi asunto.

Si el conocido Rayo Amarillo de Konoha fuera menos brillante de lo que era, se hubiera perdido fácilmente en la explicación de la chica. Se había hecho trabas con las palabras y oraciones, creando un trabalenguas y una maraña de ideas que pudo haberse resumido solamente con una o dos frases.

—En resumen, ¿cuál es "el favor"? —preguntó Minato, siendo cuidadoso con sus palabras. A leguas se notaba que esa chica era una bomba de tiempo.

—Resulta que a Fugaku —lanzó el nombre despreocupadamente. Si salía en una cita tarde o temprano el pueblo entero se enteraría (con lo chismoso que era) y, además, no había mujer, hombre, niño, piedra o río que no conociera al Uchiha y, obviamente, Minato Namikaze no sería la excepción— le gusta Mikoto, tu amiga. Y quiere salir con ella. Así que yo iba a actuar como intermediaria y concertar el encuentro pero, como ves, ahora mismo estoy sentada frente a ti pidiendo ayuda 'ttebane. Y yo no suelo pedir ayuda.

—Entiendo pero, ¿por qué no le has dicho a ella lo mismo que me has dicho a mí y asunto arreglado?

—Oh, porque seguramente cuando la vea con esmalte en sus uñas y vestido primaveral voy a arruinar la situación y Fugaku va a acabar odiándome. Además, me ha parecido que sería más fácil hablar contigo que con ella 'ttebane.

—¿Y por qué Fugaku no le pide la cita directamente?

—Porque, aunque no lo creas 'ttebane, Fugaku es lerdo y tímido. Piensa que un favor entre mujeres le garantiza que no habrá rechazo. La idea más estúpida del mundo, si me preguntas a mí, pero no hay quién le haga entender a ese idiota.

Se hizo un silencio de diez segundos. Kushina estaba a la expectativa y Minato sopesaba las palabras de la mujer. Ella estaba confiando en él. Un rasgo bastante inocente en el mundo en el que vivían; aunque también se podía tildar a la chica de perezosa y hasta cobarde. Además, él no estaba obligado a acceder a sus peticiones. No eran amigos ni personas cercanas de ninguna manera.

Al final de su corta meditación, Minato llegó a un veredicto.

—Mikoto no saldrá con Fugaku.

—¿Qué?

—Ella no saldrá con Fugaku.

—¿Estás diciendo que he gastado mi preciosa saliva hablando contigo para nada porque tú vas a detener mis planes, dattebane?

—No —negó Minato suavemente con la cabeza—. No es debido a ese motivo. Verás: Mikoto está en una fase feminista. Quiere demostrar que inteligencia, habilidad y belleza se llevan bien. Además, desea enseñarle al mundo que no necesita de ningún hombre a su lado para ser respetada o sentirse plena.

—¿Y tú la apoyas?

—Estoy de acuerdo con sus ideales, lamentablemente, su feminismo se está volviendo extremo. Tengo suerte de que ella aún me hable —bromeó, aunque la cosa era seria. Kushina no se rió.

Conque Mikoto era parecida a ella. Hombre, y Kushina que creía que era una niñita estúpida. Fugaku la iba a tener difícil entonces. Pero, si había que decir, el hombre había había elegido un buen partido, aunque aun así le fastidiara que pareciera tan superficial en su envoltura.

—Bueno, culpa de Fugaku. Hay que dejar a la chica ser —la joven depositó el dinero del pedido en la mesa y se levantó de su lugar, dispuesta a marcharse de allí. Ella no iba a interrumpir el camino ninja de Mikoto siempre y cuando lo hiciera bien. Ella estaba haciendo lo mismo a su manera y le vendría bien que más chicas se subieran a su barco. Claro que Fugaku le daba lástima, pero él debía hacer algo por sí mismo si de verdad quería a la chica. Ella tenía las manos atadas.

—No he dicho que sea imposible que salgan —apresuró Namikaze—. Solamente que será difícil.

—¿Hay manera? —preguntó la pelirroja. Sí, iba a tirar la toalla con el asunto, pero, si había forma de ayudar a su amigo, ella lo haría. No era tan mala persona ni le odiaba tanto.

Se volvió a sentar.

—Será difícil.

—Ya has dicho eso.

—Probablemente no estés dispuesta.

—Nunca digas nunca.

—¿Fugaku es una buena persona?

—No hablaría con él siquiera si fuera un bastardo como cualquiera. Será muchas cosas, pero no levanta la mano ni alza la voz por una causa injusta, dattebane. No creo que le haga daño a Mikoto.

—Confiaré en ti, entonces. Ella es una persona muy importante para mí.

—Si es tan importante —razonó Kushina—. ¿Por qué quieres emparejarla con alguien?

—No quiero emparejarla con alguien —admitió él—. Simplemente quiero que vuelva a ser como antes, si conoce a un buen hombre que la respete (aparte de mí) tal vez vuelva a su antiguo yo. Últimamente, su faceta feminista se ha vuelto extrema. No habla ni con su propio padre por el simple hecho de ser un hombre con ideas un tanto arcaicas. Me gustaría ayudar a su familia a remediar esta situación. Son gente muy agradable.

—Ah… bueno, pero ¿cómo se supone que haremos que salgan? Al parecer la chica está un tanto… bueno, es extrema. No quiero ofenderla.

—Esa es la parte difícil.

—¿Por qué, 'ttebane?

—Mikoto no saldrá sola con Fugaku. Aceptará verlo a menos de que yo le acompañe.

—Sueñas a su niñero.

—No es así. Simplemente la llevaré para conocerte.

—¿Conocerme?

—Exactamente. Ésa es la parte difícil.

—¿Por qué?

—Deberíamos fingir salir o no funcionará.

Salir con Minato Namikaze. Algo así como el sonido de los grillos chirrió en la cabeza de Kushina. ¿Tenía eso sentido o era algún truco levanta chicas que estaba siendo utilizado en ella? Sabía que no debía haber confiado en ese cabrón. Ya había escuchado a muchas chicas hablar sobre lo "guapo", "perfecto", "genial", "sensual" y "atractivo" que era; sonaba a mujeriego. Probablemente se creía la última botella de agua fresca del desierto. Una cosa irresistible para las mujeres. Bien había hecho con mantener el contacto al mínimo con él. Nunca le había gustado la gentuza de su calaña y ahora estaba revelando sus verdaderos colores. ¡Y ella que había pensado en algún momento de la conversación que era un buen hombre!

—Olvídalo.

—Te dije que sería difícil.

—¿Difícil? Hombre, a ti lo que menos te importa es lo difícil que será. ¿Qué esperas conseguir de mí? Jamás de los jamases saldré contigo. Ni aunque los cielos se caigan y la tierra se abra para que Satanás me lleve con él, dattebane.

—Ya veo.

—¿Qué? ¿Acaso estabas ciego?

—Crees que de verdad quiero salir contigo —Minato dijo con una expresión un tanto cansada. Las chicas siempre eran así. No podía hablarles más de cinco minutos porque siempre pensaban que tenía segundas intenciones con ellas. Aunque la reacción de Kushina había sido apartarlo en lugar de arrojársele encima, era la misma cosa para él—. Muy bien. Esta conversación ha terminado.

Kushina se quedó pasmada allí mientras él se levantaba de su lugar y dejaba un poco de dinero sobre la mesa, seguramente cubriendo la cantidad de lo que había consumido; tal vez un poco más. ¿Ése también era un truco? ¿Salir del lugar con cara de cordero a punto de ser degollado para hacerla sentir que ella era culpable y quien estaba incorrecta?

Y en el momento en que él cruzaba el umbral, el poco desarrollado sexto sentido de la pelirroja disparó su alarma: él estaba siendo honesto. Había sinceridad en sus palabras, en su tono de voz, en sus gestos y, por más patéticamente cursi que sonara, había honestidad en sus ojos. Tal vez ella había pensado mal…

—¡Espera! —gritó dándole alcance—. Lo lamento. Pensé mal de ti. Pero eso no significa que esté de acuerdo —aclaró—. Primero escucharé tu plan y luego diré si acepto o no.

OoOoOoOoOoO

El plan de Minato era sorpresivamente estúpido y sorpresivamente bueno. Ella y él fingirían salir para así llevar a sus respectivos mejores amigos a una "cita doble" con la excusa de querer presentarle a su pareja. Ellos se escaparían en algún momento de la velada alegando que querían pasar más tiempo juntos y sin gente a su alrededor para que Fugaku y Mikoto quedaran irremediablemente solos los dos. Lo mejor de todo era que ella no tenía que tener ninguna clase de contacto físico con Minato y que ella podría contarle a Fugaku el plan, quedando libre de cualquier comentario pretencioso (en su mayoría) por parte del Uchiha. La única ignorante de la situación sería Mikoto. Además, la idea de la cita doble podría utilizarse cuantas veces quisieran sin levantar sospechas hasta que Fugaku consiguiera su objetivo y, por ende, Minato el suyo, o que ambos desertaran con sus ideas locas. Así que, si Kushina observaba el cuadro completo, las cosas no estaban tan mal.

—Acepto 'ttebane. Ya tuve un novio falso antes —dijo, refiriéndose a Fugaku—. Tener otro no va a matarme.

Kushina se balanceó un poco en su columpio después de acceder a la propuesta del muchacho. Habían llegado al parque después de la corta discusión que habían tenido para terminar de hablar. Ya era de noche y las estrellas ya brillaban a lo alto del cielo.

—Bien. Nos vemos mañana a las seis de la tarde.

—¿Tan pronto?

—No vamos a llevar a Mikoto o a Fugaku tan rápido —aclaró—. Tenemos que hacer que el asunto de nuestra relación sea creíble para Mikoto o ella se dará cuenta de inmediato. Es una chica muy lista. Solamente pasearemos juntos para que a gente nos vea y comience a hablar. Eso le dará veracidad a la historia que le diré cuando sea el momento. Mientras tanto, tú puedes contarle a Fugaku para evitar que perpetre algún acto violento.

—¿Acto violento? ¿Por qué habría de cometer un acto violento?

—Creo que es del tipo que le partiría la cara al hombre que estuviera con su mejor amiga. Sin importar sus cualidades.

—Oh, Dios, no 'ttebane. Él no es así.

—¿De verdad? A mí me lo parece. Un tipo calmado que saca su temperamento cuando cree que la causa es justa. Aunque, en las relaciones personales, la justicia está malversada.

—Lo que sea. Es hora de irme —dijo Uzumaki parando de balancearse—. Nos vemos mañana.

Kushina caminó despreocupadamente sin esperar a Minato. El chico quedó mirando su espalda. Había sido un día… diferente. Y Kushina le había caído realmente bien. Era una chica extravagante, muy diferente de todas las que estaban a su alrededor y de toda la gente que lo adulaba. Además, tenía buen sentido del humor. Especial, al igual que su personalidad.

—¡Espera! —la llamó al darse cuenta de que había olvidado preguntar algo realmente importante, bueno, por lo menos para él. La joven detuvo su marcha y se encontró nuevamente con él en cuestión de segundos—. ¿Cómo supiste que no quiero a Mikoto para mí?

—No lo sabía a ciencia cierta. Asumí que sería así. Ya sabes, ya hubieras hecho algún movimiento se no fuera de otra forma, así que creí que ustedes eran simplemente mejores amigos 'ttebane. Claro que, si me equivocaba, podías mandarme a freír espárragos cuando te apeteciera. Ambas situaciones podían suceder, pero aposté por la primera. No creo que un hombre y una mujer no puedan ser simplemente amigos ni que se tengan que tener ganas ocultas eternamente o hasta que exploten como bombas —dijo, como si fuera lo más evidente del mundo—. Si no creyera eso, sería como decir que a mí me gusta Fugaku… y eso es asqueroso 'ttebane. Creo que simplemente quise pensar que tu situación es parecida a la mía y que la gente habla de ustedes dos porque le gusta hablar y crear chismes, conspiraciones y dramas donde no los hay.

—Ah…

—Ahora, si no tienes nada más qué decir, me marcho.

Minato sonrió y dejó ir a la pelirroja, recordándole que se verían en el mismo lugar a la hora pactada. Sus palabras le calaron hondo, por más simples que hubieran sido. Él siempre había sido molestado por esa parte de Konoha; esa mentalidad que la gente tenía para pensar lo que querían pensar de los demás sin siquiera pedir opiniones o no creyéndolas y afirmando certeras sus propias suposiciones. Y Uzumaki había captado perfectamente la esencia de su amistad con Mikoto sin siquiera haber pedido una aclaración de su parte.

Hombre, Kushina sí que le caía bien.


Es un universo ninja aún, pero no sigue el canon (para quienes no sepan, canon es —la madre Wikipedia nos dirá—: En el contexto de la ficción, el canon de un universo ficticio comprende aquellas novelas, historias, películas, etc. que se consideran "oficiales" o desarrolladas dentro del contexto "real" de la historia, así como ciertos eventos, personajes y hechos claves que tienen una existencia lógica dentro del universo"), aunque tenga varios de sus elementos.

Asumamos que Kushina, Minato y Mikoto tienen la misma edad. Unos 17. Minato no estuvo con Kushina en la academia más que algunos meses porque es un jodido genio y nada tenía que hacer en esa clase. Fugaku será de unos 19.

¿Por qué las parejas están, como se dice en mi tierra, al revés volteadas xD al principio? Porque he visto que en muchas historias toman como regla que las dos chicas sean mejores amigas y los chicos tengan una buena relación. Quise hacerlo al revés para esta historia.

La idea se basa en cierto corto de La Pequeña Lulú que vi hace ya muchísimos años. Lulú decía que el amor actuaba de una forma extraña ya que, por ejemplo, si ella le decía a su amiga Anita que le gustaba Tobi, Anita correría a contarle al mejor amigo de Tobi (del cual no recuerdo el nombre) acerca de Lulú y Tobi, siendo que los que de verdad se gustaban eran el amigo y Anita pero que no se juntarían hasta que tal cosa sucediera xD

Ya. Muchas notas de autor. Nos leemos después y prometo actualización en Strawberry (para quienes conozcan esa historia), para mañana.

¡Besos embarrados de Nutella para todos!

PD: esta historia no tendrá más de seis o siete capítulos. Tal vez menos.

PD2: ¿Ya se vieron Road to Ninja? ¿Qué les pareció?