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Día 1: Familia

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Las Preguntas de Mi Hija

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El día en que Tsukuyo no supo que responder sin quedar con su rostro sonrojado y lanzando humo en todas las direcciones, fue cuando su esposo, Sakata Gintoki decidió salir a comprar los víveres en su lugar.

La rubia tenía el hábito de encargarse de las compras mientras Gin se ocupaba de la cena, la mujer era capaz de hacer cualquier trabajo, aun si era infinitamente difícil en pos de no mostrar sus nulas cualidades culinarias.

Y no es que ella haría la cena, no claro que no. su esposo, el profesor de historia en la escuela Gintama School, no estaba preparado para soportar otros bolígrafos escondidos entre la comida. Y no es que prácticamente cocinara útiles escolares ocultos entre el arroz o los fideos, sino su descontento por ir a parar al dentista.

Tampoco es que el profesor de Historia sea un gran marido para hacer todo por ella, no. Solo era un hombre demasiado preocupado por su salud, su estado de embarazo avanzado la tenía muy estresada. Gin no aguantaba escucharla con sus cambios de humor repentino. Lo peor era cuando volvía del supermercado con la triste historia de que todos a su alrededor la veían como si fuera un elefante.

Por eso, en aquella ocasión, Gintoki decidió dejar a Tsukuyo en manos de su querida hija adoptiva, Kagura, mientras el hacia las compras.

Pero… ¿Acaso fue una mala idea dejar a la pelirroja con Tsuki a solas? Claro que sí, y mucho. Kagura trataba a su profesora de matemáticas como su madre y solía hacerle preguntas incomodas. La chica se tomaba muy enserio el papel que Tsuki desenvolvía en la casa Sakata, así que usaba al máximo su posición de hija para exigir respuesta.

Seguramente, la mujer que estaba esperando a su primogénito solo se lamentaría minutos después de soltar esa endemoniada línea:

´´―Dijiste que tenías muchas preguntas, haz la que quieras―´´ quería mostrarse amable ante ella. Esperaba que su relación continuara en las mismas condiciones que siempre y que no se sienta desplazada por el bebé que estaba por tener. Kagura estaba en la adolescencia y ella muy bien sabía lo tortuosa que era esa etapa.

Pero su error más grande fue pensar que ella preguntaría algo tan absurdo como ´´ ¿Papi Gin me dejara de querer?´´ cuando sabía que ya no era una niña.

― ¿Que tanto lo hacen con el viejo?― esa pregunta tan directa la dejo sin saber que decir.

― ¿Qué?― pregunto confundida, seguramente había escuchado mal.

― ¡Ah! ¡Cierto!― se arrepintió de hablar de esa manera delante de su mami― ― ¿Qué tanto lo hacen con el viejo de papi?, ¿Así está mejor?― pregunto de forma inocente, creyendo que el problema con su pregunta fue el no decir la palabra ´´papi´´.

― ¡Claro que no!― se sobresaltó apenada― ¿Cómo puedes preguntar eso? Es parte de nuestra intimidad y…―

― Lo sé, lo sé― respondió despreocupadamente mientras movía su mano para restarle importancia al hecho― Pero veo que papi se la paso muy activo durante el verano y ¡Pum! Ahora tendré un hermanito― explicaba ella dejando en vergüenza a su mami― Cuando se supone que al viejo no le funcionaba el…―

― ¡Ya comprendí!― detuvo las palabras de Kagura antes de que se desmaye de la pena. Era cierto que tenía sus problemas, pero solía ser bastante apasionado cuando quería. Tosió para disimular su incomodidad― ¿A dónde quieres llegar con todo esto?― pregunto directa mientras volvía a recuperar su compostura.

Kagura se acomodó en su asiento buscando las palabras correctas para explicar su problema. Ella seguramente la comprendería, pero estaba el factor ´´papi´´, temía que Tsuki la delatara y la pusiera en evidencia, sacándole así su diversión.

Se apeno al pensar en lo último.

Tsukuyo sintió la tensión en el ambiente y comenzó a beber un poco de jugo para calmar esa densa atmosfera y centrarse en la fría bebida que consumía.

― Hace dos días perdí mi virginidad― soltó sin más causando que Tsuki escupiera todo el jugo de su boca.

¿Había escuchado bien?

― ¿Qué hiciste qué? ― Grito avergonzada y sorprendida, ¿Dónde había quedado la pequeña que conoció cuando Gintoki recién comenzaba a cortejarla?

― No es mi culpa― negó sin descaro la pelirroja mientras cruzaba sus brazos indignada― El sádico me pidió que sea su novia y accedí― tomo un poco de jugo mientras se hurgaba la nariz― Resulto que estaba urgido―

La rubia no sabía que decir, estaba petrificada en su sitio sin saber como reaccionar. Si bien, la chica tenía sus bien merecidos dieciséis años nunca pensó que haría algo así con su compañero y rival de toda la vida, al menos no tan pronto. ¿Qué diría Gintoki al respecto? Seguramente la mataría, y castraría al Okita en cuanto se le acerque, aunque…

¿Se habían cuidado?, ¿Fueron responsables con todo aquello?, ¿Y que si le estaba preguntando por que no sabía si quedo embarazada? No podía ser, Tsukuyo recién estaba por tener a su bebé y pronto sería una abuela, ¿Acaso eso era posible?

― Kagura…― nerviosa por lo que esa chica pudiera decirle, comenzó a vacilar antes de comenzar con la pregunta.

― No usamos protección― Tsuki quedo pasmada en cuanto lo dijo, su alma se le estaba saliendo por la boca ―Pero no te preocupes, era un día seguro― sonrió victoriosa no dándose cuenta de las cosas que decía.

― ¿Co…Como puedes decirlo tan tranquila? No estás viendo lo cerca que puedes estar de quedar embarazada y…― Kagura hizo una mueca de asco en cuanto la mujer de ojos amatistas le soltaba el regaño de su vida.

― Por eso estoy acá Tsuki― dijo con lamentaciones― Quiero saber cómo te cuidaste, así no cometo el mismo error ― explico tranquila― Lo hecho, hecho esta. Seguramente lo repetiremos en algunos días, pero antes quería saber que métodos sirven para no quedar así― señalo su barriga de forma tranquila.

Kagura adoraba a Tsukuyo, pero ver el estado de la rubia en esos últimos meses no fue nada grato. Sus pies hinchados, sus cambios de humor tan repentinos, la depresión y lo fácil con la que lloraba. También estaba la enorme barriga que llevaba con cansancio y la incontinencia urinaria. Aunque el mal de todos los males era no poder dormir boca abajo, Kagura amaba sus siestas y sus nueve horas de sueño de belleza, un bebé iba en contra de toda regla de descanso. Además que estaba corta edad que tenía y lo ansiosa por seguir disfrutando de su noviazgo sin responsabilidades a parte de estudiar.

Por eso estaba ahí, preguntando a su querida mami cómo hacer para evitar estar así. Si Gin, siendo un idiota diabético con disfunción eréctil pudo dejarla embarazada, no podía dejar de pensar que Sougo podría hacerlo, él no tenía esos problemas.

― Te daré unas pastillas― respondió apenada― Pero será preventivo, tienes que ir con un médico― aclaro.

Esto estaba siendo agotador, una hija de dieciséis años no era un tema sencillo. Kagura la sorprendía con cada problema que le traia.

Después de darle las pastillas y manteniendo todo en secreto de Gin, este llego con todos los productos para comenzar a cocinar. Mientras el udon se terminaba de cocinar, Gin se acomodó al lado de Tsuki y acaricio melosamente la pansa de esta.

Apoyo su cabeza contra el vientre buscando algún movimiento, pero nada sucedía. Mientras este estaba atento a todo movimiento, Tsukuyo no podía dejar de sonreír al gesto de su amado esposo.

― Qué raro―musito disconforme mientras se erguía en su cojín― Inesperado-chan no patea― ese comentario fue lo único que necesito su esposa para golpearlo y tirarlo lejos de kotatsu.

Kagura, que escucho el mal comentario de su papi negó con su cabeza mientras traía un recuerdo familiar.

― ¿Inesperado-chan? ¿No dijiste que le pondrías ´´condón roto-kun´´?― mientras la chica se debatía si ese recuerdo realmente había sucedido, Tsuki golpeo nuevamente al hombre de la permanente.

Desde que había tenido la noticia de que tendrían un bebé, esos malos chistes llegaban a la mesa cada vez que iban a comer.

Alejando a Tsuki de él, Gin golpeo recrimino a Kagura por hacer recordar, a su esposa, el mal intento de nombre que dio en una pasada ocasión.

― ¡Jamás dije eso! Kagura-chan, no traigas recuerdos de accidente-kun a la mesa, ¿Entendido?― el pobre profesor de historia hubiera continuado con sus reclamos si no fuera por el aura demoniaca que la mujer, con la que contrajo matrimonio, desprendía de sus poros.

El udon se serviría más tarde, Tsukuyo tenía que lidiar primero con esos dos niños que tenía en su casa. Aun no terminaba de darle una reprimiendo a su adolecente hija, por las acciones cometidas. Y, con respecto a su esposo, no le daría ni un bocado del postre que tenían guardado en la nevera. Al menos no hasta que se disculpe.

Pero viendo como la miraba y le sonreía tan creído, sabía que su castigo no demoraría mucho en caerse. Un abrazo y un beso sirvieron para calmarla. Eran una bonita postal familiar a la que Kagura siempre se les unía, porque a pesar de no llevar su sangre seguía siendo su hija.