Autora:Quizás tendría que haber seguido con la otra historia en la que voy pero la falta de reviews me ha descompensado y me he encaprichado a seguir con otros escritos hasta que no vea aunque sea un review más, ¡Me quedo en huelga!
Advertencias:Con el simple hecho de que se nombre a Francia en la historia es un peligro para la integridad de las personas. Hay muerte de personajes :'(
Disclaimer:Los personajes no me pertenecen. Son de cierto japonés satánico que no me quiere.
Notas:Los párrafos en cursiva son de un recuerdo, podría decirse un flash back. Las pequeñas frases en cursiva que coloco de repente, son para recalcar la idea. Eso :)
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Maldito Francis…
Todavía no entendía cual era el empeño del idiota de Francis de buscarle pareja, ya le había dicho una innumerable cantidad de veces que parara de hacer ese tipo de ridiculeces, pero el imbécil con una fea y peluda cara de sapo no entendía. Ahora tenía que arreglarse y vestirse presentablemente para la siguiente cita que su "amigo" le había programado sin su autorización, realmente prefería el no tener que hacer esta estupidez. Si estaba soltero hace tantos años era por algo ¿No? Y la explicación era que simplemente quería estar solo.
Buscó en su closet una camisa de color blanco inmaculado y unos pantalones negros.
Cambió de página al libro que intentaba leer, fastidiado.
Tomó unos zapatos delicadamente lustrados por su servidor de color negro y se los colocó. Eran bastante cómodos y elegantes, muy propios de su persona. Habían acordado en que la salida se efectuara a las ocho de esta noche, y ahora eran las siete y quince, no quería quedar como un retrasado impuntual así que tendría que arreglarse más rápido.
Movía impaciente sus dedos por la portada del libro, ya había dejado la empresa de buscar entretenerse leyendo. Simplemente no podía, la exasperación y molestia no lo dejaba.
Se peinó su siempre despeinado cabello rubio, ya hace años había dejado de acomplejarse por no poder tenerlo finamente ordenado como hubiera deseado y ahora que era un joven y a la vez maduro adulto hasta buscaba sacarle provecho a las desordenadas hebras. No es que estuviera ansioso por salir con un desconocido que parecía ser amigo de Francis, el hecho de que fuera hasta un simple conocido de él le causaba desconfianza; pero tampoco iba a dejar de verse impresentable sólo por ese hecho. Se miró al espejo y sonrió. Su pelo había quedado perfecto.
Golpeó impaciente el piso mientras comenzaba a salir humo por sus orejas. Entendía que no toda la gente tuviera su educación y cultura para ser perfectamente puntual, perdonaría cinco, diez, quince… ¡Hasta veinte minutos! Pero esto ya lo llevaba más allá de su límite. Y es que lo han tenido esperando…
Una hora.
Una maldita y frustrante hora.
Parecía que llamaba mentalmente al idiota con el que tendría que salir pues a los segundos sintió un leve golpeteo en la puerta. Se levantó del sillón de cuero y arregló su ropa, sacando cierta pelusa imaginaria en su hombro. Respiró pausadamente tres veces para controlar su ira y no salir matando al imbécil que pudiera estar detrás de ese pedazo de madera barnizada y se dirigió a abrirla. Tomó el pomo y lo primero que ve es a un joven quizás unos dos o tres años menor que él mirándolo. Tenía unos brillantes ojos azules que se opacaban por el uso de unos lentes de marco cuadrado. Vestía de una forma que Arthur calificó como indecente para una salida del tipo al que supuestamente iban a hacer; Jeans, Polerón a rayas rojo con gris y unas zapatillas de skater que al mayor casi le dan un infarto por lo sucias que estaban.
En otras palabras era un pendejo idiota.
— Hola— Saludó cortés, casi al mismo tiempo que lo hacía el más alto.
— ¿Tú eres Arthur, cierto?— Lo miró como si estuviera tratando de equivocarse y que le dijeran que era en el departamento de al lado.
— S-si. Tú vendrías siendo Alfred si no me equivoco— Le sonrió amable, mejor dicho, fingió ignorar la mirada que le dirigió y fingió sonreír amable. El chico le asintió sonriendo. Oh Arthur, que si no hubieras sido escritor pudiste ser un actor de primera, le hubieras ganado a todos esos patanes de Hollywood como Leonardo DiCaprio o el lunático de Tom Cruise— Un gusto de conocerte.
Sucia mentira.
— ¿Llegué tarde?— Bien, uno… dos… tres… Respira, muy bien. Tranquilo Arthur, tú puedes. No lo mates, así muy bien. Miró el reloj que estaba en la muralla y trató de controlar su vena criminal al ver la hora.
— Es sólo una hora, no te preocupes a cualquiera le podría pasar— Alzó los hombros como quitándole peso a la situación. No fue una hora escasa, era una hora y siete minutos y no era algo que fuera poco importante para Arthur;la puntualidad en su casa se respetaba — Además Francis ya me había advertido sobre la posibilidad de que te atrasaras.
— Matthew me dijo que probablemente pudieras decir una cosa así— Dijo con total soltura el bicharraco de los demonios. Hizo como si la frase le hiciera gracia y comenzó a reír. Poco a poco la risa fue apagándose hasta hacer un silencio de lo más incómodo.
— Bien, ¿Nos vamos?
— Claro, claro. Me dio hambre— Cerró la puerta tras de sí y comenzaron a bajar por las escaleras del edificio, había descartado la idea de usar el ascensor porque se formaría un silencio que más que incómodo; sería insoportable.
Como el idiota no hablaba decidió él dar el primer paso.
— Me contaron de que hace no mucho te has cambiado a San Francisco— Ya llegaban al jardín del gigantesco edificio.
— Así es— Silencio. Normalmente la gente trata de continuar su respuesta pero este idiota no parecía darse cuenta. Rodó los ojos y trató de comenzar una conversación por otro tema.
— Y… ¿Tú qué eres de Matthew?— El prototipo de humano volteó a verlo curioso, como recalcando lo obvio
— Su hermano— ¡¿Qué? ¿Qué persona te trata de juntar con el hermano de tu esposo? Oh momento. Estaban hablando de Francis, hijo de puta… Lo que le esperaba cuando le viera...
Lo único que lamentaba era el dejar a Matthew viudo, pero él chico era tan lindo y adorable que probablemente podría rehacer su vida con cualquiera…
— Oh, wow, gracias — No atinó a responder algo más, todavía seguía algo perturbado. El chico le abrió el portón que encerraba el edificio, quizás el macaco hasta sabía unos cuantos modales aunque no supiera que eso se le hacían a las mujeres, no a un hombre. Bueno era un comienzo— Yo conocí a Francis en la escuela, por desgracia hemos sido amigos desde el colegio y universidad y esto… ¿En qué nos vamos?
Buscó por la avenida un auto, pero aparte del suyo no había nada. ¿Acaso…?
— ¡Hey, aquí!— Señaló una máquina monstruosa. Una motocicleta tan grande que sospechaba que si subía hubiera perdido la virginidad si hubiera sido mujer y virgen. Alfred le pasó un casco con la bandera de Estados Unidos mientras que él en cambio llevaba uno de Ronald McDonald. ¡Por amor a la Reina! ¡Esto era una verdadera atrocidad! Era inglés conservador, ocupar ese feo casco de este inútil país dañaba su orgullo patriota. El problema erradicaba en que al pedirle cambiar de cascos y ocupar el estrambótico objeto de ese payaso de tienda de comida acababa con su dignidad.
En otras palabras irse en ese vehículo satánico era una idea más que descartada.
— Sabes— Le dio el casco que anteriormente tenía en mano y le miró nervioso— Creo que sería mejor irnos en mi auto.
— ¿Huh?— Pareció que al americano no le agradó mucho la idea. Qué buen comienzo estaban teniendo, ¿eh?
— Es aquel— Señaló con orgullo su Mini Cooper de color azul eléctrico. Auto inglés para un inglés.
— Lindo carro— Dijo desganado el motociclista abriendo la puerta y sentándose como copiloto. El británico sabía que no le había agradado ni la idea ni su auto. Suspiró una vez más y se dirigió al vehículo. Parecía que el joven tenía problemas con el asiento del auto, el mini como su nombre lo dice es pequeño y el chico que estaba batallando por sentarse cómodamente ahí era todo menos pequeño o delgado cómo opinaba Arthur. Finalmente se dio por vencido y dejó de batallar con el sillón, quedándose desabrochado— Muy bien… ¿A dónde vamos?
— A dónde tú hayas reservado— Receloso se fijó en el chico que lo miraba como si un balde de agua fría lo hubiera mojado— Tú… reservaste en algún lado ¿No es cierto?
— ¿Con que había reservado en algún lado?— Aguanta Arthur, aguanta… Respiró hondo y respondió.
— Está bien, no importa
— Está bien, ¡Podemos ir a cualquier lado! Si quieres puedes elegir tú— Buscó en su mapa mental donde había un café decente y cercano, por si tenía que matar a cierto espécimen que estaba a su lado y necesitaba su pasaporte para escapar del país.
— ¿Qué tal "Poker Street"? Es un lugar bastante agradable— El chico frunció el ceño.
— ¿Y un Mc donald's®?— ¡¿UN MC DONDALD'S? ¿Acaso estaba sentando al lado de un niño de diez años?
— ¿Con una cajita feliz?— Preguntó con sarcasmo, lo que el otro parece que no entendió pues asintió emocionado. Rodó los ojos y le explicó— Era sarcasmo.
No alcanzó a hablar más cuando el sonido de una molesta y estúpida canción de moda comenzó a sonar. Arthur le instó a contestar, que no le molestaba y Alfred le respondió que no importaba que prendiera el auto y se fueran, si era importante dejarían un mensaje. Arthur tomó las llaves de su auto pero la musiquita era bastante molesta, tratando de quitarle importancia le dijo que contestara, que realmente no le importaba esperar, el americano decidió obedecerlo.
— Hey chica — Escuchó una estridente voz que sonaba bastante melosa. Arthur sonrió divertido, con que el hombre con complejo de Peter Pan le iba bien en las relaciones con varias personas a la vez, era asqueroso. Posiblemente se acostaba con una o uno mientras coqueteaba con otro u otra— Sí claro te espero a las once
Miró a Arthur
— O quizás esté libre a las diez y media. Si OK. Bye.
— Sabes, en verdad no debemos hacer esto— Lo observó hastiado mientras se apoyaba en el manubrio.
— ¿En serio? Pues bien— Sonrío fresco como una lechuga mientras abría la puerta del auto y al británico le dieron ganas de golpearlo.
— Por el amor a la reina, ¿Esto es en serio?— El otro dejó de sujetar la puerta y miró al joven entretenido.
— Los dos sabemos que desde el primer momento no nos gustamos además ¿Qué haríamos? ¿Acaso tratar de pasar unas horas tratando de inventar temas para una conversación que los dos sabemos será aburrida e incómoda? — Harto de escuchar las barbaridades que dice, de un golpe lo avienta contra la puerta.
— ¡Sal de mi auto! Right now! ¡No quiero que mi hermoso auto tenga que soportar un solo instante más tu presencia! ¡Eres un imbécil y no quiero compartir ni siquiera el aire contigo! ¡Vete!
— ¡Lo haría si pararas de golpearme contra la ventana y dejarme abrir la puerta! ¡Ouch! ¡No tenías por qué golpearme ahí!- Dice estampado contra el vidrio. Logra tomar la manilla y se abre paso desesperadamente hacia el exterior.
— ¡No sé que pensaba Matthew y Francis tratando de juntarnos!
— ¡Estoy pensando lo mismo!
— ¡Troglodita!
— ¡Amargado!
— ¡Indecente!
— ¡Anciano!
Eso le caló hondo.
— ¿Con que anciano, eh?— Le demostraría que puede hacer un anciano como él, encendió su auto y se encaminó raudo a atropellar al idiota, que aterrorizado escapaba por los pelos de transformarse en calcomanía.
— ¡Estás enfermo!— Arthur comienza a reír cruel y la hace una seña grosera con el dedo para luego irse veloz por la avenida. Alfred lo queda mirando todavía botado en la acera. Su corazón late acelerado y no sabe si es por el terror, la adrenalina o quizás algo más.
Arthur por mientras, sigue manejando por la avenida en busca de un pub mientras con una mano busca su celular, dobla en una calle y encuentra al dichoso aparato detrás de la palanca de cambio. Marca un número que ya se sabe de memoria y lo coloca en altavoz.
— Oui?
— Escúchame bien cerebro de rana, la única forma en que pueda perdonarte lo que haz hecho es que me prometas que no lo volveré a ver nunca más en mi vida ¿Me escuchaste o te lo canto?
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Fiesta de Navidad en casa de los Bonnefoy- Williams.
Estaba con un vaso de ponche al lado del sobre adornado árbol tratando de esconderse de su nuevo pretendiente, un chico albino sacado de Dios sabe dónde.
Realmente no hubiera ido si no fuera porque precisamente Matthew se lo suplicó de rodillas y con su inmensa panzota de siete meses. ¿Qué desalmado se podría negar a eso? Ahora lo maldecía a él y a sus malditos ojos manipuladores y su malvada panza que lo hizo ceder. Todavía recordaba lo que había dicho el joven "Eres su padrino, Arthur, no quiero hacer la fiesta sin ti".
Siguiente imagen: El presente.
Matthew intentaba dar de servir a los invitados, se veía algo cansado y con esa gran panza a Arthur le dio más pena. Suspiró y maldijo lo manipulador que podía llegar a ser el chico sin que se diera cuenta. Se levantó y se encaminó hacia él.
Hasta que alguien lo interceptó.
— ¡Hey, Arthur! — Esa voz rasposa lo podía reconocer a kilómetros, pues de esa voz precisamente era de la que se escondía. Volteó con una sonrisa tiesa hacia su interlocutor.
— Gilbert— Sus ojos estaban iluminados mientras se encaminaba sonrojado hacia él. ¿Por qué lo estaba mirando así?
Le dio mala espina.
— Saluda a la cámara, Artie— Giró para ahora encontrarse con Alfred sonriéndole pícaro con una cámara. No sabía que es peor. O el narcisista o el imbécil— Oh, ¿Y esa cara tan asustada?
— Al fin te encuentro ¿Dónde estabas? — Alguien le asió por la cintura y lo impulsó hacia un masculino y bien formado cuerpo. Alfred frunció el ceño mientras seguía grabando.
— Por ahí, simplemente— Incómodo, trató de liberarse pero el albino atrapó una de sus muñecas con su brazo libre. Comenzó a maldecir mentalmente, ahora faltaba que lo intentara violar. De repente el palidísimo chico comenzó a acercarse peligrosamente a su rostro— ¿Qué rayos crees que haces?
— Qué despistado eres, inglés amargado, mira justo arriba— Alfred siguió grabando mientras una sonrisa pérfida pintaba en su rostro infantil. Un sentimiento de satisfacción se apoyó en su pecho al ver la perturbada mirada del británico. Señaló con el índice al techo— ¿Qué es eso?
Muérdago.
Del techo colgaba un desgraciado ramo demuérdago.
Mataría a quién se le haya ocurrido la idea de colgar esa maldita planta. Lo mataría de la peor manera posible.
— ¿Y bien Arthur? Debemos seguir las tradiciones — El albino lo miró seductor mientras se acercaba de nuevo a él. No sabía porqué pero Alfred tenía ganas de separar a la parejita y golpear al idiota bañado en cloro, ignoró sus pensamientos y siguió grabando.
Ya iban acercándose más hasta quedar a solo unos escasos centímetros, Arthur desesperado decidió ocupar su plan en casos desesperados. Volcó todo el líquido en la camisa del chico.
— ¡Lo siento! — Tomó una servilleta y trató de secar mientras lo miraba arrepentido. El chico miró sorprendido su camisa sin saber que responder— Los nervios me mataron, lo lamento tanto, en serio.
— No, está bien. No te preocupes Arthur— No chico, que él no lo lamentaba ni se preocupaba por él o por ese pedazo de tela. Le preocupaba su integridad.
— Será mejor que vayas al baño a limpiarte la mancha— lo empujó en dirección al baño y cerró fuertemente la puerta delante de él. Luego volteó hacia donde estaba Alfred, que lo miraba con su fea cara de humanoide subdesarrollado a punto de colapsar de la risa— ¡Eres un imbécil! ¡Te juro que si no es porque estamos en la casa de ellos te tiraría el árbol por la cabeza!
Y el otro ríe. Si es idiota. Le hace una seña grosera con el dedo y se va de ahí, ya no lo soporta. ¿Cómo pudo suceder que ese esperpento tuviera un hermano tan adorable?
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Visita a su hermosa ahijada recién nacida en casa de los Bonnefoy-Williams.
El ex-embarazado llevaba en su mano la videograbadora, según a explicación de él; "Para guardar los bellos momentos de familia" Lo siento Matthew, pero ese sueño será imposible mientras esté ese espantapájaros ninfómano rondando por el lugar.
Seguía en sus cavilaciones hasta que Francis le pasa al bebé; una cosita hermosa de unos brillantes ojos azules y unas pelusitas rubias en su cabeza. Sentía que en cualquier momento se iba a derretir por la ternura que le infundía el bebé ¿O debería decir LA bebé? Pues que Joanne Alexandra Bonnefoy Williams no encaja como nombre de niño.
— Hola bebé, ¿Cómo estás pequeñita? Soy tu padrino Arthur— Iba a seguir dialogando que la niña que lo miraba divertida hasta que viene el mastodonte a quitársela.
— Deja, yo también la quiero tomar.
— ¡Recién la estoy tomando, espérate!
— No seas amargado Arthur, que la niña también quiere a su tío Alfred— Rodó los ojos, no estaba de humor para pelear con él así que accedió a regañadientes.
— Ten cuidado, imbécil, c-u-i-d-a-d-o, lo que no tienes con la gente normal— Le pasó lentamente la bebé que los miraba curiosa. De repente Alfred ya teniéndola en mano se le resbala, cogiéndola enseguida pero provocando un infarto a los demás presentes.
— Relax, it's just a joke— Comenzó a reír. A Matt le quemaban las manos para quitarle su bebé al idiota de su hermano mientras Francis observaba nervioso y protector a su niña— ¿Alguien quiere jugar football?
Antes de que se le ocurriera intentar ocupar a la bebé de pelota, Arthur lo noquea mientras Francis rápido toma a su niña. Que lindos recuerdos de su familia iba a tener la niña.
— Matt ¿Por qué no te sientas? — El menor parece que de un momento a otro se va a desmayar. Francis le pasa la bebé a Arthur para luego tirarle aire con un papel al pálido chico a segundos de desvanecerse.
-Mira donde te viniste a meter, nena- Le dice mientras comienza a pasear por el dormitorioy pisotea a Alfred con crueldad.
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Presente: Cumpleaños de Joanne.
Siente que apenas puede respirar, está totalmente apretado en el sedán plateado del ebrio barbón, al lado de Joanne que tiene una silla que ocupa el espacio de un adulto gordo, o un Alfred a dieta y que más decir tiene la agradable compañía de ¡Atención señoras y señores! … ¡Alfred en el asiento! Totalmente perfecto. Gracias a Dios, la silla va al medio, pues realmente no soportaría que siquiera una partícula de su ropa o de su piel tocara la del cerebro de hamburguesa, quizás hasta le contagiaba la estupidez. Y ¡OH! ¿Qué escuchaban sus oídos? ¡Era la hermosa música de Mazapán! "La gata carlota" superaba con creces a la octava sinfonía de Beethoven.
Que agradable viaje a la fiesta de cumpleaños de su ahijada.
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— Hey Alfred, deja de moverla así que va a vomitarte— Le advirtió su hermano.
— Deja, ella adora que le haga el cohete. ¿A qué sí, Joanne? ¿Cierto nena? — Comenzó a apachurrarla mientras le pequeña comenzaba a reír— Sabes, eres la única persona por la que me afeito y me hecho perfume.
— Oh hablando de eso, ¿Qué sucedió con Peter? Pensé que ibas en serio— comentó asombrado mientras colocaba unas largas mesas en el patio.
— Terminamos hace un tiempo— Seguía dando vueltas con la pequeña, que estaba tomando un color verdoso y ya había dejado de reír.
— ¿Qué sucedió? — Colocó un mantel blanco arriba de los muebles.
— Éramos incompatibles.
— Entonces me he equivocado, creí que te gustaba.
— Eso creías tú, para mí solo estaba bueno— Por la puerta de la cocina apareció Francis con un delantal que decía "BESE AL CHEF" en letras rosadas y varios corazoncitos alrededor, bastante masculino.
— Oh amour, ¿Podrías darle la propina a los chicos? Yo todavía sigo cocinando— Tiró un beso al aire y se retiró sin más. Se dirigió a su hermano,
— Claro, llegaron una hora tarde y me dejaron haciendo a mí el trabajo. ¡Cómo se merecen la propina! — Murmuró molesto. Se dirigieron hacia donde estaban dos muchachos responsables del castillo inflable, empujándose mientras reían bobos, se notaban que estaban drogados, el olor se sentía desde la distancia. El menor de los hermanos suspiró cansado.
Dentro de la cocina estaba Francis cocinando junto a Arthur, pero éste se encargaba de preparar los tragos. Arthury cocina bien no iban en la misma oración salvo si de por medio había un no. Y el hombre de melena lo sabía de experiencia.
Adornaba la torta de cumpleaños con una delicada crema color rosa que con las rositas de mazapán que iban a arriba, hacía sentir como si fuera comprado en una pastelería de alta alcurnia.
— Sabes, mi pequeño y solitario amigo… He estado llevando a mon petit Joanne a una clínica familiar, donde hay un doctor bastante lindo— Sonrió pícaro acercándose a él. Arthur rodó los ojos y comenzaba a moler hielo escuchando desconfiado — Sabes, hasta le gana en belleza al australiano que trabaja en Dr. House. Una delicia.
— Idiota, tienes esposo, se te ocurre el solo hecho de engañarlo yo te ma…
— No me dejaste terminar, enojón, amo a Matthew por sobre todas las cosas, me decepciona que hagas esas suposiciones de mi— Miró con falsa tristeza, Arthur lo miró molesto, pero por lo menos sabía que podría confiar en sus palabras. El francés se mantuvo en silencio, lo miró como si esperara algo y Arthur fastidiado le hizo una seña cortés para que siguiera hablando, estúpido francés y estúpidos caprichos que tenía— Gracias… Y como iba hasta que alguien me interrumpiera, comencé una conversación… lo halagué un par de veces y entonces…
Oh no, no, no, no, NO. Ya sabía hacia donde iba todo esto— Te advertí que no me ibas a arreglar más citas.
— ¿Pero como no sabes si te gustará? — Lo miró sorprendido de que haya leído su mente ¿O es que acaso estaba comenzando a ser predecible? Que pena.
— Tienes el peor gusto para elegir citas— Le rebatió el británico molesto.
— A ver dame un ejemplo— No muy convencido.
— El fanático de los gatos, el travesti…
— Oh mon Dieu! Sigues reclamándome eso.
— Eso no es nada, no mencionaré nada de la salida con el hermano de Matt el año pasado— Dio contra el pica hielo tan fuerte que sólo por milagro no se rompió.
— Pero si ese fue Matthew, yo apenas conocía de vista al chico.
— Se supone que eres mi amigo, maldito. Supuestamente no me juzgarás por no tener un anillo de bodas en mi dedo— Miró crítico, echando whisky a su mezcla. Tenía ganas de tirarle el pica hielo que estaba su lado por la cabeza.
— No lo hago— Se defendió. Mientras terminaba de adornar el vistoso pastel.
— Ebrio barbón, escucha esto y que te quede claro— Se acercó a Francis, apoyó una mano en el mesón y con la otra lo señaló— Tú sólo debes preocuparte en tener más hijos, a los cuales yo les narraré mis espectaculares historias. Do you understand?
El galo comenzó a reír, sujetando a Arthur por los hombros — Lo entendí, amigo.
— Oh cállate, lo casado te está poniendo cursi— Sonrió y quita el peludo brazo del ebrio barbón de sus hombros.
Y en el patio de la casa…
— No deje que ningún adulto gordo se suba con los niños dentro— Uno de los chicos de no más dieciséis años, trataba de mirar fijo a Matthew mientras el otro adolescente comenzaba a reírse mientras farfullaba algo sobre elfos naranjos— Ese parche del costado explica el porqué.
— ¿Cuánto estuvieron fumando? — Parecía que la maternidad estaba surtiendo efecto en Matthew que miraba acusador a los dos muchachos.
— Nada señor, eso es ilegal.
— Oh, vamos no me mientan ¡El olor se siente a la distancia! Entréguenme ahora mismo la marihuana o sino llamo a la policía— Los chicos asustados le entregaron las bolsas del polvito blanco. Alfred no atinó más que a reírse y su pariente lo fulminó con la mirada.
— Por favor no llame a la policía, mi padre es pastor de la iglesia— Dijo el mismo que tiempo atrás reíase de la nada.
— ¡Pastor de la iglesia! Oh mi Dios.. ¿Sabes que más? Vete ahora mismo si no quieres que me arrepienta— Como alma que lleva el diablo, los jóvenes se fueron dejando a un Matthew sorprendido y un Alfred a punto de explotar de risa.
— Los chicos de ahora…— Parece ser que le habló a la nada porque de un segundo a otro, Alfred y su bebé estaban saltando el castillo inflable.
— ¡Alfred, que se va a marear y vomitará! — Tal cual profecía la pequeña expulsó ciertas sustancias a la cara del hombre.
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— Fuck! — Terminaba de enjuagarse por octava vez la boca en el fregadero. Arthur llevaba en brazos a la niña mientras reía divertido.
— Oh Joanne, no te preocupes nena, no eres la única persona que le ha vomitado en la cara a tu tío Troglodita— Alfred molesto se da vuelta y señala al británico.
— ¡Oh bebé mira! Lo que ves ahí es un pobre amargado.
— Alfred será mejor que te vayas a cambiar, escoge una camisa de mi clóset o el Matt— Intervino Francis a sabiendas de lo que sucedería después— Luego te tomas un trago y esperamos a que lleguen los invitados.
— ¿Huh? ¿Qué hora es? — Curioso buscaba algún reloj.
— Las once— responde Matthew.
— Te equivocas, en su reloj son las diez— Arthur le respondió irónico, después le quedó mirando haciendo que el americano alzara una ceja— Me sorprende que estés levantado a esta hora ¿Acaso no tienes resaca? Oh y se me olvidaba ¿Dejaste abandonado en tu cama a la pobre alma que tuvo al desgracia de cruzar por tu camino?
— Señor puntualidad calcula con reloj sus horas de sexo.
— Por lo menos no tengo una casaca de aviador pobre recién sacada de un basurero. Ya te la puedes quitar, chico— El matrimonio miraba cauteloso la pequeño discusión mientras tomaban unas copas del trago que preparó Arthur, esté miraba burlón al muchacho— Todos sabemos que estás un poquito entrado en carnes, Alfred.
— Son solo las marcas de mis abdominales— Refutó serio— ¡No estoy gordo!
— Hey, hey, paren. Tomen unas copas y tranquilícense. Es el cumpleaños de mi pequeña así que esto es una tregua— Interrumpió el francés mientras le daba a cada uno una copa de Rusty Nail— Puedes quitarte esa chaqueta Alfred, al fin y al cabo está con vómito y no es nada agradable.
Obedeció a regañadientes, mientras con los brazos se tapaba su panza totalmente incómodo, lo que hizo al resto reír. Francis agarró de su marido por la cintura y sereno habló— Debo dar un brindis por las dos personas más queridas por Joanne, aparte de nosotros dos claro. Y a nuestras personas más importantes, gracias a ustedes pudimos salir adelante con la bebé sin tener que quedar en un manicomio.
Arthur y Alfred, frente a ellos, sonreían. De repente una lágrima tonta salió por la comisura del ojo de Matthew.
— ¿Estás llorando? — Arthur lo miró preocupado, pero el menor sonrió tratando de quitarle importancia.
— Las madres siempre lloramos— dijo tras sacarse los lentes y limpiarlos. Ugh, momento incómodo. El inglés como el americano se miraron intranquilos. De repente sonó el timbre y el otro americano fue a abrir.
— ¿Quién es? — Pregunto Arthur.
— La niñera— Sonrió Francis mientras tomaba un sorbo del trago.
— ¿Pero para qué si estamos nosotros?
— No mon ami, la niña hace magia, cuando la bebé se pone insoportable, ella logra domarla.
— ¿Domarla? La haces ver como si la bebé fuera una bestia— Y Francis incómodo decidió callar. ¿Acaso algo ocultaba tras esa angelical carita su pequeña? No se lo creía.
— ¿Está buena? — El americano.
— Está muy buena— Le sonrió divertido el francés. Arthur alzó el rostro y miró frío a los chicos, sospechándose algo. Se sienten unos pasos hacia la cocina y llega Matthew con una niñita detrás, dejando a Alfred descolocado y con la imagen de una sexy niñera esfumándose a la velocidad de la luz.
— Chicos, ella es Lily, la niñera— Presentó el canadiense viendo curioso la reacción de su hermano. La menor tomó de los brazos de Arthur la bebé y con una inclinación se retiró.
— Es realmente buena, si tuviera la edad necesaria para casarse con Francis, yo estaría en la calle— Se rió divertido.
— Nunca te abandonaré mon petit, ni siquiera por la niñera más sexy de la tierra— Y le largó un beso dejando al más pequeño descolocado. Los dos sobrantes miraban hacia otro lado tratando de entretenerse en aquella mancha imaginaria o tal vez en ese duende que nadie veía, se robaba las galletas.
Alfred hace un ademán de acercarse a Arthur pero este molesto lo aparta.
— ¿Podrías irte a otra parte? Tú olor me está matando, en el mal sentido.
— ¿En serio? — Divertido se acerca más a Arthur, mientras este se escapa quejándose. Alfred sólo se largó a reír.
La fiesta había comenzado hace un rato y Arthur buscaba ayudar a la familia, sirviendo de mesero. Quién iba a suponer que Arthur Kirkland, uno de los más conocidos escritores de Fantasía y Terror del mundo, estaba haciendo de mesero en el cumpleaños de su ahijada. Estaba limpiando en el piso, un poco de bebida derramada por un niño cuando escucha cierta conversación.
— ¡Antonio!
— ¿Si, amor? — el de nombre Antonio era un hombre moreno de unos vivaces ojos verdes y unos marcados rasgos mediterráneos, se acercaba a un chico que por las facciones suaves y el acento algo cantadito pudo suponer que era italiano. Era un poco más pálido que el chico recién llamado y sus ojos eran de un color oliva, con ciertos tintes dorados; le llamó la atención el extraño rizo que llevaba a un lado de su pelo castaño. Arthur siguió limpiando mientras miraba de vez en cuando, curioso.
— Uno de los mellizos quiere ir al baño— Le dio un hermoso bebé de no más un año y medio al hombre que partió raudo y sonriente a limpiarlo.
— Nee, hermano ¿No ayudas de vez en cuando a Antonio? — Oh, con que el italiano tenía gemelo, un chico con el pelo más cobrizo y un rizo extraño pero al otro lado de su cabeza. El chico se levantó de hombros— Puedo hacer muchas cosas, pero lo del baño se encarga Antonio, ya lo dejamos en claro. ¿Tú que miras?
Con que se había quedado mirándoles mucho rato, se devolvió a su trabajo y cuando terminó se largó a otra parte, aparentando indiferencia. A servir vasos y limpiar cosas a otra parte, vaya cumpleaños.
Pasó un rato y Matthew le avisó de que iba a cantar el feliz cumpleaños y si le podía ayudar con la torta, algo exhausto, aceptó. Encendieron las velas y se dirigieron hacia la mesa donde estaban los comensales. Cantaron el feliz cumpleaños mientras Francis, grababa todo. Arthur estaba a un lado de Alfred, ya cambiado, sin dirigirse palabra, sólo prestando atención a lo que hacía el bebé.
— ¡Hey, Arthur, Alfred! La bebé quiere una foto con sus padrinos— Tratando de sonreír, se dirigieron allá, uno a cada lado de la bebé.
— ¡Un, deux, trois! ¡Digan Alfred está gordo! — Arthur se puso a reír encantado y Alfred se quedó mirándole casi embobado. Hasta que siente un flash y se da cuenta de lo que estaba haciendo, congelándose en su lugar. ¿Por qué mierda había hecho eso?
El británico se levantó y comenzó a repartir trozos de pastel a los pequeños. Pareciera ser que todos se la estaban pasando genial pues las risas eran la música de fondo. Decidió ignorar lo anteriormente sucedido y se tomó una cerveza de golpe.
¿Interesante historia? ¿O mejor me pego un tiro por imbécil y testaruda?
