¿Qué tal, damas y caballeros?
Lo que leerán a continuación es un reto para el Foro Proyecto 1-8. Me pidieron que hiciera algo sobre Taichi y Yamato, del género "ciencia ficción", y en un principio no sabía muy bien qué hacer, hasta que recordé que ¡Digimon ya es ciencia ficción!
Después de eso, tuve un sueño... aunque era de otro fandom (puntualmente, de Hunter X Hunter), pero trataba de un chico que iba a rescatar en patineta a su mejor amigo, quien estaba atrapado en un lugar extraño dentro de una especie de ciudad ultra-tecnológica. Tras haberme inspirado en mi sueño revelador, solo me encargué de preparar algunos escenarios para que la historia se sintiera más futurista; y de crear un conflicto principal, ya que no se me ocurría un mejor argumento para una historia de ciencia ficción que un conflicto.
Para que puedan imaginarse mejor a los personajes, les aviso que Taichi y Yamato tienen veinticuatro años, por lo cual esta historia transcurre en el año 2012.
Advertencias: lenguaje soez.
«Taichi…»
—… ¿Eh?
«Taichi, despierta.»
—… ¿Quién eres?
«¿Es que acaso no reconoces mi voz?»
El joven de la frondosa melena castaña abrió los ojos y parpadeó varias veces, confundido. Al captar que se encontraba tirado boca arriba sobre el suelo, se incorporó y sacudió el polvo de sus ropas. Luego, echó una mirada a su alrededor y examinó el sitio en el cual había despertado: una enorme habitación con un piso de baldosas hexagonales. Una luz de color calipso se asomaba por entre medio de la conjunción de dichas baldosas, bañando la figura de Taichi con su resplandor. No podía adivinar las dimensiones aproximadas de la estancia porque lo único que la alumbraba era esa tenue luz que provenía del suelo.
—Tu voz se me hace conocida.
Unos instantes después, la voz misteriosa dijo:
«Soy yo, Taichi… Soy tu abuelo.»
Taichi se quedó de piedra.
—… ¿Abuelo?
De no ser porque estaba manejando en una carretera del Digimundo, Yamato podría haber recibido más de cuarenta infracciones por sobrepasar el límite de velocidad permitido en el mundo real. Y es que debía llegar a toda prisa a su destino, ya que la vida de su mejor amigo corría peligro.
—Esa puta de LadyDevimon me las pagará —escupió el rubio, hundiendo el pie en el acelerador de su motocicleta con cabina.
—¡Yamato, si sigues acelerando, destruirás este aparato! —exclamó Gabumon, preocupado.
—¡No me interesa! ¡Tengo que rescatar a Taichi, sea como sea!
Gabumon cerró los ojos con fuerza, asustado por el grito de su compañero humano. Agumon los observó a ambos con tristeza. No era capaz de sentir ansiedad siquiera. Lo único que ocupaba su mente eran sus plegarias, las cuales repetía una y otra vez, deseando que Taichi no estuviera muerto.
Taichi recordaba haber sido secuestrado por el enemigo, pero no tenía la menor idea de cómo había llegado hasta allí. Aunque, en ese preciso momento, había algo que lo inquietaba más…
—¡Abuelo! —exclamó el joven, casi sin poder creerlo—. ¿Dónde estás?
«Estoy aquí, contigo.»
—¿Dónde? —preguntó, mirando en todas direcciones, incapaz de ver algo más que el infinito suelo de baldosas hexagonales. No hallaba ninguna pared, ninguna salida ni ningún otro ser aparte de sí mismo—… ¡No puedo verte!
«Porque no tengo cuerpo. Pero no tengo tiempo para explicártelo, Taichi. Necesito darte un mensaje urgente, y debes escucharme.»
Taichi se dio cuenta de que acabaría desquiciándose si no encontraba algún otro soporte visual que no fuera el piso, por lo que decidió sentarse, cerrar los ojos y concentrarse en la voz de su abuelo, la cual parecía venir de todas partes y, al mismo tiempo, de ninguna.
—Te escucho.
Un olor insoportable invadió el interior de la cabina. Era tan intenso y desagradable que no podía tratarse de nada orgánico ni mucho menos sano. Gabumon miró por la ventana para comprobar si este vendría del exterior y descubrió que las ruedas de la motocicleta ardían en llamas.
—¡YAMATO! —gritó, desesperado—. ¡LAS RUEDAS SE ESTÁN QUEMANDO!
—¡Cállate, Gabumon! —le espetó el rubio—. ¡Es normal!
Ni siquiera Agumon fue capaz de encontrarle sentido a aquella respuesta, ya que nunca había visto un vehículo al cual le saliera fuego en las llantas, pero ambos decidieron ser fuertes y aguantar el penetrante olor a neumático quemado. Después de todo, ya estaban soportando viajar a una velocidad que casi sobrepasaba la barrera del sonido, apretados e incómodos en la parte trasera de una motocicleta con cabina que solo tenía espacio para una persona.
«¿Recuerdas los googles que te di cuando eras pequeño?»
—Sí, los recuerdo.
«¿Qué hiciste con ellos?»
—Se los di a un amigo mío hace muchos años. Él era algo así como mi aprendiz.
«¿Recuerdas qué fue lo que te dije cuando te los regalé?»
—Sí… Que algún día me contarías la historia que había detrás de ellos.
«Pero fallecí antes de que tuvieras la edad necesaria para contártela.»
Taichi abrió los ojos por escasos segundos y los tuvo que volver a cerrar. Sabía que se volvería loco si no hallaba la paz dentro de sí mismo.
«¿Estás preparado para escucharla?»
Yagami asintió.
—Siempre estoy listo.
—¡Ya casi! ¡Ya casi! —anunció Ishida, quien no podía seguir acelerando ya porque el máximo de velocidad del vehículo eran 340 metros por segundo—. ¡Maldita sea! ¿De qué sirve que esta mierda sea casi tan rápida como el sonido? ¡Podríamos estar llegando tarde para rescatar a Taichi!
Agumon se cubrió el rostro con sus brazos. No quería pensar que LadyDevimon ya había cumplido con su amenaza.
Gabumon, con cierta dificultad debido a la incómoda posición en la que estaba, colocó una de sus patas delanteras sobre la espalda de Agumon.
—Ya verás que todo saldrá bien —le dijo, con su voz tranquilizadora.
Agumon solo asintió con la cabeza.
«No dispongo de mucho tiempo, así que pon atención.»
—Sí —volvió a asentir.
«No sé si tu madre te habrá contado algo, pero yo participé en la Segunda Guerra Mundial.»
Yagami Yuuko no solía hablar de conflictos bélicos, pero Taichi recordaba haberla oído mencionar la participación de su propio padre en una guerra de gran importancia. Lo que sí, no tenía idea de que había sido esa guerra.
—Algo mencionó una vez, pero nunca me atreví a indagar. No quería obligarla a contarme una historia que podría resultar dolorosa para ella.
«Eso fue muy considerado de tu parte, aunque desearía que ella te hubiese hablado del tema como corresponde. De cualquier manera, no puedo cambiar el pasado, pero sí puedo ayudarte a cambiar el futuro.»
—¿Qué quieres decir, abuelo?
«Sé que el mundo real está en guerra con el mundo digital. Todos los días caen derrotados humanos y digimons por culpa de este conflicto, y sé también que formas parte de la Alianza Pacifista.»
—Así es. De hecho, soy el líder de la Alianza, y planeo acabar con todo esto de una vez por todas.
«Pero no podrás hacerlo solo, ni siquiera con la ayuda de tus camaradas.»
—¿Por qué dices eso?
«Porque hay algo que todos están haciendo mal.»
Yamato comenzó a disminuir la velocidad, porque sabía que si no lo hacía, jamás podrían frenar ni detenerse junto al edificio de El Apocalipsis, bando conformado por los digimons maléficos que deseaban apoderarse tanto del Digimundo como del planeta Tierra.
Cuando la velocidad de la motocicleta llegó a un punto en el que se podía maniobrar con cuidado, Ishida pudo estacionar, y lo hizo en un lugar bastante aislado, para evitar que los descubrieran.
—No hay enemigos a la vista —anunció Gabumon en voz baja. Agumon y Yamato lo siguieron hasta la entrada principal del edificio. Habiendo llegado allí, se encontraron con unas criaturas que hacían guardia. Eran un Apemon y un Ogremon.
—¡Gabumon, evoluciona! —ordenó el rubio.
Gabumon se convirtió en Garurumon y derrotó a sendos digimons con un solo ataque. Acto seguido, derribó la gran puerta arremetiendo contra ella. Entonces, el grupo de rescate se adentró y corrió por los pasillos para buscar a Taichi.
—Vamos, abuelo… dijiste que tenías poco tiempo. ¿Qué es lo que estamos haciendo mal?
«Yo fui aviador en la Segunda Guerra Mundial. Pensé que entrar a la milicia sería una buena manera de demostrar mi patriotismo, pero me equivoqué: dejé caer bombas sobre las naciones enemigas y acabé con muchísimas personas que no habían cometido ningún crimen. ¿Con qué fin? Demostrar que éramos superiores a ellos, pero ¿acaso la violencia nos hace superiores?
»A la hora de la verdad, todos somos asesinos en tiempos de guerra. No hay buenos ni malos, solo bandos que defienden sus ideales.
—¡Abuelo! —exclamó el moreno—. ¿Estás diciendo que los miembros de la Alianza Pacifista somos tan malos como los tipos de El Apocalipsis? —inquirió, ofendido.
«No estoy diciendo eso. Digo que la violencia nunca nos ayudará a lograr la verdadera paz. Lo que los seres humanos entienden como 'paz' es una falacia.»
El joven se vio afectado por aquellas palabras. Abrió los ojos otra vez y, aunque seguía sin poder ver más que el piso vagamente iluminado, miró hacia arriba y le preguntó a su abuelo:
—¿Y de qué otra manera podemos frenar a las tropas enemigas? ¡Hay ocasiones en las que matar es inevitable! Tampoco es que me sienta orgulloso de eso, pero…
«Debes encontrar la manera, Taichi. A El Apocalipsis no le interesan las muertes mientras puedan abastecerse con armas y mantener una influencia tan poderosa en ambos mundos como la que tienen en este momento. Una, dos, incluso cien o doscientas vidas no son nada para ellos. Lo que realmente les interesa es el poder.»
Yagami bajó la mirada y la misteriosa luz azulina se vio reflejada en sus ojos. Instantes después, volvió a levantar la cabeza. De alguna manera, haciendo esto se sentía más cerca de su abuelo.
—¿Estás diciendo que debemos evitar que se expandan, primero que nada? ¿Acabar con su influencia nefasta?
«Así es. Si a una planta le cortas las hojas, estas volverán a crecer; en cambio, si la arrancas de raíz, te desharás de ella para siempre. Además, una planta que no puede asentar y expandir sus raíces sobre la tierra está destinada a pudrirse y secarse.»
Taichi se cruzó de brazos y agachó la cabeza para volver a cerrar los ojos. Hacer esto lo ayudaba a concentrarse. Meditó en las palabras de su abuelo unos instantes antes de formular su pregunta:
—¿Cuál crees que sería la forma más fácil de arrancar esta planta de raíz?
«No responderé directamente, pero…»
En el camino, Garurumon evolucionó a WereGarurumon y, junto a Agumon —quien no podía evolucionar al estar lejos de Taichi—, noquearon a todos los digimons que encontraron a su paso. Yamato corría tras ellos, esquivando los ataques que iban y venían.
Debían darse prisa. Si tenían suerte, llegarían a la celda 508 antes que LadyDevimon.
«Todos creen que la paz es cuando no hay conflictos ni desacuerdos, pero esto mismo no asegura nada, ya que los conflictos existen incluso cuando no hay bandos contrarios atacándose entre sí. La verdadera paz se logra cuando nadie necesita sentirse superior al resto, Taichi.»
—Entiendo —asintió.
«No intentes terminar con la influencia de El Apocalipsis liquidando digimons y personas inocentes. Recuerda que ellos tienen derecho a vivir, y también a tomar decisiones erróneas.»
Fue entonces cuando Taichi comprendió lo que trataba de transmitirle su abuelo: los inocentes no debían morir; en cambio, los verdaderos culpables…
El humano y los dos digimons trataron de tomar un ascensor, pero estos habían sido bloqueados en cuanto se dio la alarma dentro del edificio. Ya todos sabían que el enemigo acababa de infiltrarse en su base.
WereGarurumon tomó a Yamato y Agumon y los colocó sobre sus hombros, les pidió que se agarraran bien y, segundos después, comenzó a subir a toda velocidad por las escaleras.
«Nunca me perdonaré el hecho de que ayudé con todo ese derramamiento de sangre, ni siquiera ahora que estoy muerto.»
El nieto asintió. Las palabras de su abuelo lo habían ayudado a comprender quién era el verdadero enemigo, a quién había que eliminar primero.
«Quería que me escucharas, Taichi, porque es necesario que sepas que la violencia solo trae más violencia. Busca la manera de hacer la paz sin matar soldados, sin destruir familias ni corazones. No te lo pido solo como tu abuelo, sino como un alma vieja que conoce la culpa de haber acabado con la vida de seres inocentes. Sigue mis consejos y ganarás no solo esta batalla, sino que también la guerra.»
—Sí, abuelo. Gracias por to…
De pronto, una puerta se abrió. En un gesto involuntario, el joven se dio la vuelta y abrió los ojos. La luz que provenía del exterior hirió su vista y lo obligó a cerrar los párpados durante un momento.
Para cuando los volvió a abrir, observó asomarse una silueta estilizada y de gran tamaño.
—Hola, primor —lo saludó una voz femenina.
A Taichi se le heló la sangre. Ella debía ser su secuestradora.
—¡Allí es, WereGarurumon! —indicó Yamato—. ¡Al final del pasillo!
El digimon lobuno solo tuvo que dar tres zancadas para llegar a su destino. Yamato y Agumon descendieron rápidamente por su espalda y se colocaron frente a la puerta.
—"Celda 508" —leyó el rubio en voz alta—. ¡ES AQUÍ! ¡ADELANTE, CHICOS!
Agumon y WereGarurumon destrozaron la entrada de la celda con sus ataques e irrumpieron en la misteriosa habitación.
—¡TAICHI! —clamó Yamato. Los dos seres digitales también gritaron el nombre de la persona a la cual habían estado buscando.
Taichi, quien aún se encontraba sentado en el piso, se sobresaltó. A solo unos pasos de él se encontraba LadyDevimon, preparando el ataque con el cual destruiría al líder de la Alianza Pacifista.
Agumon evolucionó de una sola vez a WarGreymon, y WereGarurumon evolucionó a MetalGarurumon. LadyDevimon se quedó paralizada de terror, ya que tenía claro que había llegado su fin.
—¿Cómo llegaron hasta acá? —le preguntó Yagami a su mejor amigo mientras corrían por los pasillos, minutos después de haber salido de la celda.
—Me llegó un mensaje a mi D-Terminal —respondió el rubio mientras corría a su lado—. Lo más extraño fue que no venía de la Tierra ni del Digimundo, pero decía que estabas encerrado en la celda 508 del edificio de operaciones de El Apocalipsis. Sé que no tenemos espías en la Alianza, así que estoy comenzando a creer que fue obra de un ángel… o algo parecido.
Taichi comprendió casi de inmediato que ese mensaje no había sido enviado ni por un ser humano ni por un digimon… y sí que podría haber sido un ángel.
«Gracias, abuelo…»
Los cuatro miembros de la Alianza Pacifista derrumbaron la puerta de la oficina principal. Se levantó una cortina de polvo que tardó en disiparse, pero no hizo falta que desapareciera por completo para que pudieran ver esas dos orbes amarillas que brillaban con intensidad al fondo del cuarto.
Eran los ojos del líder de El Apocalipsis, un ser mitad humano, mitad máquina.
—No sabía que el ser más despreciable del universo era un ciborg —comentó Taichi, divertido.
—Y yo no sabía que ustedes serían tan estúpidos como para llegar aquí sin un ejército —pronunció el villano con una voz que no era cien por ciento humana ni mecánica—. ¿Están listos para morir?
—Eso deberíamos decírtelo nosotros —habló Yamato, sonriendo, muy seguro.
Taichi, Yamato, WarGreymon y WereGarurumon se prepararon para pelear con todas sus fuerzas.
Tal vez estaban participando en la guerra más sangrienta de la historia, tal vez el enemigo era el más despiadado contra el cual les había tocado enfrentarse, sin embargo, sabían que si unían fuerzas podrían acabar con él. Más adelante tendrían tiempo de unificar a la raza humana y a los digimons bajo un mismo estandarte. Lo que debían hacer ahora mismo era arrancar de raíz esa molesta mata de espinas.
Ok, debo decir una última cosa...
Mi cerebro estuvo a punto de explotar en más de diez ocasiones mientras pensaba en qué carajo escribir para el concurso xD y explotó diez veces más después de que me llovieran las ideas. A pesar de que la historia se escribió por sí sola, no fue fácil ordenar mis ideas con toda la presión encima. Debía publicar a tiempo para el concurso y lo logré, sin embargo, espero no verme obligada a escribir ciencia ficción contra el tiempo NUNCA MÁS -llora-.
Aun así, estoy contenta con el resultado. Y al día 23-03-2016 edité esta historia porque tenía unos cuantos errores de estilo y redacción. Esta es la versión definitiva del fic :)
Espero que haya sido de su agrado.
