1 NOTAS: Bueno, ya que no creo que escriba mucho de La Orden del fénix esta
Navidad, voy a escribir este fic que se me ocurrió el otro día y que no
sabía si escribir. No sé si hacer varios capítulos o hacerlo de una tirada,
ya veré sobre la marcha. Tal vez no os guste mi Ginny, pero era o ella o
Hermione, y creo que a ella le hace más falta que a Hermione ¿no? (Me
refiero al filtro amoroso). Por favor, R/R. Ah, si alguien sabe en que año
sería el quinto curso que me lo diga, he puesto la fecha a bolea.
2
3 Locuras por un filtro amoroso
- Un poco más de jugo de amapola... unas gotas de pus de bubotubérculo diluido... un pellizco de cuerno de unicornio en polvo... y, por último, pero no menos importante... ¡un beso! - Ginny cogió un trozo de papel y una barra de labios. Se pintó un poco con ella y después besó el papel. A continuación lo echó dentro del caldero, que borboteaba sobre le fuego -. ¡Ya está!
La poción emitió un pequeño estallido y una nube de denso humo rosa se elevó sobre su cabeza formando un corazón.
Ginny sonreía maquiavélicamente mientras echaba el contenido del caldero en varias botellas vacías que había en el suelo.
Mientras, Hermione escribía en su diario:
29-7-95
Querido diario:
No he querido escribirlo antes porque no estaba segura, ya sabes cómo soy. Ya sabes que el curso pasado Víktor se me declaró y todo eso, yo no supe que decirle porque creía que Ron me gustaba, y por sus celos, él demostró lo mismo. Pues ya estoy segura de lo que voy a hacer: Le escribiré a Víktor y le diré que sólo seamos amigos. Este curso le voy a decir a Ron lo que siento.
- Ah... Ron... - Hermione cerró el diario y se tiró de espaldas sobre la cama en la que estaba sentada.
En su habitación, Ron estaba dando vueltas sin parar alrededor de su cama, Pigwidgeon gorjeaba feliz al verlo tan tenso.
- ¡Cállate! ¡Intento pensar! - Gritó Ron a la lechuza, que, asustada, se escondió debajo de sus golosinas lehcuciles -. Eso está mejor... Bueno, a lo mejor que los celos me volvieran loco no significa que me guste, tal vez sólo quería que me hiciera caso a mí en vez de a ese Krum. Pero ¿qué estas diciendo? - Ron se golpeó la cabeza.
Fred y George golpearon el techo de su habitación, que era el suelo de la de Ron.
- ¿Quieres callarte? Intentamos dormir - gritaron lo suficiente como para que Ron lo escuchara.
- ¡Ya me callo!
- Ya pensarás en Hermione mañana, cuando estemos despiertos - dijeron carcajeándose.
- ¡No estoy pensando en Hermione! - Gritó Ron enfadado.
- Ya, y yo soy John Williams.
Ron desistió, se tumbó en su cama y ocultó la cara en la almohada. Pigwidgeon, al ver que Ron ya no era un peligro para ella, volvió a volar y gorjear. Éste, ya que no estaba dormido, le tiró un cojín y la dejó inconsciente.
Harry estaba soñando que le pegaba una paliza a Snape cuando un ruido lo despertó, una lechuza marrón estaba golpeando su ventana.
- ¡Has interrumpido el mejor sueño de toda mi vida! - Dijo Harry en broma.
Abrió la ventana y la lechuza desconocida se posó sobre su cama. Llevaba un paquete con una nota.
- ¡Oh, no! ¡Otro más no!
Harry llevaba todo el verano recibiendo lechuzas de una admiradora secreta. Ya estaba empezando a hartarse de que lechuzas con bombones y cosas por el estilo lo despertaran a altas horas de la noche.
En cuanto Harry desató el paquete la lechuza se fue volando. Lo abrió. Eran unas rosas rojas que olían de maravilla. En la nota decía:
Querido amado mío:
Eres mi luz, mi Sol, mi despertar, la razón de mi existencia. Ojalá pudiera decirte en persona lo que siento por ti. Te quiero, Harry de mi alma.
- Ni siquiera son largas estas cursiladas - murmuró Harry para sí mismo.
El día 31 de julio, todos habían quedado en el Callejón Diagon para celebrar el cumpleaños de Harry. Tío Vernon emitía gruñidos constantemente en el coche de camino a Londres. Habían quedado en el Caldero Chorreante.
Cuando llegaron a la calle de adoquines tío Vernon emitió una especie de ladrido que Harry entendió era risa.
- He estado cientos de veces en esta calle y no hay ningún bar que se llame Olla Chorretosa.
- Primero, es Caldero Chorreante, segundo, Hagrid tiene razón, los muggles no saben mirar.
Tío Vernon arrancó el coche en cuanto Harry puso un pie fuera. Después de un pequeño paseo por la calle adoquinada Harry vio el local, Hermione y Ron lo esperaban en la puerta, o al menos, eso creía Harry.
- Verás... yo quería decirte que... - decía Ron todo colorado.
- ¿Qué? - Preguntó Hermione esperanzada.
- ¡Que por allí viene Harry! - Dijo Ron mientras se borraba de su cara todo el rojo.
- Oh... que bien... - dijo Hermione decepcionada.
Después de los saludos y todos esos rollos que no tengo ganas de escribir se fueron al Callejón Diagon. Harry pensó que Ginny estaba muy rara, llevaba una mochila y se mantenía alejada del resto (¿y eso era raro?). Fueron a Florean Frestcue para tomar un helado, cortesía de Harry.
"No puedo dárselo aquí" pensaba Ginny, "hay demasiada gente".
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3 Locuras por un filtro amoroso
- Un poco más de jugo de amapola... unas gotas de pus de bubotubérculo diluido... un pellizco de cuerno de unicornio en polvo... y, por último, pero no menos importante... ¡un beso! - Ginny cogió un trozo de papel y una barra de labios. Se pintó un poco con ella y después besó el papel. A continuación lo echó dentro del caldero, que borboteaba sobre le fuego -. ¡Ya está!
La poción emitió un pequeño estallido y una nube de denso humo rosa se elevó sobre su cabeza formando un corazón.
Ginny sonreía maquiavélicamente mientras echaba el contenido del caldero en varias botellas vacías que había en el suelo.
Mientras, Hermione escribía en su diario:
29-7-95
Querido diario:
No he querido escribirlo antes porque no estaba segura, ya sabes cómo soy. Ya sabes que el curso pasado Víktor se me declaró y todo eso, yo no supe que decirle porque creía que Ron me gustaba, y por sus celos, él demostró lo mismo. Pues ya estoy segura de lo que voy a hacer: Le escribiré a Víktor y le diré que sólo seamos amigos. Este curso le voy a decir a Ron lo que siento.
- Ah... Ron... - Hermione cerró el diario y se tiró de espaldas sobre la cama en la que estaba sentada.
En su habitación, Ron estaba dando vueltas sin parar alrededor de su cama, Pigwidgeon gorjeaba feliz al verlo tan tenso.
- ¡Cállate! ¡Intento pensar! - Gritó Ron a la lechuza, que, asustada, se escondió debajo de sus golosinas lehcuciles -. Eso está mejor... Bueno, a lo mejor que los celos me volvieran loco no significa que me guste, tal vez sólo quería que me hiciera caso a mí en vez de a ese Krum. Pero ¿qué estas diciendo? - Ron se golpeó la cabeza.
Fred y George golpearon el techo de su habitación, que era el suelo de la de Ron.
- ¿Quieres callarte? Intentamos dormir - gritaron lo suficiente como para que Ron lo escuchara.
- ¡Ya me callo!
- Ya pensarás en Hermione mañana, cuando estemos despiertos - dijeron carcajeándose.
- ¡No estoy pensando en Hermione! - Gritó Ron enfadado.
- Ya, y yo soy John Williams.
Ron desistió, se tumbó en su cama y ocultó la cara en la almohada. Pigwidgeon, al ver que Ron ya no era un peligro para ella, volvió a volar y gorjear. Éste, ya que no estaba dormido, le tiró un cojín y la dejó inconsciente.
Harry estaba soñando que le pegaba una paliza a Snape cuando un ruido lo despertó, una lechuza marrón estaba golpeando su ventana.
- ¡Has interrumpido el mejor sueño de toda mi vida! - Dijo Harry en broma.
Abrió la ventana y la lechuza desconocida se posó sobre su cama. Llevaba un paquete con una nota.
- ¡Oh, no! ¡Otro más no!
Harry llevaba todo el verano recibiendo lechuzas de una admiradora secreta. Ya estaba empezando a hartarse de que lechuzas con bombones y cosas por el estilo lo despertaran a altas horas de la noche.
En cuanto Harry desató el paquete la lechuza se fue volando. Lo abrió. Eran unas rosas rojas que olían de maravilla. En la nota decía:
Querido amado mío:
Eres mi luz, mi Sol, mi despertar, la razón de mi existencia. Ojalá pudiera decirte en persona lo que siento por ti. Te quiero, Harry de mi alma.
- Ni siquiera son largas estas cursiladas - murmuró Harry para sí mismo.
El día 31 de julio, todos habían quedado en el Callejón Diagon para celebrar el cumpleaños de Harry. Tío Vernon emitía gruñidos constantemente en el coche de camino a Londres. Habían quedado en el Caldero Chorreante.
Cuando llegaron a la calle de adoquines tío Vernon emitió una especie de ladrido que Harry entendió era risa.
- He estado cientos de veces en esta calle y no hay ningún bar que se llame Olla Chorretosa.
- Primero, es Caldero Chorreante, segundo, Hagrid tiene razón, los muggles no saben mirar.
Tío Vernon arrancó el coche en cuanto Harry puso un pie fuera. Después de un pequeño paseo por la calle adoquinada Harry vio el local, Hermione y Ron lo esperaban en la puerta, o al menos, eso creía Harry.
- Verás... yo quería decirte que... - decía Ron todo colorado.
- ¿Qué? - Preguntó Hermione esperanzada.
- ¡Que por allí viene Harry! - Dijo Ron mientras se borraba de su cara todo el rojo.
- Oh... que bien... - dijo Hermione decepcionada.
Después de los saludos y todos esos rollos que no tengo ganas de escribir se fueron al Callejón Diagon. Harry pensó que Ginny estaba muy rara, llevaba una mochila y se mantenía alejada del resto (¿y eso era raro?). Fueron a Florean Frestcue para tomar un helado, cortesía de Harry.
"No puedo dárselo aquí" pensaba Ginny, "hay demasiada gente".
