LA VIDA EN ROSA

Disclaimer: Harry Potter y el resto de los personajes pertenecen a J.K. Rowling

Esta historia ha sido creado para los Desafíos del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black.


EL GATO

A Dolores nunca le habían gustado los niños, ni siquiera cuando ella misma era uno de ellos. Los encontraba estúpidos, sucios y ruidosos, pero sobre todo le parecían inútiles.

Los adultos eran mucho mejores que los pequeños. Solo le gustaban los adultos. Dijeran lo que dijeran había que hacerlo, tenían poder. Y eso le encantaba a la niña.

Un día cualquiera en el que sus padres le castigaron tomó una decisión. Quería que le tratasen como una adulta y para ello debía comportarse como tal.

Sus modales mejoraron notablemente, ya nunca se ensuciaba, ni se portaba mal, tenía un comportamiento impecable. Poco a poco los mayores le comenzaron a sentar en la misma mesa que ellos, le pedían opinión y habían dejado de hablarle con ese estúpida voz chillona que ella tanto odiaba.

Con el tiempo también aprendió como "controlarlos". Una sonrisa por aquí, un gracias por allá y se hacía casi siempre lo que ella quería. Tampoco tardó demasiado en darse cuenta de que no todos los adultos eran iguales. Sabía que su padre le daría galletas si le escuchaba hablar durante un rato, que su madre culparía a sus hermanos (aunque no hubieses hecho nada) si se ponía llorar y que su abuela le daría los mejores regalos si le daba muchos besos.

Con ocho años ya era capaz de conseguir casi cualquier cosa. Así que cuando lo vio, sucio y asustado, detrás de un contenedor no dudo en cogerlo. Sus padres dejarían que se lo quedara y sería suyo, de ella y nadie más.

Cuando llegó a casa fue corriendo al salón a enseñárselo a sus padres. Ambos estaban tan concentrados leyendo que ni se habían dado cuenta de la presencia de la pequeña.

-¡Papi, mami! ¿Podemos quedarnos con el gatito?- Preguntó Dolores con su voz más adorable (esa que sabía que a su madre tanto le gustaba) mientras enseñaba sonriente al gato.

Como toda respuesta su padre negó con la cabeza. Sabía que eso podía ocurrir, así que se dispuso empezar su plan b. Se puso a llorar de manera desconsolada. Eso siempre funcionaba, así seguro que podría quedárselo.

-Dolly, cariño, no nos vamos a quedar con el gato. Ni a tu padre ni a mí nos gustan los animales, y menos los gatos.

-Pero, mamii… Es blanco, pequeño y muy bonito. No podemos dejarlo en la calle.

-No hay más que hablar. Dámelo y lo llevaremos a la perrera. –Dijo su padre con voz dura.

Dolores no lo entendía. Sus padres siempre hacían lo que quería, no sabía porqué aquella vez iba a ser diferente. Sin embargo en la actitud fría de su padre le habían dejado las cosas muy claras.

La niña se marchó corriendo con el gato. No dejaría que lo llevasen a un lugar tan horrible. Lo cuidaría y sería suyo, aunque sus padres no quisieran. Y si para eso no podía vivir en su casa no lo haría. Se irían lejos, el gatito y ella.

Cuando encontró un lugar bastante abrigado se sentó. Estaba cansada de correr y supuso que ahí no la encontraría nadie.

A la mañana siguiente se despertó en su cama. Nunca supo los detalles exactos de lo que pasó ese día. Sabe que sus padres la encontraron y la llevaron a casa, jamás le contaron que hicieron con el gato.

Desde ese día Dolly tiene clara una cosa. No le gustan las personas (ni los niños, ni los adultos). Ahora solo le gustan los gatos.


La idea de escribir sobre Dolores Umbridge me vino con una palabra de las que me había tocado, justo de la que trata esta viñeta: Gato. También pensé en escribir de McGonagall, pero finalmente me decanté por la "mala".

Por cierto se que he puesto a Umbridge ya un poco odiosa desde pequeña, así que en alguna viñeta que sea de su adolescencia, ya pondré su lado más bueno y amble (si es que existe).

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