Hola!
Esta será la primera vez que me animo a hacer un fic de Saint Seiya con tantos capitulos... Serán doce, uno por cada signo. Algunos serán más cómicos, y otros más sentimentales. Espero que lo disfruten y apreciaré que me dejen sus reviews!
Capítulo 1: Aries
Presenciar el arte de su maestro reparando las viejas armaduras era sin duda su cosa favorita en todo el mundo. El cálido cosmos de Shion invadía todo en la habitación y las armaduras resonaban para comunicarse, creando una melodía que sabía que jamás olvidaría en su vida. Nada lo hacía sentir más orgulloso que saber que, algún día, él sería el encargado de llevar a cabo una tarea tan ardua e importante. Mu era incapaz de despegar sus ojos de aquel espectáculo, y aunque pequeño él, su sentido de la responsabilidad era gigante.
-Haces bien en prestar tanta atención, Mu. –Expresó su maestro mientras continuaba con su labor. –Porque en el futuro ésta será tu tarea, y será una de las más importantes. –Sonrió con aquella amabilidad que tanto lo caracterizaba. –Es importante que sepas que las armaduras no son simples objetos, son nuestras compañeras, ellas están vivas y no solo eso, los deseos, los pensamientos y el espíritu de sus dueños vive en ellas, ¿Comprendes?
El pequeño asintió con la cabeza, no por no querer hablar, sino porque siempre resultaba maravillado con esas historias. Cada vez le parecía más emocionante cargar con esa tarea, a pesar de tener que dejar casi la vida en ello.
-Mu, ¿Crees que podrás cumplir con éste deber?
-Claro que sí, maestro Shion. –Contestó el chiquillo de cabellos morados, sin siquiera dudar un segundo. –Cuando sea el momento, yo repararé las armaduras como lo hace usted, y me esforzaré al máximo por cumplir.
-¿Aunque tengas que dar la vida por ello?
El aprendiz se quedó algo sorprendido por aquella pregunta, pero no tardó mucho en responder.
-Lo que más quiero es llegar a ser como usted, maestro. Haré lo que sea necesario para cumplir con mi tarea.
Shion sonrió ante el entusiasmo de su joven alumno.
-Quiero llegar a ser como usted, y por eso nunca le tendré miedo a nada.
El hombre rompió su concentración y le dirigió una mirada de sorpresa al jovencito. La dedicación de Mu le encantaba, pero su juventud lo hacía imprudente.
-¿No tenerle miedo a nada?
-Así es. –Asintió. –Así podré enfrentar cualquier cosa.
El patriarca cerró sus ojos con calma y volvió a su labor.
-Joven Mu, todos le tenemos miedo a algo.
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Finalmente, después de tanto tiempo, había vuelto al santuario, al templo de Aries. Y aunque lamentaba que fuera la guerra lo que lo trajo allí de nuevo, no era algo que no se esperara. Desde el asesinato de su maestro, su refugio en Jamir no había sido más que para esperar el momento indicado de volver. Lo que más le afligía eran las muertes de sus camaradas, era cierto que no los había visto desde hacía mucho tiempo, y que difería con algunos, pero no podía evitar pensar que el santuario estaba incompleto sin ellos. Y no solo eso, sus armaduras guardaban tristeza, él lo sabía.
Ese día repararía las armaduras de sus compañeros caídos, y al igual que cuando era niño, estaba orgulloso de ser él merecedor de una tarea semejante. Era la forma en la que Mu mostraba respeto a sus camaradas, los conociera o no.
La sangre recorría sus brazos, y cálida, se depositaba sobre las armaduras vacías, pintando de rojo el dorado reluciente aunque ligeramente dañado. El ariano sonrió, podía escuchar ese sonido otra vez, las voces de las preciadas armaduras, los pensamientos, los sueños, el espíritu de quienes lucharon valientemente y perdieron la vida por su causa. A su lado, Kiki observaba con admiración, tanto que le recordaba a sí mismo de pequeño. El fugaz recuerdo de su maestro dedicándose a las armaduras le entristeció un momento, ojalá Shion estuviese allí, ojalá no tuviese que reparar las armaduras sabiendo que sus colegas ya no estaban para usarlas. Pero se había prometido, y a su maestro, que nada para él sería tan importante como mantener las armaduras en perfecto estado.
-¿Puedes oír sus voces, Kiki?
El pequeño a su lado asintió.
-Sí, maestro. –Sonrió. – ¿Las armaduras están agradecidas de que las repare? ¿O sus antiguos dueños intentan comunicarse con usted?
Preguntó, y Mu sonrió ante su curiosidad, él hacía las mismas preguntas cuando niño, porque realmente quería saberlo todo.
-Algún día tú averiguarás lo que se siente, serás tú quien se encargue de repararlas. Es una de las tareas más importantes. –Explicó recordando con nostalgia las palabras de su maestro.
Pero sabía que antes de llegar aquel día, su aprendiz tendría que recorrer un largo camino, igual que él.
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-Joven Mu, a veces el miedo no tiene que ver con algo que puedes ver.
Dijo su maestro repentinamente, después de aquel día de entrenamiento.
El anaranjado sol del atardecer bañaba sus rostros y el cansado cuerpo del muchachito que había pasado la mayor parte del día perfeccionando sus poderes psíquicos. Shion había permanecido en silencio varios minutos, pero el pequeño aprendiz no se sorprendía por aquella aclaración, su maestro había estado ligeramente insistente con el tema desde el día en que su pupilo había asegurado que no temería a nada, ni ahora ni nunca. Mu no se esperaba que al patriarca le afectara tanto ese comentario, al momento de decirlo solo se le ocurrió que su gran maestro únicamente sonreiría con amabilidad, lo que en él era habitual.
-A veces puedes temerle a algo que no puedes ver, o explicar.
-Lo sé, maestro. –Interrumpió el chico. No había una persona en el mundo que él respetara más que a Shion, pero prefería que no lo trataran como si fuese un niño tonto.
-¿Y aun así dices que no temes a nada?
El jovencito de cabellos lila se quedó pensativo, sin duda su maestro lo estaba probando. Eso debía ser, Shion intentaba ver sus debilidades, no había duda.
-¡Claro! –Respondió seguro. – ¡Maestro, yo seré un caballero digno de mi rango, se lo prometo!
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Mu nunca fue capaz de olvidar su promesa, si bien eran palabras de niño, él no las tomaba a la ligera. Su promesa había sido sincera, y de vez en cuando se preguntaba si ya la había cumplido o si le faltaba todavía más camino para recorrer.
Habiendo concluido su tarea de reparar las armaduras, les dio un último vistazo antes de retirarse. Sus compañeros caídos seguirían velando por Athena, aún después de la muerte, las armaduras se lo habían dicho.
Ese mismo día, como si sus pies tuvieran voluntad propia, se dirigió a un sitio verdaderamente especial.
La brisa acogedora revolvía sus cabellos con amabilidad y el olor de las flores frescas invadía completamente su nariz. Era un sentimiento placentero, tan tranquilo. Mu pensaba que ese lugar era perfecto para un descanso eterno, no envidiaba quienes se encontraban ahí, pero la quietud del entorno le invitaba a sentarse, y al hacerlo, también depositó una flor de pétalos blancos sobre el verde pasto. Subió la vista y se sintió pequeño ante la gigantesca cruz blanca y dorada que tenía grabado el nombre de su maestro. Por un momento recordó que así de pequeño se sentía cuando de niño veía la imponente figura de Shion delante de él. Le sonrió con ternura, igual que en su infancia.
-Maestro Shion, discúlpeme. –Comenzó. –He tardado en venir a verlo, pero no me he olvidado de usted.
Volvió a sonreírle y se detuvo un instante mientras el gentil viento lo acompañaba una vez más.
-¿Sabe? Mi aprendiz es muy entusiasta, me recuerda mucho a mí cuando tenía su edad. –Rió. –Creo que ahora me encuentro en su lugar de aquel entonces, maestro. –Casi sin darse cuenta bajó la mirada con ligera tristeza. –Aunque, eso no quiere decir que lo haya alcanzado…
En el fondo, Mu siempre deseó saber qué opinaba su maestro, qué sentía el gran Shion al ver sus progresos. Lastimosamente, esa era una pregunta por la cual no obtendría respuesta, o al menos no la obtendría de la boca del difunto patriarca.
El santo de Aries se puso de pie y sonrió una última vez ante el nombre grabado en la lápida.
-¿Recuerda cuando insistía en que era imposible no tenerle miedo a nada? –Se quedó pensativo un momento. –Jamás llegué a confesarle mi verdadero miedo, maestro. –Mu dirigió la vista al cielo, a las nubes que jugaban carreras en aquel lienzo azulado. –Quería ser fuerte, digno de ser su sucesor, porque lo que yo más temía era desilusionarlo. –Volvió su vista al lugar donde reposaba el cuerpo del anterior caballero de Aries. –Ese era mi más grande miedo, lamento haber sido tan obstinado como para no decirlo antes. Confieso que me sentía mal por tener miedo, pero usted me ayudó a aceptarlo, a aceptarme… -El ariano decidió que ya era suficiente por ese día, volteó, no sin antes hacer una reverencia para despedirse de su superior, y emprendió viaje de nuevo hacia su templo. –Gracias, maestro Shion.
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-Mu. –Su superior le llamó la atención repentinamente, y el pequeño volteó curioso. -¿Todavía dices que no tienes miedo?
-Maestro, ¿Aún va a seguir preguntando? –El pequeño se sintió tan extrañado como irritado. –Jamás temeré a nada, maestro, ¿Cómo puedo ser un caballero y proteger a nuestra diosa si tengo miedo? ¡No puedo ser un cobarde! –Apretó los puños con determinación. -¡Tengo que ser valiente si quiero lograr algo!
Shion sonrió, haciendo al pequeño pensar que por fin había dado con la respuesta correcta, más la contestación de su maestro lo dejó pensativo durante el resto del día, y a partir de ese momento, el pequeño Mu comenzó a ver las cosas de otra manera.
-Joven Mu, la valentía no tiene que ver con no tener miedo a las cosas. –Le acarició la cabeza. –Los verdaderos valientes son los que, a pesar de tener miedo, son capaces de superarlo y seguir dando todo para ser felices, y para ayudar a quienes más lo necesitan. En el futuro tendrás que presenciar la oscuridad de cerca, mi pequeño alumno, y aunque le temas a ella, serás valiente cuando puedas enfrentarla a pesar de tenerle miedo. –Le sonrió a aquellos grandes ojos que lo miraban con curiosidad. –Entonces estarás orgulloso de ti mismo, y yo también.
El primer capítulo me quedó algo corto, pero los próximos ya serán más largos :) Espero poder publicar al menos un capítulo al mes (Me tardo en escribir D:!)
Con respecto al título que elegí, "Fóbos" en la mitología era la representación del miedo, y como no soy muy buena con los títulos... Me quedé con ese
¡En fin! ¡Muchas gracias por leer hasta aquí!
