Aclaración: Todos los personajes son propiedad de JK.
Aclaración *2: Esta historia está inspirada en la saga de Sherrilyn Kenyon: "Cazadores Oscuros", así que muy posiblemente se encuentren con unas cuantas cositas de esa saga.
Advertencia: La personalidad de algunos personajes esta distorsionada, al menos al principio de la historia.
Prologo.
-¡Fred, George, Ron! ¡A la cama en este instante! ¿Por qué no pueden ser como su hermano Percy? Mírenlo, esta en su cama y no he tenido necesidad alguna de ordenárselo
Mientras su querida esposa lograba al fin acostar a sus nietos, Ignatius Prewett se internó en el cuarto de su nieta, llevándose una sorpresa al ver que la pequeña había desaparecido. Pero no se preocupo lo mas mínimo. Con un andar pausado bajó las escaleras y al entrar a su pequeña biblioteca sonrió cansadamente al ver a una pequeña creatura de no más de ocho años, con una tez muy blanca salpicada de pecas y una larga cabellera pelirroja.
La niñita estaba muy concentrada mirando las diminutas letras del grueso libro que tenía sobre el único escritorio que había. Balbuceaba muy lento el sonido de las letras para al final poder juntarlas.
-¿No crees que ese es un libro muy adelantado para ti? – le preguntó su abuelo entrando al pequeño salón de paredes revestidas con libros.
-No es verdad- exclamó la pequeña, indignada. – Yo puedo.— Y sin más volvió su mirada chocolate al libro. Su abuelo rodeó el escritorio y se situó a su lado para darle un vistazo al libro que tan determinada estaba su única nieta en leer. Al reconocerlo todo rastro de alegría se desvaneció del rostro del pobre hombre. De todos los libros de su biblioteca, su querida nieta Ginny había elegido justamente ese.
Una muestra más de que lo profetizado por aquel extraño anciano de ojos azules el día del nacimiento de la niña, era verdad.
-No me gusta que leas esos libros.- la retó el hombre quitándole el libro de las manos.
Ginny le miró extrañada antes de defenderse.
-Pero tú dijiste que podía tomar cualquier libro que…- pero calló muy temerosa al ver la mirada severa de su abuelo
El señor Prewett vio como la niña se debatía entre seguir con sus quejas o abandonar la biblioteca antes de que siguiera reprendiéndola. Al instante se sintió un poco culpable, Ginny no tenía la culpa de que ese libro le produjera tanta atracción.
-Es hora de irse a la cama.- le dijo y de inmediato la pequeña se levantó de la butaca en donde estaba, encaminándose a su habitación con la cabeza agacha. Su abuelo la siguió y al llegar al cuarto se aseguró de que se cepillará los dientes y luego la arropo.
-¿Quieres que te lea algo antes de dormir?-le preguntó con un tono dulce su abuelo.
Ginny lo miró un momento calculando sus posibilidades, pero de inmediato bajó la mirada a su cobertor, acobardada. El anciano siempre había sido muy dulce con ella, así que el regaño de hacia unos minutos atrás, la había dejado tan recelosa que ya no tenía valor para pedirle lo que deseaba.
-¿Quieres que te cuente uno de los cuentos de Beedle el Bardo?
La niña negó con la cabeza al tiempo que pensaba como hacerle entender a su abuelo que era lo que quería.
-Quiero una historia de las que están en aquel libro de la biblioteca…
-¿Cuál libro?- le preguntó, conociendo de ante mano la terrible y a la vez inocente respuesta.
-El de mitologila griega.-contestó en un susurro.
-Se dice "mitología" griega.- la corrigió tratando de sonar tranquilo.- Y creo que te dije hace un rato que no quería verte leer ese tipo de libros.
-Sí, pero no lo estaría leyendo, sino que tú me lo contarías, abuelito- una chispa de astucia apareció en los ojos de su nieta, acentuando aún más su parecido con su madre.
-Está bien.- aceptó después de un largo momento de meditarlo.- ¿Qué historia quieres?
-¡La de los guerreros de Hades! ¡Quiero saberlo todo sobre ellos!- exclamó entusiasmada al tiempo que se acomodaba en la cama dispuesta a escuchar la narración de su abuelo.
El anciano no se sorprendió de aquella elección, con amargura se sentó junto a su nieta y comenzó a relatar una versión resumida de la historia que tan bien conocía.
-Cuando Hades tomó su lugar como el rey del inframundo, su más fiel consejero le advirtió que la raza humana haría lo que sea para evitar la muerte. El señor del inframundo escuchando a su querido amigo, fue a pedirles ayuda a los demás dioses. Atenea muy sabiamente le dijo que usara a los mismos humanos como medios para evitar aquello, le recomendó que creara un ejército con los más especiales humanos, para que defendieran sus intereses…
-¿Qué intereses?
-Hades se preocupaba de que los humanos creara una forma para eludir la muerte, porque si el inframundo dejaba de recibir almas su poder se extinguiría. Así que el ejército lo creo para usarlo cuando algún mortal se atreviera a evitar la muerte demasiado tiempo.
-Ahhhh
-Pues bien, Hades aceptó la recomendación de Atenea. Ares, el dios de la guerra, que escuchó las preocupaciones de Hades y los concejos de Atenea, decidió darle un pequeño regalo al dios del inframundo. Le dio un pequeño cofre de hierro creado por Hefestos, que según las pablaras de Ares servía para crear el mejor ejercito.
-¿Qué tenía el cofre?- le preguntó Ginny cada vez más interesada.
-Lo importante no era lo que tenía, princesa, lo que si importaba era lo que se podía guardar en el.
-¿Qué cosa?
-Esencias….Almas…-contestó su abuelo con tono sombrío.
-¿Almas?- repitió la niña sin comprender.
-Sí, veras dulzura, los guerreros de Hades son al fin y al cabo humanos, y al serlo pueden darse cuenta de lo que es "bueno" y lo que es "malo". Pero si sus almas están dentro del cofre, ellos no se darían cuentan de las cosas malas que hacen y así jamás se opondrían a una orden de su amo.-le explicó.
-Entonces… ¿Es como el beso de un dementor?
-Sí y no, al quitarte el alma un dementor jamás la recupera. Pero si el Custodio del Cofre te quita el alma y la guarda, puedes recuperarla.
-¿Cómo?—preguntó con el ceño arrugado.
-Si eres un Guerrero y haces algo muy bueno por Hades, este te puede recompensar con tu libertad, te devuelve tu alma y regresas a la tierra.
-Uhhh
-Bueno, Hades como bien sabes aceptó el regalo de Ares y convirtió a aquel consejero que le advirtió del peligro, en el Guardián del Cofre, el cual está encargado de quitarle las almas a los guerreros y guardarlas en el cofre. Y así creó un ejército que jamás se arrepintiera de las cosas que le obliga a hacer.
-Entonces si no tienes alma puedes hacer cosas muy malas y no te arrepientes de nada…
-Exacto, al no tener conciencia, no puedes arrepentirte…
-Ahhh- y recordando aquella vez en que sus hermanos convirtieron en una araña peluda el osito de peluche de Ron, preguntó.- ¿Fred y George tienen alma?
Ante aquella inocente pregunta, su abuelo estalló en carcajadas haciendo que su esposa asomara la cabeza por la puerta de la habitación y con mala cara le recordó que sus demás nietos ya estaban durmiendo.
-Creo que es mejor que ya te vayas de dormir.- le dijo su abuelo después de que su esposa se marchara.- Antes que tu abuela nos regañe otra vez.
-No, yo quiero saber una cosa más.-protestó la niña.
-¿Qué es?
-¿Qué es eso especial que tiene los humanos que eligen como guerreros?
-Es algo especial que hay en su sangre, dicen que cuando nace un niño o niña con ese tipo de sangre, estos son separados de sus padres de inmediato y llevados al inframundo donde les quitan sus almas y los entrenan para ser guerreros.-contestó de forma automática, sin medir las consecuencias.
La pequeña lo miró espantada.
-¿Entonces nunca conocen a sus padres? ¡Eso es horrible!- Ginny se sintió indignada ante aquello y con su inocencia de ocho años, deseó poder ayudar a aquellas personas carentes de alma.
-Sí, es horrible. Pero eso es algo de lo que no tienes de que preocuparte- le sonrió cálidamente mientras la arropaba otra vez.- Porque al fin y al cabo solo es un mito, nada es verdad.- le mintió antes darle un beso en la frente y abandonar la habitación.
Si les intereso haganmelo saber :D
