Look at us
Through the lens of a camera
Does it remove
All of our pain?
1. CONTRADICCIÓN
9.15.
a.m
Y todavía no ha llegado. Su coche, no aparece. ¿Cómo se puede permitir no aparecer? Quiero decir, es el jefe. Es Michael. Michael nunca llega tarde. No es propio. En absoluto. Me hubiera informado de cualquier retraso, estoy convencido. Soy yo. Su hombre de confianza. Sabía que tenía esa reunión, pero, ¿algo así hacerle retrasar? Empiezo a inquietarme. Cada vez que eso ocurre tiendo a ir de un lado a otro. Cosa que, por cierto, desconcierta mucho a Jim. Pero la verdad es que me da lo mismo que lo haga, o que el resto de la oficina se sienta igual por mis costumbres. Son mías. Las quiero y no las cambio. El rumor de un coche puede escucharse a través de la ventana más cercana a mi mesa, a la que he vuelto por vez ¿décima? en los cinco minutos que llevo deliberando si considerar esta una situación de emergencia o no. Cuando voy a asomarme, mis ojos directamente no dan crédito a lo que están viendo. Podía estar todo el tiempo del mundo dedicándome a negar esta visión. Es ella…Jan…en su mismo coche. Los dos. No parece importarles demasiado la exposición pública que están haciendo. Porque, obviamente, es eso lo que más me preocupa. No es como si me asaltara repentinamente una furia enorme por saber que Michael ha estado con una mujer, no una mujer cualquiera, su supervisora, toda la noche. No.
Claro que no. Qué tonterías son esas. Pero lo cierto es que cuando lo veo entrar, comportándose con tal disimulo delante de todos, me parece el hecho más patético – bueno, mejor será rectificar y decir uno de los tantos – que he tenido que presenciar.
-Buenos días, Michael – Una desconcertada Pam lo saluda desde su mesa de recepción mientras las miradas huidizas y las respuestas algo escasas de éste intentan esquivar lo que todo el mundo está comentando entre risitas.
Cierra la puerta con más contundencia de la habitual, como si estuviera deseando meterse en su pequeña casita a cuestas, tras lanzarme una mirada de reojo.
Sin pensarlo, mis pies toman vida propia y me hacen levantar hasta que estoy frente a su puerta.
Michael Scott. Eso reza en la placa que tengo ahora mismo delante de mí, la única a la que puedo atreverme a mirar directamente. Bueno, a la placa y al café humeante que está ahora mismo a un lado esperando ser bebido. Hay que sacarle rentabilidad a la cafetera y yo no escatimo en absoluto con eso. Todo sea por intentar no pensar demasiado ni en lo que ha sucedido, ni en cómo ha sucedido. Porque no tuvo más importancia. Fue un beso. Simple y llanamente, un beso. Puede resultar algo bastante vacío si se mira con la suficiente frialdad. Además, que estábamos como dos jodidas cubas, las aspirinas que me he tomado esta mañana antes de llegar son perfectos testigos de ello.
Pero, entonces, entonces…¿qué cojones hago comportándome como un perfecto gilipollas si lo de Jan no fue realmente…nada? ¿Estaba esperando que volviera a llamar, para volver a vernos o…algo así? Oh, no, ¿pero qué…? Joder, es Jan. No es posible que yo me esté planteando esto con Jan. No es…no sé, no es serio. Ni serio, ni profesional tampoco. Por parte de los dos. Eso es. Tengo que centrarme única y exclusivamente en esto, no en que me resulte una mujer madura altamente atractiva…
Suena la puerta y es Dwight. Lo sé porque puedo escuchar perfectamente sus pasos impacientes hacia un lado y otro.
-Ahora no.
-Michael…
-Dwight, te he dicho que ahora no, ¿de acuerdo? Joder, márchate.
Pero como suele ser costumbre no me hace caso y no ha tardado en abrir la puerta para cerrarla de un portazo.
- Te he dicho que…
- Déjame hablar
- Vale
- Te has acostado con ella, ¿verdad? – Continúa hablando, con esa mirada suya llena de traición a una gran relación como él suele considerar la nuestra.
Ahora el que se ha quedado sin respuesta soy yo. Tengo dos opciones aquí demasiado obvias, puedo optar por la más sincera o la más hipócrita.
Qué demonios.
Eso tampoco debería importarte demasiado. Es un asunto personal y lo sabes.
¡Claro que me importa! Me importa, Michael, porque como…
DIOS – Le corto tajante – Ahórratelo, ¿quieres?
Hay una pausa y él me está mirando a través de sus gafas con esos ojillos de persona herida que intentan persuadirme para que sea sincero, pero…no voy a serlo.
Y sí, anoche pasaron…pasaron cosas.
Cosas…
Aja. Eso he dicho. Cosas que sólo sabemos Jan y yo.
Comprendo.
¿Bien? ¿Eso responde a tu pregunta?
Sí – Titubea por un instante, juega a enredar sus dedos y su mirada parece haberse oscurecido ligeramente – Bien, bien…lo hace. Claro. Sí. Pero Michael – se interrumpe – si fuera más allá tendríais que…
Largo.
Sólo quería advertirte de…
¡DWIGHT!
Vale…
Bien. Ya ha cerrado la puerta y puedo respirar tranquilo. Aunque desde aquí pueda pillarle mirando hacia mi despacho de vez en cuando mientras se ajusta las gafas con nerviosismo, o a Jim y a Pam comentando en la mesa de recepción mientras ríen por un motivo que sólo ellos entienden. Como siempre. Es entonces cuando no lo aguanto más, me levanto y corro la persianilla del cristal de tal modo que sólo yo pueda estar ahí dentro. Y suena el teléfono. Y es Jan. E intento hablar con ella sobre lo sucedido pero lo único que consigo es que me mande a freír puñetas. Bien empezamos el día, que transcurre exactamente igual. Mientras quiero olvidarme del asunto intentando hacer que trabajo, me doy cuenta de que ya son prácticamente las cinco y veinte de la tarde. Todo el mundo se ha marchado.
Excepto Dwight. Cómo no. Él todavía está recogiendo sus cosas con mucha parsimonia.
-¿No deberías haberte ido hace veinte minutos?
- Sí – Contesta – Lo sé. Pero pensé que querrías compañía.
- ¿Compañía? Vamos, anda, vete a casa. Nos vemos mañana.
- Te he escuchado hablar. Con ella, Michael. Con Jan. Sé que hablabas con ella.
- Y, ¿cómo sabías tú eso, eh? - Y no puedo evitar medio sonreír, porque el muy cabrón me conoce demasiado bien.
- Bueno, sólo quieres privacidad cuando estás tratando esta serie de cosas y…luego…sonó el teléfono en tu despacho.
Vale. Me ha pillado. No es la primera vez que lo hace. De acuerdo. Bandera blanca.
¿Pizza? – Digo, mientras alzo las llaves de mi coche al aire, insinuando mi invitación.
Viene hacia mí. Sonríe y me hace chocar los cinco.
Lo que digas, jefe.
Y es increíble, pero me hace reír. Porque muchas veces las cosas que más necesitas, sencillamente, son aquellas que llenan tu día a día. O te lo alegran, inconscientemente, pero lo hacen.
Y eso, Dwight, lo había conseguido, como siempre, diciendo la mayor idiotez del mundo.
2. TACTO
El pie ya no dolía tanto. En absoluto. De hecho, casi podía andar sin necesidad de esas estúpidas muletas. Pero ahora quien había empeorado era la persona a la que estaban llevando para la sala en la que le iba a ser practicado un TAG en silla de ruedas. Primero quiso negarse – suficiente tenía con su carbonizado y milagrosamente recuperado pie – a hacerle algún tipo de compañía. Porque era…bueno, Dwight. Y quizás por eso acabó cediendo ante sus caritas de pena y sus constantes "Oh", llenos de decepción hacia su persona.
-Vale, vale...
Dijo a la puerta recientemente cerrada en sus narices y a un Jim que se quedó en segundo plano. Entró a base de breves cojeos que hacían que el suelo chirriara mucho. Debía tener miedo y una vez más le abrumada su capacidad de reconocer su presencia a kilómetros al verle extender la mano.
Suspiró.
Y el lo que duró el breve momento de paz, apoyó la suya por encima de su tobillo derecho. No tenía necesidad de hacerlo, o quizá sí. También había sido su mal día.
Vas a estar bien.
