Capítulo 1.- Primer día
Los dorados rayos del sol ya asomaban por su ventana resplandeciendo en su rostro. Con calma, se quitaba el cabello de la cara, dándole la bienvenida a la nueva mañana, abriendo los ojos poco a poco quitándose la pesadez.
''Primer día de clases, ¿eh?... Fantástico…'' pensaba sarcástica pero despreocupada mientras tallaba sus ojos y se sentaba a la orilla de la cama. Se desnudó casi semidormida, se envolvió en una toalla y entró al baño. Mientras esperaba a que saliera el agua caliente activó el reproductor de música de su celular.
Sonaba ''Creep'' de Radiohead cuando por fin dejó que el agua tibia cayera sobre sus blancos hombros. Estaba inundada en sus pensamientos adolescentes cuando escuchó que había llegado un mensaje de texto a su celular. Sin importarle mojar los botones del aparato, sacó la mano de la ducha y tomó el celular para abrir el mensaje y poder leerlo.
''Pasaré por ti en 20 minutos, te preparé un emparedado (: ''
-De acuerdo, ¡gracias Pheebs!- decía la rubia en voz alta mientras dejaba el celular y terminaba de enjuagarse el jabón de todo el cuerpo.
Vestía unos jeans muy sencillos en color azul marino, una blusa negra ajustada, de mangas largas y cuello en 'V' y unos converse blancos. Su rubio y lacio cabello llegaba hasta media espalda, lo ajustó en una coleta alta, se colgó su bolso en la espalda, tomó su abrigo y salió por fin de su casa. Phoebe ya estaba afuera con una sonrisa de oreja a oreja.
-¡Helga!- la saludaba entusiasmada su amiga -¿acaso no estás emocionada?
-¿Debería estarlo?- preguntaba la rubia sin inmutarse ante la euforia de Phoebe
-¡Sí, Helga! Un nuevo año comienza y sin duda el más importante de toda la preparatoria. Nos impartirán materias optativas y habrá chicos de intercambio y…
-¿Materias optativas?- interrumpió incrédula la rubia
-Sí, ya sabes, materias que están enfocadas en un ámbito en especial para que los alumnos puedan integrarse a las áreas profesionales y así descubrir aptitudes que nos faciliten la elección de una carrera para la universidad- respondió la oriental con una sonrisa soñadora
-Vaya Phoebe, eso suena…interesante.
-Helga, ¡este año es crucial para nuestra vida!
-Pheebs, por favor no exageres…
-No exagero, Helga. Este año será un parte aguas en nuestra vida profesional.
-Phoebe, todos sabemos que muy probablemente seas una neurocirujana exitosa que logre hacer el primer transplante de cerebro- La pelinegra no pudo contener una carcajada ante el comentario de Helga
-¡Ay vamos! Sé que por lo menos compartes un poco de mi emoción
-Yo no estaría tan segura…
Las chicas subían al autobús, encontrándose con sus amigos de siempre.
-Hey Helga, qué bien te ves…- coqueteaba Harold con la rubia. Realmente Helga ahora era una chica muy atractiva. Los años adolescentes le habían caído de maravilla, a ella y a todas las chicas que antiguamente asistían a P.S. 118. Pero en Helga en especial había un cambio magnífico, un cambio que todos notaban y que a varios atraía.
-Aah, no molestes niño rosa- contestaba la joven con su esencia de siempre, pero con más simpatía que antes. Todos platicaban de sus vacaciones, las cosas que habían hecho, los lugares que habían visitado y las personas que habían conocido.
-Helga, qué bueno verte. Estoy segura de que no te vi en todo el verano- se aproximó una chica pelirroja de lindas pecas a saludar a sus amigas.
-Hola Lila, también me da gusto verte- la rubia se ponía sus audífonos y buscaba canciones en el reproductor sin mucha preocupación.
-Escuché que habrá chicos de intercambio…-dijo la pelirroja sonriendo con coquetería mientras se peinaba un mechón de su cabello
-Lo sé- se escuchó una voz detrás de las chicas captando su atención –ya era hora, porque estaba cansada de ver siempre la cara de estos perdedores.
-Y dime Rhonda, ¿vas a soportar a todos esos buitres encima de ti?
-¿Bromeas? Será lo mejor que pueda pasar este año, Helga- presumía la pelinegra mientras se maquillaba sus mejillas -Chicos de intercambio y materias optativas, ¿sabes lo que eso significa?
-En realidad no, princesa…
-Que compartiremos clases con ellos. Será fabuloso, toda una oportunidad.
Helga se limitó a rodar los ojos sin poder evitar soltar una risa irónica. Se mostraba impávida a los comentarios de su amiga. Después de tantos años de convivencia los chicos ya se conocían entre sí, y Rhonda, a pesar de ser una completa perra, tenía su encanto.
El autobús hizo su predeterminada parada en la preparatoria y todos los chicos bajaron. Los que ya estaban ahí saludaban a los que habían llegado, entre risas y abrazos tal vez por el mucho tiempo que duraron sin verse.
Las chicas caminaron directamente a sus antiguos casilleros. Helga abrió rápidamente el suyo para guardar su bolso y llevar consigo sólo una libreta rosa, su bolígrafo morado y su celular.
-¡Hey, chicas!- Las saludaba un joven moreno que doblaba el pasillo.
-¿Qué hay cabeza de cepillo?- saludaba Helga al chico mientras aseguraba su casillero nuevamente revolviendo los números de la combinación de su candado. Phoebe por su lado se mostraba torpe, cayéndosele una libreta y varias plumas al suelo… ¡Dios santo! Qué nerviosa la ponía aquel joven, con ese inconfundible suéter rojo con el número 33… por todos los cielos, era su imaginación o el chico había aumentado un poco su masa muscular…
-Phoebe, cierra la boca o voy a tener que traerte un plato para la baba que derramas- le dijo al oído rápidamente a su amiga mientras Gerald se agachaba para levantar las pertenencias de la nerviosa chica.
-Adivinen quién tiene clase con ustedes dos…
-Ok, no me digas… yo lo sé… - se burlaba un poco la rubia apretando los ojos simulando hacer un esfuerzo por adivinar
-No te esfuerces Pataki, soy yo- decía el moreno regresándole a Helga el sarcasmo
-Pero por supuesto, ¿cómo no se me ocurrió?
El chico se ofreció a cargar las cosas de sus amigas mientras caminaban los tres al salón de clases asignado para la primera hora. Como era de esperarse, Phoebe tomó un pupitre delantero casi enfrente del escritorio del profesor, detrás de ella Helga tomó asiento cómodamente sentándose sobre su pierna, casi al mismo tiempo sacó una goma de mascar de su bolsillo para llevársela a la boca. Gerald buscó asiento tan sólo un poco más atrás de las niñas. Al pasó de 5 minutos ya casi todos los alumnos habían entrado a ocupar su lugar.
Un hombre muy apuesto de unos 37 años entró al salón con una laptop bajo el brazo y una taza de café. Dejó todo en el escritorio mientras se sacaba el abrigo y lo colocaba sobre la silla, hizo un ademán como contando a los alumnos y divisando las sillas vacías.
-Bien, parece que están casi todos- diciendo esto se aproximó hasta la puerta del salón para cerrarla por fin cuando se topó con un chico que venía aprisa casi patinando para evitar quedarse fuera de clase.
-Buenos días Sr. Lawrence, disculpe la tardanza- se eximía el joven cuando por poco le aplastan la nariz con la puerta.
-Señor Shortman, me sorprende que sea usted quien se tome más de 5 minutos para llegar a mi clase- se aventuraba el profesor mirando su reloj y lanzándole una mirada acusadora al rubio, quien estaba en la puerta apenado esperando que le fuera permitida la entrada.
-Lo sé Sr. Lawrence, es la primera y la última vez- se excusó Arnold por segunda ocasión rogando que su profesor no decidiera finalmente dejarlo afuera durante dos horas que duraba la clase.
-Eso espero Señor Shortman- dicho esto jaló la puerta hacia consigo para permitirle el paso a su discípulo, quien sin titubeos entró tomando lugar en un escritorio frente a Gerald.
-Buenos días jóvenes- inició el impecable caballero. –Si no me equivoco a más de uno le di clase el año pasado. Pero para los que no me conocen, mi nombre es Hans Lawrence y estaremos juntos en la clase de ciencias.
Mientras hablaba, el profesor escribía en la pizarra su nombre completo y los horarios en los que se vería con el grupo durante la semana.
-Como ya saben- continuó –para mi clase es esencial presentar en parejas un proyecto al finalizar el ciclo- Al unísono se escuchó un quejido de disgusto de varios asistentes.
-Supongo que sus lamentos significan que prefieren que yo asigne a sus compañeros de proyecto- decía burlón el hombre mientras sacaba una lista provisional con el nombre de cada uno de los alumnos.
-Vaya, esto no podría ser peor- susurraba Helga pensando que si el profesor hacía la elección de binas sería muy poco probable que a Phoebe y a ella les tocara juntas. Demonios, no podía darse el lujo de realizar un mal proyecto para ese año siendo que en la feria de ciencias pasada había hecho el ridículo junto con Eugene al hacer estallar el laboratorio con una lámpara de lava, lo que casi le cuesta el verano.
-Veamos… Srita. Heyerdahl… trabajará con el Sr. Shortman- al oír esto Helga tan sólo echó para atrás su cabeza recostándola en el respaldo y llevándose una mano al rostro
-Es el final, adiós verano…
-Helga no te preocupes- volteó Phoebe para darle ánimos a su amiga –sé que harás un gran proyecto de ciencias
-Sí Phoebe, lo único que necesito es que el mismo Einstein salga de su tumba, venga hasta acá y me ayude a hacerlo- Arnold no pudo evitar soltar una risa ante el comentario de la rubia
-¿Qué es tan gracioso?- Helga se incorporó de su asiento y giró su cuerpo hacia Arnold quien estaba sentado justo a su lado. El rubio ya no se intimidaba ante las miradas amenazantes de la chica, hace mucho que había dejado de hacerlo. Pero desde luego también era porque Helga en realidad ya no pretendía ser una amenaza, no porque la chica ya no fuera ruda, ¡eso nunca! La rudeza era algo que la caracterizaba, sin embargo eso se había vuelto bastante atractivo para muchos, incluso para Arnold.
Helga le dirigió una firme mirada al chico el cual parecía no inmutarse ante tal acto, aunque la realidad era que al rubio lo hacían temblar esos zafiros... ¿Qué tenía esa chica? ¿En qué se había convertido? Desde años atrás, a Arnold ya no le era indiferente aquella joven aparentemente siempre protegida por una fuerte coraza que no dejaba ver ni un atisbo de sus sentimientos. Helga era ruda, claro. Era fuerte, era audaz. Se había convertido en una mujer maravillosamente intrigante, que no dejaba que cualquiera se asomara a la profundidad de su espíritu. Pero después de todo, Arnold la conocía. Podía leer en sus ojos mucho de lo que la rubia guardaba en su interior, y podía ser así solamente porque ella se lo permitía. Ella en verdad se lo mostraba, su alma gritaba en silencio ''vamos cabeza de balón, descúbreme…''.
-Vamos Helga- intervino el moreno –agradece que Eugene no está en nuestra clase-
El comentario hizo recordar a los chicos la feria de ciencias de hace un año, lo que causó que los cuatro rieran conteniendo las carcajadas.
-Helga, jamás voy a olvidar tu cara- decía el rubio tapándose la boca para no hacer demasiado ruido al reír.
-No inventes, de verdad iba a matar a ese zopenco con mis propias manos…
-Ok… Gerald Martin Johanssen trabajará con Zack Miller- el profesor seguía asignando parejas y las escribía en una hoja para no olvidarlas.
-¿Zack Miller no fue el tercer lugar en la feria de ciencias de hace un año?- preguntaba Phoebe tratando de recordar…
-Vaya, creo que estamos de suerte Arnie- Gerald tocaba el hombro de su compañero mientras ambos se saboreaban una anticipada buena nota –Primer y Tercer lugar, no está nada mal-
-Srita. Pataki….- la atención de la rubia fue captada de inmediato, no quería preguntar por distracción quién era su compañero. Alistó su bolígrafo para anotar el nombre de la persona que le asignarían para el proyecto…
-Trabajará con Adrien Bélanger…
Helga ni siquiera supo cómo escribir el nombre, era extraño, jamás lo había escuchado.
-¿Bélanger?- preguntaba el moreno arqueando una ceja –¿eso no es… francés?
-Helga, debe ser de los chicos de intercambio...- atinaba Phoebe intentando buscar alguna cara que no se le hiciera familiar, que de hecho sólo eran unas tres.
-Creo que no tenemos el gusto de conocerlo Sr. Bélanger- decía el profesor al tampoco parecerle conocido aquel nombre.
Un chico bastante alto se puso de pie. Tez blanca, ojos de un verde muy claro, pelo lacio y castaño. Vestía unos jeans muy convencionales color tinto y un suéter negro del cual había subido las mangas casi hasta los codos.
-Buenos días Sr. Lawrence- dijo dirigiéndose al profesor para posteriormente atinar a hablarle a los demás alumnos –me da mucho gusto estar en esta clase.
Su acento no era desapercibido. Había que admitir que el chico tenía su encanto. Era increíblemente bien parecido, además de que inspiraba mucha simpatía. Todas las chicas de la clase lo miraban bobamente y no se hicieron esperar los cuchicheos entre ellas.
''Por Dios, ¡qué apuesto!''
''Maldita Helga…''
''Su acento es tan sexy…''
''Dicen que los franceses son los mejores besadores…''
El joven Adrien ya había ruborizado sus mejillas, podríamos pensar que tal vez estaba acostumbrado a ser protagonista de tantas miradas y piropos, pero probablemente en Francia todos son así de apuestos y no es digno de asombro.
-Evidentemente no conozco a mi compañera de proyecto, Sr. Lawrence-
-Tiene razón Bélanger- el profesor cargo su mirada hacia la rubia haciendo que Adrien lo hiciera en automático hacia la misma dirección -Srita. Pataki…-
Escuchar su nombre de nueva cuenta hizo que la rubia se incomodara un poco, ya que era obvio que el profesor haría que se pusiera de pie y se presentara con el nuevo chico.
-Dele la bienvenida a su compañero Adrien Bélanger- el Sr. Lawrence le hizo un ademán a la chica para que ésta se levantara del asiento –y por favor hágalo sentir como en casa.
Adrien miró a Helga con una coquetería que hizo sentir a más de una chica de la clase celos de la rubia.
-Bienvenido Adrien- saludó la chica de la manera más amable que le fue posible. El joven francés, que no estaba tan lejos de ella, le extendió la mano cortésmente a la rubia, quien lentamente y dudosa aceptó el saludo.
-Qué gusto para mí trabajar con usted, mademoiselle- al decir esto el joven se inclinó un poco a su vez que levantaba gentilmente la mano de la chica para posar un beso en ella como muy comúnmente se saludaba en Francia. El chico rosó casi invisiblemente con sus labios la piel de la joven. Arnold, que tenía justo enfrente de sus ojos las manos entrelazadas de los chicos, presenció aparentemente indiferente el suceso. No iba a engañarse, le hirvió la sangre.
Helga con su ojo periférico pudo darse cuenta de cómo el rubio la miraba, y ella sí pudo darse cuenta de su inquietud. Incómoda pero sin darlo a notar se soltó del agarre del francés para tomar su lugar nuevamente.
-Bueno, sigamos… Stinky Peterson trabajará con…-
Rhonda se giró de su asiento para poder ver a Helga casi cara a cara.
-Amiga, esto sí no lo puedo permitir…-
-¿De qué hablas, princesa?- preguntaba la rubia sin disimular la gracia que le causaba la actitud de su amiga
-¿Estás loca? No voy a permitir que me ganes al francés…- decía sonriente y descarada como si de un trofeo se tratase
-Tranquila Rhonda, el francesito es todo tuyo.
-No inventes, ¿me vas a decir que no te gustó?
-Ay Rhonda, claro que me gustó…
Las palabras de la rubia hicieron que Arnold, quien estaba sentado atrás de Rhonda escuchando todo, se malhumorara. ¡Qué va! Eso es poco. El rubio sintió una punzada en el pecho de rabia acompañada con náuseas. Sin embargo se mostró imperturbable. Nadie notó aquello, sólo ella. Pero claro, lo sabía. El rubio moría de celos.
-Pero no tengo cabeza para pensar en chicos por ahora- continuó la joven –sólo espero que este Bélanger sea un erudito en ciencias.
-Ay querida, ¿no te gustaría averiguar qué tan instruido está en otras ''áreas''?- Rhonda decía esto mordiendo la punta de su pluma. A Helga y a Phoebe parecía divertirles la plática ya que reían sutilmente para que el francés no pudiera darse cuenta que hablaban de él.
Todo el día transcurrió de manera normal. Una clase diferente cada dos horas, la cafetería llena de basquetbolistas y porristas meneándose, los pasillos inundados de carteles de convocatorias que invitaban a los alumnos a participar en distintas actividades que la escuela organizaba, otros anuncios pegados en las paredes invitaban a eventos sociales como obras de teatro, cine cultural y obras de caridad. Y claro, cómo olvidar el cartel de la gran fiesta de bienvenida.
Nadine pegaba el letrero en la puerta principal. El evento sería como de costumbre en el gimnasio de la preparatoria y Rhonda era la principal organizadora, ya que se sabía de antemano que si había alguien experta en oficiar excelentes fiestas y ser la mejor anfitriona no era nadie más que ella.
-El baile es en dos semanas chicos, tiempo suficiente para que preparen su atuendo más bello porque como han de esperarse, será un evento en donde se distinguirá mi elegancia…-
Aparte del gran cartel, Lila, Nadine y Sheena repartían volantes del mismo evento a todos los que se aproximaban.
-Y lo más importante- decía la pelinegra recordando que tenía un trabajo pendiente con cierto francés –asegúrense de tener una pareja para el baile, no querrán bailar solos esa noche…
La misma Rhonda tomó uno de los volantes cuando vio que Adrien estaba acercándose a leer el cartel.
-Tienes dos semanas para encontrar una pareja para el baile en esta inmunda escuela, Adrien, ¿te parece poco tiempo?
Helga se cruzó en la mirada del francés y por supuesto que no pasó desapercibida por él.
-No, es tiempo suficiente.
Los chicos conversaban en la parada de autobús cuando Adrien hizo una sigilosa aparición saludando a la rubia.
-Helga, ¿cierto?- dijo fingiendo haber olvidado el nombre de la joven
-Ajá… Y… francés, ¿no es así?- mencionó sarcástica, lo que provocó que Adrien riera, captando la atención de un rubio…
-Creo que sería buena idea que intercambiáramos teléfonos, ya sabes, por el proyecto…
-Claro, el proyecto…- repetía Helga sin evitar ser irónica.
Adrien sacó su teléfono y se lo dio a Helga para que ella pudiera teclear el número. Así lo hizo la rubia y se lo devolvió sin más. El autobús hizo su parada y todos los chicos empezaron a subir.
-Supongo que tú y tus amigos tomarán el autobús- dijo Adrien dejando pasar a la joven primero que él.
-Así es hermano, parece que la ciencia de lo obvio se te da muy bien- intervino Arnold. Adrien rió simpático, pero notando cierta hostilidad de parte del chico.
-Creo que tú y yo no nos conocemos…
-Soy Arnold- el rubio le extendió la mano al francés, quien se la dio sin dudar recibiendo de parte del joven un apretón de manos nada amistoso –bienvenido a Hillwood- dijo mirándolo fijamente y soltándolo con prontitud.
Helga presenció la escena y estaba a punto de echarse a reír pero se contuvo. Subió al autobús y el rubio se le adelantó al francés, subiendo justo después de la joven. Esa maniobra no tuvo mucho sentido ya que de cualquier forma la rubia y su amiga oriental se sentaron en un par de asientos que estaban juntos. Gerald se sentó junto al francés justo enfrente de las chicas y Arnold compartió asiento con Rhonda justo después.
-Y dime viejo- el moreno comenzó a sacarle charla a Adrien en señal de hospitalidad –¿cuánto tiempo llevas en Hillwood?
-A decir verdad, llegué ayer muy tarde. Sólo dormí unas horas y me levanté muy temprano para estar a tiempo en clase. No me he dado la oportunidad de conocer el vecindario.
-Excelente- seguía Phoebe –tenemos mucho que enseñarte, te va a gustar el lugar. ¿Dónde te estás quedando?
-Verás, pude encontrar una casa de huéspedes demasiado acogedora y pintoresca, creo que es perfecta para mi estancia aquí en Hillwood este año.
-Hay varias por aquí cerca… ¿En dónde está?- preguntó Gerald tratando de adivinar lo peor y echándole una mirada a su amigo…
-Sunset Arms, me parece que está a unas cuadras del teatro circular
-No puedo creerlo…- chilló Arnold. Casi nadie pudo oírlo, excepto Rhonda que iba a un lado de él.
-Arnold no te preocupes, la verdad no creo que sea batalla para ti…
-No sé de qué hablas, Rhonda…
-Ay vamos Arnold- la chica golpeó el hombro del rubio con sutileza –te estás muriendo de celos porque el exquisito francés no deja de ver a Helga
El joven intento permanecer sereno, y lo estaba logrando. No le dirigía miradas a su interlocutora, sólo miraba hacia el frente un tanto perdido
-¿Se me nota mucho?- atinó a decir por fin
-No…bueno, sólo un poco…- rió ella
Arnold rodó los ojos en señal de fastidio. Pero a quién quería engañar, quería propinarle una golpiza al francés en su siguiente coqueteo con la rubia. Su consuelo era que ella no le estaba dando ningún tipo de entrada al chico. No le daba entrada nunca a nadie, podría responder coqueteos, pero porque así era, irremediablemente hermosa y coqueta. Podría lanzar miradas seductoras, pero vamos… con esos ojos de ensueño, ¿quién no lo haría? Podría hacer muchas cosas, pero al final nadie lograba adentrarse más allá, nadie.
-Es cuestión de tiempo para que Adrien se fije en mí, Arnold. No te preocupes tanto- dijo Rhonda tan segura de sí misma sacando al rubio de sus pensamientos.
Arnold sacó su teléfono celular y mensajeó a Gerald:
''Me bajaré en tu casa. No quiero llegar con este pobre idiota a la casa de huéspedes.''
''Yo me bajaré con Phoebe en el centro comercial, la invité a comer''
Arnold miró al cielo una vez más, qué día tan nefasto para él. Un nuevo mensaje llegó a su celular:
''¿Por qué no invitas a Helga? Podríamos ir los cuatro''
Sin pensarlo mucho, Arnold abrió un nuevo mensaje y en el destinatario tecleó ese número que se sabía de memoria, no le pregunten por qué, sólo lo sabía:
''¿Harás algo más tarde?''
Helga mantuvo sus ojos cerrados casi todo el camino, de pronto la vibración de su celular la hizo regresar al mundo real. Vio el mensaje recibido con el nombre de él… siempre sentía que el corazón se le iba a salir, no importaba si sólo le preguntara cosas de la escuela, o si le enviara un mensaje para saber dónde estaba Gerald… el vuelco del corazón era inminente, bastaba con ver su nombre en la pantalla. Contestó el mensaje después de estirar sus brazos un poco:
''No sé… creo que no.''
En verdad Arnold creyó que contestaría más rápido ya que se percató cuando lo recibió, sin embargo a él no le importó mucho y contestó de inmediato:
''¿Quieres ir al cine…?''
Una boba sonrisa se dibujo en el rostro de ella, cuando se atrapó en el acto se reprochó, pero enseguida lo volvió a hacer, sonreía porque no podía hacer algo diferente...
''Sí Arnoldo, vamos al cine.''
Arnold se descubrió sonriendo, después giró su cabeza para saber si alguien había visto su cara de idiota.
-Oye Helga- Adrien le tocaba el hombro a la chica por lo que la hizo voltear -¿tienes algo qué hacer esta tarde? Me encantaría que me mostraras tus lugares favoritos del vecindario
Arnold no miró, sólo se mantuvo atento para poder escuchar.
-Lo siento Adrien, hoy tengo planes.
El rubio sonrió de nuevo, pero ahora sin importarle quién pudiera verlo.
Hola a todos! Ésta es mi primera historia después de haberme dado de alta en la página hace como 5 años, jajajja. Espero que les guste mucho, la estoy haciendo con mucho amor. Me llegó un momento de inspiración y pensé que sería pecado desaprovecharlo. Sepan que escribí desde las 3 de la mañana y son las 7:15am aquí en Guadalajara Jalisco, en México! Y me voy muy contenta y satisfecha a trabajar, jajaja. Un beso a quien sea que haya llegado hasta el final! Y muchísimas gracias por haber leído. Esperen la continuación. 3 Ale Mora.
