"EL PODER DEL AMOR"
Capitulo 1
"El Escape"
Era una tarde lluviosa, en la que un chico miraba por la ventana. Su rostro reflejaba una tristeza profunda; sus ojos grises, llenos de lágrimas y sus sentimientos encontrados.
Sirius Black, era un chico alto, delgado y con el cabello negro, pero se veía muy triste, y es que cuando estaba en el colegio con sus amigos, nada de esto se notaba, solo cuando estaba en casa era triste y desgraciado.
Nunca le había gustado su familia, ellos, creían que con sólo ser un "Black" tendrías todo lo que quisieras. Pero no era así, no era lo que Sirius quería.
Su mejor amigo, James Potter, siempre le veía triste el último día de clases y a raíz de eso le había dicho que su familia estaba dispuesta a aceptarlo, en caso de que Sirius decidiera huir de casa.
Justamente ese día Sirius cumplía 16 años, y nadie se había acordado de su cumpleaños. Siempre era así, siempre olvidaban su cumpleaños y algunas otras fechas importantes que tuvieran algo que ver con él.
De pronto una lechuza irrumpió en su habitación, le entregó el paquete y salió tan rápido como entró.
Sirius se sentó en la cama y comenzó a desenvolver el paquete, lo rasgaba como desesperado. Dentro encontró una carta y un espejo; abrió el sobre y leyó:
Canuto:
Espero que te la pases muy mal este día tan horrible (con esa familia que tienes, es probable).
Te envío un pequeño regalito.
Sirius miró el pequeño espejo, lo analizó y no encontró nada de raro en aquel objeto, más bien parecía un poco viejo.
Ese, mi querido amigo Canuto, es un espejo de doble sentido, yo tengo la pareja; siempre que quieras podrás hablar conmigo, sólo con decir mi nombre y yo apareceré en tu espejo y tú en el mío.
¡Feliz Cumpleaños!
P.D.: Va a ser muy útil para hacer travesuras...
Atte.: Cornamenta.
Antes de que pudiera ver mejor el obsequio de James. Otra lechuza entró zumbando por la ventana, chocó contra una pared y cayó al suelo con un ruido sordo.
Se estiró a recoger a la lechuza y le quitó el paquete que traía, parecía haber sido una carga muy grande para la pequeña lechuza que la traía.
Desgarró el papel y dentro había muchas golosinas, y también una nota.
Canuto amigo mío:
Disculpa que no te mande otro regalo, pero la situación es mi casa esta cada vez peor, todos están hartos de mi condición.
Tu amigo Lunático te desea un feliz cumpleaños.
Gracias a sus mejores amigos, Sirius se sentía mejor, pero se le hizo muy extraño que Peter no le enviara nada.
Justo cuando tomaba una de las golosinas de Remus, una mujer, irrumpió en la habitación. Entró como bólido, hablando para sí misma, Sirius yacía sentado en la cama a punto de comerse una golosina (así que tenía la boca abierta)
- ¡Deja eso!- le dijo la mujer y le arrebató el dulce que Sirius estaba por comerse, lo examinó y lo tiró por la ventana.
De pronto aquella mujer vio las cartas en la cama y fue directo a ellas.
- Déjalas madre, son mías.- gritó Sirius apretando las cartas en su mano.
- No me hables así jovencito- le dijo su madre en tono severo- ¿Son de esos amigos tuyos? Potter y Lupin ¿no es así?, Unos desadaptados, al igual que tu.
Su madre se refirió de sus amigos en un tono tan irónico que Sirius se enfadó tanto que saltó de la cama y se puso frente a su madre.
- Y... Si así fuera ¿qué?
- Te he dicho muchas veces que no te juntes con esos, que no te dejan nada bueno... deberías aprender de tu hermano... vamos Sirius, aún estas a tiempo de reformarte.
- NO, DÉJAME EN PAZ... ¿QUÉ NO ENTIENDES?, ¿QUÉ NO ENTIENDEN QUE ME... DAN ASCO?, NO LOS SOPORTO.
Sirius explotó en contra de su madre, tenía que sacar todo el resentimiento que guardaba desde hacia un tiempo.
Pero para su desgracia, su padre escuchó todo e irrumpió en la alcoba.
- ¿Qué has dicho?- dijo su padre colorado hasta las orejas.
- Lo que oíste, que me dan asco...
Paff, una bofetada interrumpió a Sirius, su padre lo había golpeado.
- Si no te gusta, puedes marcharte en este momento.- dijo su padre evidentemente enfadado
- ESPERABA QUE ME LO DIJERAS DESDE HACE TIEMPO, YA ESTOY HARTO DE ESTA FAMILIA DE...
Pero otra bofetada lo interrumpió, ésta vez de su madre; ella estaba que echaba humo por las orejas de tanto enfado.
Esta vez Sirius se sobó la mejilla y un par de lágrimas brotaron de sus hermosos ojos grises, pero no eran de tristeza, sus ojos centelleaban de rabia, de impotencia y lo único que le quedó fue quedarse ahí parado mientras sus padres lo fulminaban con la mirada.
- Espero que hayas aprendido la lección, jovencito- dijo su padre fuerte y claro.
- Si, padre- respondió Sirius con un nudo en la garganta del coraje.
Sus padres salieron de la habitación; Sirius no sabía como reprimir su rabia y su coraje.
Abrió de golpe su baúl y comenzó a meter todas sus cosas del colegio, las aventaba sin siquiera acomodarlas mientras decía:
- Si quieren que me vaya, eso haré.
