Este fic participa en el reto 4#Trece para uno y uno para trece, segundo reto del mes de Enero del foro El Poney Pisador.
Disclaimer: todos los personajes son obra de J.R.R Tolkien.
N/A: mi primer fic sobre el "Hobbit" por eso se notara que impregné de nostalgia esta viñeta.
Su memoria sigue intacta, así como aquellos ayeres que suelen convertirse en vívidos recuerdos que provocan que las arrugas que surcan su rostro, enmarquen una sonrisa de añoranza. Sus cabellos se han vuelto blancos como la pureza de la nieve que cae junto a la barba trenzada sobre su pecho, recordando a una cascada con sus aguas blanquecinas.
Su cuerpo ya no es el mismo, puesto que la crudeza del tiempo ha hecho de las suyas. Había perdido la agilidad de antaño y la fuerza de sus años de gran resplandor. Sus dedos recordaban los nudos de los troncos, pero aún conservaban cierta movilidad para pasarse por la textura lisa e imponente de su vieja hacha, aquella compañera de viejas aventuras que le recordaban a Thorin y a la Compañía.
¡Ah! Cosa curiosa que es la vida al acarrear consigo tantos recuerdos, desdichas que la muerte arrastra tras la guerra y cosas buenas como un hobbit siendo un buen amigo o una mermelada de frambuesa y una tarta de manzana en una estadía en la Comarca. Bifur no puede menos que cerrar sus ojos e imaginar el sabor de la alegría que traía a sus espaldas el peso del desafío que implicaba recuperar la antigua gloria que surgía entre oro y tesoros. Aquel día en que todo inició jamás desaparecería de su mente. La casa acogedora de Bilbo Bolsón; las jugosas uvas y las copas de vino. Sentía el aroma de la carne recién preparada y degustaba en su boca el exquisito sabor de los quesos añejos.
Veía ante él a Thorin Escudo de Roble, tan imponente con ese halo de grandeza que lo rodeaba a aquel enano tan imperfecto como especial; Bombur le sonreía con esa prominente barriga que lo caracterizaba. Recordó cuando tocó el clarinete junto a su primo Bofur y las risas que repartían aquellos hermanos llenos de alegrías, pero su rostro se ensombreció de pesar al saber que Fíli y Kíli ya no estarían ahí disfrutando sus últimos años en la sabiduría de la vejez. Pensó en Dorin y sus conocimientos en las plantas medicinales; recordó a Balín charlando con Bilbo mientras Dawlin observaba todo su alrededor con serenidad.
Bifur los tenía presentes a todos y cada uno de la compañía, a veces hasta soñaba con aquellas aventuras donde eran guiados por Gandalf el Gris y luchaban contra huargos que les doblaban en altura, pero ello no era un impedimento para sacar a relucir su valía y fuerza; los orcos habían sido otros de sus enemigos, esas bestias espantosas que no dudaban en atravesarte con sus espadas, puesto que para ellos matar era su razón de ser. Deseó recorrer una última vez los inhóspitos rincones de la Tierra Media, ¿Nori y Ori aceptarían hacer un último viaje? ¿Acaso los hermanos Glóin y Óin tendría el mismo sueño?
¡Ah! Todo lo que daría Bifur por realizar otra expedición, sin embargo, la aventura de los mundos del más allá lo llamaba con los brazos abiertos. Tras un largo suspiro impregnado de la felicidad de una vida bien aprovechada, su alma se desprendió de su cuerpo mortal y murió, donde Thorin, Kíli y Fíli lo recibirían con los brazos abiertos, ahí donde las almas nobles reposan por toda la eternidad.
