Nota del Autor: Siempre he sido partidaria de los Nevermet Shippings (aquellos donde los personajes nunca se han visto), y éste fanfic tendrá una temática de BraveLeaf Shipping (Rey de la Pirámide Brandon y la entrenadora Leaf). En ésta ocasión decidí juntar a estos dos porque son mis personajes favoritos de la Tercera Generación de pokémon (comprendida por Ruby, Sapphire, Emerald, Fire Red y Leaf Green). Para propósitos de la historia he decidido que Leaf sea mayor de edad. Espero que el fanfic sea de su agrado, y de antemano, muchas gracias por leer :)
La vida en el Battle Frontier era rutinaria. Todas las mañanas despertaba temprano, hacía caminatas por los siete pisos de la Pirámide Batalla, esperaba en la cima, luchaba contra entrenadores, bajaba, volvía a casa, dormía y repetía el ciclo. Todo apuntaba a que esa rutina nunca cambiaría. Y francamente, eso le hacía feliz.
Sus compañeros tenían sus propios puntos de vista. La pequeña Anabel se quejaba de nunca tener una batalla interesante, pero todos sabían que en el fondo amaba poner a prueba a sus pokémon con quién sea. Noland estaba feliz -adoraba su título de Frontier Brain y las sorpresas que había en la Fábrica de Batalla. Greta era optimista, el Dojo de Batalla le daba la oportunidad de luchar contra toda clase de pokémon y no pedía más. Tucker no estaba tan interesado en las batallas pokémon, lo más importante para él era el estatus de celebridad que tenía y las cartas y regalos de admiradoras que le llegaban por montones todos los días. Lucy no decía nada, pero si de verdad quisiera irse, ya lo hubiera hecho. Spenser decía que no importara donde estuviera, si sus pokémon estaban con él, cualquier lugar era su hogar.
Pero, ¿y él? Después de dedicar muchos años a viajar por muchos lugares y vivir experiencias de todo tipo, un lugar donde pudiera estar tranquilo le parecía bien. Las batallas pokémon eran sencillas, y no le importaba mucho tener que destrozar equipos enteros con sus pokémon favoritos: Registeel, Regice y Regirock. Llegó a pensar, incluso, que su vida era monótonamente idílica.
Al menos esa mañana las cosas iban a cambiar.
Los pasillos del laberinto de la Pirámide de Batalla eran oscuros, como todos los días, y su linterna alumbraba bien, como siempre. Iba pensando en alguna canción que debió escuchar alguna vez. No esperaba nada en particular, y lo que encontraría nada tenía de particular.
La luz de su linterna alumbró un cuerpo en el suelo. Era una chica. Se acercó cautelosamente, y mientras lo hacía, le costó admitirse a sí mismo que, por primera vez en años, tenía miedo. Observó signos vitales: ella seguía con vida. Iluminó a su alrededor por si había alguien más, pero sólo encontró la mochila de Expedición de Pirámide de Batalla, la cual estaba vacía. Levantó la mochila, y se la colgó en el hombro. Luego se acercó a la joven, y comenzó a dudar en lo que haría ahora. Cuando se decidió, cargó a la muchacha con mucho cuidado, le costó trabajo porque quería evitar lastimarla o despertarla y porque además, estaba sumamente preocupado por encontrarla en semejante estado.
Por suerte para él, nada se interpuso en su camino de vuelta a la recepción. Intentó dar un vistazo al rostro de la chica, y se sintió estúpido porque apenas y podía ver por dónde iba caminando. La joven era liviana, pero sintió que el peso de la responsabilidad por haberla encontrado era mucho.
Cuando supo que estaba cerca de la recepción, aceleró el paso. La inmensa puerta que dividía el laberinto de la recepción era demasiado pesada como para intentar abrirla sin soltar a la chica. Pateó la puerta con mucha fuerza, hasta que escuchó que alguien estaba intentando abrirla. El senderista que tenía como empleado se sorprendió al verlo cargando a la inconsciente joven. Pasó por la sorpresa, el miedo y la duda en cosa de segundos, segundos en los cuales Brandon salía del laberinto con ella en sus brazos.
-¿Alguna idea de quién sea? –preguntó el Frontier Brain, mirando a su empleado
-Muchas personas vienen al día. Incluso si hubiera conversado con ella no podría recordarla
-Sus cosas deben seguir por aquí, ¿dónde guardas las mochilas de los entrenadores? –Pausó un momento y sacudió su cabeza –Búscala, por favor. La llevaré a la enfermería ahora mismo
-Como diga. Si recuerdo algo más, correré a avisarle
Brandon asintió. Mientras se alejaba, una débil imagen se aclaraba en la mente del montañero. Pareció recordar a la chica por cosa de segundos, pero el recuerdo no era muy claro. El corpulento hombre se dirigió a la bodega: si buscaba las pertenencias de la misteriosa entrenadora, tal vez podría recordar algo más.
Corrió, apresurado, por toda la isla. La gente se detenía y se le quedaba mirando, más por el hecho de que llevaba cargando a una malherida chica. Algunos murmuraron, creando sus hipótesis de lo que había ocurrido al momento, pero no él no iba a detenerse a explicar qué cosa había pasado. Se sintió aliviado al ver a unos cuantos metros los alojamientos para entrenadores. Eso significaba que la enfermería estaba cerca.
Después de varios minutos de mortificación, el médico le había dicho que, a pesar de los arañazos, moretones y el golpe en su cabeza, la chica estaría bien, y que en poco tiempo estaría andando con normalidad.
-Normal… exactamente, ¿qué es normal para ella? –se preguntó, después de ver al médico marcharse
El Rey de la Pirámide se quedó de pie frente a la camilla donde ella estaba. La observó cuidadosamente, como si se tratara de un pokémon raro. ¿Se trataba de alguien de Hoenn o de un turista de una región lejana?, ¿Qué le habrá pasado allá adentro y por qué nadie reportó su desaparición? Se acercó a la ventana y miró hacia la lejanía por un buen rato. Varios pokémon voladores revoloteaban, jugaban y cantaban; el sol tocaba con ternura todo lo que podía y el viento bailaba entre las hojas de los árboles y flores. Todo era normal afuera, pero ahí, en esa habitación de la enfermería, todo le pareció lejano e inusual. Tenía tantas preguntas para hacerle en cuanto despertara y, mientras enlistaba sus dudas por orden de importancia, escuchó el leve sonido de sábanas moviéndose. La chica había despertado, y estaba intentando sentarse.
Ella se mantuvo perpleja y quieta, mirándolo. Brandon sabía que a simple vista parecía ser severo, y ofreció una leve sonrisa a la chica. No parecía calmarse o agitarse, así que pensó que de algo le había servido sonreír.
-¿Dónde estoy? –preguntó la joven, finalmente, pero con una débil voz
-Estás en la enfermería del Battle Frontier –le respondió en seguida; la chica parecía más confundida
-¿Quién eres tú?
-Brandon
-Ahh…
Se quedaron callados. Brandon apartó su vista de ella, ésta vez observando el azulejo del piso, y ella miró las sábanas, como si pensara profundamente en algo.
-¿Tú quien eres? –preguntó a la joven después de un rato en silencio
-Yo… -se quedó callada otra vez; sintió la mirada de aquél hombre sobre ella y se puso algo nerviosa –No sé…
¿Escuchó bien la respuesta? "No sé". No podía ser posible que hubiera olvidado algo tan básico. Pero era verdad.
Pudo ver lo confundida que ella se encontraba. Y más allá de confusión, pudo ver que ella tenía miedo. Temblaba mucho, y él no supo qué hacer para calmarle. La chica comenzó a apretar las sábanas entre sus manos, intentando calmarse, pero incluso así, se perturbaba aún más.
-Espera aquí un momento, iré por el médico
Tras examinarla otra vez, el médico emitió su juicio. "Amnesia retrógrada" fue su diagnóstico. Y para hacer peor su situación, ya que estaba consciente era momento de que se marchara y desocupara una camilla que alguien más podría necesitar después.
-¿A dónde se supone que iré? –preguntó alterada, con lágrimas en sus ojos
-Me encantaría ayudarte –respondió el médico –Pero si quieres recuperar tus memorias lo más pronto posible, tal vez necesites de un especialista. Y hasta eso no es muy probable que recuerdes todo. No lo sé, sólo soy un médico general –fue lo que dijo, de mala gana, antes de dejar la habitación
¿Qué clase de respuesta era esa, y más viniendo de un galeno? La chica se desplomó frente al Frontier Brain, entre lágrimas y sollozos. No lo había pensado hasta ese momento, pero ella estaba completamente sola en un lugar que ni siquiera conocía. No sabía quién era, de dónde venía, a quién acudir. Brandon no podía ponerse en el lugar de la desconocida para analizar su situación, después de todo, y más en ese momento ¿qué había que analizar? Lo que le pasó fue un desafortunado accidente bajo circunstancias misteriosas. No supo en qué momento fue que ella tomó su mano izquierda, apretándola con fuerza entre las suyas, en una súplica desesperada.
-Ayúdame… –le dijo entre sollozos –Por favor…
¿Fue lástima?, ¿Le dolió ver a una desconocida en tal situación? No lo sabía a ciencia cierta. Además, ponerse a analizar algo así sería una falta de respeto gravísima. Aún con las manos de la joven entre las suyas, le ayudó a levantarse.
-No llores… -le pidió –Intentaré ayudarte en lo que pueda, así que, por favor, no llores más
-¿Cómo me pide eso? –preguntó, increpante
Se quedó quieto, porque ella tenía razón.
-Entonces llora todo lo que quieras, pero eso no va a ayudarnos a saber quién eres
La miró temblar y sollozar, intentando calmarse inútilmente. Lo único que se le ocurrió hacer fue soltarse de las manos y acercarla en un abrazo. Sin oponer resistencia, la chica le correspondió, devolviéndole un abrazo más fuerte, en el cuál él podía sentir que era su forma de suplicarle que no la dejara sola.
Su tranquilo día había iniciado bien. Ahora mismo se había metido en un gran lío.
