¿?
Discutían.
Discutían tanto.
Encerrados en un círculo de negación continua, que se agrandaba con cada retruque, cada vuelta de tuerca, cada argumento respondido, aun cuando este careciera de lógica alguna. Callarse la boca y perder… o atreverse a abrirla llevarse cada vez más al límite.
Cuanto discutían.
Quizás como nunca antes lo habían hecho dos almas en toda la historia. Cada palabra… cada gesto… y las intenciones de ambos estaban más que claras. Detrás de cada respuesta se encontraba la firme intención de lastimar al otro. Esto iba más allá de probar un punto, o de sobre-ponerse al otro. Al menos había dejado de tratarse de eso hacía… ¿Cuánto?
¿Una hora? ¿Dos tal vez? Nadie podría decirlo a ciencia cierta, ni siquiera ellos. Y es que tan encerrados estaban en su perorata que incluso hasta podría pasarles por encima un camión, y ellos no se darían cuenta.
Si tan solo estuvieran más atentos…
Gracioso (o triste, mejor dicho) es aclarar que, llegado a este punto, quizás ninguno de los dos recordaba con exactitud el inicio de la discusión. ¿Una competencia que salió mal? ¿Un comentario desafortunado?
¿Celos, tal vez?
No importaba. Lo que si estaba claro es que ninguno daría el brazo a torcer. Y la cosa iba empeorando cada vez más. Se veía en sus movimientos. Se lo escuchaba en sus voces. Se sentía en el ambiente. Una interferencia sería necesaria, o de lo contrario…
Era de noche, aunque a ellos no les importara. Sus sombras los seguían, aunque daba la sensación de que lo hacían un poco más alejadas de lo que comúnmente solían estar. ¿Tendrían miedo ellas también? ¿Inluso más que sus dueños, ante la posibilidad de que la situación se les fuera de las manos? La sinceridad de la luz de la luna las revelaba como de verdad eran. Meramente un reflejo físico, más no uno espiritual. Eran la viva imagen del alma, representándose por las noches, cuando el sol no podía quemarlas y la frescura de la luna las apaciguaba… ¿O no es así? ¿Será por eso que es por las noches cuando nuestros sentimientos más profundos tienden a aflorar? A revelarse contra las ataduras terrenales que impone la mente y su amor por lo paradigmático… ¿Será por eso, que es más fácil llorar de noche?
Quien no proyecta sombra, no tiene alma…
Si la Luna tuviera brazos, lo más seguro es que se estaría tapando los oídos. Considerando, claro, que también los tuviera. Y no solo porque aquella discusión no la ser, sino también porque le partía el alma. Incluso podía escuchar a las estrellas llorar, esparciendo sus lágrimas brillantes e iluminando el cielo con estas… Vaya crimen el de ese par…
Y es que, aún con este panorama, aún con la Luna sobre ellos, sus sombras expectantes y las estrellas en declive, esos dos no salían de su mundo. Un mundo donde no existía lo anterior nombrado, y cuyo único objetivo era ver a su contrincante despedazado en el suelo.
Siguieron avanzando por la calle, ignorando el curioso desnivel de esta.
Mirando al frente, pero sin mirar. Escuchando, pero sin oír.
Y siguieron avanzando, y siguieron discutiendo.
Luces…más luces.
Otra presencia los espiaba.
¿Sería él Sol? ¿Se habría levantado el gigante, para ver lo que pasaba? Si… no. Esta luz era obscura. Era tan brillante, que dejaba ciego.
Más luz. Pero ellos seguían sin verlo.
El panorama era totalmente cegador. La luz era intensa y el sonido…la respiración de ese ser que los espiaba… era chirriantemente mortal.
Pero ellos seguían sin verlo.
Si tan solo hubieran estado más atentos…
Y entonces, la Luna dejó de proyectar. Las estrellas dejaron de brillar, y sus sombras se apagaron.
Después de eso, todo fue obscuridad…
Obscuridad… obscuridad… solo obscuridad.
Quizás… solo quizás…pudiera sacarse luz de tanta obscuridad.
¿Podría hacerlo? Eliminar barreras, superar los límites. ¿Matar a la obscuridad?
¿O convencerla de volver a Brillar?
X:- ¡Vamos, despierta!-
Sentía como su cuerpo era zarandeado, quizás más fuerte de lo que le gustaría. ¿Valía la pena abrir los ojos?
Estaba tan cansado…
X:- Vamos pulgoso, despierta, o se nos escapará el tren.- Sonaba apremiante.-
Sin poder seguir haciendo caso omiso de ese insoportable zarandeo, el abrió los ojos.
En seguida se arrepintió de haberlo hecho.
El sol no hacía más que entorpecerle la vista, sin embargo, estaba bien claro que, definitivamente, se encontraba en un lugar que no conocía.
Una estación de tren.
¿Cómo había llegado hasta ahí? No parecía a ningún lugar en el que hubiera estado antes. Y es que, en las distancias, unos montes se podían apreciar. ¿Urbanización? Como mucho el tres que estaba a punto de partir. Y si bien había gente deambulando por allí, no dejaba de dar la sensación de que aquella estación era un punto olvidado por Dios.
El calor era insoportable. Cosa rara, teniendo en cuenta que había reparado en el solamente después de haber abierto los ojos. Sin embargo, era posible sentir una pequeña brisa recorrer su pelaje.
Era hermosa
X:- ¿Quieres dejar de hacer el tonto aunque sea por un segundo?- Dijo una voz a su derecha.- Si no nos apresuramos, ¡él nos va a alcanzar!-
No se había percatado de su presencia, a pesar de haber sido esa voz quien lo había despertado.
Era una gata.
Una gata negra.
Tan negra como la noche. Con manchas blancas como la nieve en sus patitas.
Y sus ojos eran de un verde esmeralda totalmente único.
En esos ojos había tanta vida...
¿Quién era ella? Parecía conocerlo, sin embargo…
X:- Un pitido fuerte lo saca de sus pensamientos.- ¡Suficiente con esto!- Lo toma de la pata delantera y, como puede, comienza a arrastrarlo en dirección al tren. El no se hace de rogar y, aun preso en su confusión, comienza a seguirla. Acto seguido, están subidos en la parte trasera del último vagón del tren.- Vaya… unos segundos más y no la contábamos eh…- Le dice.-
Sin embargo, él no contesta. Siente que no puede hablar. O que no quiere.
Desde el vagón veía a la estación perderse en el horizonte. Poco a poco iba desapareciendo.
La mira directo a los ojos. No la recuerda, pero siente que la conoce.
Cree conocer esos ojos. Cree haberlos visto antes, en otro lugar… ¿Otra vida?
Esos ojos verdes repletos de Vida.
