El tesoro perdido de Pahkitew
Disclaimer: Drama Total y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de sus respectivos autores. Yo sólo escribo por diversión, sin ánimo de lucro.
Resumen: ¿La Fuente de la Eterna Juventud? ¿El Elixir de la Vida? ¿El Santo Grial? ¿La Estatua Dorada McLean? ¿Qué era lo que buscaban, en realidad? No lo sabían, pero si conseguirían todo lo que deseaban con encontrarlo, debían apresurarse. Scax. Skave. Jashawn. Sugard. Amney. Sapher. Ellardo. AU.
Lo prometido es deuda; ¡un nuevo fic! Espero que les guste. Por cierto, cómo dije en el reciente capítulo de La ley del magnetismo, este fic y Elemental, escrito por KovatePrivalski97, se basan en la misma idea. Ambas lo planeamos. Sólo que tienen argumentos diferentes. Aún así, sé que ambos les gustarán.
Prólogo
Era bastante cansado el tener que sentarse, pararse y crear fuego, pero era su trabajo. Eso se ganaba por quemar todo el cargamento de su antiguo trabajo sin importarle que pudieran despedirlo. Así que contuvo un gemido de dolor cuando una niña de cabello rojizo y alborotado se acercó a él.
Suspiró pesadamente, haciendo contacto visual con los ojos verdes de la infante, esperando que aquello la intimidara lo suficiente como para que se largara. Pero no. Ella era diferente. Ajena a los comportamientos asustadizos y obedientes de los niños de su edad.
—No, niña. No lo haré de nuevo.
Ella frunció el ceño, ofendida.
Se mofó de su expresión y cruzó los brazos detrás de su cabeza, esperando a que se fuera. Pero la pequeña insistió con su mirada sobre él, demasiado ansiosa como para siquiera pensar en rendirse y retirarse.
—Ya sabes el precio. —comentó cuando se cumplieron cinco minutos sin que la pequeña se moviera. Ella frunció el ceño y se cruzó de brazos, negando con la cabeza.
—No tengo dinero.
—Es una lástima.
Ella chasqueó la lengua, desviando la mirada. Entonces una pequeña sonrisa se formó cuando él la miró con burla. Separó sus pies, y equilibró su peso de manera uniforme. El adolescente arqueó las cejas. Para ser una niña de apenas seis años, parecía haber aprendido a la perfección la posición de ataque.
Pero parecer no era suficiente.
Se levantó al ver que ella no continuaría. Obviamente no dominaba los ataques aunque supiera la posición. Se dio la vuelta. Si esa niña llegaba a aprender, dejaría de recibir dinero por realizar demostraciones de sus poderes. Y eso no podía ser.
Pero cuando avanzó un par de pasos, la escuchó decir algo que no alcanzó a entender. Y entonces un par de llamaradas tan pequeñas como la punta de los dedos pasaron a su lado, rozando peligrosamente su rostro e incendiando un par de sus mechones. El fuego con el que fue atacado terminó por desvanecerse antes de llegar hasta una choza de madera.
Se giró, sin poder articular ninguna palabra. La pequeña sonreía con auto-suficiencia, antes de mover la mano a modo de despedida e irse corriendo, pues ya había logrado su objetivo.
Chris bufó, molesto. Seguro ya se había quedado sin empleo informal.
Mientras tanto la pequeña comenzó a correr, sin poder ocultar su satisfacción por haber imitado a la perfección la técnica de aquel adolescente. Pasó justo al lado de una floristería, en donde pudo ver que una niña rubia abría su palma encima de la cabeza de su gemela, provocando que al instante esta se empapara por completo.
Frunció el ceño ante eso, conociendo la naturaleza fuego de la rubia que ahora lloraba. Pero no podría hacer nada. No era su asunto, y de utilizar sus poderes se darían cuenta. Giró el rostro, tan sólo para ver a tan sólo unos metros lo que suponía era una fortaleza. Se acercó un poco, tan sólo para escuchar que alguien vociferaba la eficacia de su refugio contra los muertos vivientes que acechaban la aldea.
Rodó los ojos. Tan sólo era desperdicio de poder.
Continuó su caminata. Vio a una niña de cabello negro y expresión angelical mover sus brazos sutilmente al compás del viento, facilitando la tarea de los pajarillos de enseñar a sus crías a volar. Pero entonces una rubia regordeta llegó, moviendo agresivamente sus extremidades y provocando una ventisca que, daba por hecho, ni siquiera era capaz de controlar, mandando volar así a la dulce niña y a sus amiguitos.
Era bastante frustrante, en realidad.
Continuó caminando, aún con la sonrisa en sus labios. Al llegar a la orilla de lago, pudo ver a dos niños de su misma edad con naturaleza agua, pero en diferentes situaciones. Mientras la morena de facciones finas se esforzaba por ser constante, sutil pero a la vez fuerte con sus movimientos para poder manipular el agua; el otro simplemente creaba paredes de agua frente a él para mirar su reflejo y sonreír coquetamente.
Últimamente, decía su madre, estaban naciendo más y más niños con poderes elementales. Era algo raro, pero estaba sucediendo. Y ella se sentía muy valiosa al saber que era de las pocas personas que tenía la capacidad de dominar el fuego, aún a su corta edad.
Recorrió el mercado. Un par de niños hacían mucho escándalo con la tierra. Uno lo hacía a propósito, imitando sonidos de excavación gracias a su poder, mientras que el otro lo hacía de manera accidental al intentar levantar la tierra un par de centímetros sobre su cabeza. Metros más allá, una morena los miraba con reprobación. E hizo un sutil movimiento con su mano, sin que nadie se diera cuenta, para ayudar al niño pelirrojo. Este celebró su fuerza al lograr su objetivo. La niña sólo rodó los ojos y regresó su atención a su padre, que le daba indicaciones.
Bueno, al menos lo intentaban. No como otro moreno que tenía poderes de aire, pero lo atribuía a que era un poderoso mago que algún día controlaría todos los elementos. El otro chico que lo acompañaba sólo hizo una mueca de disgusto antes de comenzar a discutir con él para aclararle que eso no podía ser posible.
No había nada nuevo en el pueblo, al parecer.
A tan sólo unos metros de llegar a su hogar, se encontró con un niño robusto de cabello morado en forma de tazón que tenía las manos en el piso. Sonrió levemente, acercándose con sigilo hacia él. Tocó su hombro, haciéndolo sobresaltar.
—¿Qué haces, Max?
El niño bufó, fulminándola con la mirada. Y miró el desastre que había hecho intentando conectar sus manos con el interior del piso para manipular la tierra y las rocas desde abajo.
—Eso no es de tu incumbencia.
—Está bien. —se encogió de hombros, pasando a su lado sin insistir. Pero como supuso, él la detuvo antes de que pudiera dar cinco pasos.
—¡De acuerdo, de acuerdo! Si tanto quieres saber, estaba mejorando mis habilidades para dominar este pueblo.
Scarlett sonrió levemente, mirando las manos sucias del chico. Estuvo a punto de decirla una forma en la que podría manipular su elemento sin hacer tanto desastre, pero no pudo. Alguien, a unos metros de ellos, les lanzó lodo e inmediatamente comenzó a reírse escandalosamente.
Se quitó la sustancia de la cara y miró a los causantes. Eran ese grupo de bravucones que solían molestarlos, tan sólo por que ellos no habían nacido con ningún tipo de poder.
—¡Hey, ¿por qué hicieron eso?!
—Sólo queríamos hacerlos sentir cómo en casa. Ya saben, dónde bichos como ustedes deben estar.
El grupo se acercó, y Max retrocedió un poco. Scarlett no se movió, simplemente los fulminó con la mirada. Cuando el líder se acercó lo suficiente, sonrió y escupió a los pies de Max. El peli morado se quejó, asqueado por ese gesto. Y entonces cuando Scarlett estaba a punto de pedirles de la manera más cordial posible que los dejaran en paz, el líder la empujó.
—Parece que tu noviecita no te va a defender esta vez. —se mofó.
Scarlett sintió sus mejillas enrojecer y fulminó con la mirada a esos bravucones. Tal vez era por el lodo en su cara, sus rodillas raspadas o el desprecio que sufría de algunos aldeanos por su naturaleza. Tal vez era por el lodo en la cara de Max, por los golpes que ahora este recibía o por la burla que solía recibir por su nulo talento con el elemento tierra.
Tal vez era todo juntándose en una sola provocación.
—Yo. No. Soy. Su. ¡NOVIA! —vociferó, antes de perder el control.
Todo pasó demasiado rápido. Se alejaron de Max, mirándola boquiabiertos y aterrados. Su cabello ondeaba al ritmo de las llamas que ahora empezaban a brotar a su alrededor. El niño robusto la miró asustado, retrocediendo sin poder levantarse siquiera debido a la impresión y al dolor que sentía por los golpes.
—¿S-Scarlett...? T-Tú...
Pero ella no pudo detenerse. El calor se intensificó, llamando la atención del resto. Empezaron a reunirse a su alrededor, atemorizados. Y las llamas comenzaron a brotar de sus brazos cuando se levantó y los estiró, pero esta vez no se desvanecieron antes de tocar la madera de las casas. Empezaron a propagarse, destruyendo hogares e incendiando los campos de cultivo.
Sin ser capaz de controlar el poder que emanaba de ella por la furia, terminó desmayándose en medio de todo. Y cuando despertó en los brazos de su madre, y con exclamaciones furiosas retumbando en su cabeza, se percató de lo que había sucedido.
—¡Casi mata a un niño...!
—¡La cosecha del año!
—¡Es un peligro para todos!
Confundida, miró a su madre. Esta suspiró resignada.
—Es hora de irnos, cariño. —le dijo, con lágrimas en los ojos. Era eso o pagar por los daños de una forma que no quería imaginar.
La única solución era irse lejos.
¡Son 1500 palabras en total! 7u7 Así que espero que lo hayan disfrutado.
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No olvides leer Elemental, fic de KovatePrivalski97.
¡Saludos!
