La mejor época del año ha llegado y me dan ganas de escribir algo feliz, y qué cosa más feliz que estos dos.
En un domingo soleado
Una gota cayó al agua formando ondas en la plana superficie, le siguió otra y otra más. Risas acompañaron los saltos del agua de aquí para allá.
– ¡Luna, detente! ¡Mojaste mi camisa! –dijo él tratando de sonar severo pero la sonrisa en su rostro aplacaba el tono.
Ella volvió a sonreír y lo salpicó hasta empaparlo.
Estaban en medio del lago en lo que ella decía era un bote improvisado, hecho de ramas y hojas. Los rayos solares calentaban hasta el aire y pequeñas perlas de sudor adornaban su piel.
Se encontraban a la caza de frurulares o tal vez era frutilares… Draco ya no lo recordaba en ese momento, sólo pensaba en su camisa arruinada, el intenso calor, la balsa (porque él definitivamente no le diría bote) a punto de romperse de no ser por los hechizos que la mantenían unida y Luna riéndose a su costa.
En el rostro de Draco se dibujó una sonrisa maligna, metió el pie en el agua y la salpicó de improviso. Luna soltó una exclamación de sorpresa al darse cuenta de lo que había pasado y después de unos segundos volvió a reír mientras él la mojaba.
–De acuerdo, de acuerdo, me rindo –dijo Luna con una sonrisita burlona y alzando los brazos, Draco se detuvo y negó con la cabeza.
Allí estaban los dos, cazando frutiloops y mojándose como niños de cinco años, lo que no era decente para alguien de su alcurnia y sin embargo, no podía importarle menos. Se acomodaron otra vez, sentados uno al lado del otro, las piernas dentro del agua, con la mirada fija en el lago.
Draco vio algo brillante pasar frente a ellos, jugueteaba bajo la superficie cristalina y parecía formar figuras destellantes. El joven rubio estiró los dedos hacia los de Luna que encontró a mitad de camino buscando los suyos; como un pequeño mensaje entre los dos, los habían hallado.
Los dedos se entrelazaron, sus miradas se encontraron un instante y volvieron al agua, sonrisas ligeras adornaron sus labios.
–Tenías razón Luna, es buena forma de pasar el domingo –susurró Draco.
Un apretón de manos y una sonrisa amplia fue toda la respuesta que recibió.
Bien valía la pena la ropa mojada.
