Los personajes de Bleach pertenecen a Tite Kubo. Las leyendas pertenecen a la herencia cultural del pueblo.

¡Hola!, mientras regresa la inspiración para otro Fic que estoy escribiendo, decidí traerles algunas leyendas que he leído y que me gustaron, espero que también les gusten. La mayoría son mexicanas.

Advertencia: Contienen Ooc y no siempre serán finales felices.

LA LEYENDA DE UN AMOR PROHIBIDO.

Leyenda Maya.

Hace mucho tiempo, cuando los hombres respetaban y veneraban a los espíritus de la naturaleza y a los Dioses creadores de todo lo que los rodeaba, existió una vasta región llamada Bleach. Esta era rica en recursos minerales y naturales, como los árboles, los animales y las flores. De entre las flores de los verdes campos, predominaba una flor blanca, era sencilla y pura, por eso era admirada por todos los habitantes.

Bleach comprendía tres grandes reinos: La Sociedad de Almas, gobernada por el poderoso Byakuya Kuchiki, quien era inteligente y justo. El Hueco Mundo, gobernado por el gran Aizen Sosuke, que gobernaba con sabiduría, aunque con mano dura. Y el reino de Karakura, gobernada por el noble y alegre Isshin Kurosaki. De los tres reinos, el más grande y majestuoso era el de la ciudad de Karakura. Todas las ciudades se caracterizaban por tener sus grandes palacios hechos de piedra y decorados en oro, también poseían templos ceremoniales en los que adoraban a sus dioses.

Aunque en un principio los tres grandes reinos lucharon por lograr el dominio de la mayor parte del territorio, al final se dieron cuenta que entre los tres podían formar una fuerte alianza, extendiendo así su territorio y la influencia cultural, política y económica, fue así que nació la Liga Bleach o triple Alianza.

En esta atmosfera de paz y tranquilidad nació un bebita, la futura princesa del reino de la Sociedad de Almas. La pequeña niña nació en medio de la noche, cuando la blanca luna brillaba en el cielo. Su piel era clara, como la flor del campo, su cabello era negro como la noche y sus ojos violetas, como nada visto en esa época.

—Mi señor. Ya ha nacido la princesa. —Dijo la partera postrada a los pies del emperador de cabello negro, que aguardaba afuera de la habitación.

—¿Cómo están? —preguntó impaciente el Rey de la Sociedad de Almas.

—La niña ha nacido hermosa como la flor blanca. —dijo con alegría la partera, aun en el piso. —Pero la reina quedo muy débil. —dijo con tristeza. —Tal vez no pase la noche.

El rey preocupado, de inmediato entró en la habitación. Ahí la reina estaba acostada, con la pequeña princesa entre los brazos. Aunque estaba muy débil y presentía su muerte, su rostro estaba sonriente, pues había logrado ver a su pequeña hija.

—Esta es la princesa. —dijo Hisana, la reina, en tono débil. —Es nuestra pequeña Sac-Nicté. —dijo con una sonrisa, viendo a la bebé junto a ella. El rey se acercó y con cuidado cargo a la pequeña entre sus brazos, después de besar los labios de su esposa.

—Así es, es bella y pura como la flor blanca. —dijo con serenidad. —Pero también es la luz que guiará con sabiduría al pueblo. —dijo. —Por eso se llamara Rukia. — Hisana sonrió con dulzura, pues su hija era como el rayo de luna que traía esperanza en la oscuridad de la noche. El rey dejo solas a su esposa e hija, para informar a sus súbditos que la Sociedad de Almas tenía princesa y encargarles que oraran a los dioses por la salud de la reina, también mandaría un mensajero a los reinos vecinos.

La reina Hisana, con las pocas fuerzas que le quedaban, le oró a la diosa de la Luna y protectora de las madres, Unohana, para que cuidara a la pequeña Rukia y la guiara en su camino. La Diosa Unohona se compadeció de sus suplicas y tomó a la princesa Rukia bajo su protección. Esa noche le dio los dones de la compasión, la bondad y la belleza, pero nada pudo hacer por la reina, pues su destino ya estaba marcado.

Cuando el Rey Byakuya regresó a la habitación, encontró a la joven reina sin vida. La tomó entre sus fuertes brazos y lloro en silencio por su gran perdida. Esa noche los caracoles y tambores permanecieron en silencio, no había sonidos alegres, ni el Copal inundaba de aroma los templos, los sacerdotes entonaron canciones fúnebres, todo el pueblo de la Sociedad de Almas, lloraba por su reina muerta.

Los señores de los reinos de Karakura y Hueco Mundo asistieron, junto con los príncipes herederos al trono, a los funerales de la reina; también a la ceremonia de agradecimiento al Dios Creador y al Dios del Cielo por el nacimiento de la princesa Rukia. Aunque la pena del rey era mucha, se mitigaba por el nacimiento de su primera hija, a la que amó desde el primer momento.

Cuando los funerales terminaron, cinco días después, los reyes se reunieron para hablar sobre algo que marcaría el rumbo de varios destinos. Los futuros príncipes estaban presentes, por parte del señorío de Karakura estaba el príncipe de seis años, Ichigo Kurosaki, era valiente, fuerte y justo como su padre; El príncipe de Hueco Mundo era un niño de cabello azul, Grimmjow Sosuke, era fuerte, decidido y con gusto por el combate, también tenía seis años.

—Rey Kuchiki. —Habló el Señor de Hueco Mundo. —Creo que sería importante para la paz y prosperidad de nuestra alianza, un matrimonio entre nuestros reinos. —dijo Aizen. Byakuya lo escuchaba con los ojos cerrados.

—Yo también lo pienso. —dijo Isshin. Byakuya lo medito, él sabía que con un matrimonio su alianza con otro reino sería más fuerte y así la ciudad estaría protegida de cualquier ataque enemigo. Además la princesa tenía que casarse para poder ocupar el cargo de reina.

—Qué así sea entonces. —dijo el señor de la Sociedad de Almas. —Cuando la princesa tenga quince años se casara con alguno de los príncipes. —sentencio el rey. —La decisión se la dejaremos a los Dioses.

Los otros dos reyes aceptaron y se dirigieron al templo principal, el del Dios Ukitake, para que el sacerdote del pueblo interpretara su voluntad.

—Yo no me quiero casar con esa niña. —dijo el príncipe Ichigo cuando se quedaron solos. —Apenas y la he visto y no se me hace nada extraordinario. —dijo cruzado de brazos.

—Es porque eres un tonto. —le dijo Grimmjow sonriendo. —El matrimonio es una buena oportunidad para ganar más poderío y territorio. —Aunque era pequeño ya ambicionaba el poder.

El templo del Dios del Cielo era el más grande de la ciudad, había que subir 25 escalones para llegar al adoratorio. Lugar en el que había una plancha de oro, alta y gruesa. Atrás de ella estaba la figura tallada en piedra del Dios Ukitake, él era representado como un anciano sin dientes. Como Ukitake estaba considerado como una deidad benévola, no se hacían sacrificios en su nombre. Se le invocaba o imploraba mediante ofrendas de flores o frutos y mediante el copal. También mediante cantos que realizaba el sacerdote del templo.

Después de varias horas en las que el sacerdote invocó al espíritu del Dios del Cielo, por fin este mando una señal. En el humo se dibujó la silueta de una pantera, así que se interpretó que su voluntad era que la princesa Rukia se casara con el príncipe Grimmjow de Hueco Mundo. Fue así como quedo declarada la alianza matrimonial entre los reinos de Hueco Mundo y la Sociedad de Almas. En ese momento nadie sabía que más tarde surgiría un amor prohibido, que traería como consecuencia la caída de un imperio.

Los años pasaron y los príncipes se convirtieron en jóvenes fuertes y valerosos. Ichigo era un príncipe alegre y tenaz, que le gustaba la caza, también era noble y bondadoso y disfrutaba de la belleza de la naturaleza. Desde el día del compromiso, no había vuelto a ver a la princesa. Aunque escuchaba muchas historias de ella, pero no creía que ella fuera dueña de la gran belleza con la que la describían.

El príncipe Grimmjow, al igual que su padre, gobernaba con mano dura, le gustaba practicar el combate con los demás guerreros de su pueblo. Ansiaba el día de casarse con la princesa Rukia para lograr el trono del pueblo de la Sociedad de Almas. Él y la princesa se vieron pocas veces después del compromiso.

La princesa Rukia creció y se convirtió en una joven, bella como la flor del campo que inunda con su fragancia, suave como la brisa, clara y fresca como el roció de la mañana. A ella le gustaba disfrutar de las maravillas de la naturaleza, del canto de los pájaros, de la fresca agua de los manantiales. Amaba a su padre, pues él se había dedicado a ella después de la muerte de su madre. Aunque no amaba a su futuro esposo, no cuestionaba los designios de su padre ni de los Dioses.

Rukia estaba rodeada de lujos, las tejedoras del pueblo le confeccionaban los mejores vestidos con bordados de oro, los cazadores le llevaban las más coloridas plumas de los faisanes o quetzales para adornar su penacho y las mejores pieles para sus sandalias, los artesanos le confeccionaban brazaletes, collares o medallones con oro, jade o cuarzo. Como era una época de paz, solo era acompañada por la doncella a su servicio, sin embargo casi nunca salía fuera de los límites de la Sociedad de Almas.

Cuando la princesa cumplió quince años, se despertó en ella la inquietud de conocer nuevos lugares, tal vez fue la mano de la Diosa Unohana que tenía otros planes para ella.

—Princesa ¿Está segura de lo que va a hacer? —Pregunto su doncella con temor, mientras caminaban hacia el palacio.

—Ya te he dicho que sí, Momo. —le dijo Rukia alegre. —antes de casarme quiero ir a bañarme en las aguas del cenote.

—Pero aquí también hay un hermoso cenote. —le dijo bajando la mirada. —Y si su padre se entera se puede enojar.

—Pero él no se va a enterar, porque tú no le vas a decir. — Dijo con firmeza. —Además no puedo bañarme en las aguas del Cenote Sagrado, sería una ofensa para los Dioses. —le comentó Rukia. Ella deseaba bañarse en las aguas del cenote que estaba a las afueras del reino de Karakura, pues se decía que ese cenote era mágico, que cualquiera que se bañara en esas aguas obtendría la protección de los dioses.

Antes de llegar al palacio se encontraron con un viajero sediento, al que la princesa no dudó en ofrecerle agua.

—Beba un poco. —dijo Rukia mientras sacaba una jícara con agua del cubo que llevaba cargando su doncella.

—Muchas gracias. —dijo el caminante haciendo una reverencia. Pues enseguida se dio cuenta que era la princesa, al ver su vestido blanco con bordados en oro y su tocado de plumas de faisán.

—Tome. —le dijo la princesa, pero cuando le ofreció la jícara, de ella broto una flor blanca. Todos se asombraron de aquel milagro y desde entonces a la princesa Rukia se le conoció como la princesa Sac-Nicté, que significa flor blanca.

Más tarde Rukia se despojó de sus ropas de princesa y se vistió con ropa sencilla, con la ayuda de Momo logró salir sin ser vista del palacio y de su reino. Aprovecho la oportunidad que se le presentaba, pues su padre había salido a reunirse con el rey Isshin y el rey Aizen.

—La esperaré aquí. —dijo Momo sentada en una piedra, bajo la sombra de un árbol, en los límites de la Sociedad de Almas. Pues la princesa quería ir sola al cenote.

Rukia se despidió alegre y emprendió la marcha por la selva espesa hasta que llego al cenote que consideraba mágico. Ahí se metió a sus frescas y transparentes aguas, nadó en ellas por varios minutos y luego se sentó a la orilla para contemplar los peces de colores y los lirios. De pronto un rugido la hizo voltear asustada, de entre los arboles apareció un jaguar que avanzaba con cautela hacia ella.

Rukia estaba asustada, busco entre la hierba algo para lanzarle, pero no encontró nada. El animal avanzaba hacia ella rugiéndole ferozmente pero de pronto una flecha que salió de los matorrales de un costado le impido el paso al jaguar y lo hizo retroceder, ella volteo hacia ahí y vio salir de entre las altas hierbas a un hombre que usaba un pantalón blanco y sandalias cafés, llevaba cargando en su espalda un cesto con flechas y en las manos sostenía un arco, se quedó observándolo detenidamente y se asombró de su extraño cabello naranja.

El guerrero cargo de nuevo el arco con una flecha y se apresuró a apuntar hacia el animal, que ya iba en huida.

—No lo mates. —dijo la princesa Rukia interponiéndose entre el guerrero y el jaguar. El guerrero al verla se quedó absortó ante la belleza de aquella mujer de enigmáticos ojos violetas y bajo el arco, olvidándose de su presa.

En el instante que sus miradas se cruzaron, un nuevo sentimiento surgió dentro de ellos, era algo que no habían sentido. Rukia se asustó y trato de huir de ahí.

—Espera, no te vayas. —rogó el joven, deteniéndola del brazo.

—No es correcto que este aquí. —dijo la princesa soltándose de su agarre. Pero al recorrer con su mirada al joven, se dio cuenta que este estaba herido de un brazo, producto de la pelea contra un jabalí al que había matado anteriormente. Al joven Ichigo, le gustaba salir a cazar, a veces con arco y a veces le gustaba combatir cuerpo a cuerpo para demostrar su fuerza. Pero siempre que salía a cazar, lo hacía sin su traje de príncipe, pues sentía que le estorbaban todas aquellas joyas y el penacho. Así que ninguno se reconoció como heredero del trono de las dos ciudades más importantes de la época.

— Estás herido, déjame curarte. —dijo la princesa con gentileza. El príncipe aceptó, pues quería que sus ojos tuvieran la dicha de mirar por más tiempo aquel rostro tan cálido. Después de que la princesa cortara las hojas curativas necesarias, se sentó junto a la persona que consideraba un simple guerrero y comenzó a curarlo.

Ichigo observaba sonriente a la muchacha mientras esta le enjuagaba la herida con agua del cenote y luego le colocaba las plantas medicinales con cuidado. Ellos no necesitaron de palabras para saber que sus vidas correrían como dos ríos que fluyen juntos a besar el mar.

—No eres de por aquí, nunca antes te había visto. —le dijo el príncipe, que conocía a todos sus súbditos.

—No. —le dijo temerosa. —soy de un reino lejano. —no le dijo quién era por temor a las represalias de su padre por salir sola de su reino y por estar ante la presencia de otro hombre que no era su futuro esposo. —Vine por la historia del cenote mágico. —le dijo.

—Entonces ven. —le dijo tomándola de la mano y levantándose del suelo. —Entremos juntos para que los dioses nos protejan y nos concedan la felicidad. —dijo ayudándola a levantarse, y la guió hasta el cenote.

Rukia sabía que esa era una profanación a sus leyes, una grave falta a su compromiso con el príncipe Grimmjow y que se haría acreedora a la máxima pena, la muerte. Pero aun así, se dejó guiar por aquel apuesto guerrero, que con su sonrisa y mirada marrón la hacían estremecer.

Juntos nadaron en aquel cenote y jugaron como niños pequeños arrojándose agua, mientras los pájaros y arboles eran testigos mudos de aquel amor que estaba floreciendo. Cuando salieron del cenote se recostaron sobre la hierba verde.

—Este momento lo guardare en mi corazón por siempre. —dijo Rukia con una sonrisa y con las manos en el pecho. —Nunca había sido tan feliz. —dijo viendo al cielo, en el que cruzaban multitud de pájaros de alegres colores.

—Quiero darte más momentos como este. —dijo Ichigo sentándose en la hierba y mirándola, seguro que su padre se burlaría de él al oírle hablar así, pero esa chica le provocaba fuertes sentimientos. Rukia lo miro sorprendida, se sentó también. —Tú tienes la belleza de la luna y la suavidad de la brisa. —le dijo mientras acariciaba su mejilla. Ella quiso correr, nadie podía atreverse a tocar a la princesa de la Sociedad de Almas sin recibir la muerte, pero una fuerza mayor se lo impedía. Le gusto la sensación de la mano del joven sobre ella, quería quedarse así para siempre.

Poco a poco Ichigo acercó su rostro al de ella y rozo sus labios. Fue un beso fugaz, pues Rukia se apartó de inmediato.

—Me tengo que ir. —dijo nerviosa, mientras se levantaba a prisa del suelo.

—No, espera. —dijo el joven levantándose con ligereza cuando la vio correr hacia la espesura de la selva.

—Príncipe ¿Dónde está? —se escuchaban voces cerca del cenote. Eran los guerreros que acompañaban al príncipe en su cacería. Ichigo se distrajo y perdió de vista a Rukia.—¡Aquí está el Príncipe! —gritó un guerrero que llego al cenote y lo vio parado mirando hacia los árboles.

—Príncipe Kurosaki, lo hemos buscado por todos lados. —le dijo un guerrero y fiel amigo, Ishida.

—¿Qué pasa? —preguntó Ichigo desconcertado, preguntándose si volvería a ver a aquella mujer que le había robado el corazón.

—El rey quiere verlo. Tiene algo importante que comunicarle. —le dijo Ishida. El príncipe y su sequito regresaron a la ciudad de Karakura.

Ese día el rey le informó al príncipe que al cumplir los 21 años, seria coronado como nuevo rey de la majestuosa Karakura.

La princesa no paro de correr hasta que llego al lugar donde su doncella la esperaba, iba con el corazón agitado, pero no por el ejercicio, era por todo lo que ese beso con el extraño guerrero de cabello naranja le provocaba. La princesa regreso a la ciudad e inmediatamente después de cambiarse, fue al templo de la Diosa Luna.

―Oh, Diosa Unohana. ―dijo arrodillándose frente al altar de la Diosa, que se representaba como una anciana enojada con una serpiente enroscada, pues también se asociaba con la muerte y destrucción. ―Te pido que ilumines mi camino. ―rogó encendiendo el copal. Estaba muy afligida, pues había traicionado a su futuro esposo, a su padre y a su pueblo al haberse atrevido a posar sus ojos en otro hombre.

―Rukia ¿Qué pasa? ―preguntó el rey Byakuya al verla afligida. La había visto subir al templo y la siguió pues tenía algo importante que decirle.

―Nada padre. ―le dijo haciendo una reverencia. ―Solo que estoy nerviosa por mi futuro matrimonio. ―mintió.

―Acerca de eso, el príncipe Grimmjow y yo hemos acordado que la boda se realizara treinta y siete días después de la coronación del príncipe Ichigo. ―le informó Byakuya.

―Está bien padre. ―Rukia acepto sin objeciones, pero esta vez con tristeza. ―¿Cuándo será la coronación del príncipe?

―En cinco días. ―dijo Byakuya para asombró de Rukia.

Esa noche tanto el príncipe de Karakura como la princesa de la Sociedad de Almas, durmieron con una sonrisa en sus labios, por aquel encuentro tan grato.

Durante los cinco días que faltaban para la coronación, Ichigo espero a Rukia a las orillas de aquel cenote, tenía la esperanza de volver a verla, pero ella no regresó.

―Príncipe Ichigo ¿De nuevo esta aquí? ―le preguntó Ishida al encontrarlo en aquel lugar. ―¿Aun la sigue esperando?

―La esperare siempre. ―comentó con tristeza. ―Desde que la conocí, no he dejado de pensar en ella. ―Ishida lo escuchaba sin comprenderlo, pensando que tal vez era un enamoramiento fugaz que pronto pasaría.

―Príncipe, le recuerdo que hoy es su coronación, y si no se apresura llegara tarde. ―le recordó Ishida.

Ese día Ichigo cumplía los veintiún años, ese día seria coronado rey de Karakura, pero su corazón no latía alegre, pues le faltaba ella, la chica de ojos violetas.

En la ciudad de Karakura era día de fiesta, los habitantes estaban alegres por su nuevo rey, la plaza del templo estaba llena de gente que había ido para ver la coronación, también estaban los príncipes y reyes de otras ciudades, incluidos de las ciudades de Hueco Mundo y Sociedad de Almas.

Cuando el príncipe Ichigo camino hacia su trono, ataviado con su pantalón blanco con la figura de los dioses bordadas a los costados, con el tocado adornado con plumas y oro y pintado de negro de la cara y cuerpo, los gritos de júbilo no se hicieron esperar, los guerreros sonaban con fuerza los caracoles y el copal llenaba de aroma los templos. Él caminaba mirando hacia el sacerdote que lo aguardaba junto al trono para coronarlo, por lo que no distinguió a Rukia entre las personas.

Rukia que miraba atenta, al verlo pasar junto a ella lo reconoció de inmediato, su corazón se llenó de alegría por volverlo a ver, pero también se llenó de miedo, pues se había enamorado del rey de Karakura, y ese era un amor prohibido. Sin ser vista, subió al templo de la ciudad para orar a los dioses.

Después de la coronación, el nuevo Rey subió al templo para presentarse ante sus dioses. Cuando llego a la cima, encontró a una mujer de espaldas, supo que era una princesa por su vestimenta y tocado. Ella al sentir su presencia volteo a verlo, de nuevo sus miradas se cruzaron causando que sus cuerpos se estremecieran.

―¿Tú? ―preguntó Ichigo tembloroso, acercándosele. ―Ansiaba verte. ―le dijo con una sonrisa.

― Yo también. ―se sincero ella. Al escucharla, el príncipe se alegró, pues su amor era correspondido. ―Pero este sentimiento no es correcto. ―le dijo seria. Fue entonces que Ichigo vio que en su vestido llevaba bordado el símbolo de la ciudad de la Sociedad de Almas, comprendió que se había enamorado de la princesa de ese reino, de la princesa que estaba a punto de casarse.

―Tienes razón. ―le dijo triste y camino hacia el altar, pasándola de largo. Rukia bajo del templo. Los que la veían, no comprendían porque la princesa bajo llorando del templo, tampoco comprendieron porque el rey Ichigo bajo del templo con el semblante triste y apretándose el pecho con las manos frías. Él la amaba, pero tenía que respetar la voluntad de los dioses.

Esa noche la princesa Rukia derramo lagrimas amargas, pues su amor aunque era correspondido, era imposible, además le torturaba pensar que pronto se casaría con Grimmjow. El rey Ichigo no durmió, pues se pasó llorando hasta el amanecer por haberse enamorado de la princesa de la Sociedad de Almas. Al día siguiente llegó a visitarlo un mensajero del Rey Kuchiki.

―Mi señor, el rey Byakuya. ―le dijo el mensajero arrodillado ante él. ―Invita a su amigo y aliado, el rey Ichigo, a la boda de su única hija. ―Ichigo lo escucho serio. Ishida que estaba junto a él, observo que sus ojos reflejaban dolor, pero no comprendió la causa.

―Dile a tu rey. ―contestó serio. ―que estaré presente ese día. ―dijo tragándose la desesperación, pues su deber como rey era asistir a aquella boda de los aliados de su reino.

Más tarde otro mensajero, del reino de Hueco Mundo, también llego a invitarlo a la boda de parte de su príncipe. De nuevo Ichigo haciendo un gran sacrificio le respondió que no faltaría a la boda.

Pasaron los días acordados para la boda, en los cuales el príncipe Ichigo no hacia otra cosa que estar triste y contemplar por las noches las estrellas, buscando una señal de lo que debía hacer. El corazón de la princesa Rukia también estaba triste, ella lloraba por las noches a causa de su amor imposible, y aunque en las tardes paseaba por la ciudad, la sonrisa ya no adornaba su rostro.

Ese día la princesa y su padre viajaron, junto con una comitiva, hacia la ciudad de Hueco Mundo, pues ahí se celebraría la boda real. Hueco Mundo ya se había preparado para el festejo, la ciudad ya estaba adornada con cintas, plumas y arcos de colores, en la entrada de la ciudad ya se había erigido una estatua de piedra de los futuros esposos.

El príncipe Grimmjow y el rey Aizen, junto con varios nobles y sacerdotes salieron a las puertas de la ciudad para recibir a los invitados.

―Princesa, ¿Por qué lloras? ―preguntó Grimmjow afligido al ver a Rukia llorar. Él se había enamorado de la princesa.

―Es de alegría. ―mintió Rukia y se limpió las lágrimas.

―Bienvenidos. ―dijo Aizen estrechando la mano del rey de cabello negro. ―Ya está todo preparado para que mañana se celebre la boda. ―dijo con una sonrisa.

―Vamos princesa, te enseñare el lugar. ―le dijo Grimmjow tomando su mano.

―Sería un placer para mí. ―dijo Rukia amablemente a su futuro esposo y junto a él camino por la bella ciudad de Hueco Mundo.

En la noche en el patio del palacio de Karakura, el joven rey se encontraba mirando el reflejo de las estrellas en un estanque.

―Nunca había sentido un dolor tan grande. ―dijo triste a las estrellas. ―es mi deber ir a la boda, pero no podré soportar verla casándose. ―La Diosa Unohana escuchó sus palabras y envió un mensajero, pues ella había decidido que su destino sería diferente. El pequeño espíritu apareció de repente a su lado y se le acercó al oído.

―La flor blanca está esperándote en el pasto verde ¿Vas a dejar que otro vaya a arrancarla o iras tú mismo por ella? ―le dijo susurrándole y así como apareció, se esfumo sin ser visto. Sus palabras hicieron reaccionar al rey.

―Luchare por ella. ―dijo Ichigo, tomando su decisión. ―Ishida, Ishida. ―entró al palacio gritando.

―¿Qué sucede rey? ―preguntó preocupado.

―Prepara a los guerreros inmediatamente. ―le ordenó Ichigo. ―Partiremos al despuntar el alba, hacia Hueco Mundo.

―Preparare a la comitiva con los regalos. ―dijo Ishida pensando que asistirían a la boda.

―No vamos a la boda. ―le dijo serio. ―iremos por la princesa Rukia.

―¿Qué?

―Ella es la mujer que amo y ella me ama. ―le dijo para su sorpresa. ―No dejare que se case con otro que no sea yo. ―le dijo con firmeza.

―Pero…―el rey con una señal callo a su subordinado, quien acato sin quejas sus órdenes.

A la mañana siguiente partió con sesenta de sus guerreros, tomo un camino subterráneo, que solo él conocía, para poder llegar sin ser visto.

Mientras tanto las doncellas arreglaban a la princesa, el príncipe había mandado a confeccionar el vestido de novia con los mejores hilos y le había regalado un collar de oro puro. Pero nada la hizo feliz, ella estaba con el corazón destrozado.

―Rey, no tardes, ven por mí. ―suplicó la princesa al viento, cuando la dejaron sola. Ella veía por la ventana el camino, esperando ver a su amado llegar para rescatarla.

Ya el reino entero estaba esperando en el templo, habían llegados todos los reyes, príncipes y nobles invitados, cada uno había llevado presentes: collares de oro y jade, aceites olorosos, conchas de tortugas llenas de plumas de quetzal, vestidos finos, pero todos estaban extrañados por la ausencia del rey Ichigo.

Ya era momento de la boda, Rukia caminaba del brazo de su padre hacia el altar. Grimmjow la esperaba sonriente.

El rey Byakuya le entregó la mano de su hija a Grimmjow. Byakuya se sentía orgulloso, Aizen complacido, Grimmjow sentía un gran regocijo y Rukia se sentía desolada.

El sacerdote comenzó la ceremonia, entonando los cantos a los dioses, mientras los danzantes les ofrecían la danza tradicional. De repente se escucharon muchas voces. Era Ichigo que llegó con sus guerreros, los cuales lanzaban su grito de guerra: "Karakura, Karakura" mientras alzaban sus armas. Como los tomaron por sorpresa, Ichigo pudo llevarse a Rukia de ahí. Y así como llegaron, se fueron sin ser vistos y sin que alguien pudiera detenerlos.

―Prepara a los guerreros. ―ordenó Byakuya a uno de los guerreros de Hueco Mundo.

―No dejen que escapen. ―grito Grimmjow furioso. ―Traigan a la princesa.

Byakuya y Grimmjow, junto con un numeroso ejército, los siguieron hasta la ciudad de Karakura, pero cuando llegaron a la ciudad, está ya estaba abandonada. Rukia e Ichigo llegaron antes, pues iban por el camino subterráneo, el pueblo al enterarse de que su rey había raptado a la princesa de la Sociedad de Almas, decidieron irse con ellos, pues temían que si se quedaban les esperaría un destino fatal.

―Los perdimos. ―exclamó enojado Byakuya al ver abandonadas las casas y templos. Pues sabía que ya era imposible alcanzarlos.

―¡Quemen la ciudad! ―ordenó Grimmjow , la ira se había apoderado de él. Sus súbditos comenzaron a prender fuego a las casas y templos, esa noche desde lejos se podía observar la luz naranja que consumía todo a su paso. Fue así como la magnífica ciudad de Karakura, quedo solitaria y en ruinas y la liga Bleach desapareció. Los dos gobernantes regresaron a sus ciudades, Byakuya jamás volvió a ver a su hija, pero en secreto deseaba que fuera feliz.

Los habitantes de Karakura fueron guiados por Rukia hacia una nueva isla, salvando así sus vidas, donde construyeron una nueva ciudad y forjaron una nueva vida llena de armonía y paz. El rey jamás volvió a estar triste, pues la princesa Rukia lo había salvado a él y al espíritu de su pueblo.

Pasaron los siglos y ahora en la silenciosa Karakura, cada mes de mayo brota una blanca flor como símbolo del gran amor de la princesa Rukia y el rey Ichigo y por las noches la suave brisa del viento parece susurrar la voz de él llamando a su dulce princesa, Rukia…


¿Qué tal estuvo?, sé que me quedo muy larga, pero no quise dividirla. Esta leyenda se desarrolló en el Mayab (hoy Yucatán). Cuenta la caída de la ciudad de Chichen Itzá (Karakura) a manos de las ciudades de Mayapán (SS) y Uxmal (Hueco Mundo). Su nombre original es la leyenda de la princesa Sac – Nicté.

Copal: resina de un árbol, que los Mayas quemaban para purificar las almas o invocar a sus dioses.

Cenote: Pequeño estanque o depósito de agua alimentado por corrientes subterráneas y originado por el hundimiento de una caverna. En el Cenote sagrado se arrojaban gran cantidad de objetos y también se realizaban sacrificios humanos, arrojando a sus profundidades mujeres, niños e incluso hombres adultos.