Free! no me pertenece. High Speed! tampoco.
Pues... Queda un mes para el mook. A hinalilly (usuario de tumblr) se le ocurrió hacer un beso por cada día de espera. A lo mejor sirve para que tengamos un beso :D Y bueno, me he unido. Escribiendo, que se me da mejor que dibujar. Y en castellano, porque aún no me siento segura para volver a escribir en inglés.
Aprovechando que -al menos en España- aún es el cumpleaños de Haruka, la temática del fic va un poco por ahí.
I
.
La imagen de Rin cargado de maletas desapareciendo por la puerta de embarque empieza a ser más familiar de lo que a Haruka le gustaría.
No importa, piensa ese día, mientras Rin recuerda diez minutos antes de marcharse mil cosas que aún no le ha contado (¿Cómo es eso posible? No ha metido la lengua en paladar en los últimos diez días).
No le importa, se repite cuando el segundo aviso resuena por megafonía y Rin encuentra demasiado difícil mantenerse quieto y acelera sus palabras con la esperanza de que el tiempo pase más lentamente.
No le importa; y cuando Rin lo envuelve en un abrazo Haruka olvida el significado de las palabras que suenan una y otra vez en su mente para protegerlo del dolor de esa nueva despedida.
—Volveré por Navidad —le asegura Rin, pero en lugar de soltarlo refuerza su abrazo, pese a que es imposible acercar a Haruka más sin fundirse con su piel—. Mañana por la tarde te termino de contar lo de Winnie, ¿vale?
En lugar de asentir, Haruka se separa de Rin lo justo para ver su rostro. No llora –es un sentimental, pero no tanto–, pero hay en su mirada la misma tristeza que amenaza con tomar el control del cuerpo de Haruka e impedir que Rin coja ese avión que se lo llevará al otro hemisferio, ése en el que es invierno y hace frío.
No sabe si lo besa para hacerle olvidar su aflicción o para dejar de recordar él; lo importante es que funciona, y a Rin no parecen importarle las miradas curiosas y en ocasiones desdeñosas que ambos atraen.
Se aleja de Haruka de un salto cuando esa voz femenina anuncia por tercera vez la inminencia del despegue de su avión.
—Tengo que irme ya —murmura, sus manos aferrando las de Haruka—. Me hubiera gustado quedarme para tu cumpleaños —admite, haciendo una mueca—, pero tengo que volver a clase.
El corazón de Haruka hace un movimiento extraño, pero no es miedo lo que hace que el joven se aferre a las manos de Rin con fuerza para evitar que lo suelte tan pronto:
—Mi regalo —susurra, pese a jamás le ha importado ese día, mucho menos lo que la gente le compre.
Rin enarca una ceja.
—Te mandaré algo por correo —le promete, pero Haruka niega rápidamente por la cabeza.
—Quiero que vuelvas aquí. No por mi cumpleaños —nota cómo sus mejillas empiezan a encenderse—. Vuelve para quedarte —pide en voz baja, avergonzado por el egoísmo contenido en su petición.
Llevas dos años en Australia, quiere añadir, pero incluso su avaricia tiene un límite.
Los ojos de Rin se inundan con lágrimas que el joven lucha por no derramar, y Haruka recuerda que a pesar de sus deseos su novio aún tiene cosas que hacer en el otro hemisferio, cosas que demostrar al país que quebró su espíritu.
—Tengo que irme —repite, con la misma obstinación con la que Haruka se dice de nuevo que no importa—. Cuando llegue allí hablamos, ¿vale?
Las manos de Haruka están frías mientras el joven observa a Rin alejarse de él a la carrera, sin tiempo para mirar atrás.
Unos minutos más tarde, su móvil vibra con la respuesta de Rin, que deja a Haruka riendo en mitad del aeropuerto:
Viviré contigo cuando dejes de comer pescado.
