Historia paralela basada en los personajes del mundo de SNK de Hajime Isayama
La historia de un pañuelo
Parte 1/2
Levi se encontraba caminando por los pasillos de un edificio con una expresión fría y ojos apagados de preocupación. Él estaba perdido en sus pensamientos hasta que después de unos minutos se encontró con una puerta de madera que lo hizo volver a la realidad.
-Habitación 203- leyó para sí mismo.
Al girar la perilla para abrir la puerta se encontró con una mujer inconsciente en una cama. Tenía el cabello castaño suelto y despeinado, pijama amarilla, múltiples heridas y quemaduras sin cicatrizar, vendaje en la cabeza y unas gruesas gafas con aumento. Definitivamente era Hanji.
Levi cerró la puerta con seguro, ya que no quería que los molestaran, se acercó a la mujer y le quito las molestas gafas colocándolas en una mesita que estaba a lado. Él se sentó al borde de la cama y le tomo con cuidado las manos ya que aún tenían pequeños raspones y quemaduras. La estuvo observando por mucho tiempo con un rostro apagado que iba entristeciéndose más y más al ver a su amiga sin reaccionar.
El sargento soltó una de sus manos para apretar con gran fuerza su inseparable pañuelo, dejando caer entre furia y tristeza una pequeña lágrima.
-Como quisiera que en este momento, toda la felicidad y fuerza que me diste se te regresara- pronunció con un nudo en la garganta, producto de un mar de lágrimas de impotencia al ver a su compañera postrada en esa cama, mientras bajaba la vista para observar su blanco pañuelo.
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¿Era de día o era de noche?, eso no importaba ya que siempre estaba oscuro y húmedo. La podredumbre y desesperación olía en cada rincón de ese lugar, la miseria se sentía en el aire. Lo único agradable para la vista era la radiante sonrisa de una pequeña que soltaba alegremente por las sombrías calles de la Ciudad Subterránea. Ella era castaña y con el cabello en dos coletas levantadas por unos brillantes lazos rojos. También llevaba puesto un vestido rosa pálido con un suéter de lana azul, unas botas de lluvia café al igual que su bolsa, unos anteojos para leer y un blanco pañuelo que se colocaba como bufanda.
La niña siguió saltando felizmente dirigiéndose a un callejón solitario y sin salida. Al llegar se detuvo, dio un gran suspiro y luego fijo su vista hacia un tambo de basura.
-¡Ya puedes Salir!-gritó soltando una ligera risita que reflejaba diversión. Al darse cuenta de que no había respuesta, optó por intentarlo de nuevo.
-¡No te preocupes, puedes confiar en mí!- mencionó enseñando una gran sonrisa.
Detrás del tambo se podía apreciar la cabeza de una persona con cabello negro, que después de unos segundos, se dejó ver. Era un pequeño niño delgado, con ojos grises y opacos que llevaba puesto un suéter blanco y unos pantalones de mezclilla. A pesar de su pobre ropaje remendado, de estar descalzo y de sus numerosas marcas de lesiones en su cuerpo, él se miraba muy aseado.
-Oh, así que eras un niño- dijo la pequeña con asombro.
-¿Cómo te diste cuenta de mi presencia?- menciono el niño con una forma entre desafiante y apenado.
-Es que no eras muy bueno escondiéndote, podía ver tu cabeza en todos lados- dio una gran sonrisas- ¿Y por qué me seguías?- mencionó mientras se acercaba al apenado chico para verlo mejor.
-¡Eso que te importa!- respondió el chico mientras apartaba con el brazo a la niña, poniendo un seño fruncido por la desconfianza, pero agarrando un ligero tono rojo en sus lastimadas mejillas.
-¡Me importa ya que es a mí a la que seguías!- dijo poniendo un rostro de molestia fingida.
-Bueno, es que se me hacía extraño ver a un extranjero por aquí- menciono agachando la cabeza enojado, puesto que sabía que ella tenía razón.
- ¿Cómo supiste que era extranjera?- le preguntó toda asombrada, ya que ella no le había revelado ningún dato -¿Será brujo?- pensó.
-Tú alegría- dijo de manera fría.
- ¿Mi alegría?
- Si, eso es lo que te delata- se acercó a su rostro para verla fijamente a los ojos-Eres la única persona alegre en toda esta ciudad, por eso me fue fácil deducirlo.
-¿Entonces aquí no sonríen?- expresó con preocupación.
-No, aquí nadie es feliz.
- ¿Ni tú?- preguntó muy triste.
-La vida es cruel en esta ciudad, tienes que luchar por sobrevivir. La felicidad es un lujo que no nos podemos dar la clase de personas como yo- menciono de manera muy fría, tratando de que la niña dejara de hacerle más preguntas deprimentes.
-Oh pero que triste- pensó la pequeña -Ya se, ¿Y si te enseño que puedes ser una persona feliz en cualquier lugar?-dijo mostrando mucho entusiasmo.
-Pierdes tu tiempo- mencionó de manera frívola mientras se iba del callejón.
-Déjame intentarlo- la niña le suplicaba con una gran sonrisa mientras le sostenía el brazo para que no se fuera.
-!Ya te dije que no, deja de molestarme!- gritó el pelinegro enojado y en un ataque de ira empujo a la niña, la cual cayó al suelo raspándose las rodillas. Él al darse cuenta de lo que le sucedió a la menor, se empezó a sentir mal ya que no tenia que descargar su enojo con ella- Lo siento- mencionó con un tono seco mientras le extendía la mano para ayudarla a levantarse.
- Eso no importa, sólo quiero que me dejes hacerte feliz por el resto del día- expresó alegremente la niña cubriéndose con su brazo el rostro para que el chico no viera las lágrimas que salían de ella por el dolor del golpe, ya que no quería hacerle sentir peor.
El niño le quito el brazo de la cara y al ver sus alegres y lacrimosos ojos, no pudo evitar sentir ternura, puesto que nunca en su vida había visto una mirada tan pura como la de ese momento, motivo por el cual no pudo negarse a su petición - Esta bien- respondió ruborizado.
La niña al escuchar esas palabras mostró una inmensa sonrisa de felicidad que iba de oído a oído, ya que tendría la oportunidad de regalarle una fantástica experiencia a un pobre niño. Se puso a repasar mentalmente todos los lugares que había visto para encontrar algo divertido que puedan hacer juntos. Le tomo mucho tiempo ya que la ciudad era demasiada sombría.
- ¡Lo tengo!- dijo con una gran sonrisa de satisfacción mientras tomaba el brazo del niño y lo empezaba a jalar.
- ¿A donde me llevas?- preguntó de forma desconfiada.
-¡A un lugar de increíbles aventuras!- gritó divertidamente la castaña soltando una gran carcajada de emoción.
-Tú estás realmente loca- mencionó con una leve sonrisa en sus labios mientras se dejaba guiar por la niña.
Estuvieron corriendo (bueno, el chico era arrastrado) por toda la calle hasta que llegaron a una fábrica abandonada.
El niño se sorprendió, el lugar estaba en ruinas. Se encontraba toda tapizada con polvo de años, el suelo de madera estaba podrida de adentro hacia fuera y hasta se podían escuchar las escalofriantes pisadas de las ratas que habitaban ese edificio. Definitivamente era un lugar terrible y asqueroso hasta para él que conocía de lugares deplorables.
-Ta daaaaa- mencionó melodiosamente la pequeña- Hemos llegado.
-No puede ser, ¡Este lugar es un asco!...Me rehusó rotundamente a seguir en esta inmunda fábrica- expresó muy desagradado, de todos los lugares al que lo podía llevar, escogió el peor de todos- Fue un error el confiar en ti- maldijo mientras se alejaba del lugar.
-¡Espera!- lo tomo de la mano para que se quedara- Esta no es una inmunda fábrica… ¡Esto es un castillo embrujado!- dijo con una radiante sonrisa.
El pequeño se sorprendió con la respuesta que le dieron, ¿podría ser que ese horrible lugar sería un sitio muy divertido? o ¿la castaña estaba realmente loca?, no lo podía saber. El accedió a volver a entrar por curiosidad, ya que quería aclarar sus dudas acerca de la forma de pensar de la niña, aunque no podía evitar sentir ganas de correr por la falta de limpieza del lugar. Pero en eso se escuchó un aterrado grito de su compañera, percatándose de que se había perdido de su alcance.
-Hey cuatro ojos, ¿Dónde estás?- gritaba con desesperación. Estaba muy alterado, tenía miedo de que algo grave le pasara a la chica.
-¡Ayúdame por favor, estoy aquí arriba!- se seguían escuchando los gritos temerosos de la pequeña.
- ¡No te preocupes, allá voy!- Él subió rápidamente las desbaratadas escaleras volteando a todos lados tratando de encontrar a la chica. Su corazón se estremecía ya que no lograba ubicarla. Cuando al fin la localizó, ella estaba tirada en el suelo por el miedo, el niño corrió hacia ella levantándola y abrazándola para que se tranquilizara - ¿Estás bien?... ¿Qué fue lo que paso?- se escuchaba muy alterado por la preocupación.
-¡Un fantasma!- mencionó la niña mientras señalaba un barril vacío que pertenecía a uno de vinos- ¡Son demasiados!...También hay brujas, vampiros, monstruos, titanes y dentistas- dijo mientras apuntaba a distintos objetos, como cajas, pedazos de tabla, muebles semi rotos, entre otros.
El pelinegro estaba realmente furioso. Le había hecho sentir la peor sensación de todas. El miedo y la desesperación por el bienestar de la niña lo habían invadido profundamente para que resultara que la tenía que rescatar de un barril, ¡Un maldito y vacío barril!. Él realmente quería golpear a la castaña y gritarle desde lo más profundo de su ser ¡LOCA! y de hecho lo iba hacer, pero al ver la sonrisa de la menor no pudo evitar sentirse apenado y ruborizado. Algo raro le pasaba cada vez que veía esa sonrisa tan radiante. ¡Todo esto era un juego que había planeado para que él se distrajera un rato!. Al entender eso, tomó dos barrotes y se dirigió a la niña.
-Entonces acabemos con esos monstruos y recuperemos nuestro castillo- mencionó dando un sarcástico suspiro y se acercó a ella entregándole uno de los barrotes para que le ayudara a exterminar a las supuestos criaturas.
-Si- dijo con una satisfactoria sonrisa ya que había logrado que el chico se integrara al juego.
Los dos comenzaron a golpear a todos los objetos que se encontraban a su paso. Los rechinidos de la vieja duela de madera no eran nada comparada con las escandalosas risas de diversión que provenían de los niños y que se apoderaban de toda la habitación. Ellos se encontraban corriendo y saltando felices gritando cosas como "Aléjate estúpido titán" o "Muere malvado dentista-vampiro", provocando que un vagabundo que vivía en la fábrica, despertara con todo ese ruido.
Él era aproximadamente de unos 45 años, canoso, alto, gordo y sobre todo amargado. Este se dirigía a regañar a los niños, pero al ver a la pequeña, se regresó a su escondite sin apartar la vista de ella.
-¿Qué está haciendo esa mocosa en un lugar como este?- hablaba para sí mismo. El observaba a la niña de pies a cabeza, al darse cuenta de la sonrisa de la menor y del atuendo que llevaba, una maliciosa expresión se mostró en el rostro de aquel méndigo – Esta bastarda es de la superficie y si es así ¡Ha de ser asquerosamente rica!...Esta es mi oportunidad de salir de la basura que es mi vida y llenarme de los lujos que me merezco- expresó mientras imaginaba como seria su vida en otro entorno y regreso a la realidad para no perder de vista a la castaña.
El misterioso hombre seguía observando a los pequeños jugar por todo el edificio. Estaba decidido, la niña era su objetivo.
