"Toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo a la ley; la suerte o azar no es más que el nombre que se le da a la ley no reconocida; hay muchos planos de casualidad, pero nada escapa a la Ley." El Kybalion.
Capitolio - Hospital General del Capitolio en Carnation Crest- Día 12, Mes 11. Año 1 de la Era Sinsajo -6:20 AM
Ibrahim Lovell llevaba ahí sentado doce horas según el reloj. Cinco horas antes, el último de sus acompañantes se había ido y desde que Plutarch cayó en las garras de sueño sobre tres asientos de la sala de espera, su única compañía era la televisión encendida que sonaba al fondo, repitiendo una y otra vez el mensaje que días atrás había grabado la presidenta Paylor. Lo había escuchado tantas veces que ya se lo sabía de memoria.
En esas cinco horas, no obstante, había tenido tiempo para meditar sobre lo que en mitad de la tarde, les llevó desde el despacho de Paylor hasta una aero-ambulancia y de ahí al quirófano. También sobre los acontecimientos vividos en los ultimos meses y que como tan agoreramente predijo, habían acabado finalmente en un atentado. Aún corría por sus venas toda la adrenalina que su cuerpo había producido al oír el cristal supuestamente blindado de la ventana romperse y ni un segundo después, ver a la presidenta desplomarse sobre la mesa, a la vez que unas gotas de sangre salpicaban su corbata plateada. Todos los presentes se tiraron al suelo y mientras él acudía a socorrer a Paylor, gritó a los demás que llamasen a una ambulancia y a los cuerpos de seguridad.
Paylor perdió el conocimiento casi inmediatamente. Su respiración era descompasada y superficial, sabía que eso era malo, pero mientras no se parase, tendría esperanzas. Al subirla a la aero-ambulancia a través de la ventana, Ibrahim se fijó en el hilo de sangre y líquido que le salía de la oreja izquierda, en sus ojos semiabiertos e inexpresivos, en sus brazos colgando inertes a cada lado de la camilla... Era algo que no olvidaría en la vida. Si la presidenta caía, la democracia recién instaurada se vería como una pantomima que cualquiera puede echar abajo con proponérselo. Tenía que vivir. No había elección...
Media hora después, una doctora entró en la habitación. Para entonces el sol ya había salido y el Hospital empezaba a despertar con sus ruidos y devenir cotidiano. Ibrahim se puso en pie y sacudió suavemente a Plutarch, quien se incorporó en su asiento como un resorte.
-La presidenta se encuentra estable. -Anunció. Ibrahim se fijó en sus ojeras y en la leve palidez de su rostro sin maquillar. Sin duda alguna ella tampoco había dormido aquella noche. -Ha sido poco para lo que podía haber pasado. Traumatismo craneal y contusión cerebral.
-¿Se recuperará? -Preguntó Ibrahim.
-Lo hará. Los mejores médicos del país están trabajando duro en estos momentos para que no haya ningún tipo de secuela. Lo importante ha sido detener la hemorragia y drenar la sangre. La bala no traspasó su cráneo. El cristal debió frenarla, pero el impacto hizo que el hueso se quebrara y lo empujase hacia adentro, seccionando algunos vasos sanguineos. Lo siguiente será realizar pruebas para calcular el alcance de los daños... y mantenerla estable por supuesto. Las siguientes 48 horas serán las peores, así suele suceder en este tipo de casos.
-¿Puedo pasar a verla?
Ella negó con la cabeza.
-Hoy no. Entorpecería a los que estamos trabajando. Si quieren mi consejo, vuelvan a casa y descansen. No hay nada que puedan hacer aquí. Si hay alguna novedad, les llamaremos.
Tras decir eso, se despidió de ellos y se marchó.
-Bueno. ¿Qué hacemos? -Preguntó Plutarch.
-Yo me quedo. -Dijo Ibrahim con determinación, a pesar de que le había sido aconsejado el hacer lo contrario.
-De acuerdo. Entonces yo también.
-No. -Le espetó mientras la voz de Paylor en la pantalla se superponía a la conversación.- Serás más útil en otros lugares. Ve a mirar cómo va la investigación, seguro que ya han averiguado algo. Llámame en cuanto te enteres.
-Como digas. -Contestó Plutarch poniéndose su abrigo y su sombrero.- Esto no puede seguir así, a Paylor se le está yendo de las manos. Hay que... tomar medidas...
-Lo se, y me duele admitirlo. Buena suerte, Plutarch.
El Secretario de Comunicaciones inclinó la cabeza brevemente y desapareció tras la puerta, dejando a Ibrahim en compañía de la Paylor televisiva, la cual pronunciaba su discurso con serenidad y firmeza, ajena a lo que le pasaría unos días después a su yo del futuro.
-"...muchos de ustedes han interpretado esa pérdida de privilegios como una afrenta. Aprovecho para recordar que los distritos han vivido durante casi un siglo sumidos en la represión, esclavitud y pobreza. Las medidas recientes, han sido tomadas para igualar esa desproporción y no como un castigo a los habitantes del Capitolio. Lo que pretendo en un futuro, es que esa igualdad sea plena. Que ningún habitante de Panem sea más que otro. Y por eso os pido, habitantes del Capitolio, un esfuerzo para adaptaros a esta nueva situación por el bien de nuestro país..."
Ibrahim pronunció estas palabras acompañando a la voz de Paylor. Sonaban tan lógicas en su cabeza...
Pero el Capitolio se había nutrido del resto de Panem como una garrapata gorda lo hace de un perro sarnoso y ahora, al retirar privilegios absurdos y añadir obligaciones que cualquiera consideraría razonables para equilibrar la balanza, se había hecho obvio que dicha garrapata no estaba dispuesta a renunciar a su existencia parasitaria.
Cayera quien cayera...
Capitolio - Mansión presidencial en Capitol Hill - Día 23, Mes 11. Año 1 de la Era Sinsajo -11:58 AM
-Gracias por venir teniente Hawthorne. -Dijo Ibrahim estrechándole la mano al recién llegado. Las dos estrellas plateadas de la insignia de su hombro resplandecieron con los rayos de sol de medio día que entraban por la amplia ventana.
-Vicepresidente Lovell. -Le saludó el recién llegado.
Después de aclarar que ambos podían tutearse, Ibrahim le invitó a sentarse.
-¿Cómo está la presidenta? -Preguntó Gale.
-Mejora y empeora intermitentemente, pero lo peor ya ha pasado. El otro día me reconoció y conversamos, aunque fue breve. Los médicos son optimistas, pero su recuperación será lenta.
-¿Se sabe algo acerca de los autores?
Ibrahim se humedeció los labios y se pasó la mano por el pelo nerviosamente.
-Tenemos unos cuantos sospechosos pero aún seguimos investigando... Como ya hablamos, la razón por la que te he llamado es porque necesito... necesitamos refuerzos en el Capitolio. El malestar social está incrementando. Al principio eran simples protestas pero el asunto ha ido escalando... Hay varios grupos terroristas centrados en exhaltar a las masas para exigir la vuelta de los privilegios.
-Tengo una pregunta. ¿Por qué Paylor no ha hecho nada al respecto?
-Bueno, sí hizo. Pero eso no fue suficiente. Paylor tiene miedo de acabar como la dinastía Snow... dijo que ellos tenían derecho a manifestarse, y en respuesta a sus protestas emitió un comunicado. Pero la segregación es muy intensa como para nivelarla con un discurso. Es casi un siglo con el sistema anterior. Mi teoría era que solo se calmarían los ánimos con un cambio generacional... que había que descentralizar el gobierno y vigilar el Capitolio hasta que las nuevas generaciones creciesen sin ese sentimiento de superioridad para con el resto de sus compatriotas. ¿Comprendes?
Gale asintió, e Ibrahim dio un trago a su vaso de agua antes de continuar.
-Después de mucho insistir, logré convencer a Paylor de trasladar la sede gubernamental al Distrito 8. Un sitio donde podríamos gobernar más seguros. Precisamente estábamos teniendo una reunión al respecto cuando ocurrió aquello. Y eso no es todo. La nieta del ex presidente Snow ha sido secuestrada.
-Eso sí que no lo sabía. -Respondió Gale levantando una ceja.- ¿Cuándo ha sido?
-Una semana después del atentado. Se sospecha que ha sido obra del mismo grupo. Apareció un grafitti de alguien haciéndose llamar "El Cetrero", justo el mismo día. El gabinete de detectives que lleva el caso sospecha que ambos hechos están relacionados.
Ibrahim abrió un cajón del escritorio y le tendió una foto a Gale. Este la examinó y frunció el ceño.
-"El halcón es el principal depredador del sinsajo. El Cetrero." Yo diría que hay muchas posibilidades de que estén relacionados.
-He llegado a una conclusión sobre ese mensaje. Pero me gustaría escuchar tu opinión antes de contrastarla.
-Para mí es evidente. El sinsajo fue un símbolo del bando rebelde. Él se hace llamar El Cetrero, lo que hace alusión al halcón, depredador del sinsajo. Una herramienta para acabar con el orden establecido. Él tiene a la chica. Y la piensa usar de la misma forma que Katniss fue usada por los rebeldes.
-Eso es exactamente lo que yo pienso. Pero ellos dieron muchas vueltas antes de llegar a la misma conclusión. A algunos les molesta que alguien profano a su sector les diga como hacer su trabajo. Orgullo profesional.
A Gale le pareció percibir un dejo de desdén en esas dos últimas frases.
-De acuerdo pues, Ibrahim. Te mandaré algunos hombres de refuerzo y mis mejores suboficiales. Aquí los necesitan más.
-Tienes mi eterna gratitud... -Titubeó un poco antes de bajar el tono de voz.- Gale... ¿Puedo pedirte otro favor?
-¿De qué se trata?
-No es fácil hablar de esto. Pero... ¿Recuerdas lo que decidió Coin sobre celebrar una última edición de los Juegos del Hambre con niños del Capitolio?
-Claro que lo recuerdo. ¿Por qué lo dices? No estarán pensando...
-Se que es un tema delicado... pero creemos que eso aplacará a los terroristas. El sistema ahora se ve vulnerable, necesitamos tiempo para investigar el atentado y trasladar el gobierno fuera del Capitolio.
Gale apretó mucho los labios.
-A Paylor no le gustará. -Dijo con voz grave.
-Lo se. Pero ella no está en condiciones de tomar decisiones, y ha sido su propia benevolencia la que la ha llevado a este estado. Yo estoy al mando ahora y creo que es lo mejor. La situación se nos ha escapado de las manos y ya no se revertirá con discursos.
-¿No hay alternativas?
-Probablemente. Pero esto es algo que conocemos y sabemos que funciona. Ha funcionado por casi un siglo. Es una medida muy drástica, lo se... Pero tenemos fe en ella.
-Bueno. -Dijo Gale perdiendo algo de su cortesía inicial. No le gustaba aquello pero había aprendido a no involucrarse mucho en asuntos de gobierno. Empezó a sentirse incómodo en aquel lugar.- ¿Qué es lo que quieres de mí entonces?
-¿Podrías... podrías hablar con Peeta? -Tartamudeó Ibrahim, temiendo que Gale se levantase de ahí y se fuese dando un portazo.
-¿Peeta? ¿Para qué? -Contestó sorprendido por la petición.
-Necesitamos a Katniss... Tú le conoces bien, creemos que Peeta es la persona más adecuada para ponerla al corriente, y que ella le escuchará. Ya sabes lo impredecible que puede llegar a ser.
-¿No han tenido ya suficiente de Katniss? ¿No van a parar hasta que la vuelvan loca del todo?
-Creeme que lo siento, Gale. Katniss merece descansar, pero pensé que si era por el bien mayor...
-Katniss ha pasado los últimos dos años luchando por el bien mayor. Sin ánimo de ofender, pero ustedes los capitolinos no saben que mencionar los Juegos es como echar limón sobre una herida para la gente de los distritos.
-¡Es distinto! Serán chicos del Capitolio. Será como obtener compensación...
-Compensación... -Repitió Gale dando un bufido.
-¿Hablarás con Peeta por mí? Él te escuchará. Nuestro equipo de psicólogos pensará en la manera más adecuada de explicarle a Katniss el proyecto.
-Hablaré con él pues. Pero le haré saber que esto es solo cosa vuestra.
-¡Por supuesto!... por supuesto... Gracias por todo Gale. -Dijo Ibrahim nerviosamente tendiéndole la mano.
Gale rechazó su apretón.
-Los refuerzos llegarán pasado mañana. -Dijo levantándose.- Ya tendrás noticias mías.
Cuando Ibrahim se quedó solo de nuevo, se sintió miserable. Quizá Gale tenía razón... ¿Arreglaría algo celebrar una última edición de los Juegos del Hambre? Pronto, otra voz en su cerebro le dijo que Gale era el que no entendía nada.
-No sabes lo complicado que es gobernar un país... -Murmuró.
¿Por qué estas cosas siempre se le ocurrían después de que la tensión había pasado? Se enojó consigo mismo por un momento, e hizo una nota mental para estar preparado la próxima vez que alguien le retase. Tras eso, dejó el asunto aparcado en un rincón de su mente y se fue a almorzar. Tenía unas cuantas llamadas que hacer, pero podían esperar...
Distrito 12 - Casa de Peeta en la Villa de los Vencedores - Día 25, Mes 11. Año 1 de la Era Sinsajo -10:43 AM
El sonido insistente del teléfono estaba empezando a ponerla de los nervios. Pensó seriamente en levantarse y estamparlo contra la pared. Sabía que Peeta no aprobaría eso pero había hecho cosas peores antes, y además se suponía que estaba loca. El psicólogo había dicho que tenía derecho a desahogarse expresando su rabia interior o algo por el estilo... así que tenía licencia para hacerlo.
Por el sonido constante del agua en el cuarto de baño de arriba, se podía deducir que Peeta se estaba dando una ducha, y Katniss sabía que no le gustaba ser interrumpido en ese momento. Tal vez por eso no había salido a contestar el maldito teléfono.
Él dejaba casi siempre la puerta desbloqueada durante el día, por si ella quería ir a que le hiciese compañía, así que simplemente la abrió y pasó sin pedir permiso. Ni Peeta ni ella se pedían permiso el uno al otro a la hora de visitarse. Supuso que no tardaría mucho más, pero estaba empezando a pensar que lo mejor era irse antes de pagarla con el mobiliario del chico. Llevaba ahí cerca de diez minutos, y el teléfono había estado sonando durante la mitad de ese tiempo.
Justo cuando su irritación estaba alcanzando su momento máximo, algo diferente pasó. El llamante no colgó cuando salió el contestador automático sino que siguió en línea. Oyó la voz de Peeta decir que no estaba disponible, luego un pitido y un silencio.
-¿Peeta? -Dijo la voz al otro lado del aparato. Una voz que conocía muy muy bien, como si la acabase de escuchar esa misma mañana. -Supongo que ya sabes lo que le pasó a Paylor... el otro día estuve hablando con el vicepresidente Lovell y bueno... para ir al grano, están hasta arriba de problemas ahí en el Capitolio. Me han pedido que les eche una mano mandándoles refuerzos. El vicepresidente me pidió además que te lo mencionase. Quiere hablar contigo... sobre aquella edición de los Juegos del Hambre que planeaba Coin. Han decidido rescatar el proyecto. Prefiero contarte los detalles directamente así que llámame en cuanto puedas. No le digas nada a Katniss de momento. Lovell quiere que hables con ella para convencerla de que se involucre, pero resaltó que hay que hacerlo con tacto. Espero que todos estén bien por allí.
Peeta salió de la ducha precipitadamente debido al escándalo que le llegaba desde abajo. Bajó las escaleras descalzo y goteando, agarrando la toalla con una mano y el pasamanos con la otra por si se resbalaba, y se encontró a Katniss enmedio de un frenesí de destrucción.
-¡Katniss! -Gritó bajando las escaleras restantes de tres en tres, ya sin preocuparse por agarrarse al pasamanos. -¿Qué ocurre?
Peeta la agarró de un brazo y la obligó a sentarse en el sofá. No podía averiguar qué era lo que la había puesto en ese estado. Katniss respiraba muy rápido. Su cara estaba roja y sus ojos vidriosos. Él le habló suavemente, para intentar calmarla, y cuando por fin lo consiguió ella solo pudo señalar el teléfono, tirado en el piso a sus pies. Peeta lo examinó para cerciorarse de que funcionaba. El botón rojo intermitente del buzón de voz le indicó que aún lo hacía. Lo pulsó y escuchó el mensaje que Gale le había dejado.
"Bueno... ya no habrá que preocuparse sobre cómo decirle la noticia a Katniss..." Fue lo primero que pensó. Pero tras eso, un mal presentimiento se apoderó de él. Katniss votó que sí a celebrar una nueva edición, pero en este tiempo todo había cambiado. Una mención a los Juegos del Hambre era lo que menos necesitaba para su recuperación. Tenía que haber otra manera. Quizá si iba al Capitolio podía intentar pararlo todo, sugerir alternativas... Estaba seguro que Paylor jamás habría permitido aquello. Las cosas no podían estar tan mal como Gale decía. Repentinamente, sintió como que aquellos chicos lo necesitaban. Pero también lo necesitaban Katniss y Haymitch. No había alternativa, tendrían que ir con él.
-Voy a ponerme algo. -Dijo sintiendo la piel de gallina en sus brazos. -Ve a decirle a Haymitch que prepare la maleta. Nos vamos al Capitolio.
Capitolio - Despacho del Vigilante Jefe en Capitol Hill - Día 1, Mes 12. Año 1 de la Era Sinsajo - 5:14 PM
-¡Hola Voltios! -Dijo Johanna Mason al teléfono.
Estaba sentada en una cómoda silla giratoria, mientras apoyaba los pies en la estupenda y rarísima mesa de madera de teca. Ser consciente de que estaba poniendo sus zapatos en algo tan caro le aportó un extra de satisfacción.
-Hola Johanna. ¿Cómo estás? -Respondió su interlocutor al otro lado de la línea, quien ignoró el pueril apodo con el que lo bautizó años atrás.
-Estoy bien, gracias por preguntar.- Dijo Johanna sin devolverle la pregunta.- Adivina dónde estoy.
-En el Capitolio. -Afirmó Beetee.
-Vaya... y yo que quería darte una sorpresa. ¿Cómo lo supiste?
-El prefijo desde el que me estás llamando es capitolino.
-Oh, pero por supuesto...
-¿Está tu visita relacionada con el atentado del mes pasado? ¿Cómo está la presidenta? Espero que se encuentre mejor.
-No directamente. Y ella aún está ingresada. No se entera de mucho pero al parecer lo superará. Aún no le han dado la noticia...
-¿Qué noticia? -Preguntó él.
-Ahí es donde quería llegar... Beetee... hay algo que debo pedirte. ¿Me ayudarás?
Él se dio cuenta de que Johanna había elegido utilizar su nombre, y algo le dijo que de verdad lo necesitaba.
-Haré lo que esté en mi mano si me dices de qué se trata.
-¡Perfecto! Porque necesito que me ayudes a crear la mejor Arena de la historia. -Dijo intentando crear expectación.
Beetee no respondió por unos segundos, y cuando habó de nuevo, parecía desconcertado.
-¿Has dicho Arena? ¿De qué estás hablando Johanna? ¿Arena para qué?
-¿Para qué va a ser? Para los Juegos del Hambre edición Capitolio. ¿Recuerdas?
-Recuerdo que ese tema se enterró junto con Coin. Eso es lo que recuerdo. -Respondió Beetee a la defensiva.
-Bueno pero las cosas han cambiado amigo mío. Estoy segura de que ya lo sabes, y si no, ve a informarte por tu cuenta porque detesto hablar de política, solo te digo que las cosas por aquí están realmente jodidas y la nieta de Snow está en paradero desconocido grabando propos sobre halcones comiendo sinsajos.
-Y el gobierno se va a trasladar al 8. Lo se. Veo muchas alternativas posibles a celebrar los Juegos del Hambre. En su día voté no, porque si luchábamos era para pararlos y me mantengo en mi postura. No lo apoyo y prefiero ser dejado al margen.
Johanna chasqueó la lengua.
-Sabía que dirías eso... está bien. Hazlo aunque sea por mí. Me han ofrecido el puesto de Vigilante Jefe y he aceptado... y te necesito de veras, nadie más tiene tus conocimientos para hacer la Arena inolvidable.
-Escucha, Johanna... estoy cansado de este asunto. He pasado por mucho este último par de años y ahora lo único que quiero es quedarme donde estoy y vivir mi vida en paz. Los distritos ahora tienen salarios justos y horarios razonables. Es lo que queríamos. Lo que pase en el Capitolio ya no me importa, y menos cuando se trasladen al 8.
-Te importará cuando los terroristas consigan tomar el control. -Dijo subiendo un poco el tono de voz. Estaba empezando a perder la paciencia.- Y entonces a ver dónde quedan tus salarios justos... y tus horarios razonables.
Su acompañante sintió que Johanna alcanzaría pronto el punto de fusión y empezó a darle un masaje en los hombros.
-Que los detengan y los metan en la cárcel. ¿Por qué no lo han hecho ya de todos modos? ¿No será que quieren más excusas para derramar sangre inocente?
-¡Ja, estúpido Voltios! Si no los han encarcelado aún será porque no es tan fácil como parece ¿No? ¿O quieres que te lo explique con marionetas?
-Ah... ahora recurrimos al insulto ¿No Johanna? Siempre dije que era el último recurso del incompetente.
Hubo un silencio.
-¡¿Me estás llamando qué?! ¡ESO NO ME LO DICES A LA CARA! ¡MALDITO DESAGRADECIDO, COBARDE! ¿¡QUIÉN SALVÓ TU INSIGNIFICANTE VIDA, EH!? ¿QUIÉN LO HIZO? ¡ESTÁS EN DEUDA CONMIGO VOLTIOS, UNA BIEN GORDA Y LA QUIERO DEVUELTA!
Cuando se paró para respirar, Johanna escuchó el pitido intermitente que indicaba que la conversación se había cortado. Sus gritos le habían impedido oírlo así que no supo realmente en qué momento Beetee le colgó.
-¡Me ha colgado! ¡Me ha colgado en las narices! -Dijo girando su asiento para quedarse cara a cara con Enobaria. -¿Te lo puedes creer?
-Calma. -Contestó.- Caerá. Habla con Plutarch, él tiene más mano con Voltios. A ese no te lo ganarás con gritos y amenazas.
-Me ha puesto de los nervios. Te juro que ahora podría... podría matar a alguien. Otra vez. ¡En serio!
-Pronto podrás matar a unos cuantos capitolinos apretando un botón... A Paylor aún no le han dado el alta y en breve Lovell anunciará el evento. Aunque se oponga al salir todo estará ya muy avanzado. -Dijo canturreando esa última frase.
Johana se tomó un minuto para analizar la situación. Enobaria tenía razón. Debía calmarse.
-Quiero a Voltios. -Dijo con un tono cargado de exigencia.- No quiero dejar el asunto en manos de Plutarch. Ahora nosotras estamos al mando y ellos saben que él sería alguien difícil de reclutar. Si lo conseguimos nosotras será un gran logro. Les demostrará que tenemos recursos.
-Lo entiendo. -Contestó Enobaria. -Entonces pensemos. Si no le agrada la idea de participar en el proceso, tendremos que ofrecerle algo que lo haga recapacitar.
-Hmm... Veamos... ¿Qué podría interesarle tanto a Voltios como para cambiar de idea...?
Beetee nunca fue del grupo de los ambiciosos. No funcionaría el ofrecerle dinero. Es posible que las oportunidades de investigación tampoco le interesasen llegado a este punto. En el Distrito 3 tenía mucho más de lo que el Capitolio podía ofrecerle.
Y entonces recordó algo. Él y Majara solían ir al Distrito 7 de vez en cuando a observar el firmamento. Al parecer en el 3 no se podía apreciar en todo su esplendor. A Johanna le vino a la mente aquel día en el que según ellos, un meteoro o algo así iba a pasar cerca de la Tierra por primera vez en 220 años. ¿Qué clase de persona hace un viaje de dos días solo por ver una roca? Ella lo encontró estúpido, pero a la vez, sintió algo de envidia por ellos al reconocer entusiasmo e ilusión en sus voces. Nada en la vida la apasionaba a ella desde que vino de la Arena. ¿Cómo sería estar tan interesado en algo, incluso cuando esa cosa es algo completamente extravagante e inútil?
-Creo... que ya se me ocurre de qué sabor le gustaría el caramelito a Voltios, pero debemos consultarlo con Plutarch igualmente. Debemos ver hasta qué punto es factible... digamos... que es una idea fuera de este mundo.
-Es un comienzo. -Contestó Enobaria.- Pronto tendremos nuestra deuda saldada...
-¡Sí...! -Dijo Johanna. Había esperado mucho para obtener su venganza. Quizá eso fuera lo que curase definitivamente las heridas de su alma. Esas que se negaban a cicatrizar.- En momentos como este me alegro de no haberte rebanado el cuello. ¿Quién iba a decir que resultarías ser una compañía tan grata?
Enobaria sonrió, dejando ver una hilera de dientes puntiagudos. Johanna sonrió con ella.
-Eso... -Agregó asintiendo.- Eso es Enobaria. Sonríe para mí.
La razón por la que lo haré de los 76º Juegos del Hambre es porque soy anti Capitolio. Creo que simbolizan un régimen que no me gusta y que no había que dejar que volviese.
Habrá otro capítulo donde se sabrá el desenlace de lo del Cetreto antes de las cosechas. ¡Saludos!
