Hola! A lo mejor se pregunten "¿Por qué escribes otros fics si no continúas los otros?" Eso es… bueno, ya, tengo excusa. Verán... aún no salgo de clases, hoy es mi último día de rotación y… debería estar haciendo un tríptico de Insuficiencia Renal en este momento :'v
El problema es que para escribir uno de ellos es que tengo que investigar… y ahora mismo tengo un trabajo de investigación de la universidad inconcluso que debía presentar la semana pasada así que… *llora* Y hoy tengo guardia… no tengo idea de que haré xD
Disclaimer: Hetalia y sus personajes son propiedad de Himaruya Hidekaz
Advertencia: USUK unilateral, ScotEng unilateral
Este fic es medio raro pero… son dos shipps que amo y, tenía curiosidad de como me resultaría un ScotEng así que… voila (?)
¿Qué puedo decir? Necesitaba escribir algo así :'3
Ya no podía verlo sin aparentar lo que sentía. La necesidad carnal de tenerlo entre sus brazos era demasiado evidente, era demasiado difícil para resistir y él, como el héroe que era, había aguantado siglos a ese monstruo que tenía dentro. Estaba a punto de consumirlo por completo y tenía miedo. Porque Arthur, para él, era frágil, preciado, delicado y no podía romperlo... pero tenía que tenerlo, a como diese lugar.
Porque siempre había sido suyo y de nadie más.
Había sido fácil deducirlo para el americano. Por algo lo había elegido a él antes que a Francia ¿no? Incluso de pequeño tenía la certeza de que Inglaterra le pertenecía...
Porque, a medida que crecía, las cosas eran más evidentes. 13 colonias se había vuelto todo para el Reino de Inglaterra ¿no? Más que Canadá, Nueva Zelanda o Australia en toda su historia... Sabía que de lejos era el favorito, el centro del mundo para su tutor y eso solo reafirmaba su teoría. Porque, como América Británica, sabía que Inglaterra bailaba en su mano...
Porque a medida que se hacía grande, fuerte, autónomo... el monstruo había empezado a ganar territorio, dominando a la inocencia que Inglaterra juraba que el menor poseía.
Mentiras aquellas.
Quiso reclamar el puesto que le pertenecía, quitarle a Arthur el aparente control que poseía sobre él. Era él quien lo tenía entre sus garras ¿no? Además, la madre patria estaba cansada de pelear... esas ojeras, el cansancio en su voz y la pesadez al andar lo delataban. Porque desde hace mucho, Alfred había decidido ser su héroe, cargar con el peso de sus hombros ya que era fuerte, joven, capaz y se lo había demostrado...
¿Qué pedía a cambio? A Arthur, solo eso. ¿Había algo más justo? El pensamiento lo carcomía, la sangre le hervía pero era imposible formularselo al mayor.
Porque los cazadores no le hacen saber a su presa cuando está en la mira.
Era difícil controlarse ante la cercanía del inglés, la voz aterciopelada con la que se dirigia a él y el tacto sobre la ropa quemaba su blanca piel en una dulce agonía. Ardía, dolía y no podía decirle nada. Tenía que aguantar si quería salir victorioso.
Ya le había pasado en altura y lo miraba desde arriba como siempre debió ser. Adoraba sus pucheros y la falsa ofensa que interpretaba cada vez que se daba cuenta de la diferencia de tallas y la velocidad con la que crecía pero Alfred conocía la verdadera intención del británico: Arthur sabía perfectamente de lo que él era capaz y a donde podía llegar, no había otra explicación posible. Lo había criado de acuerdo a sus estándares, el británico lo había moldeado con sus ideales, convirtiéndolo en un ser idílico para él. ¿eso no lo hacía perfecto para ser el único, entonces? Era digno de estar a su lado, de solo ser él quien lo acompañe...
Porque lo hizo para pertenecerle... porque Inglaterra lo había creado solo para ello y Alfred aceptaba con gusto su misión.
Y esto era algo que daba vueltas siempre en su cabeza, sin descanso, ni siquiera al conciliar el sueño. La respuesta salto de inmediato cuando Francia, enemigo de quien amaba y por ello su enemigo también, vino con alardes de una nueva revolución, una forma de avance, de no caer en la extinción.
Independencia...
Y esa había sido la respuesta a todo. Su Arthur no podía humillarse a tomarle como un igual, sólo era una colonia, un súbdito y eso lo sabía... era lo único que le impedía llegar a donde le correspondía.
Se dejó embelesar por las palabras e ideas del francés y por su amigo español mas era consciente de todo. No le importaba las intenciones del par de idiotas que juraban tener la mente inocente del menor en sus manos, Alfred era consciente del fin ¿Y es que este no podía acaso justificar los medios? Por su puesto que podía... aunque tuviera que actuar y destrozarle el corazón a su amado porque... luego lo curaría ¿no?
Lo hacía por los dos. Sabía que Inglaterra lo entendería algún día...
Tanto que tuvo que recurrir a la secuencia completa. Su cuerpo estaba acostumbrado a los trabajos de campo pero no a entrenamiento bélico asi que, teniendo como objetivo al europeo, pudo con todo lo que se le presentó delante... Su voluntad era inquebrantable, su seguridad inequívoca.
El teatro de la "independencia" servía, al menos de vista para afuera. Le enfermaba oír de parte de los tres los estragos que, para ellos, Arthur tenía con él. Le aborrecía, las ganas de partirles la boca no faltaban pero la sonrisa hipócrita en su rostro y las palabras de respaldo que pronunciaba respecto a los comentarios no dejaban de hacerse presentes...
"Sólo había que esperar"
Fue dura aquel día de lluvia. Verlo allí, débil, en el piso, pidiendo que se detuviera... aquella bestia que llevaba dentro de él se regocijaba, bailaba de la emoción. Sus fantasías más oscuras relucían¿cuánto no se había aguantado para no lanzarse sobre él, consolarlo y pedirle las mil y un condiciones que tenía en la cabeza? Sabía que Arthur cedería a cada una de ellas con tal de no perderlo.
Lo conocía tan bien...
Mordió sus labios y tuvo que continuar con el teatro. Juraba poder escuchar el corazón del mayor romperse, lo veía en cada lágrima que caía de las esmeraldas que adoraba... pero las cosas tenían que hacerse de la manera correcta porque la razón no era él ni sus ambiciones. Era por Inglaterra, sólo por él...
¿Es que no se daba cuenta de lo mucho que lo amaba? ¿Del sacrificio que hacía por él, por los dos? O es que acaso... ¿Arthur había asumido su papel tácitamente?
Su desesperación afirmaba esto último porque nunca tuvo la intención de lastimarlo… mas sabía que Arthur era un ser puro. No sería capaz... Inglaterra no estaba corrompido como él lo estaba...
Porque Arthur era un ángel y a él no le molestaba ser el demonio... tampoco le importaba tener que arrancar cada una de sus plumas y cada una de sus alas si tan sólo eso le permitía retenerlo…
Actuar frío, justificarse con las necesidades de su gente pero sabía en el fondo que todo era movido por sus deseos egoístas ¿acaso importaba? Todos eran felices
"Todos menos él" se repetía... "Pero no por mucho"
Décadas sin verlo, fingiendo que lo odiaba... expulsándolo del continente donde habitaba, pero era necesario. Tenía que conseguir poder para estar a su altura, porque si bien sabía a donde pertenecía, tenía que asegurarse que el resto del mundo lo entendiese también... que no hubiese nadie que le negara su derecho sobre el inglés. Arthur seguía siendo el gran Imperio Británico, tenía que igualarlo de alguna u otra forma. Odiaba verlo crecer al lado de sus hermanos, usurpando el puesto que le pertenecía a él y solo a él.
La Gran Guerra lo había hecho fuerte y había disfrutado ver a Inglaterra verlo como un igual. No pudo aguantarse la sonrisa de satisfacción al ver a su Arthur sumido en una deuda, dependiendo de él. Por algo había que comenzar ¿no?
¿Entente Cordiale? ¿Aliados? Se rió con ganas. No necesitó de mucho para volver a tener a Inglaterra donde quería y en tan poco tiempo. Al fin las cosas estaban yendo en el camino que debían.
La Segunda Guerra Mundial no sirvió para más que sólo posicionarse como uno de los más poderosos del mundo, superando a su querido inglés. Y era divertido, sólo necesitaba deshacerse de un tipo más...
Para cuando el soviético cayó a sus pies y tuvo la hegemonía del mundo en sus manos, supo que sólo era cuestión de tiempo, muy poco de hecho, para lograr tener por completo a Inglaterra. Porque no quería controlarlo a base de fuerza, quería hacer que Arthur rogara porque no se alejara... quería ver al inglés dependiendo de él, aferrándose a su lado... volverse tan necesario para el rubio como el británico lo era para él.
Y dejó que las cosas siguieran su rumbo, escondiendo sus intenciones actuando como un idiota, con la sonrisa eterna y la mentalidad infantil que todo el mundo creía. Sus deseos tenían que mantenerse adentro, ya llegaría la oportunidad... pero la cercanía lo estaba matando. Tenerlo a tan pocos metros de él en las juntas, en aquellas reuniones de estado...
Era simplemente demasiado. Se cansó de esperar y decidió tomar al toro por las astas, iría por Arthur y lo tendría pero aún había algo que lo interrumpía, los malditos hermanos mayores de Arthur. En especial, el maldito escocés.
La sonrisa se le borraba del rostro y la alegría típica que demostraban sus gestos desaparecía al ver al pelirrojo acercándose demasiado a su inglés. Amargura, eso se pintaba en su cara... y Escocia lo sabía, era adrede. La puta mirada de soslayo directo a los azules americanos y la estúpida sonrisa que se dibujaba en la cara del imbécil al tocar a Inglaterra era evidente, dirigida solo a él...
Lo acompañaba ya a las reuniones desde que había iniciado abiertamente su plan. No dejaba a su hermano sólo y eso empezaba a enloquecer al americano. Verlo tan cerca... la verdad es que había fingido no ver los roces que el escocés le propinaba al rubio por debajo de la mesa y el rostro ruborizado de Arthur ardiendo ante el toque llenaba de rabia a la nación norteamericana.
Cada vez se volvían más descarados cuando él estaba presente. La personalidad que Inglaterra tenía ante el mayor de sus hermanos se aminoraba ante la cercanía de sus pieles y eso había sido lo peor para Alfred.
Para las naciones, nexos como el parentesco de hermanos era una absoluta tontería si se trataba de alianzas. Por eso es que nadie se escandalizó con el matrimonio que tenían entre sí los hermanos que formaban el Reino Unido y era aquello que odiaba Estados Unidos...
Caminar por los pasillos y encontrar al escocés arrinconando al menor de los británicos, tocándolo, se había vuelto ya una costumbre para el estadounidense. Hacerse el estúpido y meterle un golpe en defensa del inglés había sido la típica reacción ante a escena. Lo cierto es que, dentro del americano, se cocinaba todo un plan de torturas, guerra e invasiones, de ver a Scott retorciéndose aullando de dolor... pero, debido al maldito matrimonio que sostenía con Arthur, era declararle la guerra a él... y eso era una opción que no pensaba tomar.
Aguantarse, morderse la lengua, eso era lo único que podía hacer. Ver a lo lejos, sin intervenir... se estaba cansando de ello pero no podía hacer nada. ¿Por qué Escocia no se había independizado ya del Reino Unido? ¿No tanto que lloraba por su independencia? Era solo cuestión de tiempo, sólo eso...
Sí había ya esperado siglos por esto ¿por qué no podría esperar unos cuantos años más? Estaría vigilando, marcando los límites mientras pudiera... no le quitaría la vista ni por un segundo a Inglaterra.
- Mío, mío, sólo mío... -susurraba al de cabellos rojos a un volumen tan bajo que solo pudiese oírlo él- Tu gente te alejará de él y volverá a ser mío, como siempre lo fue... -una sonrisa sádica se dibujó en aquel rostro joven, triunfante porque sabía que no habría apelación alguna...
Escocia siguió de brazos cruzados en su asiento con los ojos cerrados al oír el susurro a sus espaldas. Sabía perfectamente de quién se trataba y sabía bien que tenía razón. No se inmutó y sólo le levantó el dedo. Hacerlo con el dedo medio era una típica costumbre suya y era lo más práctico para insultar a alguien... pero Scott sabía que había algo peor para el mocoso que venía a joderle la existencia.
La acción que cayó al americano acompañado del brillo del anillo colocado en el anular que el escocés había levantado hizo que los verdes bosques se abrieran y una sonrisa que con malicia se formaba en el rostro níveo.
Mientras aún lo conservara, Inglaterra le pertenecía a él y sólo a él... sabía que sus hermanos no le discutirían el puesto. Mientras Arthur aún fuera suyo, no dejaría que cayera en las sucias manos de aquel monstruo conocido como Estados Unidos.
Porque ya lo había herido demasiado en el pasado y ahora era su deber protegerlo, como siempre debió haber hecho... Mantendría alejado a la potencia americana del menor de sus hermanos asumiendo los actos que tuviese que asumir, así sea cometiendo el incesto al que se había mantenido reacio desde el matrimonio con sus hermanos...
Pero sólo eran excusas para Scott, que había llevado siglos y siglos luchando contra el monstruo que acababa con él... porque lo despertó desde el momento en que salió a defender a Inglaterra del ataque del estadounidense...
Porque en el fondo, muy en el fondo, Escocia la tenía clara. Inglaterra... su hermano, Arthur le pertenecía sólo a él y no pensaba compartirlo con nadie. Porque lo echó y lo había lastimado en el pasado esperando una ofensiva en su contra ya que él no podía alejarse del inglés por voluntad propia, tenía la esperanza que England tuviera la fuerza suficiente para mantener una distancia entre ellos...
"Mío, mío, mío... "
Aquella sonrisa no se había borrado del rostro de Escocia, ni después de que Alfred cruzara la puerta de aquella Sala. El monstruo había vuelto con fuerza... y él lo estaba alimentando sin darse cuenta...
"Sólo es mío"
Scott se levantó de su asiento y se encaminó a la oficina de su hermano. Sabía que si se descuidaba, Estados Unidos le clavaría las uñas y... esa no era una opción.
Silbó aquella canción de cuna que usaba para arrullar en sueños al menor, alimentando su propio morbo por el plan que ideaba. El sonido de las suelas de sus botas en la cerámica acompañaba la melodía que escapaba de sus labios
Sonrío. No perdería por nada del mundo.
Pobre Inglaterra... siendo tan ignorante de las dos bestias que se apostaban el control de su cuerpo y alma.
