Un Acto de Amor Verdadero…

…si sabes a lo que me refiero. ELSANA KRISTOFANNA HANELSANA…y etc.

-¡Rápido, Sven!-

En su desesperación, Kristoff pateó las costillas de su reno. Anna yacía inconsciente en sus brazos; el golpe de hielo de la Reina Elsa la estaba matando lentamente. Su cabello se había vuelto completamente blanco; su cuerpo apenas generaba calor. Sólo podía aferrarse a su pausada respiración, su aliento cada vez mas frio lavándole el cuello…De pronto dejó de sentirlo...

Kristoff se arrancó el guante con los dientes y apoyó dedos gruesos en el cuello de la princesa Anna. No encontró un pulso… ¡allí estaba! Débil, agonizante…Miró hacia adelante; Arendelle no estaba siquiera a la vista…

-¡Detente, Sven! ¡Está muriendo!-

El animal se detuvo. Saltó al suelo y se arrodilló sobre la nieve, recostando a la princesa sobre su regazo. Le tomó el rostro entre las manos. Su cabello fogoso se había derretido en un mórbido blanco; el rubor que pintaba tan a menudo sus mejillas había desaparecido. Kristoff notó por primea vez lo hermosa que era aunque aquella belleza estuviera mutilada por el agarre cada vez más fuerte de la muerte. Como empujado por una fuerza misteriosa, se inclinó lentamente sobre ella hasta que sus labios se encontraron.

En cuanto sintió el frio de su lengua, Kristoff besó a Anna apasionadamente, intentando transmitir el amor que sentía por ella en ese único gesto. No podía dejarla morir; no era justo que una criatura tan joven, tan enamorada de la vida, muriera de esa forma. Quería que sintiera su calor, que lo absorbiera para ella, que viviera incluso si él tenía que morir para salvarla.

Sus intenciones no fueron suficientes para derretir aquel corazón congelado. Anna seguía tan fría como la nieve. Sus ojos se llenaron de lágrimas y acarició su rostro en una despedida silenciosa. Esto no era justo. ¡No era justo!

-Quizás hablaban de sexo…-

Kristoff parpadeó y miró a Olaf. El muñeco de nieve le devolvió la mirada. Parpadearon juntos.

-¡No voy a tener sexo con ella!- Grito finalmente, escandalizado.

-¿Crees que es fea…?-

-¡No es eso! ¡Esta inconsiente! ¡Y muriendose! ¿Que diablos te pasa?-

-Si está muriendo, vale la pena intentarlo.- Olaf sentenció. Se quitó la nariz e intentó empujarlo del camino, levantando el vestido de Ana con su otro brazo.- ¡Y si tú no tienes el coraje para hacerlo pues lo haré yo!-

-¡No!- Lo empujó con tanta fuerza que le desarmó el cuerpo. Miró entonces a Ana…sus orejas se había congelado. También sus dedos. No sabía que más debía haber desaparecido bajo el hielo. –Ah, a la mierda…-

La acostó sobre la nieve y liberó frenéticamente el pene de sus pantalones. Levantó el vestido de Anna y a punto estuvo de penetrarla pero recordó entonces que las mujeres necesitaban primero un poco de preparación. Se agachó y metió la cabeza bajo el vestido de Anna.

Aspiró profundamente; el almizclado perfume de aquel tesoro virgen le hizo agua a la boca. Estiró la lengua y le dio una buena lamida. Parecía la única parte de su cuerpo aun tibia. Anna se sobresaltó en sueños al sentir su lengua recorriéndole el sexo. Sabiéndose corto de tiempo, Kristoff fue directamente al plato principal: acarició concienzudamente con los labios, la lengua y los dientes el prepucio clitoriano antes de arrastrarse por debajo para alcanzar la protuberancia de sabrosos nervios que pretendía proteger.

Anna soltó un aullido y se retorció con violencia. Kristoff deslizó su lengua a los lados de su sexo, limpiando el jugoso néctar que comenzaba a recorrer la carne. Sujetaba sus labios menores para mordisquearlos gentilmente. Su nariz fría masajeaba con firmesa su clitoris. Llegó a su aterciopelada abertura y se aventuró dentro sin titubear. Su compañera soltó un gruñido profundo, bestial, los músculos de su cérvix aferrándole la lengua como si quisieran arrastrarla dentro. Volvió a gemir cuando se alejó de ella.

Kristoff sacó la cabeza del vestido de Anna. Sonrió al ver que el hielo en su rostro se había derretido. Respiraba con más fuerza y un leve rubor coloreaba ya sus mejillas. Se recostó sobre ella, alineando su miembro con su vagina antes de empujar hacia adelante. Anna gimió en sueños mientras varios centímetros de carne tensa se le insertaron en la vagina.

Kristoff era cuidadoso, avanzando con lentitud. No necesitaba sentir lo apretada que estaba para saber que Anna era virgen; una joven princesa soltera no debía haber siquiera tenido un novio todavía. Eso explicaba su desesperación por casarse con ese tal Hans…

No era la primera que Kristoff tenía una virgen bajo él pero si era la primer mujer que tomaba sin consentimiento. Peor aún, le estaba quitando su virginidad. En el mundo de la nobleza, eso era básicamente una mutilación.

-Lo siento, Anna…- Dijo en un suspiro, la culpa arrancándole lágrimas de los ojos.- Es por tu propio bien…-

Se estremeció cuando las bolas acariciaron sus nalgas heladas. Empujó hacia atrás para liberar su pene antes de insertarlo con fuerza nuevamente. Anna gimió, arqueando la espalda. Se aplastó sobre ella y le partió la boca de un brutal beso. Su lengua luchó agresivamente contra la suya hasta que comenzó a responder débilmente a sus atenciones. Le recorrió el cuerpo con manos ardientes, buscando calentar su piel helada.

Anna comenzó a temblar pero no de frio; su cuerpo jadeante, cada vez más caliente, parecía luchar por liberarse del hielo que pretendía sofocarlo.

-¡Esta funcionando!- Olaf canturreó.- ¡El hielo se derrite!-

Alentado por las noticias, Kristoff incrementó la velocidad y la violencia de sus empujones. Su poderosa ingle golpeaba rítmicamente contra el clitoris hinchado de Anna mientras su venosa carne acariciaba con fuerza las paredes de su apretado cérvix.

El blanco desapareció; el fuego retornó lentamente al cabello sedoso de Ana. La princesa jadeaba pesadamente, gimiendo y murmurando en sueños. Sus brazos se levantaron débilmente de la nieve para abrazarlo. La respiración se le atasco en la garganta. El cuerpo se le salió de control; comenzó a temblar violentamente, poderosas pulsaciones le recorrieron la ingle, los muslos y el interior del cuerpo; un hormigueo intenso le devoró todos sus músculos.

Kristoff corrió el rostro para liberarle la boca y permitirle respirar mientras un poderoso orgasmo le recorría el cuerpo. Continúo cabalgándola salvajemente, sonriendo con perversa satisfacción cuando cada golpe de su ingle, y el poderoso pene que la coronaba, parecía sumirla en una nueva oleada de poderosos orgasmos. Se estremeció, gruñendo, al sentir que el momento de su propia recompensa ya se acercaba. Un rugido ronco de puro placer se unió a los gritos apasionados de Ana mientras su pene liberaba la preciosa carga acumulada en sus bolas.

Ana suspiró, sus ojos abriéndose de golpe. No entendía que es lo que estaba pasando- en aquel momento no recordaba siquiera su nombre-pero era hermoso. El frio espantoso que le había rasgado tan cruelmente la carne desde que saliera de Arendelle había finalmente desaparecido. Se sentía cálida por primera vez por lo que parecía una eternidad. Le hormigueaba todo el cuerpo y sentía un saborcito delicioso en la boca…

Se dio cuenta de pronto que Kristoff, Sven y Olaf estaban inclinados sobre ella, sonriendo de oreja a oreja.

-¡Funciono!- El hombre de nieve festejaba.

-¿Qué?-

Kristoff se puso rápidamente de pie, cubriéndose la entrepierna con las manos. ¿Había estado recostado sobre ella? Se sentó y un dolor punzante le recorrió el vientre. Se metió una mano bajo el vestido; sintió algo pegajoso. Volvió a sacarla: estaba manchada con sangre…y un liquido blanquecino…

-Ana…- Kristoff jadeaba; miraba hacia todos lados con ojos turbios.- ¿Recuerdas lo que dijo Gran Pabbie?...¿Sobre el verdadero amor?-

Ana se levantó el vestido. Se puso dura al ver los resultados de su gesto de amor sanador. Se levantó de un saltó, chillando como una harpía, los ojos desorbitados por la rabia. Kristoff no intentó evitar el primer puñetazo, suponiendo que una damita de la nobleza no sería capaz de causar demasiado daño. Se arrepintió de su falta de juicio durante los cinco minutos que tardó su nariz en dejar de sangrar.

-¡Ana, estabas muriendo! ¡No íbamos a llegar a Arendelle a tiempo! ¡Intenté con un beso pero no funcionó!-

Ana siguió golpeándolo con sus pequeños-pero hirientes-puños, pateándolo de tanto en tanto en las pantorrillas e intentando, sin éxito, darle en la ingle. Olaf intentó intervenir y acabó con la cabeza atorada en un árbol. Por suerte Ana se cansó bastante rápido.

-Ana, por favor, no me odies.- Le rogó.- ¡Mirate! ¡Estás bien! Tu cabello ha recuperado su color y apuesto que ya no te duele el pecho…-

Ana se había calmado lo suficiente para procesar palabras. Era cierto; el dolor había desaparecido. Podia respirar con normalidad. Se miró las trenzas; no habia rastros de blancura. Además, se había sentido muy bien…Miró a Kristoff; era un hombre bastante hermoso y aunque sus modales eran toscos, no podía disimular su corazón amable y generoso.

-¿Quieres que te lleve a Arendelle?- Le preguntó tímidamente.- ¿O debería correr a esconderme en las montañas antes de que envíes soldados a decapitarme?-

-No. Me salvaste la vida.- Le dijo, manteniendo el ceño fruncido para dejar bien en claro que su perdón no era aceptación. – Pero no le dirás nada a nadie.-

-¡No! No, nunca…-

Ana sonrió, enternecida. Miró luego hacia Arendelle pero todo lo que se lograba ver en el horizonte era niebla y un pesado manto de nieve.

-No puedo volver con el clima así.- Gimió, apretujándose nerviosamente las manos- Y Elsa no quiere escucharme. ¡Dijo que no sabe siquiera como derretir la nieve!-

-Bueno…si el sexo funcionó contigo…- Ana se dio la vuelta para cruzarle la cara de una bofetada. Kristoff volvió a sorprenderse de lo fuerte que era para ser tan pequeñita.- Ow…-

-¡No vas a tocar a mi hermana!-

-¡No dije que debía hacerlo yo! ¿No tiene un novio o alguien que le guste?-

-No…-

Pero podían conseguir a alguien. Hans era muy apuesto…

Y cuando se lo presentó, acabaron metidas en esto. A Elsa no le gustaba que la tocaran, ¿Cómo reaccionaría a la idea de tener sexo con un desconocido? ¿Y cómo justificarían semejante solución? Si congeló el verano cuando le expuso su deseo de casarse, ¿Qué haría al enterarse de que Kristoff se la había volteado?

Sin darse cuenta siquiera, Ana comenzó a caminar hacia Arendelle. Sea lo que fueran a hacer, necesitaban tiempo para prepararse.