Capítulo 1 – ¿Fantasía, o suplicio?

Finn POV

¿Estoy loco por esperarte?

¿Cariño, crees que también podrías desearme?

No quiero malgastar mi tiempo

¿Ves las cosas como yo?

Si hace siete años me hubiesen dicho que escucharía una canción de Jesse McCartney jamás le hubiese creído, pero tal como estaban las cosas, Beautiful Soul era la única que retrataba parte de mi anhelo. Acomodé mis audífonos, mientras veía por la ventanilla la neblina, producto de la contaminación, que me anunciaba la llegada a Estados Unidos, específicamente a Los Ángeles, para grabar Puertas de Infierno con William Schuester, uno de los mejores directores en el mundo del cine.

Guardé el mp3 y acomodé mis gafas negras, queriendo retrasar al máximo que alguien me reconociera, aunque por supuesto, me olvidaba de la entusiasta azafata.

Señores usuarios, se les informa que el vuelo número 4958 ha llegado a su fin. Gracias por su preferencia con Black Airlanes – anuncio de improviso el piloto, dando por terminado el viaje. Suspiré con cansancio; me dolía todo el cuerpo, pues si bien había viajado mucho a lo largo de mi vida, seguía siendo un desafío dormirse en esos asientos, y más aún, cuando los pensamientos eran una espiral difusa, a la cual era mejor no enfrentarse de lleno.

-Sr. Hudson, le enseñaré la salida – exclamó la insistente mujer. Ups, al parecer no me salvaría ni aunque estuviese a punto de irme. Todo el trayecto desde Canadá estuvo rozándome "accidentalmente" al pasar entre los pasillos, poniendo cara de inocente al removerme incómodo; fingí una sonrisa para no exhibir el grado de fastidio que me causaba su coquetería.

-Mmm, gracias señorita – respondí. Pasé la mano por mi cabello, queriendo lucir no tan desaliñado por el vuelo.

Casi saltó de la alegría.

-Y dígame: ¿Quinn Fabray y usted continúan juntos? – inquirió la mujer, que ahora que me fijaba en su gafete, se llamaba April Rhodes –Cada semana protagonizan las portadas de revistas y…

-No – carraspeé luchando por no poner los ojos en blanco. Resultaba exasperante cuan fácilmente la gente se dejaba engañar por chismes amarillistas… Tenían ocio mental. Suprimí una carcajada al pensarlo – Son puras mentiras, basadas en la química de nuestros personajes en la serie Last Chance.

Le di los papeles al guardia para poder recoger mi equipaje y April seguía a mi lado. Paciencia, Hudson. Es el precio de ser famoso.

-¡Yeiiiiiiiiiii! Entonces estás soltero y abandonadito – chilló de pronto, haciéndome temer el quedar sordo; verifiqué y para mi consuelo, no fue así. ¿Esta mujer no tenía trabajo u otros a los cuales acosar? Miré en derredor por una excusa, justo cuando ella se plantó frente a mí, obligándome a apreciar su bronceado artificial, labios rosa chicle y ojos azules – Así que, ¿cuándo nos volvemos a ver, guapetón? Soy tu mayor admiradora y te prometo que lo pasaremos genial…

Sentí un escalofrío, por lo que me aparté.

-Es muy amable, pero estaré excesivamente ocupado. Si me disculpa… - como pude tomé mis tres maletas, dirigiéndome a las puertas corredizas a paso veloz. El aire que me pegó en la cara fue un auténtico alivio. Paré un taxi sin pérdida de tiempo, no queriendo arriesgarme a que otro me reconociera, mas el conductor ya lo hacía; al menos fue amable, pasando la mayor parte del tiempo analizando las últimas jugadas de los Lakers. Entretanto se emocionaba ante la perspectiva de que se repitieran los años dorados de su equipo, yo asentía ocasionalmente, perdido en mis pensamientos, recordando un fragmento de lo que dijo la azafata.

"Entonces estás soltero…"

Suspiré. En cierta forma sí, lo digo porque desde hace cinco años mi corazón se encontraba ocupado irrevocablemente por una misteriosa mujer, que surgía constantemente en mis sueños, cantando con todo su ser. Su voz era… como se supone que sean la de los ángeles: de esencia pura, capaz de curar un alma agrietada con su simple inocencia.

Ni siquiera sabía su nombre, solamente podía hacer dibujos, esbozos de sus ojos grandes y expresivos, de iris castañas, cejas gruesas y labios espectacularmente carnosos, enmarcados por cabello espeso, oscuro. Sin importar el escenario en mi mente, ella siempre me deleitaba con su calidad vocal, variando la intensidad de la melodía de acuerdo a lo que necesitara mi ánimo.

Emma, mi psicóloga, decía que esa era la manera que tenía mi inconsciente para manifestar lo que aspiraba en una pareja. Pero es que en la vida me llamó la atención una cantante, hasta el momento de su primera aparición en mis sueños. Tan sólo quería a alguien con quien pudiera ser natural, sin preocuparme de que le interesara más mi popularidad que personalidad. Sin embargo, yo creía firmemente que la razón era profunda, tanto que todavía no lograba descifrarla tras meses de terapia.

Nadie sería como ella. Meneé la cabeza, buscando enfocarme en el presente.

-Por favor, doble en la siguiente esquina – indiqué al hombre.

-A la orden.

Comenzó a anochecer apenas llegamos al Hotel Omni. El chofer estacionó con audacia en un pequeño puesto en las entradas; quizás se debiera a la creciente oscuridad, pero la fachada estaba en su auge de majestuosidad. Ya conocía este lugar, por lo me sentiría cómodo.

-Muchas gracias – exclamé sonriendo, pagando y dando una generosa propina al que fue mi acompañante por media hora. Su cuello moreno adquirió una leve tonalidad rojiza según capté al sacar el equipaje. Me despedí y antes de que pudiera reaccionar, Noah, el botones, ya los llevaba en el carrito.

-¡Espera, te ayudo! – dije. Enarcó una ceja con petulancia.

-Tranquilo, es mi trabajo – se encogió de hombros, quitándole importancia. Noté que esta vez llevaba el cabello completamente rapado, no como antes, que le quedaba una franja en el medio de la cabeza. Tal vez Figgins lo hartó con sus amonestaciones. Aquel carrito iría demasiado pesado y se me hacía exagerado permitirlo, entonces extendí la mano para tomar una maleta como mínimo, provocando una carcajada limpia a Noah.

-Estos musculitos hablan por sí solos ¿no cree? Podría cargar a Godzilla en un brazo y en la otra mano sostener un granizado – exclamó divertido. Reí sin poder evitarlo, por su ocurrencia.

-No lo dudo, Noah. Pero es que si sigo sin llevar peso, terminaré siendo un debilucho sin remedio. – bromeé, palmeándole el hombro. Accedió meneando la cabeza como si pensara: ¡Allá cada quien con sus líos!

Mientras él subía en el ascensor, me registré en el mostrador principal.

-Bienvenido otra vez, Sr. Hudson – saludó Tina con una sonrisa amable, a la que correspondí gustosamente.

-Tina, ¿qué te he dicho? Llámame Finn – pedí entretenido. Nunca cambiaba, aunque ya había venido al hotel cerca de diez veces. Se sonrojó, poniendo luego un mechón de cabello detrás de su oreja; me fijé en que se hizo reflejos… Le sentaban bien, resaltando sus rasgos asiáticos.

-Lo siento, Sr. Finn – casi me atraganto por su respuesta – Le entrego la llave para su habitación usual. Cualquier inconveniente, no dude en hacérmelo saber.

-Gracias, Tina.

Al menos estaba en, no diría "hogar, dulce hogar", pero sí en un muy agradable sitio, en el que podría despejarme del estrés del vuelo. Mañana sería un nuevo día.

Hola, amantes de Glee! Esta es la primera historia que escribo de esa temática, y está ligeramente basada en otro de mis fics (ya borrado). Ojalá les guste :)