I'M BACK, BITCHES. Ok, no :( Joo, hace mil años que está esta historia guardada en mi computador...Después de re-editarla un poco, re-leerla como mil veces, decidí publicarla...why not?

Nuevamente estará dividida en 3 partes (sí, me gusta dividir las cosas en 3(?) xD) Y será una especie de poem!fic, aunque la verdad no creo que entre mucho en esa categoría, ya que solo son fragmentos de poemas al inicio... Más o menos como en la novela de No. 6, cuando comenzaban los capítulos, siempre había algún fragmento de una obra de teatro, poema, mitos, etc *O* alguien leyó la novela? xD

Como sea...Gracias a mi beta por haberme ayudado con sus opiniones y algunas correcciones3 Y también por haberme dado la confianza para publicarla xD

Por cierto, por si no saben qué son los maitines...Son las primeras horas canónicas, rezadas antes del amanecer (RAE). Si no saben qué son las horas canónicas y quieren saberlo, busquen en google :v (En todo caso, no tiene nada que ver con la historia, es solo a modo de curiosidad y es el nombre del poema y del fic xd)


Parte I

Maitines

"Perdóname si digo que te amo: a los poderosos
se les engaña siempre, los débiles
son siempre manejados por el miedo. No puedo amar
lo que no puedo concebir, y tú no revelas
virtualmente nada."

Fragmento de "Iris salvaje"
Glück, Louise Elisabeth

Versión de Eduardo Chirinos

Sion estaba sentando en el sofá, en su lugar de siempre. Hamlet sobre su hombro, Cravat sobre el otro y Tsukiyo sobre su muslo. El chico de pelo blanco dejó salir un largo suspiro de sus pulmones. Había permanecido ahí ya un buen rato. Ciertas cosas pasaban por su cabeza y ahora no podía dejar de pensar en ello.

¿Decirle a alguien que te sientes atraído por él, es lo mismo que decirle que lo amas?

¿Lo amo? ¿Amo a Nezumi?

No podía dejar de preguntárselo. Aunque creía que así era. No quería que fuera mentira, al menos. Fuera lo que fuera, ese sentimiento existía y vivía dentro de él. Fuese cual fuese su nombre: admiración, adoración, amor, amistad. Daba lo mismo, pero estaba ahí.

De lo que sí estaba seguro era que esto no tenía nada que ver con los libros románticos que había encontrado entre las estanterías o en el piso, o bajo de otros libros.

Ahora bien, si esto era realmente amor, ¿llegaría Nezumi a amarlo también? Nezumi, que se veía tan fuerte, Nezumi, que siempre iba un paso adelante, Nezumi, que era talentoso y ágil. Poseía una gran cantidad de cualidades que Sion desconocía completamente.

Nezumi sabe. Nezumi conoce. Él conoce el mundo. Él conoce la verdad.

La verdad que él ansiaba con tantas fuerzas. Nezumi había visto con sus propios ojos y sentido con su propio cuerpo. Mientras que él…

Sion bajó la mirada.

No era más que un niño que nunca había conocido el mundo exterior, el mundo real.

No solo eso, pero además tenía miedo. A pesar de siempre decir que quería conocer, debía admitir también que era una realidad que le aterraba. Y tenía el ligero presentimiento de que esto no era más que el principio. Pero trataba de luchar contra ese sentimiento. No quería ser controlado por el miedo. Si lo hacía…

Si lo hacía se arriesgaba a perder a Nezumi.

¿Por qué eres tan difícil de amar? ¿Por qué eres tan difícil de complacer?

Tenía claro que venían de mundos totalmente diferentes. Sion había crecido y sido educado en la ciudad que Nezumi más aborrecía y odiaba. Sus pensamientos hacia esa utopía eran nublados por un odio indescriptible para Sion. Cada vez que Nezumi hablaba sobre No. 6, sus hermosos ojos grises se ensombrecían en aversión y sed de venganza. Un rencor y desprecio que Sion no lograba comprender y tampoco sabía si lo haría algún día.

Nezumi siempre parecía inalcanzable. Nunca se abría ante nada ni nadie. Muchas veces era frío, cerrado y calculador. Sion intentaba conocerlo más; más de él y su pasado, pero parecía una tarea imposible.

Las ideas de ambos también eran muy distintas. Sion creía en una tercera opción. Creía que se podían salvar ambas partes. Pero, en cambio, para Nezumi, siempre era solo esto o lo otro, blanco o negro.

Cabizbajo, Sion frunció el ceño.

¿Por qué eres tan complicado, Nezumi? ¿Por qué no me dejas alcanzarte?

Sion estaba más que dispuesto a decirle a Nezumi todo sobre él, hacer todo lo que le pidiera, seguirlo hacia donde él fuera. Quería permanecer junto a él para siempre. Quería amarlo. Quería sentir esa necesidad de protegerlo como lo había sentido cuando tenían doce años, porque él sabía… sabía que Nezumi podía ser como un espino: grande, fuerte, duro. Y al mismo tiempo tener la apariencia de una dedalera o una margarita; de aspecto frágil y delicado.

Déjame amarte, Nezumi. No me alejes de ti.

Unos chillidos interrumpieron su cadena de pensamientos .

Sion levantó la mirada hacia el agudo grito de una de los ratones. Era Tsukiyo y parecía estar diciéndole algo. Sus grandes ojos negros parecían preocupados.

— ¿Eh? —Tsukiyo ladeó la cabeza. Hamlet empujó su pequeña cabeza contra la curva de su cuello en forma de cariño y Cravat rasguñaba su camisa con sus pequeñas garras.

¿Qué trataban de hacer?

Sion de pronto notó algo tibio en su mejilla. Llevó una mano a su cara y tocó algo húmedo. Sin querer había derramado unas lágrimas.

Rápidamente las limpió con su antebrazo y acarició la cabeza de los ratones con una pequeña sonrisa.

—Gracias por preocuparse—dijo mientras los tres animalitos volvían a chillar.

Sion no podía permitirse llorar. Debía ser fuerte si quería llegar a estar a la par con Nezumi. Pero le dolía saber que la distancia entre ellos era cada vez más grande y no sabía si podía hacer algo para arreglarlo.

Con un último suspiro miró la hora. Nezumi ya estaba por llegar.

—Es mejor que prepare la cena—comentó en voz alta, mientras se ponía en pie.