Disclaimer: claramente no soy Stephenie Meyer. Los personajes son de ella y de nadie más. Yo solo escribo esto por diversión, sin fines de lucro.
Bueno esta historia es a partir de luna nueva, pero tan solo basado en la vida de Edward.
Después de que Edward abandona a Bella en el bosque.
De antemano gracias por leer.
Capítulo 1
De acuerdo, esto yo no lo quería, jamás lo hubiera deseado sinceramente, pero era necesario. La dejé porque no soportaría perderla, no de una manera real, más que ahora, no soportaría que su corazón se detuviera, que su vida acabara, ella era mi existencia, era como si hubiera encontrado de nuevo la vida. Si le llegara a pasar algo tan solo sería mi culpa, culpa de mi egoísmo y mi naturaleza. Por eso fue que la dejé, ahí, en medio de ese bosque, con los ojos chocolates perdidos, como si de repente se hubiese extraviado y ya no supiera a donde se dirigía su vida, con la tristeza decorando sus facciones, creyéndose mis palabras. Ese era el punto, que me creyera, pero ¿cómo es qué puede creer que no la amo? Acaso no se lo demostré, acaso no lo repetí lo suficiente: la amo, y por lo mismo es que ahora la alejaba de mí.
Es absurdo, pero siento y sufra la ausencia de aire. Es como si me ahogara, me siento morir, como si algo me apretara el pecho y los pulmones que ni siquiera tengo ya. Es absurda mi existencia en realidad, sin ella, sin mí con ella.
Bella, mi preciosa Bella, ¿habrá algo más bonito que ella? No lo creo. Fue la única que, después de un siglo de vida, pudo hacer que yo valorara lo bueno de la eternidad. Hay que agradecerle algo a esta condición que me cargo, existí todo un siglo en soledad tan sólo por verla, existí un siglo tan solo para escuchar su corazón, ver el lindo sonrojo de sus mejillas, sentir la suavidad de su piel y cabello, y apreciar lo profundo de sus ojos, que son un abismo de un alma que apenas se expresa, había que descubrirlo y eso me gustaba. Ahora el peligro la rodeaba y mantenerla a salvo es mi única meta, y si estar lejos de mí es lo que la mantiene con vida, desaparecería de su existencia entonces.
Han pasado diez horas desde que la dejé, después de besar su frente, la delicada y pálida piel blanca. Mi dolor creció conforme me alejaba, volviéndose cada vez más insoportable. Corrí lo más rápido que pude, llegando a un bosque en Canadá, una zona casi sin explorar. Ya he perdido la cuenta de cuantos arboles he derrumbado en el camino, destrozándolo con mis manos, lanzando las pesadas ramas por todo el lugar; he lanzado muchas rocas, casi como una lluvia de meteoritos, que hacen temblar la tierra al caer y provocan un ruido casi ensordecedor, tratando de sacar toda esta rabia, todo este dolor, tratando de alguna manera poder pensar en su cara sin que mi pecho duela, tratando de respirar y poder percibir su aroma desde la distancia, pero todo se ha esfumado. Y ya no quiero vivir, no quiero existir, pero tampoco puedo causarle ese dolor a mi familia, no lo merecen.
Y ahí va una rama más, lanzada con toda mi furia y esperó escuchar el sonido de la rama al tocar el suelo, clavando la fina punta en la tierra y esperando que con ese ruido se acabe de una vez mi dolor, pero lo único que escuché fue el grito ahogado que me dejó en shock. El ambiente se llena del aroma de la tentación, la terrible droga para los de nuestra especie, el olor a sangre impregnó todo mi paladar en un instante, haciendo que mi garganta ardiera como nunca, ni siquiera recuerdo haber sentido este ardor con mi adorada Bella. Los débiles quejidos suenan lejanos, pero retumban en mi oído, y ¡maldición!, la voz de una chica grita en mi mente, quejándose de dolor. Pude ver en su mente como observa horrorizada la punta de la rama atravesando su cuerpo, coloca las manos a la altura de su estómago, entre sus costillas, y seguidamente se deja caer de espalda, sin la posibilidad de gritar. Quiere pedir ayuda, pero no puede y eso la desespera.
Quería correr lejos de ella, alejarme de la tentadora sangre y no hacerla mi víctima de una vez, después de todo morirá. Pero no podía dejarla morir, eso fue mi culpa, pero sabía que si me acercaba sería para acabar con su vida de una vez. Giré dispuesto a irme, desaparecer cuanto antes, antes de que mi fuerza flaqueé más, pero una nueva plegaria de ella, rogando para que alguien la encontrara, me detuvo. Respiré profundamente, tratando de calmar ese ardor en mi garganta, pero es imposible, eso hace que se vuelva más intenso, casi puedo sentir su sabor en el aire. Traté de pensar en mi familia, en el dolor de Esme al saber que acabé con una vida, pero los segundos se acaban, a ella le cuesta respirar.
No existe más opciones, corrí lo más que pude y llegué al claro donde ella se encontraba. Estaba tirada en el suelo, en medio de un montón de tierra y un pequeño charco de sangre, con la mirada perdida en el cielo, sin casi parpadear, pero llorando demasiado, rogándole a Dios para no morir. Pensó en sus padres que están en casa esperando para que regrese del campamento que ha hecho con unas amigas y sus amigas se encontraban dormidas, y maldijo por no hacerles caso, ellas le rogaron que no saliera sola, pues conocían su falta de miedo a la oscuridad y su gran curiosidad, todo eso sumado con su insomnio le había jugado una mala pasada, y ahora estaba ahí desangrándose, sin saber cómo es que llegó esa rama.
Me acerqué a ella, me vio primero con horror y luego alivio, pensando que alguien ha escuchado sus plegarias. Traté de no molestarme ante su último sus pensamientos, pues soy el culpable de su actual estado. Luché por no respirar su sangre que es un peligro delicioso. Me miró con atención, con unos preciosos ojos verdes, su mente y su mirada empezaron a rogarme para que haga algo. Maldije en mis adentros porque no le queda mucho tiempo, hasta mucho serán unos quince minutos más.
Quince minutos, el suficiente tiempo para llegar a la casa situada en este país, donde está la familia reunida. Y Carlisle la podría salvar. Me acerqué más a ella.
—A… ayu… dame —habló de manera entrecortada, mientras de sus labios salía un poco de sangre.
—No hables, te salvare —apenas pude responder.
Observé la herida, de algo me tiene que servir haber estudiado algunos años medicina, pero a pesar de mis conocimientos, sé que no podré hacer nada sin materiales. Lo mejor que podría hacer sería sacar la rama, pero al moverla para ver, me di cuenta que no la atravesó por completo, está clavada en su estómago, pero no llegó hasta su espalda. Moví tantito la rama y ella gritó demasiado bajo.
—Tranquila, lo mejor será sacarla.
Ella, mentalmente, gritó que hiciera lo que fuera, pero que la salvara, que no la dejara morir por lo que más quisiera. Mirando atentamente la herida, hice un movimiento rápido para quitar la rama de su estómago. Me despojé de la chaqueta y presioné la herida para que no muriera desangrada. Tengo que ser cuidadoso, me repetí mentalmente, la tomé en mis brazos con delicadeza, y vi que el dolor empezaba a dejarla en la inconciencia, pero no es bueno que se durmiera, pues eso alentaría el movimiento de su corazón.
—No, no cierres lo ojos —pedí con urgencia.
Ella los abrió lentamente y me quedé quito ante su mirada, tiene un color extraño, pues no son del todo verdes, parecen azulados al mismo tiempo. Sé que no podía permitir que ella muriera, por mi estupidez es que su vida ahora estaba en riesgo.
A pesar de que estaba corriendo como jamás lo había hecho, sentí que la casa estaba muy lejos. Los árboles pasaron a mis lados como una misma imagen borrosa. Procuraba no moverla tanto, pero en momentos sentía como su cabeza rebotaba en mi pecho con ligereza.
Después de unos cinco minutos, llegué a la casa. Ni siquiera me importaba quien estuviera adentro, derribé la puerta con una sola patada. Sabía que la sangre perturbaría a mis hermanos, pero la chica de mis brazos no podía esperar más.
—¡Carlisle! —grité con todas mis fuerzas y vi a mi padre bajar velozmente. La casa ya se llenó con el olor a sangre e inmediatamente busqué a Jasper con la mirada— Emmett, saca a Jasper de aquí —ordené cuando vi que los ojos de mi hermano se habían tornado negros, igual que cuando atacó a Bella en su cumpleaños.
Emmett y Alice sacaron a Jasper, ambos tratando de no respirar demasiado fuerte, y se lo llevaron al bosque.
—¿Qué paso Edward? —cuestionó mi padre mientras trataba de arrebatarme a la chica de los brazos— Dámela, Edward, no puedo salvarla sino la sueltas.
Abrí mis brazos ante sus palabras, pues sin percatarme había empezado apretarla con fuerza, quizá por haber visto los ojos sedientos de mi hermano. O puede ser que también fuera la culpa o el remordimiento lo que hacía que no quisiera alejarme de ella.
—Sálvala, Carlisle, es mi culpa, te ruego que la salves —pedí en voz baja, mirando a mi padre a los ojos.
Él asiente con duda, observando la cara de la chica, que ya había cerrado los ojos para estos momentos. Lo miré girar y caminar a una habitación sin decir ni una palabra más. Quería entrar, pedirle que me permitiera ayudarle, pero sé que se negaría, estoy tan descontrolado que sería inútil a su lado.
Mi madre se acercó a mí y me jaló para que no entrara a interrumpir a Carlisle.
—¿Qué paso mi cielo? —preguntó Esme mientras me hacía sentarme en el sofá.
—Yo estaba en el bosque, a unos kilómetros de aquí, me sentía muy mal y empecé a arrojar algunos árboles y varias rocas, al momento de lanzar una rama… la rama le atravesó, estaba tan metido en mis pensamientos que ni siquiera me percaté que alguien estaba cerca. Todo esto es mi culpa, no puedo dejar que muera —le conté desesperado.
Miré a mi alrededor y al otro lado de la sala estaba Rosalie, recargada en el marco de la puerta de la cocina, con los brazos cruzados y una mueca molesta en el rostro. Sus ojos están tan negros como deben estar los míos, pero ella es fuerte, tan fuerte como Carlisle y Esme.
—¿Quieres ir a cazar? —preguntó calmadamente. La miró de manera confundida, pues ella no es así de amable, esperaba un grito por mi estupidez o su amargura igual que siempre— Tus ojos están muy negros —explicó ella rodando sus ojos.
—No, gracias, yo no me moveré de aquí hasta que ella este bien —respondí— Pero ve tú con los chicos, a ellos de seguro también les afecto —asintió con la cabeza y salió de la casa sin una palabra más.
Me extraña su tranquilidad, una vez lejos de la chica, esperaba que ella empezara a reclamarle en los problemas que siempre causaba, pero mirando su resignación, sabía que estaba de algún modo agotado, quizá por la pasada mudanza y el abrupto traslado de zona, no cansada físicamente, pero si mental, o quizá era el que Emmett, Alice y ella tuvieran que salir a buscar a Jasper y hacerlo regresar. Estaba agotada de la situación, de los eventos difíciles, pues era la única explicación que encontraba a su aparente falta de reacción.
Pasaron los minutos, las manecillas del reloj se movieron hasta marcar las once quince de la noche. Caminé por toda la sala, y para distraerme observé y repasé cada detalle de la sala como si nunca hubiera estado aquí, aunque lo cierto es que viví en este lugar hace como sesenta años. Todo seguía igual, esta casa es más rustica que la de Forks, los pisos de madera, una escalera igual de roble y una elegante chimenea decoraban la estancia, no tenía tanta iluminación como la casa que acabamos de dejar, pero es igual de hermosa, todo decorado de manera sencilla y al gusto de Esme y por supuesto supervisado por Alice. Miré las estanterías y contemplé cada foto, actualizadas quizá en esta tarde por Esme, pues antes había fotos de nosotros a blanco y negro.
Escuché como la puerta de la planta alta se abría y el olor antiséptico se hace más evidente. Subí inmediatamente y observé a Carlisle limpiando sus manos con una toalla, su cara no me daba buen presentimiento y sus pensamientos me dejaron sin esperanza.
—No, no, no, tú eres doctor, tienes que hacer algo —le dije nuevamente desesperado.
—Lo siento, hijo, la rama le perforó un pulmón y desgarró un poco el estómago. No hay nada que hacer, te prometo hijo que lo intente —dijo él, con el rostro de tristeza.
Atrás de mí escuché el sollozo de Esme, quien inmediatamente se acercó a los brazos de Carlisle y escondió su rostro en su pecho. Esme era demasiado sensible a eventos como ese y pensaba en mí, pues sabía que me sentía culpable por provocarlo.
—Tan sólo le queda unos pocos minutos de vida.
Entré a la habitación, donde varios instrumentos de cirugía la hacían lucir como una pequeña sala de quirófano, pero en vez de camilla, era una sencilla cama, que apenas hoy había instalado Carlisle. Me acerqué a ella, su piel estaba pálida casi traslucida, sus venas de color azul se remarcan por todo su cuerpo, formando como una telaraña casi toda su piel, su respiración ni siquiera se notaba ya y me hacía pensar que ya no respiraba, pero la máquina que marca las palpitaciones de su débil corazón me indicaba que todavía estaba aquí.
Observé su rostro detenidamente y estaba tan sereno, como si nada le doliera, obra de la morfina que de seguro había instalado Carlisle en su cuerpo. Estaba metida en la inconsciencia de la muerte, en lo que las personas llamarían el limbo, meciéndose de un lado a otro. Acerqué mi mano a la suya, envolviendo con suavidad sus dedos, y noté con frustración como su cuerpo perdía el calor de la vida.
—Ni siquiera sé cuál es tu nombre —susurré, pues ni siquiera podría colocar su nombre en una pequeña lapida o algo así.
—Allison, mi nombre es Allison —dijo en su mente, y yo me sorprendí, pues no creía que me escuchaba.
—¿Puedes oírme? —pregunté.
—Sí, pero… no puedo levantarme, ¡ayúdame, por favor! —gritó, desesperada— No sé qué pasa, no quiero morir. Tengo mucho miedo.
Su voz se vuelve lamentable, parece llorar en su mente, y es cierto, no necesito ser Jasper para detectar su miedo, ella está muy asustada, temía morir.
Sabía que era una mala decisión, quizá la peor de todas, pero mi existencia parecía ser eso últimamente: una mala decisión tras otra, dejar a Bella, destruir el bosque, lastimar a Allison, ¿Qué diferencia haría una más? No podía verla morir, no podía matarla. Ella no merecía esto, era tan joven, era inocente. No tendría que pagar las consecuencias de mi frustración y dolor, tampoco el de mi desesperación.
—Tranquila, Allison —susurré.
Me acerqué un poco más a ella, hasta colocarme a la altura de su cabeza. Miré el monitor al otro lado de la cama y éste indica lo bajo de sus palpitaciones.
—Tengo miedo —sollozó.
Cerré los fuertemente y respiré con fuerza. El olor de su sangre había casi desaparecido, pero aún se podía obtener en el aire de manera ligera. Me agaché en la altura de su cuello y miré la piel clara, donde la vena azul latía débilmente.
—Perdóname, pero no puedo dejar que te mueras —susurré en su oído.
Tal vez estaba tomando la peor decisión, pero no podía permitirlo.
Ella ya no respondió, el silencio en su cabeza me hizo pensar en un pozo que ha se había quedado sin agua. El monitor ya casi no avanzaba, las líneas zigzagueantes apenas aparecían. Era ahora o todo acabaría. Abrí mi boca y sin pensarlo más, clavé mis dientes en su piel. Percibí en mi boca lo caliente de su sangre, tenía un aroma mucho más dulce y el sabor se vuelve endemoniadamente delicioso. Expulsé el veneno fuera de mi cuerpo, lo suficiente para transformarla. Quiero alejarme ya, lo he logrado, lo sé, pero mi parte bestial me impide hacerlo.
Escuché la puerta abrirse, y los pasos son apresurados hacia a mí.
—¡Edward, basta! —gritó mi padre empujándome de su lado.
Y o me alejé horrorizado con lo que estuve a punto de hacer. Si la hubiese drenado su muerte me perseguiría por el final de los tiempos. Miré la piel y dos orificios gotean un poco de sangre. Tragó fuertemente las últimas gotas que ha quedado en mi boca y procuré alejarme un poco más de ella.
—Dime que lo logre, dime que el veneno ahora corre por su sistema —le pedí a mi padre.
—Espera —contestó, mientras sacaba un poco de su sangre y seguidamente se acercó a una mesa para analizarla— Sí, el veneno ahora está en su cuerpo —confirmó mirando por el microscopio. Se giró de nuevo a mi dirección y me miró con duda— Creí que tú estabas en contra de esto.
—No podía, no podía dejar que muriera por mi culpa —expliqué con simpleza, pero algo en su mirada me dice que no me cree al cien por ciento.
Volteé el rostro y en la puerta me observaba Esme con una mirada entre dolida y confundida.
—Perdóname, mamá, pero no podía dejar que ella muriera.
—Ojalá esto no nos traiga problemas y que tus hermanos acepten a su nueva hermana —dijo de manera suave, mientras se acercaba a mí. Ella me colocó una mano sobre el brazo y luego me besa en la mejilla.
Miró nuevamente a Allison y siento en la boca el sabor de su sangre. Necesitaba alimentarme, así que bajé las escaleras y salí de la casa. Estaba seguro de que esta existencia que llevábamos no se la deseaba a nadie, en parte fue por lo mismo que me alejé de mi Bella, pero ver a esa chica, a Allison, tirada en medio del claro desangrándose y luego muriéndose en esa cama por mi culpa, era algo que no podía soportar. La muerte de una persona inocente no podía soportarlo.
Corrí por un buen rato y me alimenté de dos pumas, intentando eliminar el gusto a sangre que me impregna el paladar. Continué corriendo y en el camino escuché los pensamientos de mis hermanos. Me acerqué al lugar donde estaban reunidos, un pequeño claro, tan solo iluminado por la luna: Alice y Jasper estaban sentados entre las raíces de un enorme árbol, mientras que Rosalie y Emmett se encontraban sobre una gran roca.
—¿Por qué lo hiciste Edward? —me preguntó Alice de manera cortante. Hay algo en su mirada dorada, una molestia enorme que se intensifica por la luz plateada ahora.
—No podía dejarla morir —murmuré con casi cansancio.
—Ese era su destino —aseguró ella.
—Un destino que ella no eligió, que yo le impuse al provocarle ese accidente, una rama que yo lancé que le perforo el pulmón y desgarró su estómago —apunté molestó, pues suficiente había vivido hoy como para que ella me reclamé algo que no puede entender.
—Bella ha elegido su destino y tú no lo aceptas, pero esa desconocida consiguió la inmortalidad así de fácil, tú la transformaste.
Ya sabía por dónde iba todo esto, a Alice lo que le molestaba era que no haya sido a Bella. Me giré al entenderlo, porque era impensable hacerle eso a mi Bella, hacerle lo que le hice a Allison. No podría imaginarme a Bella sufriendo la transformación como lo estaba haciendo Allison en estos momentos.
—No la consiguió fácil, Alice, ella sintió dolor y estaba muriéndose. Está fue mi decisión, Alice, ni Allison tuvo elección, nuevamente yo le impuse su destino, todo por no verla morir por mi culpa —expresé molesto.
Y me di cuenta que está era la primera vez que le hablaba de esta manera a mi hermana consentida.
—Eres un tonto, Edward, Bella te ama, y tú siempre has estado en contra de la transformación, es por eso que te alejaste de Bella, haciendo que sufra ahora. ¡Pero esa tal Allison no te lo pidió y la transformaste aun en contra de tus principios! —me gritó ella de vuelta, furiosa.
Sabía que ella y Bella se hicieron buenas amigas, y sí, tenía razón por toda esta situación, Bella me había pedido que la transforme, pero nunca había querido arrancarle el alma, pero la transformación de Allison fue para no verla morir. Fue de emergencia, literalmente de vida o muerte. Era seguro que así se sintió Carlisle al verme a Esme, Rosalie o a mí.
—Basta, Alice, y a ti lo que te enoja es que no haya sido a la mosquita muerta de Swam —escupió con desdén Rosalie. Gruñó ante eso, pues odiaba que la llamara así— Pero Edward tiene razón, Allison no tuvo elección, Edward fue el culpable de su muerte, lo mínimo que podía hacer era transformarla —soltó Rosalie, sorprendiéndonos a todos.
—¿Y desde cuándo apoyas a Edward? Tú al igual que él están en contra de nuestra naturaleza —preguntó Jasper.
—Porque tiene razón, por su estupidez no debía morir una persona, ella no eligió, así que no trates de desquitar tu coraje con ella, Alice. En cambio, Bella si puede elegir, ella tiene la posibilidad de tener una familia, tener hijos y verlos crecer, pero por estar encandilada con el vampirismo es que no quiere alejarse de Edward, porque para ser sincera dudo, que lo que ella sienta sea amor verdadero.
Me dolieron las palabras de Rosalie, y eso hizo que le gruñera con rabia al igual que Alice.
—¡Bella ama a Edward! —gritó Alice de vuelta.
—Permíteme que lo dude —soltó la rubia de manera irónica, pero en su mente observé que ella estaba de lado de Allison, pensaba que, al igual que su destino, Allison no tuvo elección, pues su muerte fue causada por terceros y su transformación no fue elección suya— Contéstenme algo ¿Quiénes de aquí pidió ser transformado? —nadie dijo nada, y ella empezó saltó de la roca y empezó a caminar en medio del claro— Estoy segura que Carlisle nunca pidió o deseo vivir más de tres siglos, Edward no le rogó a Carlisle que lo convirtiera en vampiro y no creo que nuestra madre haya opinado el día de su transformación, ni yo se lo pedí aquella noche oscura donde mi vida se escapaba y Emmett jamás me suplicó que yo lo salvara del ataque de ese oso, yo elegí por él, porque lo amaba —dijo ella, lanzándole un beso y Emmett le guiñó el ojo— Jasper, no conozco toda tu historia, pero estoy segura que tampoco elegiste esta naturaleza, y mucho menos tú, Alice. Así que, por favor, no vengas a culpar a Allison por una transformación que ella no eligió, Alice.
Mi hermana vidente la observó con rabia, pero en el fondo sabía que Rosalie tiene razón: nadie de nosotros pidió ser transformado, nadie dijo una sola palabra y tampoco conocíamos las consecuencias de esto. Rosalie odiaba que Bella sabiéndolo todo, insistiera con lo mismo, que quisiera ser transformada, que no se diera cuenta que tenía mejores oportunidades como humana que como vampira. Rosalie daría todo por esa oportunidad.
—Mi hermosa Rosalie tiene razón, nadie de aquí opinó, así que, duende, no se me hace justo que le agarres odio a una chica que tampoco ha elegido su destino —habló Emmett, saltando de la roca y abrazando a Rosalie por la cintura.
Alice dio media vuelta y se fue corriendo, atrás de ella Jasper la siguió, disculpándose mentalmente por todo lo dicho por su esposa, estando de acuerdo con las palabras de Rosalie, pues era obvio que Allison no tenía culpa de nada aquí. Era un cambio abrupto, según su opinión, para la familia y para cada uno, pero lo sabríamos llevar, pues, a como nos había mostrado Esme, la familia es familia se apoyaba en todo.
—Gracias, Rose —le dije, una vez alejados mis otros dos hermanos, en verdad sorprendido por sus palabras.
—De nada, me molesta que Alice no pueda ver lo que realmente pasa, Allison al igual que todos aquí no ha elegido, todo fue por culpa de terceros —repitió ella sin el afán de ofender.
—Volvamos a casa, creo que tengo que estar alado de Allison durante el proceso —murmuré.
Los dos asintieron y salimos corriendo. Cuando llegamos a la casa, vimos a Esme en la sala leyendo un libro. Parecía tranquila, per su mente estaba sobre trabajando por la reacción que tendrías los chicos hacia la nueva integrante, estaba preocupada, pues no deseaba que la presencia de la nueva chica cambiara la unidad de su familia. Cuando nos vio, sonrió grande, pero la sonrisa se calmó al ver que faltaba dos.
—¿y Carlisle? —pregunté, mientras Rosalie se sentaba a su lado, percatándose igual de su preocupación.
—Está arriba con la niña —contestó de manera suave, haciéndose a la idea de que era una hija más ya.
Eso era lo que amaba de Esme, su capacidad para amar a todos y su paciencia y tolerancia para todo. Rosalie y Emmett sonrieron al igual que yo al escucharla, sabiendo que si alguien nos mantenía unidos, esa era Esme.
—¿Y sus hermanos? —pregunté ella, dejando el libro sobre la mesita de centro.
—Se quedaron en el bosque —respondió Emmett mientras encendía la televisión.
—Están molestos, ¿verdad? —preguntó preocupada.
—Así es mamá, pero se les pasara rápido —contestó Rosalie, tomando una de sus manos. Ella asintió con una ligera sonrisa.
—Subiré —les avisé.
—¿Puedo ir contigo? —preguntó Rosalie. La rubia me seguía sorprendiendo esta noche—Quiero saber cómo es.
—Claro, vamos —contesté.
Subimos las escaleras con calma y entramos al cuarto donde vimos a Carlisle suministrándole un poco más de anestesia.
—Es para hacerle más llevadero el dolor —dijo de manera tranquila.
Salió de la habitación después de darme unas palmadas en el hombro a manera de apoyo. Esto era complicado para mí, según sus pensamientos, pues es tan sólo un día habían sucedidos dos cosas que cambiarían mi vida de algún modo.
—Es algo bonita —escuché decir a Rosalie, y Allison debe de estar agradecida, pues era difícil recibir un elogio de la perfecta Rosalie. Vi a la rubia sentarse en la cama y acariciarle el rostro con suavidad— Es apenas una niña, Edward, ¿cuántos años tendrá? —preguntó de manera ausente, mirándola con atención.
—18 años —respondí, mientras revisaba los papeles que había dejado Carlisle.
—Pues parece más joven —dijo mientras le quitaba el cabello de la cara.
Yo me acerqué a la cama y observé su rostro detenidamente, y sí, definitivamente es hermosa, no de una manera extravagante como Rosalie, sino de una suave manera, con casi delicadeza, como si se mirase una pintura antigua. Parecía adorable de algún modo, sus facciones eran suaves dándole una apariencia dulce e inocente, su cabello era negro, largo y rizado, y su boca pequeña y de labios rojos, como si fueran fresas pálidas ahora, y graciosas pecas decoraban su pequeña nariz, pecas que de seguro desaparecerán al terminar la transformación. Y sus ojos, sus verdes azulados ojos, que ya nadie vera, pues cuando despierte serán dorados, y sólo yo me habré quedado con ese recuerdo.
Pasé la noche cuidándola junto a Rosalie, que por alguna razón me imaginaba que ella estaría pegada a Allison, pero no me molestaba, Allison necesitaría una amiga y Alice no estaba muy dispuesta a hacerlo ahora. Ya casi al amanecer entro Emmett, levantó a Rosalie de la silla para sentarse él y luego sentó a Rose en sus piernas.
—Allison Cullen —dijo él con una sonrisa, mirando a la chica— Ya tenemos una hermana nueva, eso es genial —soltó divertido— Te gusta, ¿verdad? —preguntó él mentalmente.
—¿Qué te hace pensar eso? —cuestioné un poco molesto.
—Pues no dejas de verla —me contestó y Rosalie alzó una ceja de manera confundida.
—Estoy preocupado por ella, eso no quiere decir que me guste, Emmett —respondí, y Rosalie lanzó una sonrisa maliciosa, como si estuviera divertida e imaginándose el rostro de Bella cuando se enterara que la había olvidado rápidamente.
La miré con rabia al leer su mente, pero ella me miró de manera divertida. Lo dejé por la paz, pues sabía que su único plan era hacerme enojar más.
Escuché como la puerta de la casa se abría: Alice y Jasper habían regresado.
—¿Podemos hablar, Edward? —preguntó Alice mentalmente.
—Ahorita vengo, cuídenla, por favor —pedí a mis hermanos.
—No te preocupes, hermano, nosotros nos quedaremos a su lado —contestó Emmett.
Bajé a la sala y Alice me hizo una seña para que saliéramos a caminar. Caminamos en silencio como por diez minutos, adentrándonos cada vez más al bosque, y ya me estaba desesperando, pues su mente estaba contando para que no pudiera leer sus verdaderos pensamientos.
—¿Qué pasa? —pregunté al final.
—Yo quería disculparme, sé que mi actitud estuvo mal, y Rose tiene razón, Allison no eligió su destino, al igual que todos aquí, pero entiéndeme, yo quiero mucho a Bella y me molestó que transformaras a Allison y a ella no —explicó mientras tomaba asiento en una roca.
—Te agradezco que entendieras mi punto, y tú sabes muy bien porque no quiero transformar a Bella, ella puede tener una vida normal, Allison ya no tuvo elección, su destino era la muerte, muerte que yo provoqué por mi desenfreno. Amo a Bella, pero no quiero arrancarle el alma, verla morir —traté de explicarle.
—Lo entiendo —dijo ella con una sonrisa tranquila— Edward, tengo que decirte algo.
—Dime.
—Yo no puedo ver el futuro de Allison —me contó con una mueca de frustración y cruzándose de brazos— No sé qué pasa, pero por más que me esfuerzo no puedo verla.
—Trata —le pedí realmente sorprendido por su confesión, pues Alice era muy poderosa en ese aspecto. Ella cerró los ojos y lo único que pude ver en su mente fue ¿agua?
—No sé qué pasa, Edward, es todo lo que puedo ver, tan solo veo agua —dijo al abrir los ojos, luciendo más frustrada ahora— Lo único que si te digo es que es agua del mar, porque en ocasiones veo como las olas se forman.
—Es muy raro —dije realmente confundido.
—¿Tú puedes leer su mente? —preguntó.
—Sí, esa es otra de las razones por la cuales no pude dejarla morir, cuando Carlisle me dijo que ya le quedaba pocos minutos de vida, entre a la habitación y ella mentalmente me gritaba que tenía miedo, tenía miedo de morir —expliqué realmente afectado por esas exclamaciones, pues que tan terrible debía sentirse estar consiente en tu mente y que tu cuerpo no responda, era algo similar a esta ya en la transformación.
Sentí el cuerpo de Alice chocar con mi cuerpo, rodeando con sus brazos mi cintura y enterrando su cabeza en mi pecho. Yo le devolví el abrazo, abrazo que necesitaba desde que toda esta locura inició.
Volvimos a la casa, Alice al igual que Jasper decidieron subir a verla. Después de la plática Alice aún seguía un poco arisca con toda esta situación, resentida de algún modo con la chica y era normal, pues su cariño por Bella la dominaba realmente. Y así pasaron los días de transformación, jamás la dejábamos sola, cada uno se hacía su tiempo para venirla a ver. Pero los únicos que permanecieron más tiempo a su lado fueron Emmett y Rosalie, y por supuesto yo.
