Hola a todos!Les traigo una historia de los Merodeadores, y espero que les guste. Ya decidirán si quieren criticarme toda la escritura, si les gustó y quieren halagarme, acepto regalos muajaja excepto si es una caja con una bomba(?) Empiezo a desvariar. Yo espero que les guste la historia, y de verdad acepto críticas y todo eso, mientras no me maten y no me insulten demasiado ^^ Disfruten, Yass.
Capítulo 1. Piel de Serpiente, corazón de león.
Quedaba tan solo una hora de viaje en el Expreso de Hogwarts para llegar a la estación de Hogsmade. El corredor del tren se había quedado medio vacío; después de los rencuentros que se iban dando durante las primeras tres horas de viaje, los estudiantes se habían refugiado en sus respectivos compartimientos, a esperar por el carrito de los dulces.
Cinco chicos y una chica de Gryffindor charlaban animadamente en uno de los compartimientos del tercer vagón. Habían hablado de las vacaciones, Remus había vuelto del compartimiento de Prefectos a tiempo para comer algunas ranas de chocolate que Alice le había arrebatado a James y Sirius, regañándolos por no considerar a su amigo. Se reían de una anécdota que les estaba contando Frank Longbottom, cuando les llegó desde el corredor el sonido del alboroto; los Merodeadores se miraron entre sí bastante sorprendidos, había problemas y no habían sido ellos los causantes.
La puerta del compartimiento se abrió de golpe y una niña vestida con las ropas de una muggle, de cabello rubio y ojos verdes, entró a las corridas y se lanzó sobre Sirius, para ocultarse entre éste y Frank, al momento que la puerta volvió a cerrarse por si sola.
- Tienen que esconderme - suplicó la pequeña niña con urgencia, intentando ocultarse lo mejor posible entre los dos muchachos de sexto.
- ¿Qué hiciste esta vez, Isis? – preguntó un James Potter sonriente, divertido por la situación a pesar de que la niña parecía bastante asustada.
- Nada – le respondió ella, con una sonrisa de inocencia casi creíble.
En ese preciso momento se escuchó un golpe no muy fuerte contra la puerta, y pudieron ver a través del vidrio a una chica de cabello oscuro que les daba la espalda, acaparando la puerta con ambos brazos extendidos a los lados, como si intentara bloquearle el paso a alguien.
- Le daré su merecido a ese Goblin con bigotes – gritó enfurecida otra chica, que al parecer intentaba mover de su lugar a la que bloqueaba la puerta.
- Lorelai, solo fue una broma, cálmate – le suplicó la chica de cabellos oscuros y tremendamente largos, haciendo un esfuerzo para mantenerse en su sitio y no permitirle a una de sus mejores amigas lastimar a una niña de doce años-. No puedes lastimarla, es solo una niña.
- Por supuesto que puedo y lo haré – exclamó la enfurecida Slytherin – ¡Quítate de en medio, Agatha! – volvió a intentar mover a la morena de la puerta sin ningún resultado a su favor. Soltó un bufido de frustración.
- Fabian se encargó de las cucarachas – anunció otra voz femenina con cierto deje de aburrimiento, acercándose a donde se estaba llevando la "confrontación".
- Bien por tu novio, Eva – soltó con cierto sarcasmo Lorelai – Pero yo no me muevo de aquí hasta que esa gata de tamaño bolsillo me las pague – sentenció con firmeza, todavía tratando de mover a la chica morena.
La puerta del compartimiento de abrió, Sirius y James se pararon en el umbral, detrás de la Slytherin de cabello oscuro; daban a entender por su expresión que no dejarían a nadie entrar a su compartimiento, y mucho menos lastimar a Isis. Pero Agatha se negaba a moverse, conocía tan bien a Lorelai que estaba muy segura de que pasaría por encima de los dos Gryffindors y arremetería contra Isis.
- ¿Cucarachas, ah? Deben de haberte seguido desde tu casa, Crowley – le soltó el moreno de ojos grises con una sonrisa ladina, cruzándose de brazos y recostándose contra el marco de la puerta, despreocupado pero alerta. Nunca se sabía con qué te podían salir las serpientes rastreras.
- Seguro no querían que hicieras el viaje sola – continuó James con diversión.
Lorelai los miró a los dos claramente enfadada, parecía lanzar maldiciones imperdonables por los ojos, y estar planeando diez mil formas diferentes de provocarles un dolor inaguantable a los dos merodeadores y a la niña que protegían. Se cruzó de brazos y alzó el mentón, con soberbia, dando un paso hacia atrás.
- Que te quede bien claro, inmunda huerfanita, me las vas a pagar y bien caro – dicho esto se dio la vuelta y se encaminó hacia el segundo vagón, donde estaban los compartimientos de los Slytherin, haciendo que su melena rubia y risada ondeara de un lado a otro por su paso.
Sirius, James y Agatha la siguieron con la mirada un momento, Eva se limitó a mirarlos con indiferencia; pasó sus delicadas manos por encima de su falda gris (del uniforme de los Slytherins) para alisarla, e hizo un leve ademán para indicarles a los dos muchachos que se movieran, y también a su amiga.
- Cinco puntos menos para Gryffindor por tu desfachatez, Hudgens – dijo con frialdad, mirando fijamente a la niña que estaba sentada entre Frank y Alice, quien había cambiado de asiento durante el alboroto solo por si acaso. Se dio la vuelta sin dirigirle ni una mirada a nadie y se fue por el mismo camino que Lorelai, con su elegante paso y la cabeza erguida. Con la soberbia de cualquier Slytherin.
Agatha vio como su amiga se iba y se giró para ver dentro del compartimiento, encontrándose con siete pares de ojos fijos en ella, los miró a los siete sintiéndose un poco cohibida por la atención y se acomodó el cabello oscuro sobre su hombro izquierdo, relajándose ahora que no tenía que bloquearle el paso a nadie en la puerta.
- Si yo fuera tú, Isis, me quedaría lejos del vagón de los Slytherins – le recomendó con serenidad, sin soberbia ni arrogancia, ni frialdad ni enojo -. Lore está bastante molesta y no puedo estar protegiéndote todo el tiempo – le sonrió levemente y miró a los demás con sus cristalinos ojos turquesa – Adiós, chicos – se marchó siendo consciente de las miradas de sorpresa que la seguían.
Sirius se asomó por la puerta, viéndola alejarse por el corredor con tranquilidad, entró al compartimiento de nuevo y cerró la puerta, dejándose caer junto a Remus, porque Alice estaba ahora en su lugar.
- ¿Oigan, me dormí y tuve un sueño sobre una Slytherin ayudando a una Gryffindor, o fue real?- preguntó Peter igual de extrañado que todos los demás.
- Fue real – le aseguró Frank – aunque muy raro.
- ¿Creen que le envenenaron la comida? – preguntó James, aunque era una broma, lo dijo como si realmente esperara una respuesta.
- Agatha es mi amiga – dijo una vocecilla cantarina, todos miraron a Isis algo perplejos por unos segundos, y Sirius fue el primero en romper el silencio que se había cernido en el compartimiento, con un tono dramático y una expresión afectada.
- Oh, no, la hemos perdido chicos, le lavaron el cerebro y ahora se hace amiga de serpientes.
Todos se rieron y esa especie de estupefacción que los había afectado desapareció. Remus le pasó una rana de chocolate a la niña rubia y tuvo que darle la mitad de la suya a Sirius porque éste había empezado a ponerse pesado.
- Yga me contgarás cómo tge higciste amiga de unga sgerpiengte – masculló el moreno de ojos claros con la boca llena y señalando acusadoramente a la niña con un dedo -. Los animales rastreros no son buena compañía, Isis – declaró repantigándose cómodamente en su lugar, ya habiendo tragado el pedazo de rana de chocolate.
- No es un animal rastrero – replicó la niña con el ceño fruncido y dejando ver que no le agradaba en lo absoluto que Sirius hablara así de su nueva amiga -. Su nombre es Agatha, y fue muy amable conmigo.
- Seguro que los Slytherins planean algo en contra nuestra e Isis es la carnada – le dijo el moreno a los demás, casi sin prestar atención a las palabras que su pequeña protegida había dicho.
- Conozco a Agatha – aclaró un Remus tranquilo y poco preocupado por ese supuesto plan de los Slytherins contra ellos -, le creo a Isis.
- ¿De dónde la conoces? – Inquirió James, entre sorprendido y divertido - ¿Saliste con ella, Lunático? – alzó ambas cejas repetidamente, estaba claro que lo preguntaba como una broma.
- También le lavaron el cerebro – exclamó Sirius volviendo al drama otra vez. Alzando las manos hacia el techo del compartimiento como si le preguntara al aparato de luz "por qué", y dejándose caer nuevamente en su lugar.
Todos se rieron menos Remus, que se limitó a enseñar una leve sonrisa detrás de su libro, podía verse un muy leve sonrojo en sus mejillas mientras él intentaba mantener la compostura.
- ¡Saliste con ella! – se respondió James a sí mismo, dando un salto y golpeándose contra el portaequipajes, cayó de rebote en el asiento y se llevó la mano a la cabeza, haciendo una mueca de dolor.
- Una vez – admitió el rubio, escondiéndose detrás de su libro.
Alice soltó una carcajada y se puso de pie con entusiasmo, tanto que estuvo cerca de también golpearse contra el portaequipajes al igual que lo había hecho James.
- Aunque me divierto mucho con ustedes, chicos, tengo que ir con Lily y las demás, ¿vienes, Isis? – se giró para ver a la niña que todavía estaba sentada junto a Frank y prestaba atención a la conversación de los Merodeadores. La pequeña de rubios cabellos se puso de pie de un salto, sin correr peligro de golpearse contra nada más que el suelo, y siguió a Alice fuera del compartimiento.
- Alice, cuídala, puede que Crowley siga rondando por ahí – le advirtió Sirius, asomándose al corredor, Alice le hizo un ademán afirmativo con la mano y siguió caminando.
Aunque el tema de interés principal en ese momento era la cita que su querido Lunático había tenido con aquella Slytherin, que según afirmaba Isis, era una buena persona, Sirius tuvo que ocuparse de devolver a James a la realidad lanzándole un montón de grajeas de todos los sabores que habían apartado porque tenían sabores horrendos, antes de empezar con el interrogatorio. No, Remus se lo había guardado y no les había contado absolutamente NADA al respecto. Y sí, James se había idiotizado con la simple mención del nombre de Evans.
- Ya, desembucha – le exigió Sirius, una vez James puso de nuevo los pies en la tierra. Hasta Frank sentía curiosidad. Remus los miró a los cuatro por encima de su libro, todos los miraban y esperaban que respondiera a la exigencia de Sirius. Al menos tendrían un tema interesante del que hablar durante el resto del viaje, que no sería muy largo; lo que en cierto modo aliviaba a Remus, no habría mucho tiempo para detalles, y bien sabía que sus amigos eran de la clase que los pedía absolutamente casi todos.
- Pregúntame y te respondo – propuso el chico de cabellos dorados, aunque sabía que no era de las mejores ideas, no tenía idea de cómo comenzar una explicación sobre lo que había pasado con Agatha, a pesar de que era muy astuto y rápido para las explicaciones y las excusas.
- ¿Cuándo? – empezó Peter.
- El año pasado.
- ¿Dónde fue la cita? – siguió Frank.
- En los Invernaderos.
- ¿Llevaste a una chica a los Invernaderos como cita? – preguntó Sirius, completamente incrédulo de que su amigo no hubiera aprendido nada sobre los diez mil lugares a los que podía llevar a una chica en una cita, todos los que él le había mencionado y conocía, por experiencia propia, que existían en Hogwarts.
- Sí – respondió el castaño con un encogimiento de hombros -, no me pareció una mala idea, además ella lo sugirió, no yo.
- ¿Para hacerlo detrás de la tentácula venenosa? – sugirió Sirius con aquella mirada y aquella sonrisa que solo daban prueba de sus pensamientos pervertidos. Remus le dio con el libro en la cabeza, y James, Peter y Frank se rieron de la desfachatez de Sirius.
- Claro que no, íbamos a ir al lago, pero estaba lloviendo y nos quedamos en los Invernaderos.
- ¿Bueno, y? – preguntó James, empezando a interesarse un poco más por la conversación.
- ¿Y qué?
- ¿Qué hicieron? – se denotaba un ligero tono de impaciencia en la voz de Sirius, como si fuera obvia la pregunta.
- Hablamos – volvió a acompañar la respuesta con un leve encogimiento de hombros.
- Remus, ¿tendremos que obligarte a contárnoslo todo? – sí, Sirius seguía impaciente. Remus sabía lo que su amigo quería escuchar, pero no iba a contarle nada de eso, principalmente porque no había hecho demasiado con Agatha. Ella le había tomado de la mano, él había apreciado el gesto, ella le había dedicado una encantadora sonrisa que la hacía verse hermosa; desde que la había visto opinaba que era una chica muy hermosa, con una piel muy blanca que estaba adornada con algunos lunares y algunas pecas, y un cabello largo y oscuro como la seda negra, sus ojos eran lo que le gustaba más, porque eran más expresivos que cualquier par de ojos que el castaño hubiera visto en una Slytherin. Pero no habían pasado a más, habían hablado sobre la condición de Remus, aquella maldición que lo perseguiría el resto de su vida, y ella no se había apartado cuando él le había confirmado la teoría. La chica era muy observadora y astuta. Se había dado cuenta de lo que era y no se había retirado con repugnancia ni miedo. Podía decirles a sus amigos que eso era exactamente lo que habían hecho, que habían hablado de su licantropía, pero estaba presente Frank, y él no podía saberlo.
Sirius se pasó los restantes veinte minutos insistiendo sobre el tema, Remus se pasó exactamente la misma cantidad de tiempo diciéndole que lo dejara tranquilo. James se había desaparecido para acompañar a Frank a donde estaba Alice, más para poder ver a Lily y darle un comienzo oficial a su acoso anual, pero había vuelto todo empapado y con una sonrisa divertida en el rostro; Evans le había dicho que no otra vez, le había lanzado un Aguamenti y lo había echado a gritos del compartimiento, pero él podía seguir intentando al día siguiente, y al otro y al otro, durante todo aquel año y el siguiente, de ahí aquella sonrisa. Y Peter se había puesto a hacer uno de los crucigramas de Sirius solo por aburrimiento.
Cuando habían llegado a la estación de Hogsmade, los cuatro chicos ya estaban con sus uniformes y capaz de Gryffindor puestas, y se habrían paso entre los estudiantes que llenaban el corredor esperando para salir. No se toparon con nadie conocido hasta que entraron en el Gran Comedor, donde todos ocuparon sus lugares y esperaron por la Ceremonia de Selección.
Isis Hudgens estaba sentada junto a su mejor amigo, un chico que iba a su mismo curso y se llamaba Thomas; hablaban y hablaban sobre Quidditch sin pausa alguna, los dos niños soñaban con convertirse en jugadores profesionales de ese mismo deporte y planeaban presentarse a las pruebas de selección para el equipo de Gryffindor. Habían pasado con vida el primer día de clase de su segundo año en el colegio, y habían procurado no hacerle ninguna broma a nadie, no porque no se les hubiera ocurrido ninguna o por su consideración hacia las reglas, si no porque cierta Prefecta pelirroja les había advertido que los vigilaría el día entero. Y se lo habían creído porque la conocían del año anterior, confiaban en que si podía los seguiría hasta el baño. La niña de doce años sólo se había topado con Lorelai Crowley en el comedor, había sido muy consciente de la mirada asesina que la rubia de Slytherin le había dedicado durante todo el desayuno y el almuerzo, pero Isis no estaba asustada, las bromas eran su parte favorita del curso, además de las clases de vuelo, y sabía que siempre podía contar con los Merodeadores si necesitaba de su ayuda. Muchos alumnos de Gryffindor estaban concentrados en sus deberes, principalmente los de los últimos cursos, ya que a pesar de ser el primer día no les habían dado tregua y los habían llenado con redacciones sobre distintos temas. Los menos responsables descansaban en las butacas o jugaban al ajedrez mágico, pero no había alboroto y eso para Lily Evans era casi un milagro. Pudo dejar la sala común con tranquilidad y dirigirse directo a la biblioteca, en donde se encontró con algo sorprendente, los cuatro Merodeadores estaban ahí, en una mesa, puede que no adoptaran posiciones muy de estudiosos, pero estaban quietos, en silencio y escribían en pergaminos. A pesar de lo sorprendente que era, Lily no deseaba ser vista por Potter, y había querido darse la vuelta y marcharse por el mismo lugar por el cual había llegado; pero esa melena pelirroja era demasiado notoria, y más si James estaba pendiente de ella todo el tiempo.
¿Por qué James Potter había aceptado hacer la redacción de Transformaciones justo esa tarde en la biblioteca? No porque Remus lo había amenazado con no pasarle los apuntes, ni la redacción terminada, si no porque sabía que Lily Evans, su preciosa pelirroja, pasaba mucho tiempo en aquel lugar. Saltó de su lugar y salió detrás de ella a las corridas; Remus negó con la cabeza y siguió con su redacción, Peter tampoco tenía muchas ganas de estar ahí, pero necesitaba que Remus le pasara los apuntes o estaría perdido, y Sirius… Sirius tenía menos ganas de estar en la biblioteca en ese momento como Voldemort tenía ganas de regalar caramelos, o sea… nada de ganas. Se levantó con un aparente cansancio, como si hubiera estado toda la tarde estudiando en la biblioteca y su cerebro ya no pudiera guardar ni un solo dato más de información, pero solo estaba cansado de no hacer nada.
- Sirius, si te vas te juro por merlín que no te pasaré ninguno de mis apuntes en todo el año – le advirtió Remus, despegando la mirada de su pergamino y fijándola en uno de sus mejores amigos, que lo observaba con "ojos cansados". Al menos era buen actor.
- Sabes que romperás ese juramento, porque eres un excelente amigo y no quieres que me vaya mal en la vida, ¿verdad? – se inclinó sobre la mesa para recoger su pergamino casi en blanco, su pluma y su tintero, mirando inocentemente a Remus, porque sabía que estaba diciendo una verdad, y sabía que su amigo lo sabía.- Nos vemos en la torre – se despidió y se dio la vuelta, con la mochila al hombro y a zancadas apresuradas. Cuanto antes dejara aquel sitio, mejor.
Sirius sí se había cansado, pero de quedarse sentado en la biblioteca sin hacer nada, pudo haberse puesto con la redacción para Transformaciones, pero estaban a miércoles y McGonagall la había pedido para el próximo lunes, en su opinión tendría tiempo de sobra para hacerla. Se le había ocurrido mientras caminaba una excelente broma destinada a nada más ni nada menos que a Quejicus, y cualquier Slytherin que estuviera cerca de él, pero para llevarla a cabo necesitaba ayuda. Remus se negaría por la redacción y porque Sirius se había negado a hacerla aquella tarde, Peter tal vez le hiciera caso si James se unía a la idea, y he ahí el gran problema; James se había escapado de la biblioteca para perseguir a Evans, no sería fácil convencerlo de que dejara a la pelirroja para planear una broma, y Sirius no tenía muchas ganas de esforzarse demasiado en esos momentos, ergo, la broma tendría que esperar hasta el día siguiente. Tampoco tenía ganas de ir a la sala común, donde muy probablemente Evans le estaría gritando a James que la dejara tranquila, ni tampoco de ir al dormitorio porque Frank les había pedido que lo dejaran libre para tener una cita romántica con su novia Alice. Sirius estaba particularmente de mal humor ese día, además de que Remus y Frank lo habían levantado demasiado temprano y no con mucha gentileza, en el desayuno había tenido que soportar a la lechuza de su madre, que lo había picoteado y mordido hasta que él le había hecho caso (se había decidido a fingir que no estaba ahí, solo por si el animal se cansaba y se marchaba, pero claro que no había sido así), y la carta firmada por Walburga Black no le había subido más los ánimos de perro rabioso que tenía por las mañanas.
Se conocía el colegio entero, pero le costó decidirse por un lugar en dónde poder descansar hasta la hora de la cena; Sirius nunca se perdía una comida a menos que tuviera algo realmente muy importante que hacer, como ayudar a sus amigos con algo, o una cita con alguna chica que realmente le gustara, siempre dependía de la situación. Pero cuando por fin se decidió por el lugar al que ir, descubrió al llegar que no era el único en el sitio. La Sala de Menesteres se había convertido en una especie de habitación, había una gigantesca cama al fondo, un sofá, hasta habían libros en una pequeña estantería. El chico se sintió completamente fuera de lugar, se planteó marcharse a su segunda opción de lugar solitario en el que pasar el tiempo, cuando notó que la persona acurrucada en aquella cama era una chica, y que parecía estar llorando.
Sirius Black no era partidario de esas situaciones, ver a una chica llorar no era lindo pero tampoco cómodo, nunca sería el mejor acompañante en una situación como esa porque usualmente no tenía idea de qué decir para consolarlas, prefería el momento siguiente al llanto, cuando necesitaban ser abrazadas y… bueno, ya pueden imaginárselo ustedes. Pero esto le llamó la atención, sentía curiosidad y se acercó cautelosamente al fondo de la Sala, la chica no pareció darse cuenta de su presencia.
Ella estaba acurrucada sobre las sábanas, abrazando una almohada y con el cabello negro tapándole el rostro al completo, pero Sirius podía ver que estaba llorando por sus sollozos; miró hacia la puerta que estaba cerrada, y luego hacia la chica de nuevo, estaba parado a su lado, pero ella seguía sin verlo.
- Speckheart, ¿te encuentras bien? – la pregunta hizo que la chica se enderezara de golpe, y al instante le diera la espalda. Sirius solo podía ver su cabello oscuro y su espalda, y era exactamente lo que ella quería que viera, aunque si le hubieran dado a elegir ella hubiera preferido que no viera nada.
- Sí, estoy bien – claro como el veritaserum que aquella chica mentía.
- ¿Segura? – pregunta estúpida, pensó Sirius.
La chica se limitó a asentir con la cabeza sin voltear a mirarlo. Se sentía avergonzada de que la hubieran encontrado llorando, y aunque se había limpiado las lágrimas de las mejillas y los ojos, todavía tenía los labios húmedos y la nariz y las mejillas algo rosadas, sus ojos color turquesa irritados por las lágrimas que habían caído de ellos, y la voz ligeramente pastosa. Se levantó de la cama sin volotearse, y agarró la capa de su uniforme, que había tirado al suelo al llegar.
- Probablemente quieres estar solo, así que me voy – argumentó sin necesidad de hacerlo, caminando apresuradamente hacia la puerta.
- Quédate, podemos… tomar algo – sugirió Sirius, intentando no sonar como habitualmente podía hacerlo, como si la estuviera invitando a salir. Ella había llegado primero y por más que lo negara, no estaba bien, podía ser un desfachatado de los que solo piensan en divertirse a costa de otros, con bromas y malas jugadas, pero no era tan malo y tenía educación, muchas de las cosas que su familia le había inculcado las había desechado al ser consciente de lo que significaban, pero algunas cosas valía la pena guardárselas, y la cortesía de vez en cuando no le hacía mal a nadie.
Aparecieron un par de copas sobre una pequeña mesita que estaba en un rincón, la botella tuvo que hacerla aparecer él. Sabía que la sala te podía dar de todo menos comida, según Remus era debido a la ley del no se qué. La chica se había frenado a unos pasos de la puerta, seguía ocultando su rostro a la vista del moreno, pero se había quedado ahí.
- Estoy seguro de que lo necesitas – afirmó Sirius, sirviendo un poco de whisky de fuego en cada una de las copas y alzando una hacia ella, esperando a que se acercara y la tomara.
Funcionó, porque ella se dio la vuelta y regresó sobre sus pasos, tomando la copa con una de sus pálidas manos, todavía intentando evitar la mirada gris del chico de Gryffindor. Por varios minutos hubo silencio, ninguno decía nada, y apenas se miraban. Sirius seguía pensando que acababa de invitarle una copa a una Slytherin, y se preguntaba si aquella chica tenía algún hechizo para atraer a los de Gryffindor. Había defendido a Isis en el tren, y de sus propias amigas, también había salido con Remus, que era más raro todavía porque era un mestizo y un hombre lobo, y por lo que Lunático le había dicho, ella estaba muy consciente de esos detalles. Ahora él, que odiaba a todos los Slytherins – exceptuando a su prima favorita -, le había invitado una copa. ¿Qué el mundo se había puesto de cabeza?
- Gracias por defender a Isis ayer – la mención del nombre de la niña consiguió que Agatha levantara la mirada y por fin lo mirara a los ojos. Remus tenía razón, aquellos ojos no eran tan fríos como los de las demás serpientes.
- No iba a dejar que Lorelai le hiciera daño, aunque debería tener más cuidado la próxima vez – vació lentamente su copa, y la giró entre sus finos dedos. Se relamió los labios casi de forma inconsciente, y Sirius se sentó en la gigantesca cama donde ella había estado acurrucada hacía un rato. Se contuvo, porque no era momento para uno de sus ligues. Llenó su copa de nuevo y también la de ella, le sonrió de lado a la chica antes de volver a darle un trago a aquella deliciosa bebida.
- Por lo que nos dijeron ella y Remus, no eres una serpiente normal – comentó el moreno completamente serio. Agatha lo miró fijamente una milésima de segundo antes de soltar una carcajada melodiosa que resonó por toda la sala.
- ¿Entonces que soy? – le preguntó con una sonrisa divertida, sentándose a su lado. Todavía quedaban rastros del llanto en su rostro, pero Sirius podía ver que ya no estaba tan triste como antes. Se encogió de hombros ante su pregunta.
- Tu dime, ¿qué eres?
- Pues, hasta ahora creía que era simplemente una chica – le respondió reprimiendo otra risa. Sirius la miró de pies a cabeza, intentó no distraerse demasiado con sus largas piernas o sus curvas, ni siquiera con su rostro.
- Puede ser – se pasó la mano por el mentón, como si realmente estuviera pensándoselo. Ella volvió a reír, y dejó la copa en el suelo, sabía perfectamente a lo que se refería Sirius Black, porque sus amigas eran típicas Slytherin, tal vez ella lo había sido en su momento también. Estaba claro que siempre había estado de su parte, no se preocupaba por los demás o por lo que los otros pensaran, porque le importaba simplemente su persona; era probable que por eso hubiera terminado en Slytherin, aunque nunca se había puesto a pensarlo, toda su familia había estado en esa casa, y ella había ido a parar ahí también. Sirius había tenido la suerte de ser diferente, pero Agatha era consciente de que no tenía la valentía suficiente para llevarle la contra a sus padres.
Se habían quedado en silencio de nuevo, mientras Sirius vaciaba su copa y Agatha se quedaba mirando a la nada, parecía estar pensando en algo. Él la miró por un buen rato, pero ella no pareció darse cuenta de la atención que recibía de parte del moreno, estaba concentrada en lo que fuera que pasaba por su cabeza en aquellos momentos. Él estaba de acuerdo con Remus, la chica era muy bonita, y él conocía a muchas chicas y había estado con montones, tenía un amplio criterio sobre si eran o no suficientemente bonitas y con suficiente cerebro, lo segundo no era realmente un requerimiento para él, porque no buscaba una novia ni nada parecido. Le gustaba ser libre, no tener que estar pendiente de una chica como veía que lo estaba James, deseaba realmente no terminar como él. Pero se había distraído con sus labios mientras ella hablaba, le tentaba besarlos, y sus ojos eran muy claros, gatunos, le gustaban, y Sirius sabía que hacía uso de toda su fuerza de autocontrol para no besarla. Parecía una buena persona, y la había encontrado llorando, era amiga de Isis y le había guardado el secreto a Remus, si él la besaba y luego la dejaba, podía ser un gran problema.
- ¿Por qué llorabas? – preguntó de repente, sentía curiosidad, y ahora que tenían un poco más de "confianza", tal vez ella se lo dijera. Agatha miró al piso, él vio como los ojos se le llenaban de lágrimas, pero como solo una caía por su mejilla. Genial, la había hecho llorar otra vez. Le limpió con un dedo la lágrima, permitiéndose acariciar su mejilla con éste mientras lo hacía, comprobando que su piel era tan suave como se veía.
– Hey, no me contestes si no quieres – murmuró Sirius, corriéndole el pelo del rostro. Ella negó con la cabeza, cerrando los ojos por unos instantes, y al abrirlos lo miró a él. Le impresionó cuánto podía decirle solo con mirarlo, pero no fue su única respuesta. Al principio Sirius la miró perplejo porque no tenía idea de qué estaba haciendo, ella se desabotonó la camisa y la deslizó por sus hombros hasta quitársela casi del todo, se giró casi de espaldas a Sirius y entonces él lo vio.
Tenía una cicatriz en la espalda que parecía bajar desde la mitad de su columna hasta su cadera y continuar hasta su vientre. Ella tenía la cabeza gacha, y Sirius se animó a rozar la cicatriz que parecía ser reciente, con un dedo, cuando lo hizo pudo ver que no era la única que tenía, solo la más notoria. Agatha se estremeció cuando sintió el roce de sus dedos por su piel, sí le dolía la gran mayoría del tiempo. Se subió la camisa y volvió a mirar hacia la puerta, quedando a un lado del chico que la miraba fijamente y con el ceño levemente fruncido.
- ¿Quién te hizo eso? – le preguntó apretando los dientes el Gryffindor, estaba enfurecido, no concebía que alguien fuera capaz de hacerle algo así a una chica, incluso si era una maldita como Crowley, para él las mujeres eran intocables y coincidía sobre eso con su familia, a su pesar. Estaba enojado y quería darle su merecido al responsable, reconocía los rastros de magia sobre la piel marcada de la chica, solo un mago podía hacer una cosa de esas, un mago oscuro.
- No eres el único que tiene una familia sin escrúpulos – dijo ella como toda respuesta, parecía decaída, rendida. Sirius estaba tan furioso que pasó por alto el hecho de que ella seguía con la camisa abierta y estaba frente a él en ropa interior; tenía que estar realmente enfadado. – Pero no importa, se curará en una semana y estaré bien hasta las vacaciones de invierno – dijo la chica, parecía realmente rendida ante el hecho de que le hicieran daño. Sirius no podía permitirlo, nunca había hecho una cosa de esas por una chica que apenas acababa de conocer, pero estaba dispuesto a ayudarla en lo que pudiera. Ella lo miró y le sorprendió que sonriera, él sin embargo seguía completamente serio, intentando controlar su ya de por si conocido humor de perros. No sabía qué decirle para hacerle entender que no tenía que pasar por eso, así como él había dejado su casa sin que le importaran las amenazas de su madre, ella podía dejar la suya. Pero tal vez ella no tenía a nadie que la ayudara, como los Potter lo habían ayudado a él. Se dio cuenta de que se había puesto de pie, por la ira, y que caminaba de un lado para otro intentando calmarse, se detuvo de cara al a puerta, apretando los puños fuertemente. La imagen de aquella cicatriz recorriendo la piel blanquecina de Agatha seguía grabada en su memoria.
Agatha se puso de pie, y se acercó despacio hasta donde él estaba. Le acababa de revelar un secreto a un Gryffindor, su secreto más preciado, el que se había guardado la vida entera y por el que había inventado diez mil excusas para no tener que revelarlo. Con una sola mirada de él, ella le había mostrado sus cicatrices, las que su padre le había hecho por no ser la hija perfecta que él deseaba tener. Lo tomó de la mano y lo obligó a mirarla, ella era unos palmos más baja y tenía que mirar hacia arriba para fijar sus ojos en los de él, tan grises.
- No deberías estar molesto – susurró con dulzura, Sirius seguía con el ceño fruncido – Soy una serpiente, ¿recuerdas? Probablemente me lo merezca – la serenidad con la que soltaba las palabras, sin borrar aquella sonrisa dulce, hacía que Sirius la contemplara con verdadera incredulidad. Nadie se merecía una cosa de esas, mucho menos ella.
- No, tú eres una buena persona, y quien quiera que te haya hecho eso es un maldito y merece morir – puntualizó el moreno, todavía enojado. Sostenía la mano de la chica como si de ese modo impidiera que ella se sintiera mal, y que él se descontrolara, ella sostenía esa sonrisa dulce en sus delicados labios, con aquellos ojos que Sirius admiraba fijos en los suyos. Seguía controlando su tentación de besarla, no podía lastimarla a ella, y estaba seguro de que si la besaba la lastimaría.
Agatha se puso de puntitas para llegar a la altura del chico, y rozó con sus labios su mejilla; ese beso lo desarmó completamente, y no entendió por qué, no es como si nunca hubiera recibido un beso en la mejilla, ni como si nunca hubiera estado tan cerca de una chica con la camisa abierta y mostrándole su ropa interior. Pero era la primera vez que sostenía la mano de la chica que le daba el beso porque le preocupaba ella. Su autocontrol se desmoronó, y puso un dedo sobre los labios de Agatha, que iba a decir algo pero en cambio lo miró con sorpresa. Eran solo un par de centímetros…
Prometo volver con el segundo capítulo pronto!Y espero cumplir la promesa, de veras. Besos a todos (=
