¡¡Hola!! Aquí estamos de nuevo con este fic que se nos ocurrió hace ya algún tiempo y del que esperamos disfruteis vosotros tanto como nosotros al escribirlo. Cada capítulo estará dedicado en el título a alguien en especial, aunque después se entremezclen las historias.

Mi amiga Arwen-chan y yo le hemos dedicado mucho tiempo y esperamos que disfrutéis. ¡Ah! Y dejad reviews, por favor, jejeje.

Un beso muy fuerte.

Angela y Arwen-chan

Capítulo 1: Draco Malfoy, testigo inusual.

Como cada mañana, Draco Malfoy se levantó a la hora señalada, ni un minuto más mi uno menos. Se duchó y se lavó los dientes después de desayunar un suculento banquete provisto de tostadas y café recién hecho. Luego se vistió, desgraciadamente para él de muggle. Pues el sitio dónde vivía no pertenecía al Londres mágico. Además, ya se había acostumbrado y casi lo prefería a las túnicas. Cogió las llaves de su casa y salió del edificio de ladrillo visto. Se apresuró, como todas la mañanas, a comprar el periódico en la tienda de la esquina, ya que cualquier buen auror debía estar siempre al tanto de lo que pasaba en el mundo muggle. Y daba igual que fuese su día libre, el único en quince frenéticos días, porque ese era el trabajo que había elegido. Y así se lo decía a ella cuando discutían. A ella....

Hacía tanto que no pensaba en ella que, al encontrarla con la misma fuerza que antes en su mente, se asustó. Ojos color chocolate, labios gruesos y dulces, pecas en la nariz, cabellos rojizo y ondulado cayéndole por la espalda sin ningún tipo de orden, pero siempre con armonía y concierto. Cuerpo de diosa enfundado en túnicas de segunda mano y manos blancas y finas de dama cargando con libros, informes, bolsos, enfundados en invierno en los guantes de piel sintética que su hermano le regaló por Navidad. Risa cantarina y sincera que hacía que quisiera comérsela a besos, como a veces había hecho. Ceño que fruncía cuando se enfadaba multiplicando sus pecas y pequeñas orejas decoradas sólo con dos hermosas perlas, su único regalo. Ella, sólo ella. Era lo que recordaba cuando cerraba los ojos y la divisaba sonriendo por cualquier tontería, susurrándole al oído cosas que no le diría a nadie más por pudor, besos que le prodigaba sin temor y caricias prohibidas que se convirtieron para él en su religión. Jadeos y murmullos en la noche, risas y palabras de día; pero siempre él, y siempre ella. Y sobre todo, siempre juntos, desde que él salió de la fría existencia que había tenido en la casa Malfoy. Y ahora todo perdido por culpa de un estúpido error del cuál llevaba arrepintiéndose un año. Desde que la pelirroja lo abandonó, dejándolo a su suerte. Un año maldito.

Movió la cabeza de un lado a otro. Mejor no pensar en ello. Aún dolía. Ya habían pasado otras mujeres por su vida(y suponía que por la de ella también otros hombres) pero ninguna le había marcado tanto como esa pelirroja orgullosa y repleta de lunares escondidos. Mejor no pensar en ello.

Entró en el supermercado que había cercano a su casa con paso seguro y mirada seductora y fría. Una cajera de ojos oscuros y pelo cobrizo le guiñó el ojo y él le respondió con una sonrisa. Ella se la devolvió, coqueta. Se llamaba Connie, y había salido un par de veces con ella, pero por muy bonita que fuera, era toda una muggle, y para él, demasiado aburrida. Cogió el primer carro que vio y se internó con él en la afanosa tarea de tener que hacer la compra semanal. Echó una mirada a las estanterías, odiaba tener que ir a comprar, era muy aburrido, pero no tenía otro remedio si quería comer. Sacó la lista "Carne, pescado, leche, huevos, café, azúcar, cerveza, tabaco, mantequilla..." Hasta treinta cosas. Gracias a Eve, la novia de Blaise Zabini, que le había hecho la lista. "Necesitas una mujer" le había dicho. Y luego le recomendó "Para que no se te olvide nada, ve primero a lo esencial". Bien, entonces debía ir a por la cerveza, el café y el tabaco primero.

"Café, café, café..."

¿Negro? ¿Descafeinado? ¿Importado?

¿Y qué más daba? Él sólo quería café para el desayuno. Finalmente cogió el más caro, fiel a sus ideas de que lo más caro siempre es lo mejor. El tabaco lo conseguiría fuera, seguramente Blaise tendría del "importado", que era el mejor. La cerveza la cogió rápidamente, pero tardó casi una hora en el apartado de las verduras, hasta que al final se decidió por las congeladas, que aunque no tenían muy buena pinta le aseguraban que no se pondrían malas.

La cajera se sorprendió al ver al rubio detrás de tantas cosas, algunas de muy buena calidad y otras no muy recomendables. Además, parecía tan perdido entre las marcas, los pesos y las bolsas que decidió ayudarlo.

-Sería mejor que escogiera esos huevos, son más frescos- le recomendó.

Draco estuvo a punto de pedirle que se metiera sus consejos por donde le cupieran, pero prefirió callarse. Le dirigió una sonrisa seductora y se lo agradeció. Ella sonrió totalmente y miles de arrugas aparecieron en su pequeñas frente.

Era una de esas mujeres de hermosura perdida. No tendría más de treinta años, es decir, tres menos que él, pero en su cara ya se veía el maltrato de los años. El pelo negro y completamente lacio lo llevaba recogido en una trenza mal hecha que le legaba hasta la mitad de la espalda y los ojos ambarinos tenía una mezcla de melancolía y extraña picardía demasiado apagada para resultar atractiva.

Después de casi dos horas comprando llegó a su casa y se dejó caer en el sofá de terciopelo verde del salón. Revisó el correo y se encontró con una que realmente no esperaba. La remitente era Hermione Granger, la única mujer que conocía y con la que aún no se había acostado. Por eso y por muchas razones más la consideraba su mejor amiga. A veces su única amiga.

Sonrió al recordar la última vez que la vio, antes de que se fuese a hacer un reportaje para "El Profeta" sobre el maltrato que sufrían los elfos domésticos en Asia. De ello hacía ya más de tres meses, y no había vuelto a saber nada más de ella ni de su pequeño hijo, Thomas.

Thomas, su hijo y de aquel tipo que no le gustaba nada. ¿Cómo se llamaba, Ralph Montanee? Sí, un erudito en Astronomía, pero en cuestión de amor poco inteligente.

Abrió rápidamente el pergamino y se encontró con la esmerada letra de su amiga. Estaba escrita en tinta verde, y sonriendo por el detalle, comenzó a leer.

Draco:

Mil perdones por no haber dado señales de vida en estos meses, pero en cuanto te cuente el motivo de mi carta verás como he tenido razones más que suficientes para haber estado tan perdida.

Bueno, allá voy...¡¡Me caso!! Y no con un capullo como ya estuve a punto de hacer, sino con alguien que estoy seguro de que me hará feliz. Mmm, ¿dejo que lo adivines tú? A ver, te doy una pista. Pelirrojo, ojos azules, guapo, era de Griffindor y siempre hemos sido buenos amigos. ¿Lo adivinas? ¡Ron! Bueno, sí, por fin ha logrado convencerme
de que es el hombre de mi vida. Además, adora a Thomas como a un hijo y yo sé que lo amo con toda mi alma...

Bueno, pues quería invitarte a la boda, además de así tener una excusa para que pases con nosotros una semana fabulosa(eso te lo prometo yo) en el Hotel "Roses & Trend" en Cornwall.

¿Aceptas? Me encantaría que estuvieras ahí, de veras, y puedo asegurarte que Ron también está contento con la idea de verte.

Pasaré a recogerte el día quince a eso de las seis de la mañana, y no me des excusas con el trabajo, que sé de buena tinta que estás de vacaciones.

Hasta el día quince....

H. G.

Draco volvió a releer la carta y se fijó en la fecha. ¿Un momento? Día quince.

Fue hacia la cocina y afirmó sus sospechas. Mañana era quince...

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-Sí mamá, ya te lo he dicho, rosas blancas para Ginny y para mí, y rosas rojas para las damas de honor...- Hermione intentaba no perder la paciencia mientras hablaba por el móvil recién estrenado con su madre y cargaba con quince bolsas de diferentes tiendas mientras cruzaba una calle del centro de Londres. A su lado, Ginny Weasley reía- No, mamá, no pienso cambiar a Angie y a Alicia por las primas...¡Pues que lo hubiesen elegido antes!...¿Cómo? ¿Qué el vestido de Ginny ha sufrido un desgarrón y lo va a tener que realizar de nuevo la modista? ¡Mamá! Por si no te das cuenta me caso en una semana ¡Aahhhh!

Acababa de meter su tacón nuevo en una alcantarilla. Maldiciendo al mismísimo Lucifer a voz en grito, le pasó el móvil a Ginny, que lo recogió e intentó calmar a la señora Granger por el auricular.

-¿Señora Granger? No se preocupe, Hermione está bien, sólo está algo nerviosa por la proximidad de la boda y...Sí, claro, no se preocupe, a mí no me molesta volver a probarme el vestido. Bien...Nos veremos mañana allí. Sí, no se preocupe, la cuidaremos. Chao, sí, chao- mientras colgaba el móvil y lo metía en su bolso, miraba con cara divertida a su amiga- Será mejor que vayamos a algún sitio y nos desaparezcamos porque si no...

-Si no ¿Qué?- replicó furiosa la morena.

-Me temo que no llegaré viva a la boda. Me matarás antes.

Hermione terminó de sacarse el tacón de la alcantarilla y se enderezó. Cogió la bolsas que había dejado caer y Ginny la observó por primera vez, incrédula.

-¿Cuánta ropa has comprado? ¿De verdad llevabas tanto desde que me has llamado?

-No es sólo para mí, también es para Thomas. Está creciendo tan deprisa- explicó mientras emprendían la marcha.

-Ya. ¿A quién se lo vas a dejar al final?

-Supongo que a mis padres, aunque tu madre también me lo ha pedido y...

-Mi madre está loca por un nieto. Un nieto que no esté a más de mil millas de aquí.

-Supongo que no es fácil para ella que su hijo y su nieto estén tan lejos.

-No. A mí me gustaría dárselo, pero con los tíos que hay ahora...

Hermione paró en seco y se quedó mirando a la pelirroja, que ahora cargaba tantas bolsas como ella.

-Un momento ¿Estás diciendo que te estás planteando ser madre?

-Sí, y creo que voy a hacerme una inseminación artificial. Al fin y al cabo...

-¡Ginny! ¿Vas a someterte a que te metan unos espermatozoides de alguien a quién no conoces cuando hay tipos que estarían encantados de dártelos? Y de formas más divertidas...

-Si te refieres a Colin...

-Me refiero a Harry.

-Hace seis meses que lo dejó con Melina...

-Y echaros una canita al aire no os vendría nada mal.

-¿Está insinuando, Hermione Jane Granger, que me acueste con vuestro amigo Harry Potter para que me fecunde?

-Bueno, yo lo habría dicho de otra manera.

Una carcajada de la pelirroja la interrumpió.

-Pero si somos como hermanos.

-Tú lo has dicho. "Como" hermanos- exclamó, poniendo énfasis en el como.

-Nunca me acostaría con Harry...aún menos como tu dices, considerándolo un semental.

-Jane dice que los hombres sólo sirven para eso.

-Jane es lesbiana, querida Hermione. ¿O acaso tú piensas como ella?

-¡No!

-¡Ajá! Ya entiendo porqué te vas a casar con mi hermano. Lo quieres como tu semental...

Hermione bufó y le pegó un pequeño empujón a la pelirroja, que volvió a reír a mandíbula abierta.

-No seas estúpida- se acercó a un estrecho callejón y la pelirroja la siguió- Éste es un buen sitio.

-Tú primera, ahora te sigo-

-Como quieras...-
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-Bien, entonces ya sabes lo que hacer si vienen los de Nueva York, ¿no, Blaise?

Blaise Zabini, más ocupado en mirarle las piernas a Susan Murdock, su nueva secretaria, le prestaba poca atención al rubio.

-¡Blaise! Maldita sea, ¿Quieres prestarme un poco de atención?

Susan le echó una mirada matadora a su jefe y se marchó, dejando un par de documentos en los que ponía "confidencial" encima de la mesa.

-Perdóname-le susurró Blaise mirando el rostro enojado de su amigo- Ayer corté con Eve y estoy destrozado.

-Ya, y te entretienes en mirarle las piernas a Murdock.

-No las tiene feas.

Draco resopló y se echó el pelo hacia atrás, como cada vez que estaba nervioso. Tamborileó sus dedos contra la mesa mientras miraba con expresión acusadora al moreno, que en esos momentos se encendía un cigarrillo.

-Me he quedado cuando me has dicho lo de la boda de Granger y Weasley.

Vuelta a empezar. Paciencia, Merlín, Paciencia, pensó.

-Me voy una semana a Cornwall por la boda.

-Vaya ¿No puedo ir?

-No.

-Me encantan las bodas.

-Cada vez que vas a una acabas tirándote a la madrina, o peor, a la novia.

-Ten cuidado a ver si te pasa lo mismo.

-Bien sabes que Granger no me atrae para nada, y en cuanto a la madrina, no tengo ni idea de quién es.

-Y vas a ver a tu ex ¿no?

Era como si de repente se hubiese acordado de algo. Y el recuerdo escaldaba como aceite hirviendo.

-¿Y? Virginia ya no es nada para mí.

-Ya, ya. Perdona que no me lo crea, Draco, pero ha sido por la única tía por la que te he visto suspirar...y la única que te ha plantado.

Draco apretó los puños para no pegarle a su "querido" amigo en su "preciosa" cara.

-Cállate- cogió su maletín y se despidió con un gesto ínfimo.

Al salir, también se fijó en las piernas de Susan.

"Ningunas son tan perfectas como las de ella" pensó, y al segundo se arrepintió de haberlo pensado.
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-Creo que deberíamos ir por turnos- terció Ron Weasley, que se acomodaba ahora entre los brazos de su hermana. Había adoptado la manía de interrumpirla justo cuando ella menos lo necesitaba, pero así les había pasado de pequeños y así seguiría siendo.

Ginny Weasley asintió con la cabeza y siguió comiendo galletas de avena mientras veía la "caja muggle", como llamaban Harry y Ron a la televisión.

-También creo que Thomas debería quedarse con mamá ¿Qué piensas?

Ginny volvió a asentir y Ron le lanzó una mirada fugaz a su amigo del alma, que se entretenía leyendo un libro sobre Artes Oscuras.

-Y creo que ya que se ha roto tu vestido de novia, deberías ir desnuda en la boda.

Ginny volvió a asentir. Ron se levantó de un salto y se encaró con su hermana pequeña.

-¡Ginevra Molly Weasley! ¿te importaría hacerme un poco de caso?

-Ron por favor, llevo tres semanas sirviéndote fielmente ¿Quieres dejarme terminar de ver la película? Está en lo más interesante.

-Harry- imploró ayuda a su amigo. Éste se quitó las gafas y se las limpió. Luego, con toda la parsimonia del mundo, se las volvió a colocar y se puso de pie.

-Ginny- dijo Harry con voz clara pero con una sonrisa pícara que le cruzaba la cara- Creo que ha llegado el momento de que dejes de ver la película- Ginny no hizo movimiento alguno- Bien. Ron, plan número uno.

-¿Cuál?

-¡Cosquillas!

Ginny se enderezó rápidamente para intentar quitárselos de encima, pero ellos ya se habían lanzado y empezaban a hacerle cosquillas como locos.

-¡Ay, ay, ay, ay, ay!- reía la pelirroja- ¡Está bien! ¡Parad! ¡PARAD!

Ron y Harry dejaron de hacerle cosquillas y se miraron con complicidad. Ginny se puso bien la sudadera gris y se volvió a sentar en el sofá. Tenía todo el pelo desordenado y dos sonrojos en las mejillas.

-Y bien ¿Qué deseas, Ronald?

-Creo que deberíamos ir por parte de manera mágica. Así todo sería más rápido y...

-Ron-le cortó Ginny- Estamos a diez horas de irnos hacia el hotel. No podemos cambiar de repente, a Herm le dará un ataque.

-Pero Gin...

-Ni una palabra más-se levantó y le dio un beso a Harry en la frente-Hasta mañana-luego se volvió a su hermano y le advirtió-Ni un pensamiento más acerca de la boda, Ronnie.

Le besó la frente y se marchó a dormir.

Harry miró a Ron con una expresión de duda.

-¿Ya se lo has dicho?

-¿El qué?

-Pues el qué va a ser, Ron. Lo de Malfoy...

-No. Prefiero que se lo diga Hermio...

-Era tu deber.

-No quiero estropearle las vacaciones ahora que está tan bien.

-Tú verás lo que haces. Yo me voy a dormir. Hasta mañana, Ron.

Y dejó al pelirrojo envuelto en pensamientos confusos.
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-Ropa...ropa. Llaves...llaves. Neceser...neceser. Dinero...dinero- Draco Malfoy iba enumerando todas las cosas que necesitaría para toda la semana. Sólo le faltaba una: valor.

Y es que encontrarse después de un año con la pelirroja Weasley no era cosa para tomarse a broma. Teniendo en cuenta que era la única mujer que había logrado mantenerlo a raya, dominarlo, amarlo, tenerlo...Esa pelirroja, y él lo sabía muy bien, era de armas tomar.

Cerró el baúl y cogió la jaula de su lechuza, negra como la noche. Ésta ululó en señal de apoyo y él le sonrió. Había sido una gran compañía desde que Ginny lo había dejado.

Alguien llamó al interfono y miró el reloj del salón. Las seis en punto. Debía ser Hermione. En efecto, abrió y allí se encontró con su amiga, que en cuanto lo vio se lanzó a darle un abrazo muy fuerte.

-¡Hola! ¡No sabes cuánto te hemos echado de menos Thomas y yo! ¿Estás listo? ¿Qué tal estás? Te has quedado más delgado...

Draco rió fuertemente y le plantó un beso en la mejilla a la joven.

-Hola. Yo también te he echado de menos. Sí, estoy listo. Estoy bien. Y no, no estoy más delgado. Creo que te respondido a todas tus preguntas. ¿Algo más?

-Solo una ¿Sales con alguien?

-No. Las mujeres en mi vida no son permanentes y lo sabes.

-Quizá las cosas cambien.

-O quizá no. Yo votaría por lo segundo.

-Yo haré que cambies de opinión.

-Si estás pensando en hacer de alcahueta...Mejor que no. Ocúpate de tu boda y...

-Sí, sí. ¿Nos vamos? Me temo que vas a tener que conducir tú el precioso porsche de allí abajo.

Draco miró hacia la ventana y se encontró con un hermoso porsche plateado descapotable.

-¿De quién es?

-Mío. Regalo de mi prometido.- rió Hermione.

-Vaya con el Weasley ¿Y no lo has vendido para sacar dinero por los elfos domésticos?-Hermione chasqueó la lengua- Me extraña en ti. Me hiciste subastar mi preciosa colección de utensilios oscuros y ahora tú con un porsche.

-Ron me obligó a aceptarlo.

-Ya. No me digas como lo hizo por favor.

Hermione rió.

-¿Nos vamos?

-Bien.

-Una última cosa, Draco.

-Dime.

-Necesito un testigo. ¿Me harías el favor de...? Es que me haría ilusión que...Y aunque se que a ti no...

-Sí, tranquila, sí.

-Bien. Vámonos entonces. Gracias.

-¿Por qué?

-Por venir. Sé que esto va a ser difícil para ti.

-No te preocupes. ¿Cómo está?

-Ya la verás. Está preciosa.

-Entonces como siempre.

Hermione sonrió.