Seamos amigos, amor mío.
Después de un par de años de aquella bella reunión en el Hogar de Pony; Candy había continuado con su vida. Después de las objeciones de la Tía Abuela y la ayuda de Albert, seguía siendo enfermera, era feliz, y eso nadie podía negarlo. Había aprendido a sobrellevar el dolor que le provocaba estar lejos de Terry a quien no había dejado de amar, de hecho nunca lo haría, y cuando pensaba en él su mente creaba una frase "si hubiera" pero ella sabía que el "hubiera" no existe, así que desechaba esas ideas de su mente y sólo rogaba porque Terry fuera feliz.
Candy ahora vivía con su "hermano" Albert, quien después de tomar su lugar como jefe de la familia le había condicionado que la dejaría trabajar siempre y cuando aceptara vivir con él y la Tía Abuela en Lakewood.
Una tarde después de regresar del trabajo Dorothy, una fiel amiga, entregó a Candy un sobre que la desconcertó ya que no tenía remitente, entonces la curiosidad se hizo presente en la joven enfermera e inmediatamente se dirigió a su habitación a leer el contenido de aquel sobre:
Hola Candy:
Con sólo leer esa corta frase Candy supo de quien venía la carta; "No puede ser"— pensó—"esa letra" ¡es de Terry!
Debes estar sorprendida, ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos; han pasado tantas cosas que en unas cuantas líneas me sería imposible contarte todo. Pero antes de decirte lo más importante quiero pedirte que volvamos a ser amigos, sé que no podrá ser como antes, sólo te pido que me des una oportunidad, seamos amigos, por favor.
Tal vez y sólo tal vez soy demasiado soberbio, porque estoy seguro que me dejarás ser tu amigo, y como no soportaría esperar una respuesta tuya quiero darte una noticia que sé que te hará feliz y lo sé porque te conozco y se cuánto te preocupas por las personas:
Susana se ha recuperado, ahora es una mujer fuerte e independiente y lo más importante es feliz, porque al fin ha encontrado el amor, sí, se enamoró y del doctor que la ayudó en su rehabilitación. El doctor Alexander es un gran tipo, la quiere como yo nunca pude hacerlo y como nadie podría más que él. Susana está muy arrepentida, me ha pedido perdón por todo lo que pasó; debo confesarte que al principio no le creí y hasta me porte grosero con ella. (No te enojes que pronto me di cuenta de mi error), cuando la vi decidida a comprometerse con Alexander no dude más, y me disculpé con ella por aquella discusión que preferiría omitir y quedamos sólo como amigos.
Dejando el tema de Susana, quiero decirte que estoy en Chicago y que me encantaría verlos, a Albert y a ti solamente para charlar, si llegas a aceptar díselo a él que ya sabe qué hacer en caso de que aceptes ver a un viejo amigo.
Espero verte pronto:
Terry.
Candy estaba maravillada, después de tanto tiempo volvía a tener noticias de él; estaba feliz por Susana, ella siempre había rezado para que la actriz mejorara y su anhelo se había cumplido, aunque saber que se comprometía con otro que no era Terry la confundió, "se suponía que lo amaba", pensó Candy con cierto sarcasmo, después de sonreír por aquel tipo de pensamiento que era muy raro en ella, pero no de Terry que con tan sólo leer una carta de él la había hecho recordar momentos felices incluyendo su sarcasmo al lado de él y tomó una decisión:
— Si Terry, quiero que volvamos a ser amigos, le diré a Albert que prepare alguna reunión o algo para poder verte—
Después de esta carta la vida de la Pecosa cambiaría por completo, si antes era feliz, en esos momentos estaba aún más.
— después de la cena hablaré con Albert, si Terry dice que ya sabe qué hacer algo debe tener planeado, ¡cielos! Qué feliz soy.
Después de media hora Dorothy avisó a Candy que la cena estaba a punto de servirse.
— gracias Dorothy, bajo en seguida— dijo Candy mientras guardaba la carta que ya había leído por tercera vez.
La cena fue muy divertida para Albert, ya que la Tía Elroy reprendía a Candy cada vez que hacia algo incorrecto según su criterio, aunque la rubia ya estaba acostumbrada a ello, y la Tía no lo hacía por molestarla sino porque en el tiempo que llevaban viviendo juntos un sentimiento había surgido en el corazón de la matriarca para Candy: cariño que nunca sintió por Eliza.
Después de conversar un rato la abuela se retiró a descansar, ya que al día siguiente tenía que hacer un viaje, Candy aprovechó que estaba sola con Albert y abordó el tema que tanto le interesaba:
— ¿sabes Albert?, hoy recibí una carta— dijo Candy
— ¿en serio? ¿De Annie? ¿De Patty?...— preguntó él, aunque sospechaba el rumbo de la conversación.
— no, fue de Terry, aunque tú ya sabias ¿cierto?— dijo la joven frunciendo el ceño.
Albert dio un largo trago de café para no contestar.
— pero no importa, ¿sabes?, dice que está aquí en Chicago y que quiere vernos, y que sólo te dijera a ti para para poder encontrarnos—
— sí, también me envió una carta, pero dime ¿quieres verlo?— preguntó el rubio curioso.
— Sí, Albert, quiero verlo— contestó una Candy feliz y decidida.
— ¿Segura?— volvió a cuestionar.
— completamente, Terry me ha pedido que seamos amigos, y la amistad es algo que no se le puede negar a nadie—
— Tienes toda la razón, y en ese caso mañana mismo hablaré con él, dime cuándo es tu día libre— dijo Albert asombrado por la decisión de su hermana y mejor amiga.
— Pasado mañana— contestó rápidamente ésta.
— muy bien, entonces pasado mañana lo verás—
— Veremos Albert, veremos, en su carta fue muy claro— reprendió Candy al rubio.
Albert sonrió y aceptó que la cita era para tres y no para dos como él esperaba, aunque entendía a Terry, tal vez Candy no quería verlo a solas, además Albert también tenía ganas de verlo, después de todo también era su amigo.
— ¡Candy!, ¡Candy!— decía Sally, una compañera del trabajo de la rubia.
— ¿qué? ¿Qué sucede?— preguntó Candy, saliendo de sus fantasías.
— es sólo que hoy estas muy rara, parece que no estás aquí, ¿en qué tanto piensas?, ¡no me digas que estas enamorada!— los ojos de Sally se iluminaron con sólo pensarlo.
Candy se sonrojó y cerró los ojos. Claro que eso para Sally fue suficiente para saber que no se equivocaba. –dime, ¿lo conozco, trabaja aquí?
— sí, Sally, lo conoces, pero no, no trabaja aquí, de hecho ni siquiera es de la ciudad, él trabaja en Nueva York, y vino a Chicago a verme, bueno a vernos, a Albert y a mí— contestó Candy con una mirada soñadora.
Sally puso una cara de confusión muy simpática, no creía conocer al amor de su amiga ya que ella nunca había visitado Nueva York— ay Candy, no te entiendo nada, ¿cómo voy a conocerlo?, si sabes que yo he salido muy pocas veces de la ciudad y nunca he estado en Nueva York. Por favor explícate— rogaba la enfermera.
Candy rió de buena gana, y le prometió a Sally que en cuanto salieran para la hora del almuerzo le contaría todo. La enfermera aceptó y como le gustaba enterarse de la vida de los demás, rogaba porque el tiempo pasara más rápido y así poder salir a "almorzar"
Después de hora y media de espera, Candy y Sally, salieron a un pequeño restaurante a unas cuadras del hospital, una vez que tomaron asiento y ordenaron Candy le contó a su amiga sobre Terry, intentando omitir los detalles que fueran tristes. Sally estaba perpleja, Candy conocía al famoso actor de Broadway, y más aún lo amaba y por lo que Candy le contó él también estaba enamorado de ella.
— ¡cielos Candy!, pues por lo que me dices no creo que venga sólo a recuperar tu amistad, sino tu amor— dijo la chica muy convencida.
—¿tú crees?, pero en su carta dijo "seamos amigos", aunque no niego que todavía lo amo, y que sería la mujer más feliz de la tierra si pudiera estar a su lado, como una vez lo soñé— dijo la rubia enfermera.
— entonces lucha Candy, lucha por su amor, ya tienes una gran ventaja, él ya dio el primer paso, venir, a ti te toca lo más fácil, sólo sé tú misma, que eso es lo que él ama de ti, que eres una muchacha alegre y sencilla.
Candy agradeció las palabras de su amiga y el resto del día pensó en lo que le dijo.
— señor Andry, lo buscan— dijo Margaret, la secretaria del jefe de la familia Andry.
— ¿quién?—
— un… actor… el joven Terruce Grandchester— respondió la mujer aún sin creer lo que ella misma decía.
— bien, dile que pase, por favor— dijo Albert a su asistente.
—Sí, señor—
— Buenas tardes, señor Andry— dijo Terry, parado en el marco de la puerta unos segundos después.
— ¡Terry! Pero qué alegría verte, — dijo Albert mientras se ponía de pie y se dirigía a su viejo amigo— pasa, pasa— dijo mientras cerraba la puerta.
— gracias, a mí también me da gusto verte, espero no interrumpir— comentó el actor mientras tomaba asiento.
— para nada, estaba en mi descanso— respondió el rubio
— ¿descanso?—
— sí, cuando hay mucho trabajo, para evitar un dolor de cabeza me doy un pequeño descanso, solo así evito volverme loco— contestó Albert mientras ofrecía a Terry un trago. — Pero dime ¿cómo te sientes?— preguntó rápidamente Albert— ¿nervioso?—
— Sí, a decir verdad, lo estoy; dime ¿aceptó verme?— preguntó el actor más nervioso que a punto de entrar a escena en alguna de sus obras.
— vaya Terry, ¿cómo decirte?— bromeó Albert, quedándose callado unos segundos, que al actor le parecieron horas— ¡sí, Terry!, quiere verte, de hecho mañana mismo, es su día libre así que, podrán estar juntos todo el día— dijo Albert divertido por la expresión del joven actor.
— menos mal, por tu actitud, creí que… Albert, no vuelvas a bromear así, te lo suplico— dijo Terry soltando un suspiro.
— Lo siento, pero valió la pena, debiste ver tu cara— dijo el ahora empresario.
— sí, que gracioso, y ahora, a preparar todo—
— primero dime, ¿qué vas a hacer?—
— para empezar quisiera verlos en tu casa, claro si se puede— contestó el joven actor.
— mi casa es tu casa Terry—
— gracias Albert, después quiero llevarlos a un restaurante muy especial—
— Creí que no conocías muy bien Chicago— dijo Albert confundido.
— y no conozco, solamente conozco dos lugares, el hotel en el que me hospedo, el restaurante del que te hablo, y bueno ahora tus oficinas, ya voy mejorando ya son tres— dijo Terry sonriendo.
— de acuerdo, y, ¿cuál es el restaurante?, tal vez lo conozca— preguntó el rubio.
— Tal vez, es el restaurant de mi tío, hermano de mi mamá—
— No sabía que tu mamá tuviera hermanos—
— yo tampoco, apenas me enteré, bueno después de tener una relación más estrecha con ella—
— me alegra que todo esté bien entre ustedes— dijo Albert sinceramente.
— Gracias, y todo fue gracias a ella, a Candy—
