EL DIVORCIO: Acto Único
-Pues…los papeles se encuentran aquí. Sólo falta que los firmen y su divorcio se hará eficaz.- el abogado se arregló las gafas antes de proseguir, sin antes mirar a la pareja.- La ley siempre apuesta por la familia y la conciliación así que les daré diez minutos a solas para que lo reconsideren ¿De acuerdo?.- Los dos asintieron en silencio y esperaron a que el hombre se largara.
Sí, en once minutos esta gran historia se terminaría. La gran historia que muchos acompañaron y que en menos de 666 segundos moriría.
Kenshin se sacó la chaqueta: hacía demasiado calor, el lugar andaba denso, entre los humores humanos, el perfume Channel de Kaoru y el L'eau D'issey suyo. Y el tema que compartían. Todos densos, insoportables.
-Sabemos que no existe esa posibilidad. No sé porque estamos aquí esperando diez minutos estúpidos de nuestra vida.
Kaoru resopló. Kenshin luego la miró después que Kaoru dijiese aquello. Esto estaba cada segundo peor.
-¿Cómo va el negocio?
Kaoru lo vio a los ojos. ¿Qué podía esperar de Kenshin, el magnate de las empresas Battou's y su odioso esposo, el cual dejaría de serlo en…7 minutos?
-Bien, como tiene que ir.
-Que bien, Kaoru.
Nadie habló más. Tenían que resistir el tiempo que faltaba para firmar, irse y seguir con sus vidas ¿Qué más podían pedir? Esa era la situación.
De su fabulosa historia solo quedaría un recuerdo de 15 años de edad y de acné en el rostro: Kenji, su hijo. Era muy parecido a Kenshin, lo admitía, aunque algo más alto y mucho más simple y liberal que el pelirrojo de cuatro décadas y media de vida. Kenji era su luz y era el niño perfecto: inteligente, tranquilo, sonriente y amable.
-¿Cuánto falta?
-Tres minutos, Kaoru.
-¿Te acuerdas de esa vez, la que tocaste la guitarra en el parque?- Kaoru sonrojó y vio el ventanal impactante detrás del solitario sillón del abogado, para luego encontrarse con la mirada fija de Kenshin, que se remangaba la camisa blanca hasta los codos y miraba a la misma dirección.
-Sí. Recuerdo tu falda hasta el suelo de colores vivaces y tu polo blanco bajo la chaquetita negra. Era una buena época, realmente.
-Eso pienso también.- dijo ella y tomó un sorbo de agua helada.- Aquel tiempo que no volverá jamás
-Es cierto.- Contestó él, con cierto pesar.
-¿Ya están listos?-interrumpió el abogado asomando su rostro por un lado de la puerta y entrando sin esperar respuesta.- Y ¿Qué decidieron?
Dos segundos de paz se celebraron en ese momento.
-Seguir con la firma, por supuesto.- respondiendo Kaoru con sonrisa de lado y autosuficientemente. Muy al estilo de Kaoru, de la actual Kaoru.
-Entonces…¿Firman?
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Sus manos aún temblaban. Hacía nada más que 20 segundos dejaron el lío matrimonial y se convirtieron en seres libres, como aves.
-¿Celebramos el divorcio?- dijo un Kenshin indescifrable, con rostro ligeramente sonriente y con una oscura sombra en los ojos que demostraba lo contrario.
-Sí, estaría bueno. Gracias.
Ella subió al Audi Q7 de su ex marido con bastante parsimonia. Y pensar que cuando se conocieron sólo se pudieron montar en el Wolkswagen tipo bus del cual era dueño Kenshin en ese entonces. Y pensar, que ahora, de ese cómodo Wolkswagen, sólo había un frívolo Audi.
-¿Deseas algo en especial?
-Vamos al restaurante de siempre.- sentenció Kaoru.
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La mesa era la misma, la decoración, el mesero y la comida.
-Recuerdo que ahorraste el dinero de dos conciertos para traerme aquí.- dijo Kaoru con buena intención y la más sincera de sus sonrisas.
-Sí, siempre sentí que lo merecías: vivir conmigo sesenta minutos de puro lujo y tranquilidad. Hoy, creo que lo vivimos en un contante ¿Cierto?
-Eso parece. Jamás pensé tener el dinero que hoy manejamos…es entre gratificante y gracioso ¿Lo sabes, verdad? Yo sé que él único que entiende lo que me pasa eres tú, Ken.
Kenshin la miró con cierta sorpresa. Hacía ya bastante tiempo desde que Kaoru no le decía Ken. Y de que veía las mejillas de su ahora ex esposa, teñidas del carmesí adorable que amaba…que amó.
-Claro Kao, te entiendo. Es raro, aún es imposible creerlo por completo.
-Lo que te voy a decir.- dijo Kaoru, mientras tomaba la servilleta de tela y se limpiaba con una esquina de ella la comisura de los labios.- De repente te asuste o te interese, de cualquier manera.
-Dime entonces.-contestó Kenshin mientras intuía la propuesta de su ex mujer y repasaba los rasgos de su rostro delgado, productor de los años y de la hermosura natural de ella. Con la forma en que brilló sus ojos, supo que la hora de recordar para Kaoru se había acabado. Y de hecho, sólo había quedado de ella lo que ahora era: una ambiciosa y negociadora mujer que sabía lo que quería. Y le encantaba de alguna forma la mujer de negocios en estos momentos: directa, sin ningún tipo de titubeos ante sus deseos.
-Decírtelo pierde magia, Ken ¿Pedimos la cuenta?
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Kaoru se sentó en la cama del hotel mientras Kenshin dejaba su saco en el pequeño perchero que se encontraba en la habitación. Si bien sus intenciones eran claras, no podía evitar tamborilear sus dedos en la superficie de la amplia cama en la que estaba. No recordaba hace cuanto, había estado así con él, y menos, hace cuanto no hacía algo tan aventurero.
Kenshin la besó casi con fiereza en cuanto ya tuvo todo lo demás bajo control. Su boca, ávida, sabía perfectamente lo que buscaba de ella, y en su mente sólo se formaban ideas que no terminaban de razonarse. Era imposible de esta forma, con el cuerpo de Kaoru contorsionándose ante el beso.
Ella decidió no seguir más sin ver el pecho de su ex marido, el cual no era nada menos que una delicia visual: Fuerte, bien formado y candente. Tenía los hombros anchos y la espalda amplia, lo que hizo que sintiera más premura en sentirlo más cerca. Atinó casi por inercia a desabrocharles los ocho botones de la camisa azul casi a la fuerza. Kenshin tampoco perdió el tiempo de hacer lo mismo: su mujer, a sus 40 años tenía los senos más voluminosos, deliciosos y generosos de todo el Japón. Era perfecta, ella y sus medidas, que siempre se amoldaron a sus necesidades y a sus gustos. Kaoru, que tenía la cintura delgada y el busto suave, de caderas espaciosas y de hermosas piernas. Ella, su ex mujer, bajo su cuerpo, mirándolo con cierta urgencia.
Si bien el era un hombre de armas tomar, había decidido ir lento esta vez. Nunca se sabía cuando sería la siguiente que la viera, y menos ahora, que ya no eran nada ante la ley. Su mano apretó con cierta presión uno de los senos expuestos de la pelinegra y ella gimió, ante la pequeña agresión. Como le encantaba esa actitud, pensó ella, quien no dudó en arquear su espalda, invitando a Kenshin a usar su lengua ahora para acariciarla. Invitación que Kenshin, tampoco dudó en corresponder.
La boca de él era deliciosa, pensó, mientras lo veía chupar sus pezones con cierta emoción, como quien quiere sacar de ellos algo. Los mordisqueaba de vez en cuando para sorpresa de Kaoru, a quien la sorpresa no le era nada infeliz.
Cuando sintió que su erección era dura y casi incontenible, le bajó el pantalón y las braguitas, las cuales estorbaban su camino. Se arrodilló ante el sexo urgido de su acompañante para visualizarlo, consideró oportunamente que su plan original podía esperar un poco.
Cuando la lengua de Kenshin invadió su interior, Kaoru no dejó de mentarse la madre mentalmente por dejarlo con tremendo talento. Era muy bueno en la cama, debía admitirlo. Y en el devenir de la vida, había sido dulce a veces. Un infeliz también. Un hombre callado y en otras, un hombre fuerte. Como a ella le gustaba.
Ya sin poder soportarlo, y casi llegando al clímax, la mujer buscó atraer a Kenshin de forma tal que ella pudiera sacarle rápidamente los pantalones.
Eso hizo que una pequeña sonrisa lúgubre adornara su rostro: era consciente de que si bien hoy le bajaba ella los bóxer, mañana lo hacía la ex secretaria y actual mujer de Kenshin, Tomoe. Sí, la mujer con la que la había engañado tres años seguidos. Que importaba, nadie te quita lo gozado y lo bailado, pensó ella, y hoy le tocaba a ella. Y con suerte, podía repetirse.
Aunque, si era sincera, tampoco fue él el único en equivocarse: el accionista de segundo rango, Aoshi Shinomori, fue su "acompañante" después de enterarse de la infidelidad de ex marido. Ese hombre sexy y frío, que hoy estaba de viajes de negocios por Shangai.
Una cosa dura cerca a su entrada la interrumpió en sus cavilaciones. Kenshin deseaba ya introducirse en ella, pero ella no se dejaría. La persona que lo invitó a esta velada era la actual Kaoru, no la dulce y servicial que él había conocido hace años. Ella se retorcía ante las estocadas de él para poder entrar, impidiéndole el acceso casi con dolor para Kenshin. Eso la hacía ciertamente especial, pensaba él. No era una mujer de aquellas que sólo dejaban hacerse, como Tomoe. ¡Que Tomoe! No le llegaba ni a los talones a Kaoru. Quizás no intimaban cuando estaban tan seguido como con la mujer de los ojos negros, pero con Kaoru, una noche cada mes era una de aquellas que no se olvidan .Estaba no con una mujer cualquiera, estaba en la cama con la única que lo enamoró y lo volvió loco en su totalidad. Tomoe era buena, claro que sí, pero Kaoru exudaba sensualidad por todos sus poros. En su sonrisa altanera había siempre una mujer siempre dispuesta a todo.
-Kenshin…ya, hazlo, ya…-decía la ex señora de Himura pidiendo al padre de su hijo y ex marido que la penetrara por primera vez después de su rompimiento oficial.
A Kenshin no le tuvieron que repetir dos veces. Se fundió en Kaoru, en la dulce y sensual Kaoru, la mujer perfecta…
¿Por qué la engañó con Tomoe? Ahora no lo entendía. Tomoe era alta, de piel color de la leche, de ojos rasgados y de ojos profundos, con el gusto exquisito y la apariencia de una diosa. Lo admitía, quizás lo deslumbró su belleza fuera de lo natural y su actitud puramente sexual pero, de Kaoru, donde la belleza suya no emanaba de lo meramente visual sino de su personalidad impávida, le encandiló su sola presencia que no necesitaba de nada más.
Era hermosa en lo simple, con su cabellera revoloteada después de dormir y sus caricias en el pecho después de terminar la noche apasionada. Era preciosa en la naturalidad de sus ojos azules brillantes, que iluminaban todo lo que se encontrase. Esa siempre sería su mujer, para los ojos del mundo y hasta para la misma Kaoru. Él fue su primer hombre y eso nadie le quitaría ni le objecionaría. Kenshin Himura era el dueño de Kaoru, por siempre.
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NOTAS DE AUTORA:
Este one shot lo escribí mientras pensaba en cómo dos personas que se amaban podían divorciarse, y porqué no lo podían hacer Kaoru y Kenshin, nuestra pareja ideal. Es un one shot pensada en esa idea, en una experiencia familiar y en la vida misma, porqué no.
Hoy reformé la historia original un poco, no de una manera brutal, pero si dándole un poco más de soltura para el lector y de otorgarle un poco más de técnica, la que le puedo otorgar por ahora.
Espero poder estar a la altura de la expectativa, y agradezco a las personas que consideran esta historia entre sus favoritos y los que les dejaron reviews.
Muchas Gracias.
