Capítulo 1: Remordimientos

Resumen:

A todos aquellos que aman a Mitchell y Connor como pareja, espero con ansias sus comentarios. Para aquellos que acaban de iniciarse en esta pareja, espero que disfruten este pequeño romance.

Este es un fic algo precoz, como sus protagonistas. Advertencia sobre mención (y solo eso) sobre relaciones sexuales entre menores, un enorme grado de introspección y un poco de violencia.

También lo publicaré en mi cuenta en ao3 y las actualizaciones serán una vez por semana.


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Hay algunas personas en el mundo que hacen una diferencia en la vida de los demás, personas cuya sola presencia impone cierto respeto y anticipación por aquello que sus acciones o sus palabras pueden lograr. Mitchell no era una de estas personas, pero había tenido el privilegio de conocer a dos de ellas en sus cortos 15 años.

La primera fue Selena, su hermana mayor, aunque debería aclarar que era su media hermana, por el lado nada maternal de la diosa Afrodita, lo cual la hacía una semidiosa al igual que a él y a sus demás medio hermanos. Selena no era como el resto de personas que Mitchell había conocido ni se comportaba como la mayoría de los demás semidioses. Ella creía, en realidad, que los hijos de Afrodita podían hacer una diferencia en las batallas que como semidioses estaban destinados a librar, que era su deber asimilar y reflejar el verdadero legado de la diosa: ser tan apasionados en sus sentimientos como en su modo de luchar, y despertar amor y los mejores sentimientos a su alrededor.

Todos sus hermanos parecían interesados en esta prédica hasta cierto punto, y aunque algunos la criticaban o la observaban con reservas, ninguno se atrevía a contradecirla abiertamente.

Mitchell creía en sus palabras porque tenían valor para él. Selena les ofrecía una oportunidad de ser algo más que un objeto decorativo dentro del Campamento Mestizo y eso, para un adolescente que era continuamente la burla de los demás chicos de su edad (especialmente, los hijos de Ares), era algo que le permitía tener la esperanza de ser respetable en algún momento no tan lejano.

No era solo que su opción sexual lo hiciera un objetivo deseable para los abusos de sus congéneres, ni que su apariencia un poco afeminada y débil lo pusiera por debajo de cualquier estándar de guerreros a su alrededor, los chicos a su edad podían y eran crueles con cualquiera que percibieran como débil dentro de su sociedad, Mitchell y sus hermanos eran simplemente el último eslabón de la cadena de semidioses en ese aspecto.

Selena había muerto antes de que Mitchell pudiera sentirse seguro y firme en su personalidad, por lo cual su carácter había sufrido una mella importante bajo el tutelaje de la siguiente encargada de la cabaña de Afrodita, su media hermana Drew Tanaka.

En cierta forma, ahora que Piper McLean había llegado con ellos, Mitchell había tenido el suficiente tiempo para madurar y reflexionar sobre sus acciones pasadas (lo cual no estaba seguro si había sido algo bueno o malo incluso en ese momento).

Piper era la segunda persona que Mitchell había considerado verdaderamente especial como Selena en su vida. Y se enorgullecía un poco por haber sido uno de los primeros en su cabaña en notarlo. Gracias a su apoyo y al de algunos otros de sus hermanos, Piper había desafiado y derrocado el reinado de Drew, por lo que Mitchell y sus hermanos estarían siempre agradecidos.

Piper ni siquiera tenía que intentar imponer nuevas reglas para que todos las siguieran, simplemente un día había escuchado la sirena de entrenamiento después del desayuno y sin decir más palabras a Lacy, la hermana con quien había estado hablando hasta ese momento, se había levantado y procedido a ponerse en fila detrás de uno de los hijos de Apolo. Mitchell la había seguido a su vez, más por curiosidad que por otra cosa, y en un minuto todos los integrantes de su cabaña hicieron lo mismo.

Inmediatamente después, y para la sorpresa general, Piper había comenzado a seguir la secuencia de entrenamiento sin siquiera proferir un gemido de esfuerzo, aunque era claro que Clarisse de la cabaña de Ares había decidido subir el nivel un poco más de lo habitual esa mañana al notar la extraña presencia de los hijos de Afrodita entre ellos.

Piper parecía, por el contrario, divertida por los ejercicios y sin decirles una palabra, parecía retar a todos sus hermanos a seguirle el paso.

Drew era quien parecía poder seguir con el reto de su hermana mejor que ninguno, pero Mitchell sospechaba que era más que nada su orgullo logrando que por primera vez la altiva hija de Afrodita se ensuciara la ropa con el resto de los demás semidioses. De todas maneras, ambas hicieron una demostración fantástica en medio de los demás campistas y cuando el entrenamiento matutino hubo terminado, Piper se acercó con una gran sonrisa a extenderle la mano e intercambiar un par de palabras con ella. Drew parecía muy satisfecha por esto, aunque trataba de ocultarlo con su rostro desdeñoso habitual.

Mitchell, mientras tanto, el más observador entre sus hermanos, vigilaba las reacciones de los demás semidioses entre el público. Era claro que la aparición de la cabaña de Afrodita en las actividades cotidianas del campamento había causado una mezcla de reacciones entre ellos.

La cabaña de Ares los observaba con desdén, aunque tratando de ocultar su admiración por haber seguido con su riguroso entrenamiento del día. Los hijos e hijas de Apolo portaban grandes sonrisas en sus rostros y la mayoría de chicos no hacían más que apreciar los agraciados cuerpos de sus hermanas. Mitchell suponía que no debía extrañarse mucho al respecto, después de todo, Apolo era una de las cabañas con más rompecorazones del campamento, a excepción de sus hermanos y él, claro.

Luego observó a algunas hijas de Deméter, que parecían mirar a Piper y Drew en especial con cierta admiración, si sus sonrisas y excitación eran alguna pista. Katie Gardner, principalmente, parecía no cansarse de comentar el suceso en cuchicheos al oído de la persona a su lado, que en ese momento era su enamorado Travis Stoll.

Mitchell sintió un agudo punzón en su pecho al darse cuenta quién estaba al lado de este último sujeto, y no específicamente apreciando codiciosamente a sus hermanas como el resto del campamento. No, la mirada de Connor Stoll estaba clavada con molestia en él, como si solo mirarlo le causara fastidio y estuviera planeando alguna forma de eliminar el objeto que lo ofendía de su vista. Mitchell sintió un escalofrío recorrer su espalda al imaginarse el tipo de torturas que el hijo de Hermes estaba preparando para él, así que, un segundo después dio media vuelta y salió trotando en la dirección de su cabaña.

—Mitch, ¿a dónde vas? —escuchó que André Florit, el hermano que más se acercaba a su edad, preguntaba a sus espaldas. Pero no se detuvo sino hasta que estuvo dentro de las cuatro paredes seguras de la cabaña de Afrodita.

Connor Stoll era una aguja clavada en su pecho que le impedía respirar con libertad cada vez que caminaba por el campamento. Y, lo peor de todo, era que había sido irremediablemente su culpa que así fuera. Claro, sus hermanas, Peyton Braunn y Sabrina Schultz, le habrían echado toda la culpa a Drew y a sus estúpidas reglas de unos años antes, pero ellas tendían a echar la culpa de todo a Drew cada vez que tenían ocasión; lo cual no era un gran consuelo para Mitchell.

Sin embargo, solo tuvo unos minutos para torturarse al respecto, inmediatamente después, la cabaña se comenzó a poblar con sus demás habitantes y Mitchell decidió que lo mejor sería acostarse en su cama con la excusa de estar cansado por el entrenamiento.

Desde ese lugar observó a sus hermanas haciendo el barullo habitual en el centro de la habitación, intercambiando bromas y risas que cambiaron su humor en un instante. Muy pronto, él mismo se estuvo riendo con el resto de sus hermanos cuando David Gael y Phonz Cox, de apenas 11 años, hicieron una imitación muy convincente de Drew y Lorelei mientras hacían ejercicio.

Lorelei Summers, quien demostraba una altivez casi tan legendaria como la de Drew Tanaka, comenzó a perseguirlos por toda la habitación en cuanto se dio cuenta y, muy pronto, Mitchell tuvo que levantarse de la cama para evitar que sus hermanos le pasaran por encima en sus correrías. Un segundo después, sintió una hermosa mano manicurada posarse sobre su hombro.

—¿Y qué fue lo que hizo que tú salieras corriendo así de pronto? No creas que no lo noté —Drew le preguntó con sus ojos entrecerrados, dejándole ver que no sería fácil evitar responderle.

Piper y Peyton estaban a poca distancia de ellos, aunque parecían entretenidas en la persecución de Lorelei y sus hermanos pequeños, por lo que Mitchell decidió ser discreto en su respuesta.

—No… no sé de qué hablas… —respondió, tratando de sonar sincero.

Drew, por supuesto, pudo ver a través de sus palabras e hizo un gesto de impaciencia que esta vez sí llamó la atención de Peyton.

—¿No me digas que todavía estás preocupado por el pequeño asunto con Connor Stoll? —Mitchell sintió que la cabaña se quedaba en silencio repentinamente al escuchar el nombre mencionado, todos los ojos puestos en él— Eso fue hace años.

—Fue solo hace un año —respondió desde el otro extremo de la habitación André, quien parecía más entretenido en doblar y colgar toda la ropa que había dejado tirada en su cama esa mañana antes de que sus hermanos le pasaran por encima con sus zapatillas de entrenamiento—. Y tampoco fue un asunto pequeño, Drew.

Mitchell y ella se sobrecogieron un poco por el tono de reprimenda que su hermano había utilizado, pero si Drew se sentía intimidada por este, no lo demostró.

—Como sea. ¿Te ha amenazado o ha soltado alguno de sus artefactos de bromas cuando pasabas?

Mitchell movió la cabeza de lado a lado despacio, ya que no recordaba que Connor hubiera tomado ninguna represalia de ese tipo después de haberle hecho…. aquello.

Desde entonces no se mostraba en los lugares que Mitchell frecuentaba, y cuando se cruzaban, como esta mañana, lo máximo que hacía era mirarlo con rabia contenida, la cual dejaba al hijo de Afrodita muy ofuscado.

Drew parecía creer que su respuesta corporal había sido suficiente, porque enseguida agregó:

—Entonces no tienes nada de qué preocuparte. A estas alturas, ya habrá olvidado todo el asunto. Deja de parecer un cordero asustado cuando lo ves, me pones de los nervios.

Mitchell no sabía si en realidad merecía la reprimenda de su hermana, pero no podía dejar de admitir que había algo de verdad en lo que decía, ya había pasado todo un año. Seguramente, Connor ya se había olvidado de él.

—¿Qué asunto? —la voz de Piper impuso el silencio en los demás miembros de la cabaña, que ya habían levantado su voz de protesta ante la intromisión de Drew— ¿Alguien podría decirme de qué hablan?

Lacy, siempre dispuesta a contar una historia, fue la primera en saltar a dar la explicación:

—¿Recuerdas la antigua regla sobre romper el corazón de un chico como prueba de ser un hijo de Afrodita? —preguntó mientras esperaba al asentimiento de su hermana mayor. Piper se pusó tensa inmediatamente y lanzó una mirada molesta a Drew antes de asentir— Bueno, Lorelei fue quien eligió a Connor para Mitchell hace un año.

Lorelei, quien finalmente había alcanzado a David y Phonz mientras todos escuchaban a Drew y Mitchell y los zarandeaba un poco como lección por imitarla, los soltó al escuchar que su nombre era utilizado en la conversación, situación que los pequeños aprovecharon para escabullirse.

—¿Yo? No soy la responsable de eso. Yo solo seguía las reglas de Drew —dijo enfadada, aunque un segundo después tomó un mechón de cabello castaño que caía sobre su pecho y comenzó a ensortijarlo en sus dedos—. Además, Mitchell fue quien decidió dejarlo de esa forma.

Piper volcó sus ojos multicolores hacia su hermano menor, sorprendida.

—¿Qué hiciste? —le preguntó sin poder evitar su curiosidad.

Mitchell respiró hondo antes de volverse a su hermana avergonzado.

—Puede ser que… lo empujara desde la montaña de lava… —le dijo con una sonrisa afectada. Todavía recordaba el ruido sordo que había hecho el cuerpo de Connor al caer a la tierra, y a Travis corriendo al lado de su hermano y gritando para que alguien llamara a la cabaña de Apolo.

Piper se cubrió la boca con una mano para cubrir su sorpresa.

—¿Mitchell? ¿Tú hiciste eso?

Mitchell asintió y Drew se cruzó de brazos para proseguir.

—El tonto no tomaba un no como respuesta. Mitchell solo se defendió —Piper podía notar por el rostro mortificado de su hermano que había algo más que no había revelado al resto—. Además, el asunto había durado más de lo que habíamos pensado. Mitchell tenía que seducirlo y botarlo en una semana y ya habían pasado tres.

—Es increíble que soportara a un Stoll por tanto tiempo —interrumpió Lorelei haciendo una mueca de disgusto—, ya solo eso merecía una medalla.

—¡Eso no es lo importante! —gritó de pronto Peyton poniéndose frente a Lorelei para hincar uno de sus puntiagudos dedos en su costado— Desde entonces, Mitchell teme todos los días que Connor vaya a vengarse cuando menos lo espera.

Todos en la cabaña asintieron con gravedad, aunque Lorelei solo lanzó una protesta por el abuso a su cintura. Mitchell, observó Piper, no parecía compartir la opinión general.

—Como sea, ya ha pasado todo un año —volvió a retomar Drew mirando a todos sus hermanos esta vez—, estoy segura que Connor Stoll se ha olvidado del asunto y solo es Mitchell siendo paranoico.

Era la segunda vez que Drew declaraba que Connor se había olvidado de él, y aunque no quería admitirlo, esas palabras parecían herirlo más que cualquier otra cosa.

—No olvides a quién le debo ser paranoico, Drew —le increpó con molestia antes de dar media vuelta y dirigirse a la puerta de su cabaña.

Desde afuera podía escuchar las voces de sus demás hermanos discutiendo con Drew y a Piper tratando de poner a todos en orden, así que no se preocupó por buscar un momento a solas. Piper podía ocuparse de ellos sin problema.

Mitchell dio una cuidadosa mirada a lo que podía ver del campamento desde el porche de su cabaña. Las otras cabañas rodeando la Fogata de Hestia parecían estar tan llenas de semidioses como la suya a esa hora, a excepción de la cabaña de Artemisa que siempre permanecía vacía y la de Dionisio, seguramente también vacía con Polux atendiendo el plantío de fresas.

Como buscaba un lugar para estar solo, se dirigió hacia la cabaña de Artemisa sin mucha prisa, lanzando miradas de reojo a la cabaña de Hermes al frente de su cabaña. Desde donde estaba podía ver a algunos de sus integrantes saliendo y entrando, pero ninguna señal del muchacho de los ojos azules y cabello ensortijado que conocía tan bien.

La soledad de la cabaña de Artemisa siempre daba a los hijos de Afrodita un buen porche donde estar solos y relajarse cada vez que lo necesitaran. Los bancos de plata repujados con flores y los cojines blancos que los cubrían le daban al lugar un aspecto pacífico y calmo que muy pocos sitios en el campamento poseían. Aunque Mitchell sabía que por dentro la atmósfera era totalmente diferente, con los cuadros de cacería y los trofeos de las correrías que las Cazadoras de Artemisa solían traer cuando visitaban el campamento muy de vez en cuando.

Mitchell estuvo contento ahí, por lo que restaba de la mañana, oculto tras las cortinas plateadas que caían de las columnas del porche, pero que todavía le permitían observar la actividad y los movimientos de los demás campistas.

Drew había logrado tocar un punto sensible en él una vez más. Connor había pasado de ser un chico pesado y redundante en su vida hacía un año, a alguien que invadía sus pensamientos constantemente en la actualidad.

Cuando la noticia del elegido de su prueba fue anunciada por Lorelei, Mitchell no tuvo ningún problema en seguir adelante con los planes. No era que Connor fuera alguien que le hubiera hecho alguna broma pesada en el pasado y él quisiera vengarse. Era solo que deseaba terminar con la estúpida prueba lo más pronto posible y olvidar que había participado de ella en el futuro.

Ni siquiera recordaba que Connor se hubiera fijado demasiado en él cuando se habían conocido, después de la gran catástrofe del mango dorado que lo tuvo a él y a André tratando de alejarse del campo de batalla que habían formado sus hermanas mayores en el centro de su cabaña. Pero sí que recordaba la primera vez que habían hablado solos.

Una hora antes, Lorelei le había dado una lista de lugares que frecuentaba el joven Stoll y luego lo había besado en ambas mejillas con esa forma suya de parecer dulce aun pidiendo las cosas más crueles, le había deseado buena suerte y prácticamente lo había sacado de la cabaña.

Así que Mitchell se había puesto en camino hacia la playa observando que la tarde había alejado a la mayoría de campistas hacia los porches de sus cabañas o a la Gran Casa, buscando la sombra.

Por suerte, Lorelei le había dado uno de sus sombreros Dior y aunque este había arrancado algunos silbidos y risitas a su paso, Mitchell no podía estar más agradecido por la protección a su cabeza bajo el sol abrasador y los más de cuarenta grados de temperatura que seguramente estaba experimentando.

Caminó lo que le pareció una eternidad antes de ver una tienda de campaña militar en medio de la playa, que en ese momento le parecía mejor que cualquier oasis en el desierto. Connor Stoll estaba sentado de piernas cruzadas en medio de su tienda, ocupado en lo que a Mitchell le parecía un artefacto que no parecía tener otro uso que arrojar un humo negro de vez en cuando.

Mitchell se sentía sofocado por el calor y el sudor que corría por sus mejillas y sus brazos, su cabello castaño que usualmente mantenía arreglado y perfilando su rostro debía verse atroz, pegado a su cráneo por la transpiración, su camiseta estaba empapada y pegándose a su vez a su cuerpo y, por último, sus ojos de color ámbar se sentían irritados por la arena y debían verse muy rojos para ese momento. Realmente no se sentía preparado ni con ánimo de conquistar a nadie, pero tampoco sentía ganas de permanecer bajo el sol un minuto más. Así que, con una aclaración de garganta y unos ojos azules sorprendidos como respuesta, dio dos pasos al interior de la tienda y se tendió de bruces antes de susurrar.

—¿Te importa si descanso un momento? —y no esperando la respuesta, continuó— ¿No? Bueno, gracias.

Ni siquiera le importó el largo silencio que precedió a su llegada, que se imaginaba Connor aprovechaba para prepararle una broma pesada que lo hiciera salir volando de su tienda. Tomó esos minutos para recobrar aliento, dejar que la brisa del mar, que ahora podía sentir al no estar en medio de la arena secara su cuerpo lleno de sudor y poco a poco volvió a sentir las fuerzas volver a sus miembros. Drew podía decir lo que quisiera acerca de que el entrenamiento era para las otras cabañas y no para los hijos de Afrodita, pero en ese momento Mitchell estaba más que dispuesto a entrenar cada mañana religiosamente si es que esto lo hacía resistir mejor el calor. Aunque tampoco le importaría desarrollar un poco de los músculos de los demás campistas.

Con ojos perezosos, finalmente recordó su misión y examinó al semidiós a su lado. Connor era delgado y su apariencia descuidada no hacía mucho para mejorar su atractivo; aunque sus ojos azules eran bonitos. Mitchell no podría decir que se sintiera atraído hacia él solo mirando lo que tenía en frente. Un par de músculos desarrollándose asomaban tras las mangas cortas de su camiseta, pero eso era todo.

—Umm, ¿te sientes mejor? —escuchó que le preguntaba Connor un momento después.

Mitchell comenzó a incorporarse despacio sin quitarle los ojos de encima al otro muchacho. Connor era más alto que él, pero eso se podría decir de la mayoría de semidioses de su edad en esos tiempos. Mitchell solo creía que era un retoño tardío, ya que la altura de su padre y Afrodita no eran ninguna indicación de que él fuera a medir menos de un metro y setenta centímetros cuando llegara a la madurez.

Sabía que Connor era un año mayor que él y además que jamás lo había visto tratando de conquistar a alguna chica o chico en el campamento. O, al menos, de la manera normal que los otros chicos lo hacían. Mitchell sospechaba como sus hermanos que la rivalidad entre Katie Gardner y Travis, hermano mayor de Connor, era tan solo una manera muy diferente de demostrar interés por parte de este último.

—Umm, ¿Mitchell?

El joven mencionado salió de su estupor al escuchar su nombre y volvió a fijar la atención en su acompañante.

—Ah, sí, ¿qué decías?

Connor levantó una de sus cejas antes de dejar el artefacto que tenía en sus manos a un lado e incorporarse de rodillas hacia una hielera que tenía a su lado. Mitchell no la había notado al entrar en la tienda, seguramente distraído por el calor y el pronto desvanecimiento que iba a sufrir si no encontraba una sombra prontamente.

Pero ahora veía a Connor demorándose en su búsqueda entre las botellas y latas de refresco en el interior con mucha atención, hasta que este finalmente sacó una bebida de color rosa que pasó al otro muchacho con una sonrisa de lado.

Mitchell observó la lata que ahora tenía en su mano: 7up de cereza. ¿Estaba bromeando?

—¿No tienes agua? —le preguntó enrollando los ojos para demostrar que no le causaba gracia su broma.

Connor de todas formas se rio para sí mismo y recibió la lata de vuelta. Cuando terminó su nueva búsqueda, le dio a Mitchell una botella simple de agua, sin ninguna marca o etiqueta. Esto hizo que se sintiera aprensivo al principio y examinara la bebida un momento más largo del habitual, buscando algún truco oculto, pero el agua estaba fría y cuando la destapó no sintió ningún olor extraño, por lo que procedió a darle pequeños sorbos con cautela.

—Así que… —comenzó a decir cuando el agua finalmente dejó que su cuerpo dejara de asfixiarlo— ¿vienes aquí a menudo?

Connor había vuelto a su trabajo anterior, pero ahora miraba a Mitchell de vez en cuando por el rabillo del ojo. La pregunta fue recibida con humor, ya que una pequeña sonrisa terminó de formarse en sus labios antes de responder.

—Solo cuando quiero tranquilidad.

Mitchell ni siquiera se dio por aludido. Había comenzado a dejar salir su encanto y lo sentía emanar de su cuerpo y rodear a Connor con la facilidad habitual de un hijo de Afrodita.

—Oh, pensé que habías puesto tu tienda para salvar a las personas en peligro de morir asfixiadas de calor.

Connor pareció reflexionar sobre estas palabras antes de levantar su rostro y mirar al otro joven a la cara.

—¿Qué haces tú aquí?

Mitchell sonrió al recibir la atención, dejó su botella de agua a un lado y procedió a cambiar de asiento, ubicándose esta vez a un lado del otro semidiós, aparentemente examinando el trabajo en sus manos.

—Oh, ya sabes. Salí a dar un paseo por la playa y el sol me dejó devastado —luego volvió su rostro hacia Connor, quien para ese momento no perdía ningún movimiento de sus labios—. Si no hubiera sido por ti, no sé qué habría pasado conmigo.

Algo en los ojos de Connor pareció aclararse cuando cruzaron las miradas, ese mismo algo hizo que su garganta se quedara seca en ese momento, haciendo muy difícil que tragara la saliva en su boca.

—Ah… ¿sí? —le dijo aparentemente teniendo problemas para formar las palabras. Mitchell no tenía idea de por qué Drew y Lorelei se preocupaban tanto sobre cuál era el momento preciso para usar el encanto de Afrodita en sus víctimas, era algo tan simple—, bueno, eh… yo…

Mitchell posó una de sus manos en el brazo de Connor y este se tensó visiblemente, por lo que Mitchell comenzó a acariciarlo suavemente para que se tranquilizara, el hecho de que pudiera sentir sus músculos naciendo a través de su firme carne no tenía nada que ver con el asunto.

—¿Y qué es eso en lo que estás trabajando? —le preguntó con su sonrisa más atractiva, los ojos de Connor inmediatamente fueron hacia sus labios otra vez— ¿Otra de tus bromas pesadas para mi cabaña?

Connor negó inmediatamente con la cabeza tal acusación.

—No, es para… digo, necesitaba afinarse para…

Mitchell podía sentir la respiración trabajosa del otro muchacho en su rostro y su sonrisa era más que genuina. Connor Stoll no era tan atractivo como la mayoría de campistas, pero era ciertamente adorable cuando se sonrojaba o se ponía nervioso. Mitchell sentía curiosidad por las diferentes expresiones que podría sacar de él antes de que acabara la semana.

Sus manos seguían acariciando sus brazos y ahora habían subido un poco más, hacia sus bíceps. Bueno, quizá el muchacho todavía tenía alguna esperanza de desarrollar buenos músculos, porque lo que Mitchell sentía, pues, no era decepcionante.

Mitchell ya estaba imaginando el tipo de ropa y accesorios que le sentarían mejor al cuerpo del joven Stoll cuando este finalmente terminó de formar sus palabras.

—¡Fuegos artificiales!

—¿Qué?

—Para esta noche —agregó Connor pensando que eso sería de ayuda. Cuando Mitchell siguió con el rostro confundido, finalmente continuó—. Es el mecanismo que controla los fuegos artificiales de esta noche. La última vez no estuvo bien calibrado y por eso hoy decidí darle un vistazo.

Mitchell levantó ambas cejas un tanto impresionado, antes de volver a sonreír con picardía.

—Ya veo, por un momento pensé que estabas invitándome a ver los fuegos artificiales contigo.

Connor dejó caer el artefacto que tenía en las manos, y este rodó unos centímetros hacia el sol, antes de detenerse en la arena. En seguida fue tras de él, pero, al regresar, se detuvo a unos pasos de Mitchell, inseguro de volver a su antigua posición.

—Oh, ¿ir conmigo?… eh, bueno, si quieres… digo, sería una buena idea. Tengo un lugar especial para observar el cielo donde no nos molestarían.

Mitchell sabía cuándo debía retirarse para dar espacio a la otra persona de extrañar su proximidad, así que se puso de pie también y dio unos pasos hacia su sombrero olvidado. Luego de percatarse que tenía un poco de arena encima, se entretuvo quitándosela unos segundos.

—Claro, eso suena divertido —le dijo aún sin mirarlo directamente, pero con una sonrisa todavía adornando sus labios—. Especialmente la parte en donde no seríamos molestados. ¿Te importa? —le preguntó Mitchell señalando su camiseta, todavía húmeda por el sudor.

Connor abrió enormemente sus ojos, pero volvió a asentir con fuerza, sin siquiera dudarlo. Mitchell se acercó hasta él y le ofreció su sombrero, Connor lo tomó después de unos segundos de indecisión. Inmediatamente, Mitchell se quitó la camiseta sudada y volvió a ponerse el sombrero en la cabeza.

—Bueno, te veo esta noche.

El rostro rojo hasta las orejas de Connor cuando Mitchell se acercó a depositar un beso de despedida en su mejilla fue demasiado enternecedor como para no contarlo a toda su cabaña en cuanto estuvo de vuelta.

Al principio, todo le había parecido una gran broma y aventura. Era Connor Stoll, después de todo, un tipo divertido. Seguro que también se tomaría con gracia el que alguien le rompiera el corazón… Dioses, ¿por qué era que todos los hijos de Afrodita eran tan estúpidos? ¿No se suponía que eran los mejores en cuestiones del amor?

Mitchell no había hecho nada más que arrepentirse de su comportamiento desde el día en que había visto el rostro de infelicidad de Connor, al recibir la respuesta más egoísta de su vida. Mitchell se merecía su odio y desprecio por el resto de la eternidad, lo sabía y lo esperaba.

Lo único para lo que no estaba verdaderamente preparado era para ser olvidado.

Un ruido a sus espaldas lo sacó de sus depresivos pensamientos y, muy pronto, una de las cortinas plateadas de la cabaña de Artemisa se partió para revelar a su hermana Piper.

—Ahí estás, comenzaba a preocuparme —le dijo con una sonrisa al verlo y luego se sentó a su lado.

Mitchell se acomodó un poco en su asiento para recibirla, y finalmente hundió su cabeza en uno de sus hombros.

—No es culpa de Drew, fui yo el estúpido —le confesó cuando estuvo cómodo otra vez.

Piper le dio unas cuantas palmadas en su pierna, mientras las envolvía con las suyas y pasaba ambos brazos por su torso en un abrazo cariñoso.

Hubiera sido increíble, para los miembros de cualquier otra cabaña, el grado de intimidad física al que llegaban los hijos de Afrodita. Era supernatural. Quizá era que ellos podían percibir con mayor facilidad cuando algo serio atormentaba los corazones de otra persona, o que el modo más sencillo de demostrar su afecto o compañerismo era mediante el contacto físico. Cualquiera que fuera la respuesta, Mitchell amaba ese aspecto particular que compartía con sus hermanos.

—Hay algo más que te molesta sobre el asunto con Connor, ¿verdad? —preguntó Piper en un susurro confidencial, como si temiera descubrir los secretos de su hermano sin su permiso— ¿Quieres contármelo?

Mitchell quería hacerlo, decirle que había sido un estúpido por seguir con los planes de su cabaña después de descubrir la amorosa y bella persona que era Connor en el interior; lo mucho que lo hacía reír, y lo mucho que Mitchell amaba…

Otra vez sintió la punzada en su interior al recordar su corta pero intensa relación.

—¿Mitchell?

La voz de Piper volvió a sacarlo de sus pensamientos. No quería preocuparla, así que estuvo a punto de inventarle algo que la despistara sobre sus verdaderos remordimientos, cuando sus siguientes palabras lo dejaron sin aliento.

—No me parece que Connor se haya olvidado de ti —usaba su tono más sincero, así que él le creyó de inmediato.

—¿En verdad lo crees? —Mitchell odiaba el tono de esperanza que había aparecido en medio de sus palabras, pero al menos se sentía seguro de que Piper no lo juzgaría por ello.

—Oh, hermanito, claro que sí —le dijo ella volviendo a apretarlo entre sus brazos—. Cualquiera que en verdad te conozca sabe que no podrías ser capaz de hacer nada que hiriera a los demás a propósito.

—Pero sí lo hice. Connor debe odiarme ahora.

Piper dejó que Mitchell recuperara su espacio cuando este se incorporó en su asiento, sin embargo, todavía depositó una de sus manos en su espalda, dibujando círculos en ella a modo de caricia.

—¿Qué fue lo que le hiciste exactamente?

Mitchell lanzó un gemido ahogado, exasperado por su incapacidad de hablar de ello con honestidad incluso después de todo un año, pero decidió que, al menos, era tiempo de sacar a relucir su peor lado ante su hermana.

Desde entonces, Mitchell se había esforzado en madurar y mejorar sus defectos, era por ello que Piper no veía en él sino a un chico atento y dispuesto a ayudarla en todo. Lo cual, a decir verdad, no era demasiado diferente a lo que había hecho antes. La única diferencia era que ahora lo hacía sin reservas y antes simplemente lo hacía, aunque por dentro estuviera en completo desacuerdo.


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He cambiado el muro de lava por una montaña de lava solo porque necesitaba un lugar alto y con una plataforma para unas escenas en este fic, espero que me perdonen esta libertad.

Cabaña de Afrodita:
Los personajes canónicos de la cabaña de Afrodita son Silena Beauregard (fallecida), Piper McLean, Drew Tanaka, Mitchell, Valentina Diaz y Lacy, pero según la información que el autor, Rick Riordan, dio a través de los libros de Percy Jackson y sus secuelas, se conoce que existen nueve hijas y cuatro hijos sin nombrar integrándola para el final de Los héroes del Olimpo.
De esta forma, desarrollé algunos personajes originales para completar estos números, que pasaré a detallar en estas notas:

Libby Dawson, de diez años, es la más joven de la cabaña y la promesa de una futura reina de belleza en el campamento. Libby tiene el cabello rubio y los ojos azules, y un rostro armonioso y hermoso que nadie deja de admirar. Su personalidad es extrovertida y juguetona, además de muy abierta en sus emociones. Algunas veces es caprichosa, pero usualmente tiene una disposición alegre que hace reír a sus hermanos.