Disclaimer: Los personajes no me pertenecen. Fairy Tail es propiedad de Hiro Mashima y estos son mis siempre tardíos obsequios de navidad. Yay.

Advertencias: Todo lo que imaginen, menos lo que buscan 7u7r

Notas de Autora: El año anterior fue entendible. Una inundación me sacó de mi casa y obviamente, escribir no estaba en mis prioridades, pero este año se manifiesta mi terrible costumbre de olvidar que en casa de mi abuela no hay internet. Bueno, si hay, pero debo conectarla y tengo una adorable abuelita estilo mafia italiana que odia la tecnología... o la libre expresión. Así que la amo, pero si paso más de dos minutos en mi laptop, corro riesgo de vida. ¡Benditos sean los datos móviles y que duerme temprano, así puedo hoy publicar un par!

Ahora sin más, ciertamente me he dejado llevar por un sueño tonto que he tenido —si Row, no pude contra el— y aunque he beteado Grays como éste otras veces, dadas las circunstancias, no puedo negarlo bastante ooc. Me disculpo.


Let's call it christmas.

Gruvi gruvi.

Para Liraz Nightray.

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—¡Sorpresa, Gray-sama! ¡Su regalo es Juvia! —el mago de hielo no pudo evitar la sonrisa en sus labios al escuchar tal sentencia. Juvia no sabía que él estaba allí, a pocos metros de distancia escuchándola comentarle a las demás chicas sus planes para noche buena.

Claro que estaba avergonzado, Evergreen y las demás no habían tardado en sugerir contextos en los cuales "el obsequio" pudiera ofrecerse a su dichoso receptor, y aunque mucho distara de sus intenciones para esa mañana, luego de eso la imagen de una inocente pero sensual Juvia envuelta para obsequio era una imagen que no lograba arrancar de su cabeza.

No le sorprendía en realidad, aunque eso no evitaba que un furioso sonrojo, y esa única y extraña sensación de calidez se hiciera paso por su pecho, del mismo modo que sucedía cada vez que la maga estaba cerca.

O simplemente pensaba en ella.

Sin embargo, la devoción sincera en aquellas palabras habían traído a su mente algo que lo había estado fastidiando desde hacía bastante tiempo; una realidad que lo había golpeado desde el momento en que había tomado el coraje de besarla por primera vez y sentenciado en un arrebato de inusual atrevimiento, que no quería pasar un único día de su vida sin ella.

No eran novios, bueno sí, aunque menos jamás habían dado uso a categorías. Tampoco había sido una propuesta de matrimonio, pero había sido para ambos el inicio de una época de descubrimientos e inmensa felicidad.

Todos sabían que estaban juntos; debían estar muy ciegos para no haber presenciado alguno de los tímidos y castos besos que se permitían frente a los demás miembros al reencontrarse luego de una larga misión o el hecho de que Gray ya no vacilaba antes de entrelazar sus dedos con los de la maga antes de escoltarla cada noche de manera segura hasta Fairy Hills.

Pese a ello, luego de un año Gray aún sentía que algo hacía falta y no era algo que refiriera precisamente a las sugerencias que Cana había estado planteando a la maga de agua, durante los últimos veinte minutos.

—Lo entiendo Juvia, creo que es el obsequio perfecto —felicitó Erza; sin embargo, la cuestión que le siguió fue lo que realmente captó la atención del mago—, pero ¿qué es lo que deseas tú?

—¿Juvia? —no le fue difícil imaginar sus ojos curiosos y su rostro ligeramente inclinado hacia un lado— ¡Juvia no necesita nada! Juvia tiene a Fairy Tail, tiene a Gray-sama… ¡ella es muy feliz!

—Pero debe haber algo, todos queremos algo —insistió la albina mayor—. Todos tenemos deseos.

—Pues —¿pues?—, el deseo de Navidad de Juvia es que… —¿si?— ¡Que Gray-sama sea feliz! ¡Que todos en Fairy Tail lo sean!

Las chicas suspiraron, pero Gray se sorprendió a sí mismo deseando gruñir. ¿Por qué? ¿Por qué la respuesta a aquella pregunta le había causado tal impotencia? Era hermosa, y no solo la respuesta. Juvia era la mujer más hermosa y noble sobre la tierra, siempre atenta a los demás, siempre atenta a él. No importaba la circunstancia, ella se había vuelto una constante indispensable y la simple idea de pensar un pasado anterior a su llegada a Fairy Tail, se había vuelto un hueco que prefería ignorar. Pero era esa misma nobleza, lo que a veces lo hacía sentir tan poco digno de ella.

—Lo entiendo Juvia, pero Mira se refiere a un deseo para ti —intentó explicar Lucy.

—Más egoísta —fue directa Cana—. Algo que tú quieras para ti, no para los demás.

El silencio se hizo presente, pero en esta ocasión pudo escucharla balbucear algo que no logró entender hasta que se vio clarificado gracias a la —oportuna— petición de Erza.

—J-Juvia tiene un deseo egoísta —¿lo tenía? ¿Juvia? En ese instante hubiera deseado tener la audición de Natsu por escasos momentos—, Juvia quiere la felicidad de todos —¿eso era egoísta?— pero Juvia… Juvia quiere ser la persona que haga feliz a Gray-sama.

Su corazón se detuvo.

—Juvia quiere ser la felicidad de Gray-sama.

Y volvió latir tan rápidamente, que hasta dolió con su intensidad.

No necesitó escuchar más; no negaría desearlo, pero ya se había sentido lo suficientemente entrometido y miserable para una vida entera.

¿Juvia no sabía ya que era ella su mayor felicidad? ¿No lo había dejado claro ya?

Su corazón ardió casi iracundo ante la idea, pero no hacia Juvia. Se odió a sí mismo. Se odió porque finalmente aquello que lo había estado fastidiando cobró forma y se presentó frente a él como su propia cobardía.

Juvia jamás se lo exigiría, jamás lo pediría, pero su corazón lo anhelaba y él era el responsable. Él era quien había encendido la llama de esperanza en ella, y la verdad es que no deseaba que se apagara, pero había algo que impedía que el mismo impulso que había guiado sus acciones en el pasado, lo condujeran en ese mismo instante a la joyería más cercana.

Las señales habían estado ahí, eso era lo que lo había tenido tan molesto.

El tiempo; ¿existía un tiempo límite para dar el gran paso? Lucy le había asegurado que no, pero las constantes interrogantes e insistencias de Macao de algún modo habían logrado filtrarse dentro de su mente.

Las cuestiones de los habitantes de Magnolia que los veían juntos o incluso los clientes que los veían interactuar en sus misiones; "¿son pareja?" "¿es ella tu novia?" y sobretodo aquella que hacía su sangre hervir: "¿tiene ella novio?" Sí. Sí, sí ¡y sí! Para él era obvio, pero era imposible de ignorar su deseo latente de que todos lo supieran sin la necesidad de cuestionarlo o tener que actuar como dos tórtolos enamorados a todo instante —porque así no era él y Juvia estaba bien con eso—.

"Un anillo en su dedo lo resolvería", había bromeado Mirajane alguna vez al notarlo molesto y ahora cuestionaba si causarle tal debate existencial había sido la intención de aquel demonio.

Si lo pensaba bien, incluso la señal había estado allí la semana anterior. Juvia había estado cansada tras una larga misión y él la había cargado en brazos pocos metros antes de llegar a su hogar, coaccionándola a su manera a pasar la noche allí con él. Claro que Juvia estuvo de acuerdo, pero él no había notado que parecieran una pareja de recién casados cruzando el umbral hasta que la maga se lo hizo notar.

Todo estaba ahí, quizá solo faltaba él.

Juvia lo hacía hacer lo impensado. Despertaba en él deseos que desconocía poseer y erradicaba cada uno de sus miedos con el roce sus manos o la simple esencia de su piel. No lo pensó cuando la besó por primera vez, tampoco la primera vez que durmieron juntos; con Juvia las cosas solo sucedían y así se sentían correctas. No habían presiones, a excepción de las que él se había impuesto en ese preciso momento.

No debía cumplir el deseo de Juvia, ella ya era para él la felicidad. Pero si ella aún tenía dudas de ello, era momento de volvérselo una certeza.

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La noche finalmente había llegado y luego de haber escuchado aquella conversación dos días antes, Gray había estado extraño a ojos de Juvia. Muchas misiones en escasas cuarenta y ochos horas, mínimos intercambios de palabras y demostraciones de afecto más torpes de lo habitual.

Gray sin dudas era menos demostrativo públicamente, pero desde hacía bastante tiempo habían superado la etapa de torpeza física ante los demás. No esperaba besos apasionados en medio al gremio, pero en el momento en el que el mago de hielo saltó graciosamente del susto al ser rodeado por los brazos de la maga, Juvia supo que algo andaba mal.

—Solo estoy cansado —le había dicho y también repetido a cada uno de los miembros que se habían acercado a cuestionar.

Era cierto, podía notarlo en las bolsas oscuras que pesaban bajo sus ojos, pero sus constantes declines a sus ofertas de masajes o cualquier clase de atención, comenzaban a preocuparla.

No había ayudado con los preparativos de esa noche y aunque habían acordado desde un principio que se encontrarían allí, le extrañó bastante su llegada tardía así como su autoexclusión. El mago se había instalado en la barra y llevaba ya su cuarto jarrón de cerveza, cuando el intercambio de obsequios fue anunciado.

—Si los abrimos ahora, llegaremos a tiempo de ver los fuegos todos juntos sin que nadie se escabulla a abrir el suyo antes —había sugerido Mirajane y con "nadie" claramente había referido a Natsu, cuyos ojos brillaban a medida que se acercaba al gran árbol y al sin fin de cajas a sus pies.

Todos rieron al verlo ser levantado del suelo por Erza con un sonoro "¡cada uno esperará su vez!", pero ante la escena emergente, nadie tomó conciencia de otro mago que también quiso saltearse la regla.

—¡Gray-sama! ¿Q-qué pasa? —articuló entre agitadas inhalaciones la maga de agua, al verse arrastrada fuera del gremio sin previo aviso.

El moreno se veía serio, aunque no podía asegurarlo al encontrarse su rostro cubierto por su flequillo. Juvia respiró hondo, y cuestionó nuevamente que pasaba, pero su preocupación se incrementó al encontrarse con el silencio.

—Gray-sama, hable con Juvia —pidió y estiró su mano para acariciar su mejilla y levantar su rostro hasta alcanzar a ver sus ojos. Una sonrisa cálida se formó al verlo, otorgándole el aliento suficiente para concretar lo que había planeado al arrastrarla fuera del bullicio.

Cásate conmigo.

¿Te casarías conmigo?

Debería ser sencillo dejar salir aquellas palabras, pero no lo eran. Sí quería, lo quería más que nada en el mundo, pero luego de haberse visto incapaz de encontrar un anillo digno o las palabras adecuadas, se preguntó a sí mismo si era eso lo que necesitaban en ese momento.

Allí, de pie frente a la persona que amaba más que a nada en el mundo, podía imaginar un futuro entero junto a ella. Siempre había deseado secretamente el formar una familia y estando junto a Juvia, no le era difícil fantasear con desayunos familiares, el nacimiento de sus hijos —primero un niño y luego una pequeña niña idéntica a la maga—, sus primeras lecciones de magia, incluso envejecer. Él lo quería todo con ella, pero no arruinarlo. Juvia parecía haber nacido lista para ser la perfección encarnada para él, pero Gray aún estaba aprendiendo y quería ser tan digno de ella, o mínimamente adecuado para retribuir todo aquello que ella le brindaba. Y quizá, para ello aún le hacía falta tiempo.

Llevó su mano a su mejilla, encontrándose con la pequeña y delicada mano de su novia, la tomó entre las suyas y la besó para sorpresa de la misma. Ella abrió su boca para hablar, pero él se adelantó.

—No puedo —la maga dejó su cabeza caer a un lado, intrigada—, no puedo ser el hombre que mereces. Él… hombre perfecto.

El pánico la inundó, ¿terminaría con ella? No, Gray no lo haría. Sin embargo, no pudo evitar negar con vehemencia.

—¡N-no! Gray-sama es perfecto, ¡Gray-sama es perfecto para Juvia! —el pánico igualmente habló— ¿Gray-sama está terminando con Juvia?

El pestañeó.

Reiteradas veces. ¿Qué?

—¿Eh? ¡N-no! —se apresuró a evitar las lágrimas que comenzaban a formarse en los ojos de la chica y soltó su mano, para acariciar con delicadeza uno de sus mechones cerúleos mientras carraspeaba y volvía a juntar valor—. Eres el mejor obsequio de todos.

Claro que en su momento la maga no entendió a que refería, pero todo estuvo claro cuando un avergonzado Gray le confesó haberla escuchado aquella tarde. Juvia estaba avergonzada, pero el modo en que la mirada oscura del mago de hielo aseguraba tener mucho más a decir, le impedía emitir palabra.

—No creí que no lo supieras ya, supuse que estaba claro —confesó con un deje de tristeza—. Pero supongo que es mi culpa y si aún no está claro que eres lo que me hace feliz, tendré que ser más claro de ahora en adelante.

El frío familiar del ice make del moreno pudo sentirse cosquillear muy cerca de su oreja, y sin despegar sus miradas el uno del otro, él continuó:

—No soy aún el hombre que quiero ser para el día que pida hacerte mi esposa —sus mejillas, su existencia, todo ardía ante las palabras que abandonaban sus labios. Había ensayado otro discurso, pero su mente convenientemente se había vuelto un lienzo en blanco y como en todo lo que la involucraba a ella, una fuerza inexplicable estaba guiando las palabras que bajo ningún otro contexto —que ante ninguna otra mujer— se hubiera pensado a sí mismo expresando—, pero estoy seguro de que si me permites aprender, un día lo seré.

Los labios de la maga temblaron aguantando su sollozo de felicidad y guió su mano al pequeño peso sobre su cabello, encontrándose con una pequeña creación de hielo.

—Es un listón —se apresuró a aclararle, Gray—. Te lo dije, eres el mejor regalo que pude haber recibido —para ese entonces, ya no sentía vergüenza, su corazón latía con fuerza y la sangre en su interior hervía ansiosa por observar la reacción de la chica a lo que vendría después— y quizá esto no sea el mejor obsequio del mundo, pero lo único que puedo ofrecerte que se compare a lo que me has dado, es la promesa de una vida entera aprendiendo a ser tan increíble como tú. No te pediré ser mi esposa, Juvia, aún —se apresuró a aclarar—, pero, ¿quieres hacerme feliz? Ven a vivir conmigo. Múdate conmigo.

Se sentía egoísta, pero no quería pasar una única noche más sin dormirse a su lado y despertar en las mañanas sin que fuera ella lo primero que avistara. Quería la oportunidad de tenerla cerca la mayor cantidad de tiempo posible y hacerle entender que no existía mejor lugar para él, que a su lado.

Las lágrimas finalmente comenzaron a descender como cascadas de aquellos orbes azules, y continuos "sí" se aplastaron contra su pecho al abrazarlo con fuerza, acción que él devolvió con igual intensidad.

—Es el mejor obsequio del mundo, Gray-sama. Gracias.

Y su corazón se hizo agua, inundado por los sentimientos que solo aquella maraña de cabellos azules bajo su mentón podían provocar.

¿Qué importaba la nieve que iniciaba a caer? Ese siempre sería su escenario especial; sus corazones latiendo en sincronía y la sinceridad del beso que selló aquella promesa.

—¿Gray-sama es solo de Juvia? —cuestionó lo obvio y él sonrió, entrelazando sus dedos una vez más y llevándolos al listón de hielo en su cabello.

—Y tú, mía —sus mejillas volvieron a arder ante el divertido, aunque sugerente mensaje en sus palabras. Pero Juvia, no podía estar más de acuerdo con las implicaciones y feliz por haber recibido todo lo que hubiera querido para esa navidad.

Estaba lejos de estar decepcionada, estaba emocionada. Ellos iban a su tiempo y cada paso, era algo que atesorar.

—Vamos, seguro nos esperan para ver los fuegos.

—Sí.

Y así, aferrándose fuertemente al brazo de su amado se marcharon, caminando hacia algo más grande que la edificación del gremio.

Juntos, como debía ser.

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—2.531—

—Gracias por leer—


Frases utilizadas:

21. Character A overhears Character B's Christmas wish and decides to fulfill it. / El personaje A escucha el deseo de Navidad de Character B y decide cumplirlo.

28. "You are going straight on the naughty list" / "Vas directo/derecho a la lista traviesa"

36. Snowed in / Nevó /Nieve

37. "Will you marry me?" / ¿Te casarías conmigo?

39. "Suprise! Your gift is me!"/ "¡Sorpresa" ¡Tu regalo soy yo!"

N/A2: Feliz Navidad~

Nymus —Sí, publicidad descarada— ha sorteado, así que dentro de mis escasas posibilidades actuales de internet. Estaré publicando de acuerdo a su sorteo, dos o tres drabbles o viñetas por día. Para hoy, gruvi gruvi —of course— y Gale.