SOMBRAS Y CORAZAS
Capítulo 1: El paciente
"Tiene en su poder la luz y la sombra,
pero su luz no ofende nunca,
y su oscuridad aún deja ver los contornos claros"
Ferruccio Busoni
Los ojos del sanador divisaron a través de la ventana del carruaje, la vieja y enorme mansión, decorada con suntuosos objetos y rodeada de exuberantes jardines. Increíblemente, a pesar de los años transcurridos, aquel lugar seguía tan imponente y majestuoso como la primera vez que lo había visto.
El coche tirado por un thestral atravesó las puertas de hierro y se abrió paso a través de los jardines llenos de arbustos, para finalmente detenerse enfrente de unas amplias escaleras de piedra.
El sanador Mosby bajó del auto, la puerta de la mansión se abrió automáticamente y un elfo doméstico salió a recibirlo.
-Buenos días, señor –dijo el elfo, haciendo una pequeña reverencia.
-Buen día –dijo el sanador, entregándole su abrigo y su sombrero.
-El señor lo espera en el salón –murmuró el elfo.
El sanador asintió y siguió al elfo por los diferentes pasillos de la mansión. A diferencia del magnífico espectáculo externo, por dentro la mansión no conservaba nada del esplendor y la gloria de otros tiempos. Todo era oscuro, lúgubre y carente de vida… Exactamente igual a su paciente.
El elfo se detuvo frente a las puertas del gran salón e hizo una seña para indicar al mago que ahí se encontraba su amo. El sanador, sin más remedio, llamó a la puerta con un par de golpes.
-¡Adelante! -escuchó.
El sanador abrió la puerta. El salón era amplio con grandes ventanales en forma de diamante, en el techo había una lámpara con candelabros a media luz y al fondo, se encontraban una chimenea y un sillón reclinable.
-Buenos días –saludó el sanador a su paciente, acercándose a él.
El paciente le dirigió una mirada sombría y movió discretamente la cabeza a manera de saludo. Mosby no le dio importancia a aquel saludo carente de toda emoción, llevaba muchos años siendo el médico de la familia y estaba acostumbrado a su falta de cordialidad.
-¿Cómo se encuentra hoy, señor?
-La pregunta sale sobrando –contestó el paciente, estaba sentado en aquel sillón reclinable porque desde hace tres años, era totalmente incapaz de mover las piernas.
-¿No ha habido ningún cambio?
-No –dijo el paciente con ironía.
-¿Tomó la poción que le di?
-Sí
-¿Y la esencia de…?
-¡Hice absolutamente todo lo que me dijo! –cortó el paciente-. ¡No hay cambios! ¡No tengo fuerza, ni sensibilidad en las piernas! ¡Mucho menos puedo moverlas!
-Eso es por la maldición "immobile crura" que le lanzaron hace tres años.
-¡Lo sé! ¡No tiene que volver a decírmelo!
-Quizás si usted me contará por qué y quién le lanzó esta maldición, yo podría encontrar alguna forma de ayudarlo.
El paciente negó con la cabeza, pero sus ojos se clavaron en las llamas de la chimenea.
¡Qué curioso! Aquella noche también había habido fuego, pero no del tipo de fuego que calienta y reconforta el espíritu, sino del tipo que destruye todo a su paso. La guerra contra Voldemort había terminado, la Orden del Fénix había ganado y sus integrantes trataban de restablecer el orden en el mundo mágico, los mortífagos sobrevivientes se escondían y huían como cobardes, y los menos afortunados eran llevados a Azkaban…
-¡Señor! –dijo el sanador, sacándolo de sus pensamientos-. Lo escucho.
-¡Mi historia no es relevante! –dijo el paciente, cerrando la puerta a sus recuerdos-. ¡De nada sirve hablar de ello! No necesito que nadie me escuche. Lo único que quiero es un contrahechizo.
-No hay contrahechizo –explicó el sanador por enésima vez-. No hay nada más que yo pueda ofrecerle. Usted sabe tan bien como yo que lo he intentado todo. He leído e investigado, he creado nuevas pociones y probado magia antigua, le he aplicado numerosos hechizos, pero desafortunadamente, nada de eso ha dado resultado.
El paciente golpeó el sillón con su puño, el sanador dio un paso al frente y le dijo con voz clara y firme:
-Han pasado tres años desde que le lanzaron esa maldición, llevo tres años guardando celosamente su secreto, nadie en el mundo mágico sabe de su condición…
-¿Y?
-Quizás si usted me permitiera platicar el caso con algún colega -sugirió el hombre.
-¡Jamás! -gritó el paciente-. No quiero la lastima de nadie.
-Señor, quizás algún otro sanador…
-Usted no va a soltar una sola palabra con nadie –dijo el paciente tajantemente.
El sanador asintió, respetando su deseo, pero sus ojos reflejaron una gran frustración e impotencia por no poder ayudarlo.
-Seguiré guardando su secreto, pero si me permite decirlo, la vida que está llevando no está bien. Usted vive encerrado entre estas cuatro paredes, totalmente ajeno al resto del mundo. No sale a ningún lado, no recibe a nadie y no le interesa absolutamente nada.
-¿Y qué sugiere?
-Que salga de aquí, que tenga amigos, que busque una actividad. Es usted muy joven. Tiene mucho dinero. A pesar de su condición, tiene que vivir…
El paciente lo miró con disgusto, porque sabía que sus palabras eran ciertas, pero él jamás le haría caso. Era consciente del esfuerzo del sanador y de sus múltiples intentos por tratar de ayudarlo, pero nada de eso, lo había hecho ponerse de pie y caminar de nuevo.
-¡Mi vida se acabó el día que recibí esta maldición! El resto del mundo no me interesa.
-Pero…
-¡Largo! –dijo el paciente, perdiendo la poca paciencia que tenía-. ¡No quiero seguir viéndolo! ¡Fuera de mi casa!
El sanador no insistió, no era la primera vez que salía despedido de aquella mansión, pero tarde o temprano, su paciente siempre volvía a llamarlo, pidiéndole ayuda una vez más.
-Si esos son sus deseos, es mejor que me vaya –dijo el sanador caminando hacia la puerta. Como hombre viejo y sabio, comprendía los arranques de enojo de su paciente. No era fácil para un hombre tan joven saberse inválido el resto de sus días.
-Le mandaré sus honorarios a su cuenta de Gringotts.
-No se moleste, no me debe nada.
El paciente le dirigió una última mirada y lo vio salir. Sus ojos se posaron nuevamente en la chimenea, las llamas del fuego bailaban alegremente.
"Hasta las llamas del fuego pueden moverse libremente" –pensó el paciente con amargura, mientras las palabras de Mosby retumbaban en sus oídos:
"No hay contrahechizo"
El paciente apretó el puño con coraje al grado de hacerse daño.
-¡Voy a volver a caminar! Aunque sea lo último que haga en la vida, algún día voy a lograr ponerme de pie.
Hola,
¿Cómo están?
¿Aún me recuerdan después de un siglo de ausencia?
Espero que sí… Cruzo los dedos porque así sea.
No quiero ofrecerles excusas por mi demora, pero si les ofrezco a todos una disculpa por el tiempo que los he hecho esperar. Mi vida muggle afortunadamente ha estado llena de trabajo en el último año, un trabajo que me apasiona, pero que me ha exigido mucho tiempo y dedicación.
Siempre prometí que iba a terminar este fanfic, y estoy decidida a hacerlo, pero después de tanto tiempo lejos, he perdido un poco la práctica. Por tal motivo, para retomar la historia, he decidido editar el fanfic... He borrado los capítulos, pero los iré subiendo poco a poco en los próximos días…
Perdón si los desilusiono con esta decisión. Por favor, comprendan que es mi forma de retomar la historia y ofrecerles el final que tanto han esperado.
De antemano, muchas gracias por su apoyo… Estaré por aquí muy pronto.
Liz
PD. Si quieren mandarme hechizos, howlers y maldiciones imperdonables, no se detengan... Lo tengo muy bien merecido.
