Descargo de responsabilidad: Harry Potter y casi todos los personajes son propiedad intelectual de J.K. Rowling.
Traducción al castellano, autorizada por las autoras, del original en inglés: A series of connecting dots.
Autoras: Digitallace escribe a Draco y DreamingInColour escribe a Harry.
Nota del traductor:
Como es común en este tipo de historias contadas desde dos puntos de vista, existen algunos solapamientos puesto que los diálogos entre ellos están relatados desde las dos perspectivas.
Que disfruten de la lectura.
Una serie de puntos para unir
Capítulo 1 – Draco: Melancolía y planes malignos
El cielo artificial del Gran Salón reflejaba mi estado de ánimo mejor de lo que podría haber imaginado, casi como si el castillo tuviera una ventana abierta a mi espíritu.
Gris y depresivo, y el tormentoso tono del cielo nublado hacía juego perfecto con el de mis ojos, el sol era apenas distinguible detrás de las nubes, si bien algunos rayos obstinados de luz sombría lograban colarse a través de ellas.
No había sido una de las mejores mañanas e iba empeorando rápidamente a cada segundo. Me había despertado ya con un dolor de cabeza que se negaba a ceder a pesar de las pociones que había tomado para calmarlo, luego Goyle que no paraba de hablar de Clarissa Brighton, una chica Ravenclaw de cuarto año que lo tenía deslumbrado. Se negó a atender razones cuando traté de hacerle ver que incluso una Ravenclaw de primer año tendría más cerebro que él y que nunca iba a conseguir que la chica siquiera lo mirara… y ni hablar de que se enamorara de él.
Tuvo el descaro de darme, como si fuera un experto, una larga perorata sobre las relaciones románticas que según él se basaban en el amor y no en las neuronas, justamente él que hasta ahora no ha tenido ninguna novia. Yo tampoco, cabe mencionarlo, pero en mi caso se debe a una decisión personal de no apegarme demasiado a nadie. Soy un buen observador y sé darme cuenta cuando una persona no hace buena pareja con otra, ya sea por razones físicas o intelectuales. Y Goyle no hace buena pareja con Clarissa en ninguno de los dos aspectos.
Para peor, habían servido madalenas en el desayuno y cuando me senté a la mesa pude observar a Blaise haciéndose con la última de arándanos que quedaba en la panera, el resto eran todas de banana y nueces. Detesto las nueces en las madalenas. Me vi obligado a verla desaparecer mordisco tras mordisco en su boca, el jugo le teñía los labios de azul mientras me miraba con una sonrisa de suficiencia. Él sabía que era mis preferidas, lo único que realmente me gustaba de lo que habitualmente solían servir en el desayuno. No sé bien por qué me atraen tanto, quizá sea por esa textura mantecosa que acaricia la lengua cuando se disuelven en la boca o quizá por los arándanos que parecen explotar de jugo al morderlos. Toda esa exquisitez se había perdido en la glotona garganta de Blaise y tuve que avenirme, con agria expresión en el rostro, a la fastidiosa tarea de sacarles las nueces ofensivas a mis bollitos… fue entonces que vi entrar a Potter con su andar petulante y heroico habitual.
Repelente.
Como si eso no fuera ya malo de por sí, el techo mágico eligió ese momento precisamente para tornarse una soleada y brillante mañana de primavera, como si proclamara la augusta entrada de Potter al Gran Salón.
Deje oír un gruñido y Pansy me miró inquieta, desestimé su preocupación con un simple gesto. Tiene la costumbre de comportarse como un elfo fastidioso, siempre siguiéndome atenta a todo lo que hago, pendiente de mí tratando de inmiscuirse en mi vida de una manera o de otra. Me pregunto si podría convencerla de que me hiciera algunos de los deberes y lo que me podría requerir en retribución. Probablemente no me convendría, el precio seguramente sería demasiado elevado y su moneda de cambio suele ser sexual.
No es que yo no disfrute de mi buena parte de retozos sexuales. Pero ninguna de las chicas de Hogwarts me resulta particularmente atractiva, Pansy incluida, si bien no tengo ningún reparo en usarlas para satisfacer mis necesidades. Pero sólo hasta allí llegan las cosas.
Fijé en Potter, al otro lado del salón, una de mis miradas más feroces con la esperanza de poder concentrar mi odio al punto de poder causarle un daño físico… nunca daba resultado, hoy tampoco.
Se sentó a la izquierda de Granger, no tenía a nadie del otro lado, lo cual era muy extraño porque el Weasel siempre lo flanqueaba. Pero en esta oportunidad el pelirrojo regurgitador de babosas estaba del otro lado de la sangresucia. Y nadie de los de su mesa le dirigía la palabra al Niño Dorado de Gryffindor. Más aun, parecía que todos lo fulminaban de tanto en tanto con miradas enojadas.
Curioso.
Y resultó más curioso incluso cuando los mellizos Weasley se le acercaron. Se levantaron de sus lugares mucho más alejados en la mesa y vinieron a sentarse a cada lado de Potter, uno de ellos hizo desplazar a Granger con un leve codazo para que le hiciera lugar. Yo ya conocía las tácticas predatorias de esos dos cuando elegían una infortunada víctima, pero nunca se comportaban así con Potter, ni con ninguno de sus amigos.
El año anterior habían desertado de la escuela antes de concluir su séptimo año para abrir una nueva empresa y dedicarse a ella. Se habían ido con una gran fanfarria, con impresionantes y colosales fuegos artificiales y aterrorizando a la profesora-interventora del Ministerio. O eso era lo que ellos creían entonces. Se rumoreaba que la señora Weasley los había conminado a volver. Y no sólo para que rindieran los exámenes, los obligó a que recursaran todo el año como castigo por sus fechorías. Una escena de la que, sin dudas, me habría gustado ser testigo.
Era también sabido que, cuando había alguien que los fascinaba, actuaban juntos para la seducción y la conquista. ¿Y acaso podía haber alguien más fascinante que Frentecortada mismo? Cierto era también que poco les duraban los deslumbramientos y cuando se cansaban de alguien, plantaban a la pobre victima sin ningún tipo de escrúpulo, dejándola emocionalmente angustiada y tinta de oprobio ante la sociedad escolar. Lo que me desconcertaba sobremanera era por qué habían elegido esta vez como objetivo a un amigo y compañero de Casa.
Ni siquiera los Slytherins harían algo así… bueno, quizá sí… pero no con frecuencia.
El asunto se agravó más cuando Fred —o quizá era George, nunca he podido diferenciarlos— empezó a frotar con una mano la pierna de Potter. Pude observar que los hombros de Potter se tensaron como respuesta a la caricia. Y a continuación se sonrojó, y no levemente, se puso colorado como un tomate, igual que cuando Snape le daba una severa reprimenda y lo humillaba públicamente.
¡A Potter le agradaba que lo frotara!
Por su parte, el otro mellizo había empezado a acariciarle la espalda. E incluso desde la distancia en que me encontraba podía notar los estremecimientos que el tacto de esa mano sobre la espalda le estaba provocando a Potter.
Pestañeé varias veces tratando de procesar la nueva información. El ataque de los mellizos, la indiferencia con la que todos sus compañeros de Casa lo trataban y las miradas envenenadas que de tanto en tanto le lanzaba el Weasel.
Y de pronto todo pareció encajar.
Potter debía de ser gay y de algún modo los Gryffindors se habían enterado y estaban evidentemente muy disgustados con el asunto. La mera idea de que el salvador del mundo mágico había resultado ser maricón era indiscutiblemente cómica. ¿Pero acaso no debería esperarse que sus compañeros de Casa se mostraran más comprensivos de sus inclinaciones sexuales?
Y sin embargo, en ese momento no se me ocurría ninguna otra explicación.
George —o quizá Fred— le susurró algo al oído, lo que suscitó una reacción muy diferente de parte de Potter. Era evidente que no le había gustado en absoluto lo que le había dicho puesto que se puso inmediatamente de pie y enfiló echando humo hacia la puerta seguido por el tronar de las risas rugientes de los mellizos y de varios otros que estaban sentados en la mesa.
Todo el episodio me resultó sumamente exasperante. Yo debería ser el único capaz de lograr ese tipo de reacción en Potter. Su archinémesis soy yo y ningún otro. Algunos podrían llegar a creer que el Señor Oscuro es su peor enemigo, pero no es así, soy yo.
Yo he sido el que estuvo siempre en la escena, en el proscenio a veces o en el fondo en otras ocasiones, pero siempre presente, provocándolo, manipulándolo constantemente sin darle tregua. Yo soy su antítesis. El yin de su yang. La sombra de su luz, la perfidia contrapuesta a su bonhomía. Estamos vinculados desde siempre y para siempre en esta tortuosa danza de aborrecimiento mutuo.
Probablemente es la única cosa en la que realmente sobresalgo, ya que, según mi padre, he resultado un fracaso como Slytherin y como Malfoy. Esto debe seguir siendo mío. Yo debería ser el único capaz de hacerle centellear de furia los ojos verdes. Yo debería ser el único capaz de hacerlo estallar de rabia. Yo debería ser el único con derecho a burlarme de él directo a la cara o a sus espaldas.
Los mellizos estaban incursionando en mi territorio y eso no me gustaba para nada. Pero por el lado positivo, ahora contaba con una nueva arma en mi arsenal. Las referencias insultantes a sus padres muertos y las alusiones a la cicatriz ya se habían trasformado en recursos muy gastados. La nueva información podía proveerme la manera ideal de atraer a Potter… como una mosca a la tela de la araña.
Podía lograr que se enamorara de mí y una vez que se hubiera entregado lo aplastaría y lo dejaría débil y desamparado, tal como mi padre quería que hiciera ya en primer año. Se me presentaba una oportunidad excepcional para reivindicarme ante los ojos de mi padre.
La hora era llegada de derrumbar en pedazos al famoso Harry Potter.
Mis sospechas no tardaron en confirmarse. Ya en la clase de Pociones se rumoreaba que Potter prefería la verga. Yo mismo me permití una fantasía o dos.
Podía visualizar claramente los labios de Potter alrededor de mi creciente erección, su cabeza moviéndose hacia adelante y atrás entre mis muslos y luego su humillación cuando revelaba ante toda la escuela lo que había pasado… y hasta podía ser mejor, podía venderle mi memoria del momento a El Profeta.
La sola idea era alucinante, el hijo de un mortífago dándole por el culo a Harry Potter, adalid dorado de Gryffindor. Pero no cualquier hijo de mortífago, tenía que ser yo.
Yo no me considero gay, en realidad la distinción significa muy poco para mí. Sexo es sexo y un agujero es igual que otro agujero. Y si podía causarle daño a Potter y al mismo tiempo disfrutar de un momento placentero… mejor que mejor.
Tenía que ser yo el que lo sometiera. Tenía que ser yo el que le rompiera el culo virgen.
Si era que seguía siendo virginal… secretamente ansiaba que así fuera. Era algo que iba a tener que averiguar con certeza. Lo habían descubierto, probablemente in flagrante delicto, pero quizá sólo se había tratado de besos y manoseos.
Sea como fuere, lo cierto era que había alguien que me llevaba ventaja en relación a seducir y someter la inocencia de Harry Potter. Era necesario que averiguara con precisión qué era lo que había pasado.
—Pansy, —susurré, ella era la chismosa más lograda, si alguien conocía los detalles, seguramente sería ella. Me miró con malicia y se inclinó aproximándose— ¿supiste algo del escándalo de Potter?
Soltó una risa desagradable mezcla de graznido y rebuzno. —¿Sabré o no sabré? ¿Vos qué creés? —se hacía la interesante manteniendo el suspenso, yo no estaba dispuesto a mostrarme ansioso por saber, podría suscitar suspicacias, y los rumores empezaban a correr por mucho menos que eso— Al parecer los descubrieron, a él y a Michael Corner, anoche, detrás de los invernaderos.
—¿Los descubrieron haciendo qué? —pregunté impaciente.
—Besándose. —replicó ella con un susurro.
—¿Eso es todo? —demandé, quizá con más ansiedad de lo conveniente.
Pansy frunció el ceño y me miró con sospecha. —¿Y te parece poco?
—Poco… no, no me parece que sea poco. Pero me hubiera gustado más que lo descubrieran cuando estaba haciendo algo peor. —mentí. Un beso no me preocupaba demasiado, era fácil de superar; si en cambio ya habían pasado a situaciones de mayor intimidad, superar al competidor iba a requerir mayor esfuerzo.
—Tenés razón, hubiese sido mucho más divertido que descubrieran a Potter con los pantalones bajos, literalmente. —dijo soltando una risita.
—¿Quién los pescó?
—La Weaselette.
—¿Ah sí? — era demasiado bueno. Todos sabían que Ginevra Weasley y Potter eran pareja… o lo habían sido hasta la noche anterior.
—Sí. —Pansy soltó otra risita— parece que haberlo descubierto con uno de sus tantos ex la puso frenética y se fue de inmediato a informarles de la novedad a sus hermanos.
Bueno, eso explicaría el ataque de los mellizos durante el desayuno, como hermanos mayores, celosos y protectores, habían querido hacerle pasar un mal rato a Potter. Y por eso también las miradas asesinas del Weasel.
Personalmente, me hubiera gustado más que se tratara de un Hufflepuff, me hubiera facilitado las cosas; el Ravenclaw podía representar un obstáculo más difícil pero el desafío no iba a hacerme retroceder.
Todos nos sentamos rápidamente cuando Snape entró en el aula flotando como un murciélago. El hombre sólo mostraba elegancia cuando se desplazaba o cuando preparaba una poción, en cualquier otra circunstancia era vil y falto de tacto. Mi padre había mencionado en alguna ocasión que siempre había sido así, incluso cuando era chico.
Era extraño ver al profesor Snape como alguien diferente del maestro serio y hosco. Era casi imposible imaginarlo con una novia o casado y con hijos. Definitivamente no era del tipo romántico o familiar.
—¡Silencio! —vociferó, era totalmente innecesario puesto que todos nos habíamos callado apenas había entrado— Hoy van a trabajar en grupos de dos para la preparación del Filtro de los Muertos Vivos. Las instrucciones detalladas están en la página diez de sus libros de texto.
La lista de ingredientes ya estaba escribiéndose en el pizarrón, todos empezamos a tomar notas. Yo debía de ser el menos preocupado de todos, había estudiado la poción durante el verano y me sabía los ingredientes y el procedimiento de memoria.
—Sepárense en grupos y vayan a buscar los ingredientes. —ordenó, giró haciendo flotar la toga y fue a sentarse al escritorio.
Potter recorrió las mesas con la vista en busca de un potencial compañero, todos los Gryffindors lo ignoraron deliberadamente, no le quedaba otra opción que emparejarse con un Slytherin.
Mi compañero habitual era Blaise, pero no se encontraba presente, estaba en el ala hospitalaria con un ataque grave de diarrea, seguramente la madalena de arándanos le había caído mal o quizá fue el hechizo que le lancé disimuladamente como represalia por robarme la comida.
Potter y yo éramos los únicos que no teníamos compañero, la ocasión era ideal para poner mi plan en acción.
Cuando los brillantes ojos verdes de Potter apuntaron en mi dirección, titubeé un instante. ¿Cómo era posible que nunca antes hubiera notado lo semejante a gemas que parecían? Durante años me había dirigido cientos de miradas hostiles y sin embargo… Traté de recomponerme lo más rápido posible. La tarea que estaba por encarar requería el máximo de concentración. No podía cometer la imprudencia de demorarme en pensamientos sobre los ojos de Potter.
Quizá me estaba adelantando demasiado, ya me veía victorioso y en realidad el juego ni siquiera había empezado. Concentración era lo indispensable en ese momento, ya podría pensar en los ojos de Potter cuando estuvieran bañados en lágrimas por mi causa.
Sí, esos ojos rebosantes de lágrimas de pesar seguramente lucirían como esmeraldas primorosamente facetadas.
Dibujé una sonrisa afable en los labios y le hice una seña para que viniera a sentarse a mi lado. Obtenía así una ventaja adicional, Potter iba a tener que sentarse rodeado de Slytherins.
Juntó sus cosas y con renuencia caminó hasta mi mesa, cuando la desplazó para tomar asiento las patas de la silla produjeron un chirrido intenso y agudísimo, muy desagradable. Todos se volvieron para mirarlo. El profesor Snape levantó la vista y alzó una comisura, seguramente estaría pensando en todas las torturas a las que yo sometería al menos preferido de sus alumnos en el transcurso del proyecto. ¡Si él supiera!
La mirada feroz que Potter clavó en el profesor hubiera fusilado y derretido a cualquier otro con menos fortaleza que Snape, Potter estaba convencido de que no había nadie con más fortaleza que él. Y eso era lo que más me exasperaba de él. Se desplazaba siempre como si fuera el dueño del mundo, lo que en cierta forma no dejaba de estar justificado, pero hacía que su actitud resultara más insufrible aún. Poco importaba, sin embargo, eso iba a cambiar muy pronto.
Se sentó lo más lejos que pudo de mí, apretó los puños y masculló. —Tratemos de no demorar, quiero terminar lo más pronto posible.
Tuve que esforzarme para contener la risa al verlo tan contrariado. —¿Cómo es que el orgullo máximo de Gryffindor vino a terminar de compañero mío? —pregunté disimulando al máximo el tono burlón.
La expresión dolorida que le brotó en los ojos no me la había esperado, la archivé en un rincón del cerebro para procesarla más tarde. Era natural que se sintiera traicionado por sus amigos, pero se suponía que delante de mí correspondía que lo disimulara.
Fue entonces que comprendí que los ojos de Potter eran la clave. Iban a decirme mucho más que las palabras que pronunciara.
—¡Andá a cagar, Malfoy! —replicó.
Alcé los brazos defensivamente y sacudí apenas la cabeza con expresión de tristeza. —Me lastiman tus palabras, Potter, yo sólo trataba de ser amistoso. —si no hubiese sido por mis notables dotes actorales me hubiese echado a reír, era tan absurda la mera idea que había sugerido de una amistad entre nosotros, pero era parte del plan, y si tenía que seducirlo debía representar muy bien mi papel.
Potter suspiró y revoleó los ojos. —En realidad no es asunto tuyo, pero estoy más que seguro de que sabés muy bien lo que está pasando conmigo. No te hagas el que no sabés, Malfoy, no te sale bien.
A decir verdad, fingir ignorancia es una de las cosas que mejor me salen. —No es que me haga el que no sé, Potter, ¿o acaso creés que no tengo nada mejor que hacer que estar pendiente en todo momento de las interacciones sociales del gran Harry Potter?
La réplica me descolocó un poco. —Si esas cosas no te importan y no vivís pendiente de ellas, ¿por qué preguntás?
Touché.
—Fue mera observación lo que suscitó la pregunta, los Gryffindors te dieron vuelta la cara y se desentendieron dejándote a merced de los lobos, por ponerlo de alguna manera. —respondí con la más lobuna de mis sonrisas.
Potter revoleó los ojos una vez más y hasta me pareció que dibujaba un esbozo de sonrisa. El gesto me pareció un progreso comparado con la agresividad inicial. —Y puesto de esa manera, ¿debería presumir que vos sos el lobo? —preguntó.
—Naturalmente. —respondí con un ligero floreo de la mano y un corta reverencia— ¿O acaso no es así como vos me ves? —pregunté alzando una ceja e inclinándome un poco hacia él. Creo que lo sorprendí con mis palabras.
Parecía estar considerando seriamente mi pregunta, lo que no dejaba de ser curioso. Me esperaba que me escupiera un comentario áspero, no fue así. —Quizá podría llegar a verte de otro modo. —dijo, y por suerte giró de inmediato la cabeza y no alcanzó a ver que me había dejado boquiabierto.
¿Realmente había dicho eso? ¿Le estaba abriendo vía libre a mi intriga? Era demasiado fácil. Me recompuse de inmediato. Cuando volvió a mirarme tenía resabios de sonrojo en las mejillas y los ojos le brillaban de manera muy extraña. Fruncí el ceño mentalmente, si bien exteriormente mantuve una máscara fría e impasible.
No era conveniente que fuera tan rápido, de ser así podría desvanecerse con igual velocidad antes de que pudiera alcanzar mi objetivo. Si ya estaba fascinado conmigo debía mostrarme reticente, que se transformara en un cazador, que se esforzara por conseguirme, no convenía hacérsela tan fácil.
—Pero yo soy el lobo, Potter. No te olvides. —dije con aire misterioso, se le notó en la expresión que estaba reflexionando sobre mis palabras. Asentí satisfecho y lo dejé cocinándose en su jugo. Marché hacia el depósito del fondo a buscar los ingredientes.
Ya había juntado el asfódelo y el ajenjo y estaba buscando la raíz de valeriana cuando Snape entró en la despensa y cerró la puerta detrás de sí dejándonos casi en total oscuridad. —Profesor… —dije mostrándole mi interés en lo que tuviera que decirme.
—¿Qué estás haciendo con Potter? —no pudo evitar una mueca de disgusto al pronunciar el apellido.
—No sé a qué se refiere Ud., profesor. —respondí con esa expresión y ese tono de desconcierto que se me dan tan bien.
—Espero que sepas lo que estás haciendo. Un mínimo desliz a estas alturas podría significarte el cuello… y el de tu madre también. —declaró con aspereza.
Enderecé la postura y lo miré fijamente. —Sé muy bien lo que está en riesgo, profesor. Y ésta es mi oportunidad de mejorar las cosas. —dije con sinceridad.
Mi padre ya no estaba en Azkaban pero la Mansión estaba estrechamente controlada por los aurores, así y todo y a pesar de la vigilancia el Señor Oscuro iba y venía a su antojo, amenazando a mis padres y a cualquier otro mortífago que se le pusiera a mano.
Ahora yo también formaba parte de sus filas, portaba la Marca Oscura oculta bajo la manga. Nada se esperaba de mí hasta que me graduara, pero yo quería asegurarme una buena posición entre los rangos más altos, no quería verme obligado a tener que ir trepando lentamente de categoría cuando terminase los estudios. Si podía entregarle a Potter al Señor Oscuro probaría que soy incluso más valioso que mi padre, y si además puedo divertirme y disfrutar del proceso… ¿qué mejor?
Y seducir, subyugar y quebrar a Potter iba a ser divertido.
—Esta mañana llegó un paquete de tu padre. Lo encontrarás en el lugar de siempre. —dijo Snape poniéndome en la palma la raíz de valeriana y los porotos de Sopophoros— No te dejes engañar por sus artimañas.
—¿Potter? —solté desestimándolo con una risa— Potter no tiene artimañas. Es un Gryffindor… ¿ya se olvidó?
Snape negó con la cabeza. —No completamente. —dijo misteriosamente y salió de la despensa entre flotantes vestiduras negras.
¿Qué carajo había querido insinuar? ¿No completamente?
Tuve que pestañear varias veces para reacomodarme a la luz del exterior, cuando volví a la mesa Potter seguía reconcentrado, probablemente cavilando aún sobre mis últimas palabras.
—¿Qué quería? —me preguntó Potter cuando me senté, como si eso fuera asunto suyo. Por cierto, técnicamente habíamos estado hablando de él, pero ¿qué le hacía pensar que podía meter la nariz en conversaciones ajenas?
—Sólo quería asegurarse de que te martirizara lo suficiente para hacerte sentir miserable todo el día. —lo cual no era del todo una mentira y Potter seguramente se lo creería.
—¿Ése es tu plan?
Me limité a encoger los hombros, que pensara lo que quisiera.
—Porque si ése es tu plan la verdad es que no estás haciendo muy buen trabajo. —agregó alzando una comisura pícara.
¿Había alzado una comisura! Eso era inaceptable. Ese gesto no correspondía en absoluto en el rostro de Potter… ni en el de ningún Gryffindor, ya puestos.
—Algo que me dijo me resultó bastante raro. —no era mi intención revelarle nada importante de la conversación pero algún detalle menor podía permitirme para satisfacer mi curiosidad. Potter quedó perplejo de que fuera a contarle algo, pero puso toda su atención para escuchar— Me dijo que vos no eras completamente Gryffindor… ¿qué me habrá querido decir?
Potter ladró de risa y desvió la cara. —Si hay alguien que puede saberlo… es él.
—¿Saber qué?
Potter se mostró renuente a responder se quedó callado con la vista baja mirándose los pies; resignado, pues todo indicaba que no iba a contestar, me encogí de hombros y suspiré dramáticamente: —Oh, está bien, Potter. No es necesario que me cuentes nada, seguramente se trata de algo muy personal. —dije con un tono que no dejaba de ser una provocación.
Alzó los ojos y me escrutó unos instantes, luego asintió y empezó a hablar. —En cierta forma es algo personal, pero no creo que tenga nada de malo que vos lo sepas, supongo. ¿Te acordás del día de la distribución en Casas?
Tuve que contenerme para no revolear los ojos, por supuesto que me acordaba del primer día de clase, el día en que él había rechazado la mano que le tendí en amistad; hice, en cambio, un corto gesto demostrando interés.
Se sonrojó un poco. —Perdón, obviamente te acordarás del primer día. Fue una pregunta estúpida… Bueno, yo casi fui asignado en Slytherin.
—¿Casi? ¿Cómo es eso de que casi fuiste asignado en otra Casa? El sombrero sabe siempre y exactamente dónde tiene que ponerte. —declaré. El sombrero había sabido con precisión en qué Casa ponerme. Jamás escuché de un caso en el que se hubiera equivocado. ¿Y si Potter hubiese sido asignado en mi Casa? ¿Cómo de diferente hubiesen sido las cosas? ¿Estaría ahora de nuestro lado en la guerra? ¿Seríamos amigos él y yo?
Se abría un abanico amplio de posibilidades, cada una más sorprendente que la otra.
Potter se encogió de hombros. —Yo sólo te cuento lo que me pasó a mí. El sombrero me dijo que yo podía llegar a ser un gran mago y que Slytherin podía ayudarme a hacer realidad esa grandeza. Le dije que no, que prefería estar en otra Casa, primero trató de convencerme de que cambiara de opinión, finalmente me puso en Gryffindor.
No sabía cómo responder a eso. —Pero es ridículo, Potter. ¿Por qué no le hiciste caso a lo que te decía el sombrero? Podrías haber arruinado tu vida entera. —fue lo que dije y era cierto.
Hizo una cara que mezclaba un ceño fruncido y una risa. —No creo que haya arruinado mi vida. —miró alrededor e hizo una mueca—Al menos no hasta ayer.
—¿Qué fue lo que hiciste? —pregunté, quería oírlo de primera fuente.
—¿Vos pensás que se trata de algo que yo hice? — preguntó ofendido. Por un segundo hasta llegué a pensar que Pansy me había contado un chisme falso.
Encogí apenas los hombros. —Se me ocurre lo más plausible, viendo que todos están enojados con vos y que vos parecés sentirte culpable. —agregué con una sonrisa.
—Bueno, esta vez sí fui yo, generalmente no es así. —se apresuró a aclarar.
—¿Voy a verme obligado a preguntártelo de nuevo? ¿Tendré finalmente que recurrir a alguna de las chismosas de Slytherin para enterarme de lo reprobable de tu mal comportamiento? —pregunté riendo para mis adentros.
Suspiró y se apoyó sobre el respaldo de la silla. —Engañé a Ginny. —confesó.
Me sorprendió que fuera tan directo y que no me contara una larga historia que lo hiciera quedar como la víctima. —¿Y eso es todo? —dije, sugiriendo indirectamente que yo podría estar de su lado.
Me miró con incredulidad. —¿Y te parece poco?
—¿Que justifique que todos los de tu Casa se te pongan en contra? Hasta los Slytherin somos más leales que eso. ¿Acaso vos no sos el ícono de los Gryffindors?
Suspiró profundamente. —Soy su héroe cuando les conviene, la mayor parte del tiempo no soy más que un fenómeno anormal que comparte la sala común.
Era un dato interesante sobre la vida cotidiana de El Niño Que Sobrevivió. —¿Te parece que serviría de algo que yo hablara con ellos? —ofrecí, aunque no tenía ninguna intención de llevarlo a cabo.
—¿Lo harías? ¡Sí, dale! —replicó entusiasmado con una sonrisa que parecía genuina. Mi sonrisa se desdibujó de inmediato y él se echó a reír. —Era una broma. Serviría de poco, tanto como si los dejara que me cogieran entre todos.
Se me cayó de la mano el cuchillo de plata que había estado usando para aplastar los porotos. El texto decía que había que cortarlos pero durante el verano mi padre me había enseñado que aplastarlos era lo más efectivo. La afirmación de Potter me había sobresaltado, pero el Draco que estaba representando también se habría sobresaltado así que no me había delatado con la reacción.
Se rió y se sonrojó. —Perdón, no te había contado la otra parte. Están también enojados así porque engañé a Ginny con un chico.
—No tenía la menor idea. —dije simulando un asombro que me salió perfecto. Lo cierto era que todavía me duraba algo del asombro de la mañana cuando me había enterado de que a El Niño Dorado de Gryffindor le gustaba más la verga.
—Nadie sabía, excepto Mike.
—¿Mike?
—Michael Corner, mi novio. O al menos lo era hasta que se destapó todo. Ahora ya no estoy seguro.
—No sé qué decir, Potter. Yo creía que conocía a todos los chicos gay de Hogwarts. Pero lo cierto es nunca había sospechado de Corner ni de vos. —dije con toda intención para que sonara como velada insinuación.
—¿Me… me estás diciendo que vos sos gay?
Había saltado de inmediato a la conclusión, era lo que yo quería. Todo lo que tenía que hacer era sonreírle para confirmárselo. Pero no había tenido necesidad de confesarme gay explícitamente. Potter me la estaba haciendo muy fácil.
Potter respondió a mi sonrisa con una más amplia. —Bueno, veo que tenemos en común más de lo que yo había pensado.
—Es posible. —dije yo sonriendo pero sin comprometerme demasiado.
Los progresos que estaba haciendo en un solo día iban mucho más allá de lo que pudiera haber imaginado. El rechazo de sus compañeros de Casa debía de haberlo afectado muy profundamente si lo estaba empujando a hablar con tanta sinceridad justamente conmigo.
Pero quizá había algo más. Quizá se sentía genuinamente atraído por mí y por eso se mostraba menos cauto. Sólo había una manera de averiguarlo con certeza.
Estaba revolviendo la poción en sentido antihorario como lo indicaba el manual, le apoyé una mano suave sobre la suya, sin mirarlo directamente, pero de reojo muy atento a sus reacciones. —¿Vos confiás en mí? —pregunté con un susurro casi inaudible.
Primero, todo el cuerpo se le tensó luego asintió apenas. Después del sexto giro cambié la dirección al sentido horario durante una vuelta y luego volví al antihorario para los últimos seis. Durante el proceso Potter me estuvo observando como un cachorro en celo.
—¿Cómo sabías que era así? —preguntó cuando la poción adquirió el tono lila requerido. Mirando alrededor se podía observar que a ninguno de los demás le estaba saliendo tan bien… y las pociones de algunos eran desastrosas.
—Tomé clases privadas durante el verano. Ésta es la materia que más me gusta. —lo cual era cierto, una pizca de verdad en un caldero lleno de mentiras; el resultado sería un Potter totalmente deslumbrado por mí.
Se produjo un momento de silencio. La clase ya terminaba. Necesitaba que él sugiriera que fuéramos caminando juntos a la siguiente clase, quería que nos vieran juntos y que la novedad llegara a oídos de Corner.
Snape se acercó a la mesa para poner nuestra poción en estasis. Mientras juntaba mis cosas "accidentalmente" posé una mano sobre la de Potter, cuando lo miré a los ojos comprobé que había conseguido el efecto buscado.
—Terminaremos la poción mañana, hay algunos que tendrán que empezar desde el principio —dijo Snape mirando hoscamente a Longbottom— Pueden retirarse.
Potter se había sonrojado una vez más. —¿Qué clase tenés ahora? —me preguntó de repente.
No pude evitar una sonrisa. Él sabía perfectamente la respuesta porque también era una clase que teníamos juntos. Contesté, no obstante, con tono casual. —Adivinación.
El rubor se le intensificó. Hacer ruborizar a Potter me estaba resultando un juego de niños. —Yo también. —murmuró.
Me quedé esperando que sugiriera que fuéramos juntos pero no dijo nada. Terminé de juntar mis útiles y me puse en marcha, él me siguió.
Cuando crucé la puerta, Snape me lanzó una mirada llena de suspicacia. Potter venía detrás, ¿se me uniría o recorrería todo el camino hasta la torre de Trelawney guardando prudente distancia?
oOo
