Disclaimer: Siempre y cuando no sea Masami Kurumada, no Saint Seiya no sus personajes me pertenezcan y no pueda dibujar chido (?), me permitiré escribir estos desvaríos of mine.

Resumen: En caso de lluvia... hay que refugiarse. ¿No?

Comentarios: Primero que nada, no es un OC el que pongo como personaje, es Mime de Benetnasch Eta. Sólo aparece en el anime y son mi OTP (el Ikkimimismo será parte de mi corazón por siempre), hace ya casi un mes que terminé la historia y estoy un tanto MUY orgullosa de ella.

Sin más por decir, disfruten la lectura.


En caso de lluvia...


Capítulo 1: Ven a mi casa.


La lluvia caía a borbotones por la localidad. Casi no había gente en las calles; pero la que había, usaba un paraguas. Con excepción de Ikki.

Se encontraba maldiciéndose a sí mismo por haber salido tan tarde del local, aunque no era para menos, bien pudo haber salido hace más de tres horas pero quería asegurarse de que lo que le habían avisado era cierto. Tenía un nuevo editor.

Tampoco había llevado paraguas. Pero no por eso aumentaba el paso a trote o a más. Todo lo contrario. Se mantenía pasivo y aceptaba a la lluvia para calmar toda la ira contenida.

— ¿Por qué caminas a ese paso? —Esa voz le heló la sangre. Lo reconocería en donde sea, pero no se esperaba que él, precisamente él, estuviera saliendo a la misma hora que él bajo la lluvia.

— ¿A quién le interesa? —Respondió apático, esperando con eso alejarlo y que no le preguntase nada más. El otro solo arqueó una ceja por la reacción del joven escritor.

—Una pregunta no se contesta con otra Phoenix —alegó persistente el de cabellos zanahoria — ¿Por qué caminas bajo la lluvia sin paraguas?

—Porque me gusta caminar bajo la lluvia —aseguró sarcástico y rehuyéndole la mirada a su nuevo editor.

—Ya me doy cuenta —dijo pensativo Mime rodando los ojos, para luego dirigirse a su compañero —debes resguardarte de la lluvia al menos, ¿no lo crees?

—Es algo que simplemente no me pasa por la cabeza. No me interesa si llueve o no —replicó encogiéndose de hombros.

—Pues a mí sí me pasa por la cabeza. Es por obvio que si llueve te resfrías, ¿me equivoco?

Ikki iba a replicar, pero en ese momento estornudó como prueba fehaciente de que lo que decía Mime era verdad. El otro negó con la cabeza.

—La terquedad humana nos lleva a cometer estupideces —se lamentó, la lluvia caía cada vez más fuerte, por lo que le entregó el paraguas a el otro. Ikki lo miró confundido.

— ¿Por qué me lo entregas? —preguntó con un leve tono de incordia y confusión.

—Yo, a diferencia de ti, vine preparado y tengo puesto un impermeable. Por lo que el paraguas no me es tan necesario como a ti. Vamos a mi casa, ahí de seguro puedo hacer algo con tu resfrío.

El escritor bufó, Mime soltó una ligera risita, que no hizo más que enojar a su compañero y hacer que este le entregara el paraguas.

—No gracias. Mi casa me es mejor, porque ahí puedo llegar sin sentirme incómodo —respondió alejándose del otro, más Mime le tomó de la muñeca, Ikki giró la cabeza y observó el porte serio que esta vez presumía el mayor y desistió de caminar en dirección contraria al otro.

—Quédate en mi casa —insistió Mime, su actitud ahora no demostraba ninguna clase de burla, de hecho lo hacía con toda la seriedad de la que era capaz.

Ikki lo observó de nuevo, no quería aceptar tal cosa pero el ojiamatista tenía razón, estaba comenzando a resfriarse y no podía caminar así hasta su casa, pues si quedaba un poco lejos del lugar al que había ido a parar en ese momento.

—Mira, no me gusta repetir las cosas porque pierdo de manera muy fácil los cabales. No gracias puedo ir solo hacía mi casa —respondió a lo que le pareció, de una forma muy ofensiva.

—Somos compañeros, y lo sabes – le replicó Mime, mirándolo serio y hasta parecía que estuviera enojado por la reticencia de Ikki por ir hacia su propio hogar— sólo te quiero ayudar. Como tu nuevo editor tu salud es lo que más me debe preocupar.

—Pensé que debería ser el ritmo con el que escribo libros —bromeó Ikki, de nueva cuenta sarcástico.

—Eso para mí es lo de menos —continuó Mime, nada divertido por la actitud altanera del escritor —de momento necesito que te cuides, comenzando con darte cuenta de que estás resfriado —Ikki rodó los ojos, y Mime le envió una mirada asesina. Ikki suspiró fastidiado y se soltó del agarre del mayor.

—Ya te lo he dicho, no necesito tu ayuda —bufó molesto, mas se volteó para ver la reacción del otro, el cual suspiró derrotado. Ikki detuvo su caminar y aceptó el paraguas —de acuerdo —accedió —. Iré contigo, pero solo porque mi departamento queda demasiado lejos.

Mime sonrió, le dio por completo el paraguas y le hizo un gesto con la mano para que caminase a su par, a lo que ni corto ni perezoso Ikki obedeció.

— ¿Por qué saliste tarde de la compañía? —Le preguntó Mime levemente confundido —que yo sepa los escritores no tienen que asistir a diario.

—Me tenía que cerciorar de algo que me dijeron —mencionó distraído, no contando todo pero tampoco mintiendo del todo.

—Ah —fue la simple respuesta de Mime. Caminaron un rato en silencio hasta que el mismo volvió a soltar palabra—. Apenas ayer me dijeron que tendría un nuevo escritor y he de admitir que me sorprendió que serías tú Phoenix, uno de los más hostiles, pero que entregaba los trabajos a tiempo.

—Esos son rumores falsos —admitió Ikki—. Muy pocas veces he entregado los trabajos a tiempo y no creo recordar alguno que haya terminado antes.

—Cínico – se sorprendió Mime, el menor le observó confundido por lo que se apresuró a explicar —. pero al menos admites que eres hostil.

—Siempre he sido así —contestó Ikki— así que no te sorprenda.

—Y, en ese caso, ¿por qué has escogido la carrera de escritura? —preguntó observándole de perfil.

—Mi familia me crió rodeado de cultura, era obvio que tomara algo parecido a esto —Mime se rió por la respuesta, una sonora carcajada pero no era precisamente fuerte como para asustar a Ikki.

—Ya veo —asintió dejando de reír, y de nuevo dirigiendo su mirada hacía el otro.

Se sumieron de nuevo en el silencio los escasos diez minutos que les tomó llegar a la bien localizada casa de Mime, de la cual tuvieron que pasar un cancel y un gran jardín, para poder llegar hasta la puerta principal, la que Mime abrió girando la llave con la maestría de alguien que lleva años viviendo en ella.

—De casualidad ¿Cuánto tiempo llevas viviendo aquí? —Preguntó Ikki, observando cada detalle de la madera que había dentro del recibidor.

—Desde los catorce años —respondió Mime sin tomarle importancia. Se quitó los zapatos para ponerse unas sandalias y ser remedado por el menor—, o al menos desde los catorce años tengo mi juego de llaves si ibas a preguntar.

Ikki abrió los ojos sorprendido, sus ropas escurrían ríos de agua helada a más no poder, por lo que se regresó un par de pasos para poder escurrirse las ropas antes de entrar en la casa.

—Oh —susurró por el dato informativo de su nuevo editor, lo que significaba que ahora disponía de más información de él y trabajar con él sería menos pesado de lo que le pareció en un principio.

Iba a pedir disculpas con el editor por lo mojados que dejaría los pasillos pero cuando este se giró no pareció percatarse de aquel dato y le volvió a hacer señas para que le siguiera.

—Ven, en el segundo piso tengo un cuarto de invitados y dentro de este está el cuarto de lavado —aseguró Mime señalando aquellas habitaciones a través de la madera que servía de techo para el primer piso—. Y el cuarto de invitados cuenta con un baño que tiene regadera. No subiré para ahorrarme encuentros incómodos contigo hasta que bajes, solo te guiaré hasta ahí.

Ikki asintió con la cabeza, Mime caminó por las escaleras e Ikki le siguió con un poco de distancia hasta pasar por todas las escaleras. El mayor abrió una puerta a su izquierda y a través de esta se podía ver una habitación muy escueta, con solo una cama, un closet y una mesa de noche al lado de esta.

Tres de las cuatro paredes estaban pintadas de blanco, y la última tenía un color naranja que contrastaba de aquellas otras para hacer la habitación no tan iluminada.

En esta pared, se encontraba la puerta que Ikki supuso daría al baño.

Siguió a Mime y este entró abriendo la puerta de manera que parecía solo haberla tocado. Cuando estuvo en media estancia señalo uno de los grifos.

—Este da al agua caliente —señaló al otro—, y por obvio el otro da la fría. Te recomiendo que primero abras la fría para que no te salga demasiado caliente. Y no sé si lo hayas notado pero hay una puerta al lado de esta que da al cuarto de lavado, están ambas máquinas para que tu ropa no tarde tanto en secarse.

Ikki estaba anonado, avergonzado quizá. Ese recibimiento no se lo esperaba de parte del mayor y menos que le diese indicaciones claras y concisas de lo que debía hacer mientras se quedaba en esa casa. La lluvia no dejaba de golpear contra las cristaleras y supuso que amortiguaban el sonido de los latidos de su corazón. Frunció el ceño y apartó la mirada del otro.

—Agradezco tu hospitalidad —murmuró de forma intangible que parecía que se le había escapado la voz en alguna parte de la casa— pero me es incómodo estar así y… —iba a seguir alegando cuando volvió a estornudar. Mime se acercó preocupado por el estado que el otro ya venía demostrando.

—Lo que necesitar ahora es de menos agradecerme —le dijo con voz calmada, con su rostro cercano a la cara de Ikki pues estaba de cuclillas y mantenía una de sus manos en la espalda del otro. Después de estornudar tuvo un ataque de tos nada serio, pero que daba indicios de lo que ocurriría después si no se daba prisa en bañarse —te dejaré solo para que puedas ducharte, cualquier cosa puedes decirme.

Se volvió sobre sus pasos hacía la puerta de la habitación y la cerró tras de sí. Ikki ya no tosía pero sentía la faringe echar llamas y como esta se había resecado por lo que había pronosticado Mime como un resfrío.

Lo primero que buscó fue una toalla para poder quitarse su ropa, poder ir hacia el baño y tomar la ya tan necesitada ducha. La encontró en una repisa con otras demás dobladas y acomodadas, de un extraño color rojo.

Tomó una de ellas y se quitó las ropas mojadas que traía consigo. Se puso la toalla lo más rápido que pudo, como si hubiese cámaras alrededor de él.

Salió del cuarto de baño y buscó con la mirada la puerta tan afamada que tenía dentro el cuarto de lavado.

De no ser porque Mime la había mencionado, el jamás la hubiera visto. Era una puerta que se confundía con la pared alrededor de ella, con su ropa que goteaba en una de sus manos abrió el umbral de esta y caminó rápido hacia dentro. En la habitación se encontraban ambas máquinas prometidas por el otro, supuso que la que se abría por el frente sería la secadora.

Se regresó al baño al darse cuenta que necesitaba exprimir sus ropas en la tina antes de meterlas en la secadora, pues el agua sobrante podría causarle algún daño a los circuitos de la máquina.

Cuando se aseguró de que estaban lo suficientemente secas como para no soltar agua las metió en la secadora y presionó varios botones, pensando que no debería ser muy distinto a la lavadora, además de que estos venían con la especificación de su función.

Presionó el botón más grande y la secadora comenzó a funcionar, por lo que salió de la habitación para ir, ahora sí, a darse el baño que Mime le insistía y no resfriarse.

Giró uno de los grifos, el que recordaba echaba el agua fría, y casi por inercia, giró también el contrario. A los pocos minutos el agua se volvió relajante y tibia por lo que dejó por un lado la toalla y se metió en la ducha.

Lo primero que sintió al contacto de su piel con el líquido fue una sensación que lo dejaba adormilado, cerró los ojos y sumergió la cabeza bajo aquel chorro de agua tibia.

Los abrió y estancó su mirada en la pared, en un punto más arriba de los grifos y se pasó una mano por el cabello, escupió un poco del agua que se había internado en su boca y se jaló los cabellos para obligarse a mirar arriba. Sus ojos no pudieron evitar cerrarse por el agua y sopló para evitar que esta se volviese a meter en su boca.

El tiempo pasaba de forma lenta y tortuosa. Lo que parecieron horas para él después de haber entrado en la habitación cerró ambos grifos y se pasó ambas manos por la cara, para quitarse la mayor cantidad de agua posible del rostro.

Tomó la misma toalla que había sacado de la repisa y la apoyó en su rostro, escondiéndolo mientras su mente no pensaba en nada, tal vez por los vapores que hay en el cuarto de baño.

Se cubrió la cintura con la toalla, caminó fuera y sus pasos fueron de manera automática hacia el cuarto de lavado. Como lo pensó, la secadora ya estaría reposando, abrió la compuerta y sacó sus ropas de las cuales también adivinó estaban calientes por el uso de la máquina.

Se las puso rápidamente y ahora utilizó la toalla para secarse el cabello.

Caminó escaleras abajó y encontró a Mime en la sala, con las manos en las sienes, apoyando sus codos en sus piernas y con una taza de lo que dedujo, era té frente a él. A juzgar por su apariencia, se notaba preocupado.

Ikki bajó de manera casi silenciosa, de no ser por el estúpido rechinar de la madera, Mime no hubiese volteado en su dirección, ni puesto la sonrisa que siempre le veía cuando iba a la editorial.

—Ya terminaste —dijo levantándose de su lugar y caminó frente a Ikki, este tenía su mirada confundida pero el rostro inamovible —justo ahora te iba a preguntar si querías una taza de café o té. Pero recordé que estabas en la ducha y mejor me serví uno —se rió de su propia manera de ser. Despistado, de forma leve pero intentando aligerar el ambiente.

—Gracias —susurró Ikki, se mordió un labio y decidió—: un café me gustaría.

Mime caminó hacia la cocina para prepararlo e Ikki le siguió. Se quedó sentado en la mesa del comedor mientras observaba al otro preparar la cafetera. Mime se notaba preocupado de nueva cuenta, y no quería demostrarlo a Ikki ya que cuando volteaba hacia él sonreía de forma falsa, o al menos así lo percibía Ikki.

Cuando Mime dejó el agua para que hirviera se sentó al lado de Ikki y apoyó sus codos en la mesa. Suspiró para poder aclararse la garganta.

—Según he visto eres alérgico a las… moras, ¿no? —Ikki se mostró confundido de que al otro supiese aquel dato pero asintió levemente con la cabeza y se levantó para tender la toalla que ya no necesitaba.

A pesar de no verla, sentía la penetrante mirada de Mime en su espalda, un escalofrío le recorrió y no sabía dónde poner la toalla. Se giró para observar a Mime y preguntarle con la mirada. Este pareció entenderle y se paró.

—Déjame —le ordenó, Ikki le tendió la toalla y el salió hacia una de las habitaciones que estaba al lado de las escaleras.

Ikki siguió su ruta con la mirada y se perdió en el lugar en el que Mime había desaparecido.

Se preguntó a donde fue y se volvió a sentar en la silla, con la mano como único sostén de su cabeza, la cual ya comenzaba a tener síntomas de sueño, y observaba a alguna parte sin específico de la mesa en lo que el otro regresaba.

Sus párpados pesaban plomo, sus pensamientos cruzaban con lentitud su cabeza y sus ojos observaban con pereza a alguna parte del vacío. Escuchó los pasos de Mime y eso hizo que abriera los ojos abruptamente y se viera sorprendido.

— ¿Todo bien? —Preguntó Mime.

—Supongo —fue la floja respuesta de Ikki. Se encogió de hombros.

El chillido de la cafetera interrumpió el silencio que iba a comenzar entre ellos y Mime fue tranquilamente hacia ella.

Esta vez Ikki no pudo contra el sueño por lo que cerró los ojos mientras esperaba a Mime y se pellizcaba de forma leve la frente para hacerse saber que no podía dormir.

— ¿Con leche? —escuchó a la voz de Mime muy distante.

—Ehh… sí —respondió desde su lugar, sorprendido de que aún tuviese conciencia suficiente como para decir algo, y agregó—, sin azúcar, por favor.

Mime asintió a la petición de Ikki y se lo preparó, al tiempo que hacia uno para él. Caminó hacía el escritor y puso frente a su cara la taza.

—Despierta —mencionó de forma divertida al ver como todo el cuerpo del menor se encontraba relajado y su respiración era casi automática —la mesa es un sitio demasiado incómodo para recostarte.

Ikki hizo una especie de sonido que Mime catalogó como un gruñido, soltó una risa por eso y observó como el menor volvía del mundo de los sueños y observaba amenazadoramente a su taza de café. Como si esta fuese la que lo levanto y estaba teniendo un lindo sueño.

La tomó bostezando y se la llevó a los labios de forma distraída, casi se quema la lengua. Saltó de su propio lugar por la impresión y casi derrama el contenido de la taza en la mesa. Mime rió por lo divertido de la escena.

Cuando Ikki hubiera recuperado la compostura, se aseguró de enviarle a su editor una mirada asesina, el otro fingió demencia y se tomó el contenido de su taza con tranquilidad. Eso sacó al peliazul de sus cabales.

Aguzó el oído, esperando no oír el golpeteo de la lluvia y poder irse de ahí. Para su mala suerte, la lluvia parecía ir en su contra, pues en vez de descender el ritmo, ahora golpeaba más fuerte que hace veinte minutos.

—Maldición —murmuró apretando a la pobre taza que toco para servirle café. La cual por estar dormido casi le quema la lengua.

— ¿Qué cosa? —preguntó Mime, genuinamente interesado por lo que sea que fuese a decir Ikki de su actual enojo, pues sabía que no era su culpa la preocupación en el actual semblante del otro.

—No para de llover —dijo, más para sí que para su interlocutor.

Mime dirigió de forma inevitable hacia uno de los ventanales, susurró algo que Ikki no pudo escuchar y le respondió.

—Tienes razón. En ese caso, te quedarás en el cuarto de invitados.

Ikki abrió los ojos sorprendido. Lo que menos quería era quedarse en su casa; no, jamás aceptaría algo así.

—No gracias —dijo de forma firme.

Mime le observó de perfil, le dirigió una mirada escéptica y caminó hacía la cocina y dejar su taza en el fregadero.

—Se te nota muy cansado Phoenix —aseguró, tomó la taza de Ikki y repitió lo mismo que con la suya —será mejor que descanses, ya que mañana tienes que visitar a tu hermano sino mal recuerdo...

— ¿Cómo sabes eso? —preguntó interrumpiendo el diálogo del mayor.

—Mi jefe mencionó que pediste mañana el día libre, y supongo que como es 9 de Septiembre estarías con tu hermano, ya que ese es su cumpleaños.

— ¿Me has investigado o algo parecido? —cada palabra que pronunciaba Mime parecía ser que la sacaba de su cabeza por medio de algún poder telepático.

—No. Simplemente fui un amigo íntimo de tu hermano en la secundaria —respondió, Ikki se volvió de nuevo confundido.

—Pero si eres mayor que yo y le gano por casi dos años… —trató de unir puntos.

—Ajá —admitió Mime mientras enjabonada las tazas —soy mayor que tú, POR MESES, no AÑOS. Deberías saber que tu hermano fue mi Kouhai.

—Oh —se sorprendió Ikki, ahora tenía sentido del por qué conocía datos personales suyos. Aunque jamás lo vio en su preparatoria —así que tú eras Karimoto-sempai.

—SÍ. Ese es mi apellido —asintió dejando de lado las tazas y recargando sus codos en el pretil para mirar a Ikki —te recomiendo que duermas ya, el sueño está plasmado en toda tu cara.

Ikki le lanzó una mirada asesina, pero tenía razón. El golpetear de la lluvia le diría que tardaría más de lo que él quisiera. Se levantó de la silla y se alejó hacia el segundo piso.

Mime le siguió el paso con la mirada hasta que desapareció de su periferia. Cuando lo hizo se giró para ver al fregadero, inhaló y exhaló un par de veces y caminó hacia la sala, en donde había dejado abandonada a una taza con té de hierbas. Se sentó frente a esta y la rodeó con sus manos. Inmediatamente el calor que seguía teniendo hizo contacto con sus manos. Y él observó a sus manos con la mirada perdida, como si eso fuera un ritual, algo que hacía cada tanto y no dejaría de hacerlo hasta que algo en concreto ocurriera.

Observó la hora en su reloj de muñeca, apenas y pasaban de la medianoche. Suspiró derrotado y dejó de lado la taza que antes pensaba tomarse.

Subió las escaleras hacia su habitación para dormir un poco, al menos antes de levantarse en la mañana a arreglar su jardín. Pues estaba seguro que la lluvia habría arruinado un poco a sus plantas.


Notas Finales: Intentaré mantener mis notas originales (del otro foro) y publicarlas con su respectivo capítulo. Son ocho capítulos y, como lo dije arriba estoy muy orgullosa de ellos (especialmente de los primeros cuatro, que son los medio larguidones).

Si te gustó deja comentario, me animan demasiado *infla mofletes*. Si encuentra alguna falta ortográfica por ahí o algún código raro (porque me dio flojera hacerle limpieza) avísame y lo corrijo que ahorita ya es algo tarde.

¡Gracias por leer!