pues hola! Esta historia es tan solo un breve (?) one shot. O sea, nació originalmente como un one-shot, pero si les gusta puedo seguir haciéndolo...

La idea nació de una canción de la banda "Denver" cuya canción se titula "Revista de Gimnasia"... sugiero que la oigan antes o después de que lean estas líneas.

Llevo muchos días durmiendo poco y mal, así que si ven alguna falla en puntuación, palabras repetidas u ortografía, haganmelo saber POR FAVOR en la cajita de comentarios.

Ahora, a lo que vinimos... a leer!

Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, sino que son propiedad de Sir Arthur Conan Doyle y su adaptación a la televisión pertenece a la BBC y a su creadores (Moffat/Gattis). Esta actividad la realizo sin fines de lucro y solo por entretención.


1. Revista de Gimnasia.

Los valientes huyen los primeros

hay barricadas rodeando el infierno

no temblamos, ni corremos,

disfrutamos como se expande el fuego.

-Que quede en claro que no quería estar aquí…

-Oh, vamos John, es solo esta vez. Recuerda que estamos probando a hacer cosas nuevas…

John Watson y Mary Morstan llevaban juntos un año de relación, ambos tenían 17 años y estaban en su último año de preparatoria. Se habían conocido por Greg Lestrade, un amigo en común. Mary era porrista del equipo de rugby y John un jugador del mismo grupo con su amigo Lestrade. De inmediato le había encantado aquella menuda chiquilla rubia de ojos vivaces que además de moverse muy bien con el resto de animadoras, era muy inteligente, siempre conversaban de temas interesantes y no solía aburrir a John. Sin embargo ser novios por casi un año en una edad en la que normalmente el interés por algo se pierde luego, había sido una complicada tarea para ambos, razón por la cual siempre intentaban hacer "cosas nuevas". Habían ido al cine, al teatro, a caminar por el Soho, habían bordeado 15 kilómetros del Támesis caminando en primavera, pasado el año nuevo juntos cerca del London Eye en el centro de la ciudad y ahora asistirían al circo que estaba de paso por el Green Park, cerca del río.

Habían hecho una larga fila durante la tarde junto al parque, luego de pasar por la boletería del circo; la carpa era muy grande y alta, toda llena de luces que iban desde la punta hasta los lados. Los colores rojo y amarillo daban una ilusión de alegría. Había muchos niños acompañados de sus padres, además de gente adulta y parejas jóvenes. La gracia de dicho circo era su peculiaridad respecto a los otros. Tampoco era una especie de Cirque Du Solei, pero en los tráilers que rodeaban la carpa se podía leer "Gran Circo del Mundo. Inglaterra. Desde 1986" lo que hacía suponer que más que un puñado de artistas, quienes trabajaban ahí probablemente eran ya una familia unida por casi 30 años de trayectoria.

-Espero que no tengan animales. –murmuró John mientras avanzaban por las gradas dentro de la carpa, que estaba muy bien iluminada. La noche los había sorprendido aún en la fila, y habían ingresado hace poco, escogiendo un lugar cercano al escenario. Las gradas para el público eran altas y el circo por dentro era mucho más amplio de lo que se veía por fuera, además de contar con mucho andamiaje el cual se alzaba sobre sus cabezas hasta al menos unos 40 metros de altura, y una gran pista circular al centro.

-Espero que no te den miedo los payasos… ¿por qué tanta resistencia, John? solo serán un par de horas y luego podremos ir donde tú quieras… -le calmó Mary con una sonrisa.

-¿Dónde yo quiera? – preguntó con picardía John. Mary se sonrojó y tomó su mano.

John la aceptó con algo de recelo, pero aún así la sujetó firmemente. Si había algo que tenía que decirle a Mary, además de lo mucho que la quería, era que los rumores por los que inició su relación con ella eran ciertos. A él le gustaban tanto los chicos como las chicas, pero las burlas de sus compañeros del equipo de rugby habían sido más fuertes; razón por la cual su mejor amigo, Greg, que siempre se había mostrado respetuoso y aceptaba la opción de John, había decidido echarle una mano al presentarlos. Con eso había logrado acallar los rumores, pero no su propia mente adolescente y confundida que buscaba respuestas a su condición y sus gustos. Se sentía cómodo con Mary, pero al mismo tiempo se avergonzaba de sí mismo al recordar la pequeña pila de revistas de porno gay que tenía muy bien escondidas en el ático de su cuarto, y que había comprado muy avergonzado en un local de mala muerte en los suburbios de la ciudad, así como de las veces que simplemente miraba relaciones homosexuales en su cuarto, oculto entre las mantas de su cama muy pegado a la pantalla de su celular por la madrugada.

Estaba pensando en eso cuando de pronto, las luces se apagaron dejando solo la pista iluminada al centro con una profunda luz blanca. Una voz avisó que el espectáculo estaba a punto de comenzar y rogaba a los asistentes que apagaran sus teléfonos y que no se distrajeran durante la función, ya que luego tendrían un receso para salir y hacer otras cosas. Mary y John pusieron sus respectivos celulares en modo silencioso y miraron atentamente el escenario, aún tomados de la mano y riendo por lo bajo cuando se miraban. Mary no admitiría aún lo mucho que le encantaba mirar a John cuando estaban haciendo otra cosa.

John era rubio, pero no un rubio ordinario, tenía muchos matices de rubio en su cabello, aunque era algo bajito, tenía una espalda ancha y brazos fuertes. Si se sentaba se le hacía un poco de barriga, pero no era nada para preocuparse pues estaba en excelente estado físico y además, tenía unos ojos que oscilaban en el celeste y el azul profundo además de unas largas y rubias pestañas. Quizás con unos años más cuando fuera un hombre maduro sería aún más guapo de lo que ya era. Pero de momento, él se sentía bastante conforme con su cuerpo.

Luego del aviso dado al público, el show comenzó con un desfile general de todos los acróbatas, gimnastas, trapecistas y otros artistas que estarían en escena en unos momentos más. John miró, pero no observó a nadie en particular mientras los artistas daban vueltas alrededor de la pista saludando con las manos alzadas y muy sonrientes la mayoría de ellos. Muchos iban excesivamente maquillados, llevando vistosas mallas, aparatosas plumas en las espaldas, pestañas postizas y cabellos de colores. Mary y él aplaudían y cuando todos se retiraron y desaparecieron detrás de la cortina que estaba al fondo de la pista, volvieron a tomarse de la mano para observar el primer show. Apareció el animador, vestido con un gracioso traje de rayas celestes y naranjas y usando además una pequeña pajarita, habló al público.

-Muy buenas noches, estimado público… -dijo con énfasis- les habla Jonathan y esta noche seré vuestro anfitrión… -pausa dramática, silencio en las gradas-… El Gran Circo del mundo se complace en presentarse esta noche inaugural ante ustedes, anunciando además que estaremos aquí en el Green Park durante veintiún días. Es un honor para nosotros volver a nuestra ciudad de origen, donde hace tantos años atrás, un joven matrimonio se unió junto a algunos amigos circenses formando esta gran compañía artística que ha viajado por tres continentes; más de 50 países y 200 ciudades distintas presentando una gran diversidad de espectáculos, innovando en el área del arte circense y ganando además importantes premios dentro y fuera de Inglaterra, tanto como Compañía, así como por sus destacados artistas en escena. Solo por ser esta, la noche inaugural, pido por favor un fuerte aplauso para nuestros fundadores; Wanda y Timothy Holmes. (1)

El público aplaudió y las luces dieron de lleno en un matrimonio de mediana edad que estaba sentado junto al escenario en dos cómodas sillas. Ambos se pusieron de pie ante el aplauso y las luces. Él era alto y de rostro amable, y ella parecía tener una mirada penetrante, además de un porte elegante que conservaba a pesar de que parecía no ejercer más el arte circense en las pistas.

-…debe haber sido hermosa cuando joven –comentó Mary mientras miraba a la pareja saludar al público que aplaudía efusivamente. El matrimonio identificado entonces como "los fundadores" volvió a tomar asiento y las luces dieron nuevamente en el rostro del presentador quien simplemente exclamó "¡Qué comience la función!" Desapareció tras una cortina y la pista quedó sola e iluminada.

Salieron tres hombres ataviados en una vestimenta sencilla. Tan solo camiseta y pantalones negros, además de zapatillas de baile. Dieron varios saltos mientras saludaban efusivamente al público corriendo de aquí para allá y las luces multicolores iluminaban parpadeantes en todo el espacio al ritmo de una música de orquesta que era bastante rítmica. A continuación, los tres hombres se calzaron unos zancos con resortes y comenzaron a dar saltos realmente altos por la pista al ritmo de la música, la cual había pasado de ser orquestada a tecno. Uno de ellos saltaba más alto que el resto, dando volteretas en el aire. John y Mary aplaudieron al ver al joven dar tantas y tan altas vueltas en el aire, mientras sus compañeros hacían complicados pasos de baile en sus zancos y seguían dando saltos. Luego pidieron a alguien del público pasar a la pista. La elegida fue una mujer de treintaytantos cuya única misión era quedarse de pie en medio muy quietecita mientras los tres saltadores pasaban sobre ella dando volteretas, chocando palmas sobre su cabeza y bailando. La mujer volvió a su lugar evidentemente espantada de haber tenido a tres hombres saltando como nada sobre ella, y luego de un triple salto mortal de cada uno de los bailarines, se dio por terminado el primer número.

A continuación pasó el número de los trapecistas, por lo cual John y Mary estuvieron unos largos quince minutos con el cuello hacia arriba, mirando a un grupo de cuatro mujeres y tres hombres dar vueltas por los aires.

-Quiero ver el número de la tela aérea. O la cuerda floja. –comentó Mary aún mirando al cielo donde dos chicas trapecistas se balanceaban de un lado a otro tomadas de la mano, mientras una se sujetaba del trapecio tan solo con las piernas e iba de un lado a otro.

-¿Ah? –John miró a su novia algo confundido.

- Hay una tela a escasos metros del hombre que debe recibir a la chica castaña que va colgando de la morena… solo que no la han bajado.

John asintió solamente. Se sentía entretenido en el circo, debía admitirlo, pero tampoco se moría por ver un acto en particular.

A continuación vino un peligroso número de escapismo de un hombre que estaba encadenado a un panel mientras era apuntado con una ballesta ("del circo chino" comentó Mary con emoción, John solo sonrió asintiendo.) para luego dar paso a los payasos y sus chistes conocidos pero no menos graciosos. Sacaron a varios niños del público para hacerlos jugar y participar con ellos y cada uno se llevaba de regalo para los participantes una larga tira de pañuelos que John no sabía de dónde venía, pues le pareció excesivo que un hombre se metiera más de 20 metros de tela en su manga solo para impresionar a un menor. Para entonces, y cuando llegó el primer receso había pasado un tiempo de 90 minutos, y aún les aguardaban 90 más por delante.

-Llamaré a mamá y le diré que estamos bien… -anunció Mary.

-Pregúntale si puedo quedarme en tu casa hoy…

John y Mary estaban junto a las escaleras de acceso a las gradas, mientras la gente se movía alrededor de ellos en busca de comida o del sanitario. La rubia tenía su teléfono móvil en la mano, y dejó de prestarle atención a este en cuanto John sugirió quedarse en su casa.

-No después de la última vez, John. –comentó con una mirada avergonzada.

-Está bien. No después de esa última vez. –se resignó él mientras su novia se llevaba el aparato a la oreja.

Esa "última vez" que John había pasado la noche en la casa de Mary, su madre los había descubierto en pleno acto sexual, con Mary en una posición extraña sobre la almohada y parte del cabecero de su cama y John sobre ella moviéndose a todo lo que le daban las caderas. La madre había abierto la puerta (la cual, ambos no se percataron en su apuro que dejaron sin seguro) y se retiró de manera casi inmediata del cuarto, esperando que la explicación viniera luego. Fue entonces, mientras John y Mary intentaban decirle a la madre de esta que estaba todo bien y que no tenía qué preocuparse de posibles nietos sorpresa, que la mujer pidió a John que se retirara de inmediato. Eso había sido hace casi un mes, y John no había vuelto a saber de la madre de su novia.

-Bien…sí mamá. No, no pasaremos la noche juntos, mañana hay escuela temprano. Gracias, se lo diré. Adiós. –Mary cortó la llamada y miró a John con una sonrisa.

-Dice que cuides de mí, te saluda y te invita a tomar el té este sábado.

John se sintió extraño ante la invitación.

-Pues…gracias.

Comenzó a sonar una especie de alerta por los parlantes que llamaba al público a volver a sus puestos. La pareja regresó y se sentó donde anteriormente habían estado y esperaron la segunda parte del show, la cual prometía ser más fascinante que la anterior.

John aún picaba de las palomitas que había comprado a un vendedor que había pasado junto a ellos, cuando las luces se apagaron completamente y hubo un fuerte ruido de explosión en el centro de la pista. Un hombre que se hacía llamar solamente "El Mago" traía el clásico traje de encantador puesto encima, pero en vez de sacar cosas de su sombrero, hacía maravillosas explosiones de colores de dónde sacó una tórtola, un ramo de flores y finalmente a una guapa chiquilla, muy hermosa, de ojos verdes y cabello oscuro. El público estaba extasiado ante el trabajo del mago y aplaudía feliz. Como acto final, el mago hizo una última explosión y desapareció de la pista con todo y la chica, dejando un rastro de polvo brillante cayendo donde había estado anteriormente.

-A continuación, damas y caballeros, un acto conocido pero aún así sorprendente… -anunció el presentador con el mismo tono de énfasis e inusitado interés en su voz- quiero pedirles sí, absoluto silencio, si aún no ponen sus teléfonos en modo silencioso por favor háganlo ahora y si van a tomar fotografías por favor sin flash, pues nuestro artista que viene a continuación requiere de la máxima concentración… - silencio dramático otra vez- Y bien, sin más presentaciones, pues estoy seguro de que cuando lo vean se convencerán a ustedes mismos de lo fenomenal que es el artista que presentaré a continuación… Dejo con ustedes, desde las alturas; ¡el increíble Plantagenet! (2)

Todo el público alzó la mirada hacia el cielo nuevamente, mientras las luces se apagaban en la pista y daban de lleno en los andamios que estaban en altura, y Mary comentaba en voz baja su duda acerca de por qué el artista usaba el nombre de un tirano de la historia inglesa y además una de las figuras más crueles narradas por Shakespeare. Pero John no supo lo que Mary le decía, pues cuando alzó la mirada, creyó que nunca más podría quitar los ojos de aquella belleza que estaba sobre su cabeza.

Era un chico alto. Parecía en extremo delgado, pero evidentemente tenía un porte garboso. Llevaba un rebelde cabello de rizos oscuros sujetado hacia atrás por un cintillo negro que cruzaba su coronilla. Además, estaba ataviado de una malla color perla con detalles brillantes por toda la parte derecha de su traje que le cubría todo el cuerpo, desde las mangas hasta los tobillos. Llevaba los pies enfundados en unos delicados zapatos de cuero blancos y una vez que saludó al público con una escueta reverencia, las luces dieron de lleno en la prueba que debería sortear: cruzar la cuerda floja. El anfitrión reiteró su petición de máximo silencio por última vez, mientras una música suave de un violín solo sonaba de fondo mientras el muchacho se acomodaba frente a su pecho una vara para mantener el equilibrio al momento de cruzar.

John estaba extasiado con la sola piel y presencia del muchacho que por lo poco que podía verlo en detalle hacia arriba, debía de tener su edad o un poco menos. Le parecía un chico bastante guapo. Y la última vez que había visto un chico realmente guapo había sido en el centro comercial hace casi diez meses. Mary sujetó la mano de John mientras le susurraba que estaba nerviosa, pero él no atinaba a nada, salvo a mirar y tratar de ver con el mayor detalle posible al chico de la malla color perla que estaba allá arriba.

Su pecho se infló en una profunda inspiración antes de dar el primer paso sobre la cuerda. Aunque debajo de él había una malla en caso de que cayera, las manos de John comenzaron a sudar por lo cual soltó suavemente a Mary para pasarse las manos por los jeans que llevaba puestos. El acróbata dio un segundo paso y luego rápidamente un tercero y cuarto. Ya estaba de lleno en la cuerda floja sujetando la larga y delgada vara en sus manos. Siguió avanzando, aún al ritmo del suave violín que tocaba una melodía lenta. Daba pasos lentos pero firmes y no despegaba la mirada de su punto de meta. Le quedaban apenas unos pocos metros para lograr su objetivo y entonces el violín cayó en un frenesí errático, lo cual hizo que el joven avanzara rápidamente los cinco pasos que le quedaban por dar y llegar así al otro lado. Dejó la vara junto al andamio donde estaba situado ahora e hizo una breve reverencia mientras el público le aplaudía fuertemente. John, que había estado todo ese rato con el corazón en la mano, soltó el aire que no sabía que retenía en sus pulmones cuando vio al muchacho llegar al otro lado.

A continuación el chico que estaba en las alturas destrenzó la tela que estaba junto a él, la dividió en dos partes y luego la tomó firmemente con sus delgadas y pálidas manos. El público seguía en silencio mientras aún sonaba el mismo violín pero con una melodía diferente. El muchacho se enredó ambas partes previamente separadas en sus tobillos y brazos, dio un par de pasos hacia atrás y literalmente, voló.

El corazón de John latía desbocado mientras veía a aquel muchacho volar, siendo uno con la noche, enredado en el azul de la tela que le envolvía y le daba impulso para estar en el aire.

El chico dio un par de vueltas alrededor del público mientras lentamente iba descendiendo. Al parecer su meta era llegar a tocar el suelo de la pista. Mientras giraba y volaba aún dando vueltas alrededor, a John le pareció que sus miradas se habían encontrado, pero el muchacho iba tan rápido que apenas pudo convencerse de que no lo había imaginado o alcanzar a identificar el color de sus ojos. Luego de una última vuelta, el chico llegó al suelo, pero estuvo brevemente ahí, pues de inmediato comenzó una escalada sin descanso al ritmo del violín que tocaba in crescendo junto con él para luego comenzar a llevar sus piernas por encima de su cuerpo, enredando más y más tela en su tronco y sus piernas. Una vez que estuvo muy en lo alto otra vez, se quedó ahí un momento y sonrió al público sin enseñar los dientes, haciendo más un gesto de suficiencia que de encanto mientras la música del violín desaparecía lentamente, pero entonces cuando todo parecía ser silencio, un nuevo frenesí atacó al autor de la pieza, y el chico sencillamente, se dejó caer.

Su cuerpo giró hacia abajo, una, dos, tres, cuatro veces, hasta que quedó colgado solamente de su pie derecho, mientras el izquierdo lo enredaba nuevamente en la tela y levantaba su cuerpo extendiendo los brazos a modo de saludo al público, que aplaudía escandalosamente al ver al chico ahí colgado con elegante gracia.

Volvió a bajar, esta vez para tomar con ella en su viaje a través de la tela a otra chica de facciones duras y cabello negro que había aparecido por un costado de la pista. John la identificó como la trapecista que había visto anteriormente, pero que ahora llevaba un delicado leotardo rojo. El muchacho tomó a la chica en brazos, como si fuese una especie de Superman salvando a Loise de algún peligro mortal, mientras el violín tocaba precisamente, una melodía que destilaba amor. A continuación, ambos subieron por la tela para luego caer en espiral hasta llegar al piso donde hicieron una sencilla reverencia. La chica se retiró de la pista mientras el muchacho volvía a subir a la tela y a enredársela en los pies mientras la música ahora volvía a ser solamente un ritmo tecno genérico.

-¡Damas y caballeros, esta ha sido la presentación de Plantagenet, apoyado por su compañera, la misteriosa Mujer… -El chico ahora daba vueltas por la tela alrededor de la pista colgado de cabeza, con las piernas bien firmes en la tela y los brazos extendidos, saludando- fuerte el aplauso por favor para nuestros artistas! –El público volvió a aplaudir aún más fuerte, mientras que las manos de John parecían hechas de lana, pues apenas le salían los aplausos y no le quitaba la mirada al chico hasta que este descendió de la tela, hizo una última reverencia y se acercó a los asientos de los fundadores del circo, donde la dama, Wanda, le regalaba una sencilla rosa roja y le sonreía. El chico recibió la rosa y se retiró rápidamente por la cortina que estaba en un lado de la pista. John alcanzó a ver como se quitaba el cintillo de la cabeza y se sacudía el cabello. Se sentía sencillamente, fascinado.

El número de los aros de fuego, y de hombres pasando a través de estos y otros sujetos haciendo malabares con antorchas no le pareció nada de interesante. De hecho, se sentía algo extraño, por lo cual se retiró suavemente del lado de Mary, pasando entre el público sentado, pidiendo disculpas y saliendo de las gradas, bajando las escaleras hasta buscar la salida de la carpa. Necesitaba aire.

Una vez afuera comenzó a pensar. No recordaba haber visto ningún afiche del chico de la cuerda floja alrededor del circo, y menos recordaba haberlo visto en el desfile inicial, por lo cual se sentía realmente abrumado. Tomó un poco de aire fresco en el patio desocupado, donde solo había unos pocos carritos de comida como manzanas confitadas, palomitas y snacks sin nada de clientela, pues estaban todos dentro disfrutando el espectáculo. Se acercó a uno de los carritos, como quien no quiere la cosa, y decidió preguntar por el chico a una mujer que estaba en el mostrador.

-Hola, buenas noches hijo… -lo saludó la mujer que parecía mayor- ¿deseas un té? ¿un café?

-Hola, no, eeemm… ¿Usted trabaja con el circo…digo… ha viajado con ellos? –preguntó John en tono tímido.

La mujer le miró raro.

-No realmente, hijo. Vivo en Londres y este es un trabajo ocasional…

John se alejó sin dar las gracias por la información y volvió a la carpa, justo cuando la música de orquesta sonaba nuevamente y los artistas comenzaban su desfile de despedida y término del espectáculo. Rápidamente buscó el lugar donde estaba sentado con Mary, pero no pudo llegar hasta ella, pues todos estaban de pie y pasar hasta su lugar era algo difícil. Cundo su novia le vio, le hizo un gesto de que no se preocupara y volvió su mirada a los artistas. Entonces John lo vio nuevamente. El chico de la cuerda floja caminaba con elegancia, mostrando sus rizos libres en su cabeza y alzando una mano sin sonreír. John entonces decidió tomarle una fotografía. Tomó rápidamente su teléfono y alcanzó a captarlo justo de frente cuando daban la segunda vuelta por la pista. Contempló la instantánea tomada con gran aprecio y guardó su móvil. Cuando volvió a mirar el desfile, que ya había terminado, pues todos los artistas se despedían con manos alzadas formados en una hilera, el chico de rizos oscuros le miró y le guiñó un ojo. John se sintió enrojecer y miró en todas direcciones al resto del público, suponiendo que no había sido para él o que el muchacho había guiñado porque sí solamente. Los artistas hicieron entonces una última reverencia y desaparecieron tras la cortina. El público comenzó a salir de sus asientos y a bajar de las gradas, mientras John esperaba ahí en medio a Mary, quien venía con una enorme sonrisa de satisfacción en su rostro.

-¡Fantástico! ¡Ha sido fantástico! ¿te ha gustado John? –preguntó la chica realmente emocionada.

-Pues sí… -se sinceró John- no creí que fuera tan… genial todo… oye, siento haberme perdido la última parte, pero necesitaba ir al baño, Mary…

-Oh, no te preocupes –dijo ella con desinterés, acallando sus palabras- vamos luego o perderemos el bus y mañana alguien tiene entrenamiento con su equipo de cheerios… -canturreó.

John sonrió y tomó la mano de Mary mientras caminaban hacia la salida. La dejó cerca de su casa y él siguió hasta la suya. Llegó poco antes de las 23 horas a su casa y luego de saludar escuetamente a sus padres y hermana, subió a su cuarto, donde rápidamente tomó su teléfono y miró la fotografía que le había sacado al chico de la cuerda floja.

-Demonios, es precioso… -murmuró John dándole zoom a la imagen, contemplando entre pixeles lo pálida de su piel y su clavícula marcada junto a los hombros. Se quedó en silencio, sentado en la cama con la ropa aún puesta y mirando fijamente la foto. Se acostó luego de un rato, pero miró unas 20 o 25 veces más la imagen, contemplando los rizos y piel del chico y murmurando su nombre artístico "Plantagenet" mirando el techo en la oscuridad de la medianoche, pensando cuál sería su nombre real. Podría ser Marcus, o Christopher… o quizás sencillamente, John, como él mismo. "Sería gracioso compartir el mismo nombre" pensó el rubio antes de quedarse dormido.

.

.

.

Al día siguiente, John se levantó temprano como todos los días para ir a la escuela. Era martes, y los martes no había entrenamiento de rugby, por lo cual tenía el resto del día después del horario de clases para hacer los deberes o simplemente, procastinar.

Pero ese día, John sabía donde quería ir después de la escuela.

Cuando tocaron el timbre de salida, se despidió rápidamente de Mary, quien le estaba esperando junto a la puerta de su salón, argumentado que tenía que ir rápidamente a una entrevista en el University College de Londres a ver si le permitían cumplir su sueño de estudiar la carrera de medicina. Mary le deseó suerte dándole un pequeño beso, y John partió, pero tomó el metro hacia el centro, directamente al Green Park.

Cuando salió al parque, la carpa estaba ahí aún, pero a la luz del día no era tan atractiva como en la noche, con sus luces encendidas y locales de dulces de colores abiertos. John buscó algún modo de entrar, pues el lugar estaba completamente enrejado. Dio un pequeño rodeo alrededor, esperando al menos ver a alguien asomado para preguntarle por los artistas de la noche anterior. Pero entonces vio una pequeña abertura en la reja, justo detrás de una casa rodante, lejos de la entrada principal del circo. John se quedó mirando el espacio, cavilando si entrar o no, o si su cuerpo cabría o no, pues el espacio se veía reducido. Estaba en eso cuando oyó una voz que se dirigía a él.

-Yo no pensaría tanto si entrar o no… Si realmente estoy interesado no me importaría correr el riesgo… -le aconsejó alguien.

Pálido, John alzó la mirada frente a él y vio por el otro lado de la reja al mismo chico de la noche anterior. Tenía una voz grave, profunda y por qué no decirlo, hasta erótica. El rubio se quedó rígido en su lugar y se acomodó la mochila, la cual había dejado caer hace un momento mientras calculaba el espacio de la abertura. Pensó rápidamente en una excusa que explicara qué diablos hacía ahí parado.

-Pe…perdí mi billetera aquí…anoche…quería saber si la habían encontrado… -tartamudeó John. Plantagenet solamente le sonrió con fingida amabilidad desde el otro lado.

-Entra, cabes de sobra por ahí. –le invitó el chico, que en esa ocasión vestía una sencilla sudadera blanca y pantalones anchos con zapatillas. John entró arrojando primero su mochila atestada de cuadernos y documentos de la escuela por el pequeño agujero, y luego entró él, agachándose para poder pasar por el reducido espacio. Le tomó un poco de tiempo ponerse de pie, y mientras se sacudía, sacó fuerza de flaquezas para hablar con una voz algo más firme al misterioso chico frente a él.

-Muchas gracias yo… -pero cuando John volvió a ver de frente al muchacho, vio a este con su mochila abierta y la billetera en sus manos.

-Esta es tu billetera, ¿no? Estaba en la mochila… Watson… John. –leyó el chico en la identificación que el rubio portaba. John se puso rojo mientras esquivaba la mirada inquisidora que le daba el moreno de cuando en cuando mientras miraba el contenido de la cartera- ¿qué se te ofrece, realmente, John? –se estremeció al oír su nombre salir de los labios del muchacho de rizos rebeldes que ahora lo miraba fijamente con unos ojos de indescriptible color.

-Nada, realmente nada. Lo siento. – John intentó agacharse a recoger sus cosas, pero el muchacho le ganó y lo sujetó firmemente del pecho con un solo brazo, mientras que con la otra mano hurgaba en la mochila abierta. John no atinó a moverse una vez que fue detenido y sentía la mano delgada y pálida del adolescente sobre su pecho.

-Veamos… estudiante…¿último año de secundaria? Hermano alcohólico, padres con constantes discusiones, infelizmente comprometido con una chica, pero aún así no te atreves a contarle que le estás mintiendo… -comentó desinteresado el chico mientras hurgaba el contenido de la mochila con una sola mano.

-¿Qué? - jadeó John.

-…Ella cree que quieres estudiar medicina, pero realmente estás juntando tus antecedentes para partir a la milicia, donde crees que puedes tener un mejor futuro…

John se soltó del agarre del misterioso muchacho y tomó su mochila nuevamente, mirando sus cosas, acongojado y avergonzado de lo que acababan de decirle.

-¿Quién te dijo todo eso? –intentó no sonar agresivo, pero de inmediato notó que no lo había logrado.

-Tu mochila. –respondió el muchacho encogiéndose de hombros- Tienes apuntes de biología de último año de secundaria, al fondo tienes una tarjeta de alcohólicos anónimos que lleva escrito "Harry" con lápiz, tus padres discuten y por eso usas audífonos tan grandes como esos para oír música, porque no quieres oírlos a ellos. Lo de la chica fue fácil, llevas su pañuelo que al parecer fue un regalo de ella, pero lo llevas muy mal doblado y junto a la comida que tienes de colación. Llevas varios papeles de antecedentes como certificado de nacimiento y antecedentes legales, pero las universidades solo piden concentración de notas emitido por tu escuela. Lo de medicina lo supuse solamente porque entre tanta hoja suelta, llevas la malla curricular de la carrera de medicina en la Universidad de Westminster…

John, que había terminado de cerrar su mochila y de echársela al hombro, le miraba de hito en hito.

-Increíble… ¿dónde…? es otro truco del circo… ¿cómo aprendiste a hacer eso? – John no pudo reprimir una sonrisa de admiración por Plantagenet, el chico de la cuerda floja, de la tela aérea, de la malla color perla.

-Creo que nací con el don de la observación… - seguía explicándose con aire desinteresado, como si lo que acabase de hacer no fuera la gran cosa- a mucha gente le molesta y me mandan al diablo antes de seguir oyéndome aquí dentro del circo…

-Pues a mí me parece fascinante… -interrumpió John, realmente admirado. El chico le miró en silencio con sus ojos de color aún indefinido para el rubio.

-¿Viniste a buscarme a mí, no es así? –le soltó sin más. John volvió a ponerse pálido- Te vi anoche mientras nos despedíamos con mis compañeros en la pista, me tomaste una foto…

-Los fotografiaba a todos. –se defendió John rápidamente. De pronto, su pulso se aceleró en sobremanera y se sintió en alerta.

-No. Me fotografiabas a mí y por eso te hice un guiño antes de irme… -expuso el chiquillo de rizos negros como si fuera lo más obvio del mundo.

-¿Con que me guiñaste? – John pasó del pálido de su rostro a sentir las orejas ardiendo. El muchacho le sonrió con la misma sonrisa de suficiencia que había puesto la noche anterior ante el público. Se hizo otro breve e incómodo silencio entre ambos.

-Me caes bien, John. Pero he estado aquí mucho rato y debo volver a mis ensayos…

-¿Cómo te llamas realmente? –interrumpió el rubio al ver que el artista estaba a punto de irse de ahí. No tenía idea cuanto rato llevaban escondidos detrás de la casa rodante, pero al parecer había sido mucho tiempo.

-Esta es mi casa rodante, puedes entrar por este mismo hueco esta noche después de la función si quieres… -le invitó Plantagenet.

-¿Cómo te llamas realmente? –insistió John. El chico suspiró antes de hablar.

-Holmes. Sherlock Holmes. –respondió el chico mientras se asomaba por un lado de la casa rodante. –debo volver, en serio… me caíste bien, John. ¿Nos vemos esta noche? –reiteró la invitación.

John le miró medio perdido en la confusión y la emoción del momento, y Plantagenet, ahora identificado como Sherlock Holmes desapareció sin despedirse por un lado del vehículo, corriendo a todo lo que le daban las piernas. John se asomó lentamente por el lado que había salido, pero entonces el chico lo sorprendió hablándole por el otro lado, justo a sus espaldas.

-Cuando llegues y pases por la reja, golpea tres veces esa ventana y saldré a encontrarte. Nos vemos, John. – le apuntó una ventana justo sobre su cabeza y salió corriendo nuevamente.

El rubio se quedó de una pieza al oír tan repentinamente la voz grave del chiquillo justo detrás de él. Pero no sería capaz de ir esa misma noche tan tarde al mismo lugar. No al menos si no pensaba en una buena excusa para que sus padres no sospecharan por qué desaparecería unas cuantas horas en la noche, o por qué llegaría tarde a dormir. Además, el circo estaba a casi cuarenta minutos de su casa, por lo cual estar ahí casi a las 10 de la noche, no era para nada factible.

Salió por donde había entrado y miró la casa rodante que estaba frente a él ahora a través de la reja. El vehículo identificado como la vivienda de Sherlock Holmes, el chico de la tela aérea al que John no había podido dejar de mirar la noche anterior, y que ahora le había hablado, había visto su vida completa tan solo con mirar su mochila, y que ahora le invitaba sin más a que pasara por su "casa" esta misma noche.

John no podía desperdiciar algo así por nada del mundo, así que mientras volvía a casa, ideó un plan.


(1): Nombre original de los padres de Benedict/Sherlock. En la serie no se han dado sus nombres aún y solo los conocemos como "Mr. Y Mrs. Holmes"

(2): Nombre del Duque de York, cuya historia aparece en "Richard III" de Shakespeare, además de que Benedict lo personificó en la serie "The Hollow Crown"

y bien.. sigo o no?

abrazos a todxs!

D~