"No todo lo que brilla es oro y ni todo lo que es oro brilla"
Chloé desde que lo conoció, supo que Adrien era muy amable, bondadoso y gentil. Sus cabellos dorados que brillaban con más fuerza gracias a la luz del sol, le hacían parecer un príncipe de cuentos de hadas. Siempre cálido y dispuesto ayudarte cuando estas en problemas.
Y por eso cuando lo veía -algunas veces- quería ser su princesa. Él era su color favorito; dorado.
Pero, no. Ella no podía.
Chloé iba a ser una reina.
"¿Serás mi rey?"
Ella rió al recordar eso. Esa propuesta de su niñez que su amigo acepto. Efectivamente, Adrien se convertiría en su rey. Ellos iban a ser los reyes del mundo.
Así lo habían dicho ese día.
Ellos -algún día- brillarían como el sol y él ya lo estaba haciendo, después de todo, Adrien es de oro.
¿Y ella, era oro? ¿Y si lo era... brillaba?
"Tienes un corazón de oro, Chloé"
Ella sonrió levemente sin contradecirlo aunque no creía que tenía razón.
"Soy oro falso" Su mente para sí misma, respondió.
...
Él era oro, brillante y caro (no ella) tan valioso que algunas veces -en soledad- no sentía que lo mereciera. Tiene un corazón de oro, él, es oro puro.
Por eso con tanto fervor lo quería para ella. Solo para ella y por nada del mundo quería perderlo, no quería que se lo robaran. Después de todo, Adrien es de oro y Chloé ama el dorado.
