Capítulo 1.
Le encantaba sentir el calor de su cuerpo contra el suyo, sus manos de ella recorrer su espalda y las de él, su menuda cintura. Solo de pensar en lo bien que encajaban el uno con el otro, dejaba una extraña sensación en su interior. Era perfecto, era perfecto estar con ella en ese momento, estar dentro de ella y escuchar sus suspiros que eran una hermosa melodía, lo dejaban extasiado. No cabía duda, haberla conocido es lo mejor que le pudo haber pasado en toda su miserable y maldita existencia.
Sentir sus paredes cerrarse en contra de su virilidad le hacían saber que su orgasmo estaba cerca, al igual que el de él. Ella grito su nombre con desesperación y él la miro. Sus oceánicos ojos brillaban por la excitación.
Continuo con sus estocados movimientos, hasta que fue su turno de llegar al orgasmo. Se besaron. Se besaron como si mañana nunca más fueran a estar juntos y de esa manera que es tan especial para ambos. Cuando sus bocas dejaron de devorase con ímpetu, salió de su interior, se recostó a su lado y sin apartar la vista de sus bellos ojos, la tomo del rostro para después, unir sus frentes…
(…)
La luz que entraba por la ventana de su habitación era realmente molesta. Se despertó esa mañana con una de sus erecciones diarias. Gruño, frustrado. No sabía porque tenía esos sueños tan contantes, pero los odiaba. Odiaba saber que, en sus sueños, si podía tener la satisfacción que su "amigo" le pedía a gritos. Había intentado conseguir la misma sensación que tenía en sus sueños otorgándose su propio placer, pero se decepcionaba al saber que no lo había logrado.
Tomaría una ducha helada, como todos los días. Llevaba cuatro desgraciados meses teniendo el mismo sueño. Meses en los que sus días se basaban en descubrir quién podría ser la extraña musa que se colaba en sus húmedos sueños. De solo recordar el azul profundo de los hermosos ojos de su musa, su erección crecía. Gruño por lo bajo, tenía trabajo que hacer.
Salió de su baño, podía respirar con tranquilidad después de haber liberado "tensiones". Si había algo que odiaba, era conseguir placer por mano propia. A sus dieciocho años, solo había frecuentado con un total de dos mujeres. Para ser sinceros, no frecuentaba mucho con prostitutas, algunas le llamaban para que él pasara un rato con ellas, sin embargo, el dinero de su herencia no era para gastarlo en estupideces, no las necesitaba.
Sus padres y su hermano habían fallecido hace no más de tres años en un accidente de auto, su hermano solo tenía 8 años, él tenía mucha vida por vivir. Pero por cosas del destino, se encontraba solo, pero eso no le importaba. Después de la muerte de sus padres, reconoció y acepto los dichos de la gente: nadie sabe lo que tiene, hasta que lo pierde. Tenía peleas y discusiones frecuentes con los adultos de la casa, por estupideces que el solía cometer.
Esa trágica tarde sus padres se irían de viaje junto con su hermano, eran fiestas navideñas, por lo que la carretera tenía hielo y nieve por igual. Según tenía entendido, su padre había perdido el control del volante, logrando hacer que se salieran de la carretera. Si tan solo hubiera sabido lo que pasaría ese día, tal vez no hubiera discutido con los adultos como lo hizo.
Ahora que tenía dieciocho, se había convertido en el dueño de una gran herencia, las riquezas de sus padres, para él, eran cosas que no gastaría en placer y vanidad, al menos no ahora.
Miro la hora en el reloj que se encontraba en la mesita de junto a su cama, maldijo por lo bajo, se había tardado casi una hora bañándose, si no se apresuraba, llegaría tarde a la escuela, para su suerte, ya era el ultimo año, pero para su desgracia, tendría que estudiar por lo menos de tres a cuatro años más para poder prevalecer la empresa de su padre. Por cosas del destino, era uno de los más inteligentes de su clase, así que no tendría ningún problema con eso.
Bajo corriendo por las escaleras, tomo las llaves de su casa y auto que se encontraban en la mesa del comedor, mientras depositaba las llaves de su hogar en su mochila, recibió el saludo de uno de los encargados de limpieza y se subió a su auto.
(…)
Él se movía con intensidad en su interior, haciéndola tocar el séptimo cielo, no sabía cómo, pero en verdad que él había logrado hacer que se enamorara perdidamente. Sintió su orgasmo llegar mientras gritaba su nombre con desesperación, estaba agotada. A los segundos sintió el orgasmo de su amante golpearla, fue intenso. Miro sus profundos ojos negros, él sí que había hecho un cambio total en su persona, los momentos que pasaban juntos era maravillosos y excitantes.
Se besaron, ese beso hizo que ella comprobara sus sospechas, en verdad estaba locamente enamorada de su amante. Esos sentires que le ocasionaba tenerlo cerca no se comparaban con cualquiera que haya tenido. Él salió de su interior, dejándola con la extraña sensación del vacío. Se posiciono a su lado, ninguno apartaba la vista de los ojos del otro. Fue tomada del rostro por su compañero de cama, juntaron sus frentes mientras escuchaba su rasposa voz por los efectos de la excitación, lo que le dijo, sin duda sería algo significativo para un futuro a su lado:
Bulma… quédate a mi lado…
Ella, sin pensarlo dos veces soltó con total seguridad:
Siempre…
(…)
El sonido de su alarma la despertó, hoy era un día importante, era el primer día de su ultimo año de escuela, estaba emocionada. Sin duda, seria el mejor de todos, sus amigos estaban igual de emocionados que ella por el deseo de volver a verse después de las vacaciones, muy largas, por cierto. Ella se había ido de viaje con sus padres, por lo que ella y sus amigos no se habían visto. Miro su celular para comprobar si no tenía algún mensaje de sus amigos, pero su rostro de felicidad cambio al de asco y decepción al ver que solo tenia mensajes de su patético exnovio, Yamcha. Había terminado con él desde hace como un mes, sin embargo, el maldito seguía insistiendo en que lo que había hecho, era un completo error.
Ella lo había encontrado en compañía de otra mujer, bueno mujeres, dos para ser exactos. Ella había ido a visitarlo sorpresivamente esa tarde, pero al parecer, la que se había llevado la gran sorpresa de que su novio era un completo imbécil había sido ella. Desde ese día, no le volvió a dirigir la palabra.
Se levanto de la cama y arrojo su teléfono en esta, se dirigió a su guardarropa, escogió un conjunto de ropa interior de encaje blanco. A pesar de tener tan solo diecisiete años, usaba ropa interior "sexy", pues su madre, le había dicho que era incluso más cómoda. Para ella eso no era del todo cierto, pero, aun así, quiso complacer a su madre utilizándolo. Tomo una falda de color negro, que le llegaba a unos centímetros arriba de su rodilla, tener sus piernas largas y esbeltas eran una ventaja para ella. Tomo una blusa blanca de botón con mangas cortas y tela sencilla, deposito la ropa en su cama revuelta que, al verla, recordó su sueño.
Llevaba con el mismo sueño desde hace unos meses, ni ella sabía con precisión desde cuando habían comenzado, pero lo que si sabía era que, de solo recordarlo, un calor emanaba desde su entrepierna. Se mordió el labio inferior de solo imaginarlo. Tomo una toalla limpia que se encontraba sobre una silla y con ella, entro para darse un baño.
Salió del baño a los cuarenta minutos de haber entrado, tomo su ropa interior, se la coloco y acomodo tomándose su tiempo en ambas cosas, luego, prosiguió con su ropa. Se coloco un poco de brillo de un leve tono rosa en los labios y dejo el resto de su rostro al natural, total que no necesitaba de mucho maquillaje para verse hermosa. Miro nuevamente su teléfono para supervisar la hora, abrió los ojos, asustada, era su primer día de clases y ya estaba llegando muy tarde. Peino con gran velocidad su largo cabello tomo su mochila, y bajo corriendo con dirección a la cocina. Tomo del refrigerador una manzana y una botella de agua, se despidió de su madre, tomo las llaves de su moto y se fue.
(…)
Manejaba a prisa su Mercedes nuevo, cuando a lo lejos diviso la escuela, fue bajando la velocidad con calma, para entrar al estacionamiento y aparcar en un lugar su auto. Bajo de el, coloco el seguro y se acomodó sus ropas. Llevaba un pantalón de mezclilla de color azul y una camiseta del mismo color. Caminaba con dirección a la entrada de la escuela, cuando escucho el rechinar de unas llantas y el sonido de lo que podría haber sido una motocicleta de carreras, no le tomo importancia y se dirigió con premura hacia su salón.
Para su muy buena suerte, quedaba un pupitre vacío que, al parecer, no compartiría con nadie, para él, eso no simulaba algún problema, al contrario. Desde la muerte de sus padres o incluso antes, se había acostumbrado a estar solo. Vio a la que supondría seria su maestra de matemáticas entrar al salón, anunciando que tendrían un nuevo compañero que, al parecer, le asignaron un cambio de salón. Frunció el ceño. Eso significaba que no estaría solo, miro con dirección al umbral de la puerta para mirar a su "compañero" de asiento.
Era una chica, una chica de cabello azul con piernas largas y sensuales. La miro caminar y sintió sus manos humedecer, ¿Qué carajos le pasaba? Era una chica como cualquier otra, solo que con un porte más ¿Qué? ¿sexy?, no lo sabía, estaba confundido, ¡Mierda! Siguió cada uno de los movimientos de su nueva compañera, miro el contonear de sus anchas caderas y estrecha cintura, no dejaba de mirarla. Continúo estudiándola con más confianza. Su piel era blanca, su cabello era de un azul turquesa, ondulado, que le llegaba a tan solo cinco centímetros arriba de su cintura, su trasero, dios… Era el trasero más hermoso que había visto, y eso que lo miraba por encima de su falda.
Noto que le dirigió una mirada y él supo porque, al parecer, si sería su nueva compañera de asiento y eso le causo satisfacción. De solo saber que tan bien formada fémina se sentaría a su lado, lo excitaba… Esperen, ¿lo excitaba? ¡Pero que mierdas pasaba por su mente! ¿Desde cuándo carajos una chica con lindo trasero y, maldición, enormes senos, lo excitaba? Era extraño, actuaba como si fuera la primera vez que veía a una chica.
El ruido de una silla a su lado, lo saco de sus pensamientos. Volteo hacia su lado izquierdo, para descubrir unos hermosos ojos azules mirarlo. Los labios rosa de la chica se curvaron en una linda sonrisa:
Hola, mucho gusto, mi nombre es Bulma Brief.
Trago saliva con disimulo, al escuchar su sensual voz, mientras veía que la chica le extendía la mano para saludarlo.
Vegeta Ouji. – dijo, mientras aceptaba el saludo.
Su mirada paso de sus manos entrelazadas, al rostro sonrojado de su compañera, fue cuando lo supo. Supo que no había sido la única persona que había sentido la electricidad recorrerle el cuerpo. Los labios de la chica estaban entreabiertos, como si le costara trabajo respirar. Su corazón iba a una velocidad, que pareciera como si acabara de correr una maratón.
Ella libero su mano de la suya, con tranquilidad y lentitud, como si dudara en querer hacerlo. Miro a la chica removerse en su asiento, como si estuviera incomoda, para después notar que se mordía su labio inferior.
No cabía duda, de que aquel último año, sería incluso más emocionante de lo que él había imaginado.
