— Aguanta Alfred, ya queda poco—
La nación agotada asintió ante los ánimos y gritó dando los últimos empujones, Inglaterra se encontraba a su lado mientras le cogía la mano preocupado. Tuvo que contener un grito cuando su colonia estuvo a punto de triturarle los huesos de la mano con esa fuerza inhumana que tenía.
—¡Maldito seas Arthur, te juro que después de esto no permitiré que me pongas un dedo encima!— amenazó la colonia furiosamente.
Inglaterra tragó saliva, su cargo daba verdaderamente miedo cuando estaba de trabajo de parto.
Pero no sólo es culpa mía.
América era la colonia que descubrió cuando exploró el nuevo mundo, inmediatamente se sintió protector de la nación chibi, tuvo que luchar contra Francia pero al final el pequeño lo escogió a él. Con el sentía el calor y el afecto de una familia, cosa que jamás tuvo con la suya propia, siempre que podía iba a visitarlo pero cuando tenía que irse le costaba mucho no quedarse y dejaba al pequeño llorando.
Pero un día cuando volvió en lugar de su hermanito había un joven adolescente, guapo y que ya podía valerse por sí mismo, Alfred se rió de la cara patidifusa de su tutor, encontrándolo cómico.
Ya recuperado (aunque aún algo perturbado) la nación isleña se puso al día con su cargo y éste le contaba con entusiasmo y orgullo cuanto había crecido y lo que había aprendido, además de los avances de su gente, Inglaterra se sentía orgulloso de su hermano pero también preocupado.
En los últimos tiempos miraba al joven de una forma que un hermano no debería, no eran verdaderos hermanos pero aún así lo tomó como uno, ahora se sentía atraído por el apuesto joven que ya no era un niño.
Cierto que el inglés en su pasado tuvo muchos amantes, entre ellos Portugal. Y su juventud fue un tanto desenfrenada sobre todo por que un día se despertó con resaca y con Francia y España en la cama y los tres desnudos. Después de aquello decidió frenarse y alejarse de esos idiotas, sobre todo porque ahora todos tenían sus propias colonias, Francia se jacto de que tenía una linda colonia llamada Canadá y España estaba con ese mocoso malcriado, Romano.
Pero ahora no podía evitarlo y pronto se dio cuenta de Alfred sentía lo mismo por él y en más de una ocasión quiso iniciar algo con el inglés por el que tenía sentimientos, pero siempre lo rechazaba.
Una noche los dos estaban bebiendo una cerveza que trajo Arthur de uno de sus viajes, y cuando Inglaterra quiso darse cuenta estaban compartiendo una apasionado beso con su colonia, se separó intentando detener lo que estaba a punto de suceder.
— Por favor— América lo miró con un brillo anhelante en sus ojos —Te he querido durante tanto tiempo—
Aquello bastó para que la poca resistencia que tenía Inglaterra se derrumbara y el inmenso deseo que sentía por el menor le cegara el juicio por completo.
Después de esa noche vinieron muchas más, Arthur le demostró a Alfred que no era un caballero amargado y cerrado como pensaba América, sino que demostró ser tan pervertido y apasionado como Francia mismo.
A Alfred le hizo gracia, los dos siempre discutían pero tenían una extraña relación de amigos de amor, odio, Dios los cría y ellos se juntan, nunca mejor dicho.
A Inglaterra le ofendía que América le comparara con Francis y le dijera que era tan pervertido como la rana, diciéndole a su colonia que no era verdad que el era un caballero solo para recibir un resoplido de América.
Pero aparte de esos pequeños argumentos todo iba bien Arthur siempre le costaba dejar a su cargo y siempre volvía con él para gran alegría de la colonia, era lo mismo que antes solo que la única diferencia es que ahora eran amantes.
Pero un día algo pasó, ambos estaban desayunando cuando América de repente se puso verde y se precipitó hacia el jardín a vomitar, ya que no le daría tiempo a llegar al baño. Extrañado Inglaterra le sujeto el pelo a la pobre colonia mientras devolvía todo el desayuno. Ambos pensaron que sería una enfermedad del estomago o algo que ocurría en su gente, cuando le sucedía algo a las personas de un país, esto repercutía en sus personificaciones. Y aunque América sólo era una colonia todavía le podría afectar lo que pasaba a su gente.
El tiempo pasó y la enfermedad de América se prolongó pero sólo le pasaba por las mañanas y empezó a tener antojos y cambios de humor difíciles de sobrellevar para la nación inglesa, además Alfred empezó a engordar. Su abdomen se empezó a abultar, las dos personificaciones no tenía ni idea de que ocurría, Arthur preocupado por Alfred investigó, pero las tierras y los colonos se encontraban bien, nada fuera de lo normal.
Desesperado Arthur consultó su magia y escaneó a la nación sin que lo supiera. Sabiendo la aversión de Alfred por la magia de modo que lo hizo mientras la joven nación dormía.
Lo que descubrió hizo que sus ojos se salieran de sus órbitas, le hizo la prueba varias veces pero daba lo mismo según esto decía que América esperaba un bebe y los síntomas coincidían con los de las mujeres embarazadas.
Cuando se lo contó América se había burlado y mostrado totalmente incredulidad ¡era un hombre por Dios! ¿como iba estar embarazado? pero cuando sintió movimientos en su vientre se dio cuenta de que era verdad. Los dos intentaron encontrarle alguna explicación pero no hallaron ninguna Alfred le preguntó si esto también le pasaba a algunas naciones pero Arthur le dijo que nunca vio un caso así en otras naciones.
No pensaron mucho más como era posible porque tenían un embarazo por delante e Inglaterra se mostraba emocionado y algo asustado de ser padre, jamás imaginó en su vida tener hijos de su sangre. Era algo poco común tener hijos sobre todo un hombre dando a luz, pero para Inglaterra era un milagro y tener hijos con su amada colonia lo llenaba de felicidad.
Pasaron los meses y Alfred dio a luz a una niña, la pequeña era igual que Arthur su color de pelo y el tono de su piel también tenía la actitud educada y algo gruñona de Arthur, según Alfred ella era una versión en femenino de Inglaterra. Pero tenía los ojos de Alfred y su sonrisa.
La nombraron Elizabeth, a Arthur le parecía un gran nombre pero a América le parecía un poco demasiado formal, pero se olvidó de todo cuando cogió a su recién nacida en los brazos las lágrimas saltaron de sus ojos. Era increíble cómo algo tan pequeño saliera de él, luego se lo tendió a Arthur, el inglés la cogió con grandes preocupaciones de sostener algo tan frágil, pero pronto su miedo se esfumó sonriendo a su hija, le dio un suave beso en la piel y los dos rieron al ver la la mueca gruñona del bebe muy parecida a la de Inglaterra.
La niña para sorpresa de ambos resultó ser la personificación de Virginia una de las colonias británicas, Alfred era la personificación de las trece colonias y Elizabeth era una de ellas. Lo que significaba que podrían haber más niños.
Y ahora aquí estaban, América dando a luz a su segundo hijo, en esos momentos Inglaterra se arrepentía de haber decidido con América a tener más hijos si ya de por si con las nauseas y cambios de humor del joven eran difíciles, por no mencionar el parto, Inglaterra no sobreviviría a todos los embarazos.
—Tú puedes Alfred solo un empujón más—
América dio un gran grito y poco después se escucho otro grito el de un bebé, con cuidado Arthur limpió y envolvió al bebe en una manta y lo puso en los brazos de su otro padre, al sentir su cálido peso Alfred olvidó el dolor por el que paso las últimas horas y arrulló a su pequeño.
—Es un niño Alfred nuestro primer hijo—
—Si...—Alfred no apartaba la vista del bebe, era pálido del mismo tono que Arthur y de mejillas sonrojadas, movía los dedos débilmente con la boca abierta en busca de leche.
—Parece que mi pequeño quiere comer ahora te doy—Alfred le dio de amantar y rápidamente el bebe empezó a comer con entusiasmo.
—Tiene tu apetito—
—Si y seguro que tendrá mi gran inteligencia—
Arthur bufó—Amor por suerte nuestros hijos han heredado mi inteligencia—se rio ante la mirada de Alfred y le dio un beso en la mejilla—¿Como lo llamaremos?—
—Lo he estado pensando ¿que te parece John?—
—Hmm, no esta mal mejor de lo que imaginé, aunque hubiera preferido que llamarlo como uno de mis príncipes o reyes—
—Tu ya nombraste a Virginia como una de tus reinas—
—Está bien es un buen nombre—
Los dos se quedaron mirando hechizados a su hermoso hijo, Alfred le pasó un dedo por la mejilla del bebe y supo quién era.
—Es Massachusetts—por alguna razón América sabía cual estado era un hijo suyo con solo tocarlo le paso lo mismo cuando cogió en brazos a Elizabeth y supo que era Virginia.
En ese momento apareció una niña pequeña en un vestido verde, su pelo estaba cogido con dos coletas y era muy parecida a Arthur. Se acercó con curiosidad mientras sus padres le daban cada uno un beso en la cabeza.
—Liz, mira quiero que conozcas a tu hermanito John, Massachusetts—
La niña miraba a aquella personita y sonrió cuando el bebé hizo una mueca adorable al pasar el dedo por su suave mejilla.
—¡Que bonito es!—en ese momento Virginia ya amaba a su hermanito y haría todo lo posible por cuidarlo.
Inglaterra sonrió su hijos a pesar de ser un imperio que había conquistado los siete mares y dominaba de forma implacable sus territorios amaba a sus hijos, y al ver a América no pudo evitar darle un beso en los labios, lleno de amor por el.
Aunque la siguiente frase de Virginia les hizo saltar una gota de sudor en sus cabezas.
—¿Y tendré más hermanitos?—preguntó deseosa de tener más hermanos.
Alfred se hecho a reír con nerviosismo ¡y un cuerno que volvía a quedarse embarazado enseguida! Acababa de tener a John y no tendría más por una temporada.
Inglaterra suspiró exasperado pero sonrió—Bienvenido al mundo John Kirkland—
