Y ella estaba frente a mi, su carita tierna, su expresión pura. Sus ojos tímidos, y el resto de su rostro, temblando levemente, y tras su cabeza su hermoso cabello, que caía místicamente amarrado en un moño¬
— Este…es nuestro adiós final ¿verdad? — pregunto ella, con la voz ahogada por una pena reprimida.
— Si — respondí, sintiendo la misma sensación como si una espada de filo doble atravesara mi corazón, cada segundo que pasaba me alejaba de ella más y más.
— No me gustaría…que esto acabara así — me contestó, y finalmente la pena la derroto. Bajo el rostro y un sollozo me indicó que las lágrimas estaban brotando de sus ojos, y la oscura sombra de la angustia le inundaba la voz.
De verdad, en aquel momento mi amor por ella se anteponía a mis principios, no es que no fuera capa dejar todo por ella, era que sabia que era mi destino partir.
No atinaba a nada, ni siquiera a abrazarla, como tantas otras veces lo había hecho, pero fue en ese momento que ella rompió el triste ambiente y sentí su rostro y lagrimas en mi pecho
La mire y vacile durante un momento, pero luego apoye mis manos en su cabeza, al momento que sentía su pena, yo le pertenecía a ella y ella me pertenecía a mi, éramos capaces de sentir amor ¿Cómo no seriamos capaces de sentir nuestra pena?
No pude soportarlo, pero acostumbrado a esconder mí llanto, trate de no derramar lágrima alguna, pero no pude contenerme y de un momento a otro, comencé a llorar.
Ella levanto el rostro y me miro, sus hermosos ojos estaban cristalinos por las lágrimas, y algunas de ellas aun corrían por sus mejillas, expreso una sonrisa llena de ternura y poso su mano en mi mejilla, luego de limpiar mis lágrimas.
— Solo…promete que no te olvidaras de mi — murmuro ella, sonriendo entre su pena. Yo no le mentí, y le dije todo lo que sentía en esos momentos.
— no puedo olvidarte, no podría olvidarte, ni todo lo que ocurrió entre
Nosotros —al decir estas palabras, sus mejillas tomaron un leve color rojo — y creo que…
— Te entregue lo más preciado que tenia — me murmuro con sinceridad — eso me basta para saber que te llevo en mi corazón por siempre.
Suspire, la decisión que me estaba planteando hace días, ahora conseguía el argumento necesario, tome aire y la mire directamente a los ojos.
— Cuando sucedió lo de aquella noche, considere seriamente…si quería seguir en este oficio. — Quizás fue mí imaginación, pero note que en sus ojos hubo un leve destello de felicidad, — realmente no puedo dejar mi fe y lo sabes, pero…tampoco deseo dejarte a ti.
— Por favor…si quieres marcharte, lo entiendo — me contesto ella bajando nuevamente la mirada fue cuando un pensamiento surco por mi mente
¡¿Qué estas haciendo? ¡Estas dejando ir a la mujer que amas!, ¿!no te das cuenta que frente a ti esta la felicidad que siempre buscaste y que el catolicismo nunca te entrego!
Y fue entonces que lo hice…
Saque mi cruz de mi bolsillo, la mire durante un momento y la lance lejos de mi, el ultimo vestigio de mi trabajo se marchaba de mi lado, ante la atónita mirada de Camille, que no comprendía que estaba pasando.
Me acerqué a ella y la tomé de las manos, en sus ojos vi algo parecido a la tranquilidad, como si todo hubiese acabado, no medie palabras y hice lo único que mantuvo vivo cuando fui atacado, lo único que me hizo feliz.
Saber que al sentir sus labios con los míos, el mundo se detenía…