Disclaimer: Nada mio, solo la trama.
¡Ah! ¡Octubre! ¡Damas y caballeros, el mes de espantos ha dado comienzo!
Este será un especial de Halloween.
Disfrútenlo.
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"La mentalidad humana busca su conveniencia y en veces... su martirio. Es por eso que se crea su propia mentira".
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¡Hay un monstruo! ¡Un monstruo en el armario!
De nuevo…
De nuevo se volvían a escuchar esos molestos e insistentes ruidos que provenían de algún lugar de la habitación, de algún sitio donde seguramente solo la oscuridad era testigo del quien estuviera provocando esos pequeños rasponeos en la crujir me hacía abrir los ojos de par en par y sujetaba la sábana que se aferraba a mi cuerpo con vehemencia, aquello me ponía en modo de alerta, de precaución. Estaba muy atenta en lo que pasaba aunque no estuviera observando, aunque yo no me destapara la cabeza o siquiera los pies.
Pero no podía arriesgarme en ir hasta el provenir del infernal ruido que me tenía con el ritmo cardíaco acelerado. No podía dejar mi cama para acercarme y ver lo que ya me temía, me imaginaba o que alguna vez pude haber visto.
Cada noche, a la misma hora, con los mismos minutos y mismos segundos se preludiaba la infame compañía, a la cual yo temía.
Cuantas veces no me dijeron mis hermanas mayores que solo era figuraciones mías.
El profesor lo había dicho, él, quien una vez disfrutaba de su pipa me lo dijo con la mayor paciencia y tranquilidad que se debía tener a un pequeño infante de 5 años. Muy seguro de sus palabras me alentó con que solo era una etapa, y cuando creciera, me olvidaría por completo de aquello, de ese producto de mi imaginación, de ese monstruo…
Pero ahora estaba segura que nunca fue cosa de niños. Que nunca me dejó sola y que nunca lo hará.
Muchas veces traté de enseñarles a mis hermanas los ruidos. Muchas veces hice que padre entrara a ese lugar, muchas veces me tapé con la cobijas hasta cubrir cualquier cabello porque quería creer que solo así podía estar a salvo.
Pero no… nada funcionaba. El ruido no cesaba y las voces que provenían del armario nunca callaban.
"Burbuja, Burbuja" me llamaban. Con una gutural voz, o en ocasiones, eran más y distorsionadas. "Burbuja… ven, ven." Pero jamás les haría caso. Nunca supe que querían de mí. Jamás me he atrevido a preguntarles siquiera.
"¿Pero qué querían?" siempre me preguntaba cuando mi cabeza podía pensar con tranquilidad cuando amanecía, o cuando me encontraba fuera de mi habitación.
De niña podía dormir con mis hermanas y nunca hubo problema. Antes de que nos separaran en diferentes alcobas, yo dormitaba con ellas y así el monstruo no me molestaba y ni siquiera me nombraba. Pero hubo algo, algo que me hizo saber que existía; Me observaba.
Aunque el armario estuviera cerrado, aunque hubiera un poco de luz proveniente del pasillo gracias a que la puerta estuviera abierta, o aunque estuviera siendo protegida por mi compañero de dormir, mi adorado Pulpi…
Nada le evitaba vigilarme mientras dormía.
Y ahora era diferente, era peor. Era vigilada, era nombrada, era atormentada. Y nunca, nunca alguien me había creído.
"¡Son tonterías Burbuja, madura de una buena vez tienes 17 años!" Gritaba Bombón.
"No seas patética, es vergonzoso temerle a un mito que solo creen los niños". Me molestaba Bellota.
"Burbuja… si esto sigue así tendré que llevarte a un psicólogo". Decía el profesor.
"¡Pero hay un monstruo, un monstruo en mi armario!"
Y no creyeron. Dejaron que me siguiera acosando aquella criatura, dejaron que por la noche no pudiera dormir, dejaron que estuviera indefensa, vulnerable. Dejaron que el monstruo viviera por siempre en el armario.
Y hasta la fecha el monstruo vive, sigue viéndome, esperando tener la oportunidad de comerme. Pero hasta entonces seguirá en su lugar, en la penumbra.
¡Pero le tengo mucho miedo a esa criatura! ¡Alguien, por favor ayúdeme!
¡Antes de que salga y me lleve, antes de que me descubra, antes de que arruine mi vida, antes de que opaque mi realidad, antes de que me consuma, antes de que se apodere de mi cabeza!
¡Porque hay un monstruo… Hay un mounstruo en el armario!
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*El monstruo, representa a la mentira que constantemente habita en la mente, en un armario que el temeroso no se atreve a enfrentar y vive en su propia autodestrucción.
