A los once años, Tweek ya tenía muy clara su definición de amor. Para él, el amor era por ejemplo, cuando Craig se metía los dedos en la nariz y después los embarraba en su chamarra, creyendo que nadie lo había visto. Y sostenerle esa misma mano camino a la cafetería sin sentir asco.O cuando Craig le hacía mirar mil veces su capítulo favorito de Red Racer, aunque a él no le apasionara tanto el programa.
Si empezó como un juego, si era sólo su amigo favorito, era algo que no tenía que ver en el amor, pensaba.Para él el amor era quedarse dormido en el sillón de la casa de Craig después de una agotadora sesión de videojuegos y comida chatarra, y saber que seguiría ahí.
Craig pensaba que la amistad era lo mejor del mundo. Cuando Token pagaba por el helado para que Clyde dejara de llorar , cuando Jimmy contaba chistes que le hacían reír hasta sentir su nariz escurrirse, sabía que no había nada mejor.O eso creyó hasta que Tweek se unió a ellos. A lo mejor era porque sus casas quedaban un poco más cerca, porque le gustaba el chocolate gratis que le daban sus padres siempre que lo visitaba en la cafetería, o por la forma tan graciosa en que sus dientes chirriaban de vez en cuando, pero le gustaba un poquito más pasar el tiempo con Tweek, aunque sus chistes no eran tan buenos.
A lo mejor porque fue el único que lo abrazó sin reírse cuando llegó con los ojos rojos por haber llorado toda la noche porque Tricia había arruinado el televisor y se había perdido su programa favorito. A lo mejor porque le soplaba bajito las respuestas en matemáticas cuando lo veía contar con los dedos si le preguntaban. A lo mejor porque su pelo era como afiladas ramas pero olía a goma de mascar. A lo mejor porque le gustaba cuando se despedía de él con un beso en la mejilla, aunque los demás se rieran de ellos.
Debió saberlo antes, pero Tweek siempre fue más despierto que él aunque a veces pareciera lo contrario. En el cumpleaños de su amigo, se puso el traje de los domingos de iglesia, se quitó el gorro azul y se peinó lo mejor que pudo.Él mismo envolvió la caja de legos versión espacial que había escogido para regalarle. Corrió escaleras abajo, ansioso por alcanzar su turno en el inflable que sabía los Tweak rentaban.Claro que sus fiestas no eran tan ostentosas como las de Cartman, pero Tweek encontraba la manera de hacer todas las cosas más especiales. Su mamá lo detuvo antes de salir, pidiéndole que pasara a recoger a Tricia a casa de una amiga suya, que a ella se le hacía tarde para el trabajo. Se negó, le hizo la seña de la familia, pero Laura, decidida, le amenazó. Si no recogía a su hermana, no más Red Racer. Sopesó las cosas y decidió que después de todo, la casa de Tweek no quedaba tan lejos y todavía no era tan tarde.
Tricia se había lastimado el tobillo al caer de la bicicleta. Mamá y papá ya estaban en el trabajo y aunque la mamá de su amiga se ofreció a acompañarla, Craig no pudo dejar a su hermana sola en el hospital, sabiendo cuánto miedo le daban las jeringas. Él era el mayor y no iba a dejarla llorando sola y asustada. Incluso aunque las horas pasaran y la tarde se fuera marchando. Cuando papá llegó por Tricia, ni siquiera se despidió, sólo echó a correr. Vio el castillo de plástico ya desinflado entre el garaje y la casa de Tweek, la mamá del rubio recogiendo los vasos y restos de comida regados en el garaje le saludó y le hizo una seña, indicándole que su hijo lo estaba esperando en la cocina y entró casi sin saludar a Richard.Atónito al ver a su amigo con cara de sueño pero los ojos brillosos, sosteniendo en sus manos llenas de confeti, un platito de plástico con una enorme rebanada de pastel.
-Guardé la última rebanada para ti. Sabía que vendrías-
En ese momento, Craig supo lo que significaba el amor.
