Disclaimer: Nada relacionado con Harry Potter es mío. Todo lo demás proviene de las sinapsis nerviosas de mi jodido cerebro XDD.

Aviso: Este fic participa en el minireto de octubre para el "Torneo de los Tres Magos" del foro "La Noble y Ancestral Casa de los Black".

Nota de Autor: Para este reto, me ha tocado —por gracia de la matemática caótica o un truculento código PHP— escribir un relato breve acerca de la Qionofobia, o sea, el miedo a la nieve. Veamos qué sale.


Lágrimas de invierno

Se suponía que debía estar afuera, se suponía que debía compartir con sus pares el periodo entre las clases de Encantamientos y Transformaciones, pero algo dentro de ella no le permitía hacerlo. Era algo superior a su fuerza de voluntad.

Un caleidoscopio de sentimientos se arremolinaba dentro de su ser. Sentía impotencia, tristeza, pero por sobre todo, miedo. No podía siquiera mirar por la ventana sin que su mundo se desdoblara y su corazón latiera sin control.

Involuntariamente, su mente viajó dos años atrás en el tiempo. Se suponía que debía disfrutar de unas bien merecidas vacaciones en la montaña con su familia, pero todo se fue al diablo. Era imposible olvidar tonelada tras tonelada de blanco infortunio precipitarse sobre ella, atrapándola, asfixiándola, incapaz de clamar por ayuda o por sus padres.

Diez minutos de intensa y aplastante agonía.

Diez minutos que para ella fueron horas sin fin.

Jamás volvió a la montaña desde ese entonces e imploró a sus padres que nunca la llevaran a esa clase de lugares. Sin embargo, la oscura sombra de su experiencia la continuó persiguiendo. Invierno tras invierno, sufría una ansiedad constante, manteniéndose al interior del castillo por si otra avalancha caía sobre ella.

Pero eso no significaba que tratase de luchar contra sus propios miedos.

—¡Oye Su! —exclamó un chico de tercero mientras se dirigía a la salida de la Sala Común de Ravenclaw, arrancándola de sus tétricos pensamientos—. ¡Vamos a jugar afuera!

Su tardó un poco en procesar lo que su compañero de casa le dijo. Sin embargo, su respuesta fue previsible y automática.

—Sabes que no puedo Owen —murmuró en un tono lúgubre.

—¡Anda, no seas aguafiestas! ¡Te vas a divertir!

Su sabía que jugar afuera no le hacía daño, que aquello que le propuso Owen no era ninguna locura. Esto es ridículo se dijo antes de dejarse llevar por su compañero y bajar hasta los terrenos de Hogwarts. Si iba a comenzar a enfrentar sus demonios, era mejor antes que después. No te hace daño se dijo una y otra vez. Es algo completamente inofensivo.

Nunca alcanzó a poner un pie fuera del castillo.

Los terrenos de Hogwarts estaban cubiertos de nieve y Su pudo ver a unos cuántos alumnos arrojarse bolas blancas con evidente jolgorio. Trató de avanzar, pero una barrera invisible le impedía el paso. Avanza se dijo, pero sus piernas se negaban a moverse, por mucho que les instruyera a que lo hiciesen.

Dos minutos más tarde, Su Li se devolvió hacia su Sala Común en silencio, concediendo la derrota. Todo lo hizo de manera automática hasta que entró a su dormitorio.

Intempestivamente, cayó sobre su cama y lloró desconsoladamente. Era la enésima vez que no podía estar con sus amigos y ya no lo soportó más. Lloró de tristeza, de impotencia, sabiendo que ya era el tercer invierno que las lágrimas le hacían compañía.