Disclaimer: Lo de siempre… nada me pertenece, bla bla bla. Fic original de Phantom of a Rose.
Nota de la autora: Inspirado en una idea que vi en Tumblr. Alguien dijo "Imaginen lo diferente que sería Glee si Burt hubiera sido padre de Quinn y Russell el de Kurt." Y yo me quedé… wow. Eso estaría DESQUICIADO. Y desde luego, las ideas comenzaron a fluir. Espero les guste. Está situado en la primera temporada.
KURT FABRAY Y QUINN HUMMEL
Quinn se miraba en el espejo. No estaba segura de cuánto tiempo llevaba parada ahí, mirándose a sí misma de frente, su perfil derecho, luego el izquierdo. Su vientre comenzaba a resaltar, estaba segura de ello. Sus ojos se llenaron de lágrimas.
¿Por qué estaba pasando esto?
—Quinn, ¿estás ahí abajo? — su padre, Burt, la llamó desde arriba de las escaleras de su habitación en el sótano.
—Sí — respondió con voz quebradiza. Se sorbió la nariz y tomó un pañuelo, tratando de limpiarse las lágrimas antes de que su padre entrara.
—Cariño, ¿estás llorando? — Burt se detuvo cuando llegó al inicio de la escalera, con su mano sobre la barandilla. Aún traía puesto su overol de trabajo, con un par de manchas de aceite regadas.
—No — dijo Quinn, testaruda. Se sonó la nariz con el pañuelo y evitó fijar la mirada en él.
—Eres igual a tu madre — dijo Burt con tristeza. — Tampoco le gustaba que las personas la vieran llorar — suspiró y caminó hacia Quinn, deslizando su brazo por encima de los hombros de Quinn.
Quinn ni siquiera estaba segura de querer decirle la verdad a su padre. Aunque claro, las cuentas médicas se estaban apilando. No iba a poder mantener todo en secreto por mucho tiempo más… Finn no le ayudaba como ella creyó que lo haría. Además del hecho de que Puck seguía diciéndole lo buen padre que podría ser…
Todo era un desastre.
Lo que realmente quería Quinn era abrazar a su papá y no soltarse nunca.
Quería a su mamá.
Más lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas. — Nena, puedes contarme cualquier cosa, lo sabes — dijo Burt suavemente.
—Papi — dijo ella, dándose la vuelta y recargándose en el pecho de su papá. — Lo siento. Lo siento mucho — sollozó.
—¿Qué pasa, Quinn? — preguntó Burt, acercándola hacia si con un abrazo. — Me estás asustando…
—Papi — dijo Quinn, conteniendo los sollozos por unos segundos. — Estoy em-embarazada.
Quinn sintió que su papá sostuvo el aliento, con su oído aún recargado en su pecho. Estaba segura de que ahora todo se derrumbaría sobre ella.
—Oh, Quinn — dijo su padre, sin romper el abrazo.
—Lo siento — lloriqueó Quinn.
—Shhh, está bien, Quinn, todo estará bien — dijo Burt.
—¿No estás enojado? — preguntó Quinn suavemente.
—Oh, estoy enojado. Y no voy a desmentir que voy a matar al chico que te hizo esto — dijo Burt, era difícil no notar su enfado. — Pero tú eres mi pequeña, Quinn. — dijo con voz suave. — No sé cuanto tiempo te lo has guardado, pero tienes que saber que nunca te voy a odiar por esto.
—Y… ¿no me vas a echar de la casa? — preguntó Quinn.
Burt se separó de Quinn, dejando sus manos sobre los hombros de ella. — Tú eres mi hija — dijo con los ojos llenos de lágrimas. — De alguna manera saldremos de esta. Pero nunca te podría echar a la calle.
Quinn se sentó junto as su papa por el resto de la noche y lloró. Estaba abrumada por que su padre no la había echado… pero más que cualquier cosa, ella quería a su mamá. Quería a otra mujer que pudiera ayudarle.
Kurt se puso un pantalón caqui, una camisa de manga corta con botones, suéter rojo y un moño negro esa mañana, suspirando por el mal estado de su guardarropa. Le hubiera gustado encontrar otras formas para expresarse a través de la ropa, pero cada vez que iba de compras con su madre, la mayoría de sus ideas se topaban con pared y una mirada de confusión en el rostro de ella.
Para el desayuno, su mamá había preparado tocino y huevos. Ella le sonrió mientras colocaba un gran plato lleno de comida frente al padre de Kurt, Russell. — Hola, cariño — dijo ella con una sonrisa. Su papá lo miró por encima del periódico y sonrió.
—Hola, hijo — dijo Russell. — Me estaba preguntando, ¿a quien vas a llevar al Baile de la Castidad el próximo fin de semana? Necesitarás a alguien que te acompañe, aunque aún no tengas una novia estable — Russell le dio una mordida al tocino de su plato. — Y, de cualquier manera, esta podría ser una buena oportunidad de encontrar a una chica linda.
Kurt se encogió en su silla y posó la mirada en su plato, de repente había perdido el apetito. La cantidad de veces que su padre mencionaba que él debía conseguirse una novia desde que había cumplido catorce años… eran demasiadas como para contarlas.
—Estaba considerando preguntarle a Brittany Pierce — dijo Kurt en voz baja.
—¿Ella está en el club del Celibato? — preguntó su madre.
—Claro — dijo Kurt con rapidez, a pesar de que era, más que nada, una farsa. Brittany se había acostado con prácticamente todos en la escuela, pero al menos sería sencillo pedirle que fuera su cita para el dichoso baile.
—Suena encantador, cariño — dijo su madre con una sonrisa. Kurt se la devolvió, tratando de que luciera lo más genuinamente posible.
Kurt comió un par de bocados y rápidamente se dirigió a la cochera, tomando el auto que su padre le había comprado cuando cumplió los dieciséis. Era un auto "varonil". Kurt había visto a varios chicos del equipo de futbol y atletismo quedársele viendo más de una vez.
Kurt suspiró y dejó caer la cabeza sobre el volante. Deseaba haberles contado.
Pero no podía. Todos en su familia eran cristianos. Un hijo gay nunca podría tener un lugar dentro de su familia perfecta.
En la última semana, todos hablaban sobre Quinn Hummel y su embarazo. Kurt había escuchado que ella le había contado a su papá y él ni siquiera la había echado de su casa.
Si hubieran sido sus padres, estaba seguro de que ese no hubiera sido el caso.
Kurt cerró la puerta y se volvió hacia Mercedes con un suspiro. — Todo este asunto del el bebé de Quinn me esta estresando.
—Tienes toda la razón — dijo Mercedes. Juntos caminaron por el corredor hacia su próxima clase.
—Eso y que mi papá sigue preguntándome sobre mi cita para el Baile de la Castidad — dijo con suavidad, para que nadie más lo pudiera escuchar. — Le dije que iba a invitar a Brittany.
—Lo siento por ti — dijo Mercedes, con preocupación reflejada en su rostro. Mercedes era la única persona en el mundo que sabía que Kurt era gay. Claro, otras personas tenían sospechas de que no fuera tan derecho como una regla (N/T: En inglés, se dice "straight". Literalmente significa derecho, pero también lo utilizan para denominar una preferencia sexual. En este caso, "straight" significa ser heterosexual), pero Kurt nunca confirmó esos rumores. Él ni siquiera actuaba tan extravagante. Su ropa era normal para un chico con dinero viviendo en Lima, Ohio, y además de pertenecer al club de coro, él no hacía muchas cosas "gays".
Eso era lo que todos sabían. El no solo estaba dentro del clóset como gay, sino que también como amante de los musicales, la revista Vogue y un fan de la moda.
—Yo puedo ir contigo si Brittany no puede — dijo Mercedes con un suspiro. — Las personas de mi iglesia no suelen participar en cosas como esa, pero soy cristiana. Quizá a tus padres les guste eso.
—Tal vez — dijo Kurt, evitando comentarle a Mercedes que su papá siempre renegaba de Obama y que decía que era el peor presidente en la historia del mundo. Kurt sabía que la razón no era por las políticas que tenía.
Más que otra cosa, su papá era intolerante. El que llevara a Mercedes al baile sería casi tan malo como si llevara a un chico llamado Steve o algo similar.
—Solo espero que les digas la verdad — suspiró Mercedes. — Mentirte a ti mismo… no está nada bien.
—Yo también espero hacerlo — asintió Kurt.
—Puede que Frannie y Mark vengan el próximo fin de semana — dijo su madre un par de días después. Kurt sonrió. El adoraba a su hermana y la extrañaba demasiado desde que se había mudado fuera de Lima con su esposo por el trabajo de él.
—Eso es increíble — dijo su padre con una sonrisa. — Querida, ¿podrías rellenar mi vaso, por favor? — preguntó, levantando su vaso vacío.
—Desde luego, querido — dijo ella, dejando su tenedor y tomando el vaso de Russell.
—Hijo, ¿has pensado últimamente en entrar a alguno de los equipos de la esquela? — preguntó su papá, mientras cortaba una parte de su bistek. — No americano, no lo creo. Eres un poco pequeño para eso. ¿Tal vez fútbol soccer?
Kurt bajó la mirada hacia su plato. — No lo sé. Estoy algo ocupado con el club glee y la tarea después de clases.
—Oh, Kurt — dijo su padre con una risita. —Deberías seriamente reconsiderar eso del club glee. Las personas pueden comenzar a pensar mal, ¿un chico que no participa en ningún deporte pero pasa su tiempo cantando en musicales?
Kurt miró su plato. En ningún momento levantó la vista. No podía. Pero si podía sentir el miedo y el odio crecer en su pecho.
—Tal vez a mí no me importe que piensan mal — balbuceó Kurt.
—Kurt, no balbucees, esa no es la manera en la que se comporta un caballero — dijo su madre entrando en el comedor de nuevo. Colocó el vaso ahora lleno frente a su padre. — ¿De qué estábamos hablando?
—Le estaba diciendo a Kurt que debería involucrarse más en los deportes. Quizá dejar el club glee — dijo su padre, tan ligeramente como si estuvieran discutiendo sobre el clima.
—Eso no suena mal — dijo su madre con una sonrisa. Claro que no sería de otra manera. Ella siempre estaba de acuerdo con todo lo que él decía.
—Me gusta el club glee — dijo Kurt.
—Hmmm — soltó su padre, sin decir nada.
—Estoy segura de que nuestro pastor tendrá un par de sugerencias para que entres a algún equipo — dijo su madre.
Kurt cerró los ojos. Trató de controlar su enojo. Pero entonces, recordó las palabras de Mercedes. Las docenas de veces que ella le había dicho que debía ser honesto con su familia. Ellos lo amaban, podrían aceptarlo tal como era.
—Mamá, papá — dijo finalmente, abriendo los ojos y mirándolos — Ustedes me aman, ¿cierto?
Ambos padres cruzaron sus miradas por un momento. — Claro que te amamos, cariño — dijo su madre, con una expresión de confusión en el rostro.
—Tú eres mi hijo, claro que te amo — dijo su padre.
—¿Sin importar nada? — preguntó Kurt.
—Kurt, ¿qué pasa? — preguntó su padre, obviamente presentía que había algo más que Kurt quería decir.
Kurt bajó la mirada a su plato. — Quiero ser honesto con ustedes — dijo en voz baja. — Me duele tener que ocultarles este secreto. Y estoy… asustado.
—No tienes porqué estarlo, cariño — dijo su madre. Ella se levantó. — ¿Por qué no vamos a la sala a discutir esto?
Antes de que se diera cuenta, Kurt estaba en la sala, sentado frente sus padres. Estaba sucediendo. De verdad estaba sucediendo. — ¿Qué pasa, hijo? — preguntó su padre de nuevo.
Kurt no estaba seguro de cómo decirlo. ¿Debería decirlo así nada más? ¿Darle vueltas y hacerlo de manera indirecta?
Kurt abrió la boca un par de veces, pero ningún sonido salía de ella. Finalmente, hizo que saliera. — Soy gay — dijo.
Sus padres solo… lo miraron fijamente. No parpadearon o movieron o siquiera respiraron. Sólo lo miraron. — Kurt… debes estar bromeando — dijo su madre, como suplicante.
—No lo estoy — dijo Kurt.
—No puedes ser gay — dijo su padre, su voz en un tono peligrosamente bajo.
—Cariño, te criamos bien — dijo su madre. — Te llevamos a la iglesia… tu no puedes… no.
—Eso es lo que soy — dijo, paseando la mirada entre uno y otro de sus padres. Sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas. — Dijeron que me amaban.
—Es un pecado, Kurt — dijo su padre.
—Papá…
—Recuerdo — comenzó de nuevo su padre, con la mirada perdida — cuando tenías cinco años. Los llevé a ti y a tu hermana a un juego de béisbol — su papá parecía orgulloso. — Les compré a ambos una gorra. La tuya era demasiado grande, pero te gustó. Luego, cuando una chica salió al campo a cantar el himno nacional, dijiste que querías hacer eso algún día. Dijiste que te gustaba su vestido. Después pediste un par de zapatos como los que ella había usado. Zapatos de tacón —su padre cerró los ojos. — Creí que solo era una etapa… tenías cinco. ¿Cómo pudiste haber sabido que esos eran solo para chicas?
—Papá…
—¿Cómo pudiste hacer esto? — preguntó su padre.
—No hice nada — dijo Kurt, llorando. — Esto es lo que soy. Tú eres mi padre… ¿no deberías amarme sin importar nada?
—¿Quién eres? — preguntó, mirando… a través de Kurt. — Ni siquiera reconozco quien eres.
Kurt sorbió. Su padre dejó caer la cabeza entre sus manos. Hubo un largo silencio. Kurt miró a su madre, tratando de provocarle alguna reacción. Pero ella evitó el contacto visual.
—Kurt, si no te olvidas de esa estupidez — dijo su padre, levantando la cabeza. Se puso de pie y lo miró fijamente, haciendo que Kurt se sintiera aún más pequeño. — Habrá consecuencias.
—¡No es una estupidez! — dijo Kurt, levantándose del sillón, temblando. — ¡Esto es lo que soy! ¿Porqué no puedes aceptarlo?
—¡Ya cállate! — gritó su padre, tan fuerte que hizo que Kurt sintiera escalofríos. — Si así es realmente como te sientes… te quiero fuera.
—Russell… — dijo su madre. Fue silenciada por una mirada de su padre.
—Me… ¿estás echando de la casa? — preguntó Kurt, apenas pudo producir sonido.
—SI eliges vivir en pecado… no lo harás bajo mi techo — dijo su padre, furioso. — Tienes quince minutos para empacar — dijo con rigidez.
Kurt pasó la vista de su padre a su mamá, quien no dijo ni una maldita palabra. No lo haría. Kurt lo sabía.
Kurt salió de la sala con lentitud, pero comenzó a correr en cuanto estuvo seguro de que no le veían. Corrió escaleras arriba, hacia su habitación. Miró a su alrededor, las lágrimas le bloqueaban parte de su visión. Sacó dos de las maletas más grandes de su clóset. En una, puso la mayor parte de su ropa, asegurándose se poner ropa interior. Tomó su laptop y otros aparatos electrónicos y los puso en la segunda. Libros y fotografías también fueron empacados. Todo sin lo que Kurt no hubiera resistido el partir.
Echó una mirada a toda su habitación. ¿Cuánto tiempo tenía? ¿Cómo podría decidir qué cosas eran sin las que no viviría? Lo más probable era que no pudiera regresar por lo cualquier cosa que olvidara.
Finalmente, Kurt salió de su habitación y bajó las escaleras. Su padre lo estaba esperando, su madre no estaba a la vista. — Llaves — demandó su papá. Kurt cerró los ojos y buscó en su bolsillo, las manos le temblaban mientras las dejaba sobre la mano de su padre.
Ya no había manera de que volviera a entrar a esa casa. Ni siquiera podría pasar de la cerca. Mucho menos a la cochera. ¿Qué esperaba su papá que hiciera ahora? ¿Quedarse en la calle y pedirle a alguien que se detuviera?
—Vete — dijo fríamente. Kurt caminó hacia la puerta, la abrió y puso sus maletas sobre el tapete de la entrada. Su padre sostenía la puerta, estaba a punto de cerrarla. Miró a Kurt. — Estoy muy decepcionado de ti — dijo antes de cerrar la puerta de golpe.
Kurt lloraba mientras llevaba sus maletas por el camino que había en el jardín delantero y hacia la acera. Sólo comenzó a caminar. Podría llamarle a Mercedes, pero Kurt no tenía la fuerza para buscar su teléfono celular dentro de las maletas. Así que siguió caminando.
Mucho tiempo después, Kurt no supo exactamente cuánto, se tropezó y casi cayó al suelo. Soltó un gemido mientras dejaba las maletas en el suelo y se sentaba en la orilla de la acera. Kurt se limpió las lágrimas y miró a su alrededor. Ya había salido de su vecindario desde hacía un buen rato. Estaba llegando al pueblo, donde estaban todas las tiendas.
Estaba oscuro. Lo único que iluminaba la acera en donde estaba sentado Kurt eran las lámparas del alumbrado público. Y hacía frío, obviamente. Era noviembre. Kurt no traía una chaqueta puesta. No se había dado cuenta antes.
Un par de carros lo pasaron, pero no se detuvieron. Kurt no sabía que hacer.
—Oye, chico.
Kurt levantó la mirada. Una camioneta se había detenido a un lado de Kurt con el motor aún encendido. La ventana del lado del pasajero estaba abajo y el conductor estaba inclinado para hablar con él. Kurt se levantó, con las piernas temblándole.
—Soy Burt Hummel — dijo el hombre, haciendo que el corazón de Kurt diera un brinco. — ¿Estás bien?
—Estoy… bien — respondió con rigidez.
—¿Cuál es tu nombre?
—Kurt Fabray — dijo Kurt con un suspiro.
—¿El chico de los Fabray? ¿No estás en el club glee con mi hija? — preguntó el Sr. Hummel.
—¿Quinn? Sí, vamos juntos — suspiró Kurt.
—Me ha dicho que tienes una voz que hace que se sienta muy celosa — dijo el Sr. Hummel. — ¿Qué estás haciendo aquí afuera? Está helando.
—Yo… — Kurt no sabía que decir. Su cara enrojeció de la vergüenza. El Sr. Hummel lo miró fijamente, de una forma en la que Kurt quiso contarle todo. — Me echaron de casa — dijo finalmente.
—Huh — el Sr. Hummel abrió la puerta y salió de su camioneta, le dio la vuelta por el frente y miró sus maletas. — ¿Son tuyas? — Kurt asintió. — ¿Tienes dónde quedarte esta noche?
—No sé — dijo con voz débil. — Pensé en llamar una amiga… pero no sé.
—¿Porqué no vienes a casa conmigo, chico? — dijo el Sr. Hummel. — Si tu eres amigo de Quinn yu necesitas un lugar para quedarte, bueno, diría que eres bienvenido en mi casa.
—No quiero ser una molestia…
—Tonterías — dijo el Sr. Hummel. — Ninguna molestia. No quiero verte congelado. — Burt se inclinó y recogió las maletas — Vaya, están pesadas — dejó salir un jadeo.
—Sólo me dieron quince minutos para empacar — dijo Kurt con suavidad. — Sólo… aventé todo adentro.
El Sr. Hummel no dijo nada mientras lo ayudó a subir las maletas a la parte de atrás de su camioneta. Kurt se subió en el asiento del pasajero con cierta indecisión, el Sr. Hummel puso la camioneta en marcha y comenzó a conducir.
—¿No va a preguntar porqué mi familia me echó? — preguntó Kurt. — Pude haber hecho algo horrible — dijo amargamente. — ¿De verdad me quiere en su casa?
—Mira, chico — dijo Burt. — Si quieres decirme qué pasó, puedes hacerlo. Pero no parece que hayas hecho algo horrible. Nada que haga que no te quiera en mi casa, al menos.
Kurt se sentó en silencio por un rato, mirando a través de la ventana. Este era el padre que no había echado a Quinn cuando le dijo que estaba embarazada… pero uno nunca sabía quien pudiera ser homofóbico en este pueblo. A pesar de todo, vivía en Lima (N/T Por si no se dieron cuenta y para los que no saben, Lima, Ohio es reconocido por ser un pueblo muy, muy, muy conservador. Creo que me faltaron otros dos "muy". Todo lo que no sea tradición, o "normal" es mal visto).
Decidió entonces, que si el Sr. Hummel lo sacaba de su camioneta después de decirle que era gay, llamaría a Mercedes.
—Les dije que era gay — dijo Kurt. — Ellos no se lo tomaron muy bien.
—Eso debe ser duro — dijo el Sr. Hummel después de un rato. — Siento mucho que hayas tenido que pasar por eso. Era… algo así como, la primera vez que lo decías o…
—Sí — dijo Kurt con tristeza. — Sólo mi amiga Mercedes lo sabe — Kurt se tragó las lágrimas que amenazaban con aparecer. — Me dijeron que me amaban justo un minuto antes de que les dijera… al final, mi papá dijo que no iba a vivir en pecado bajo su techo. Después dijo que estaba decepcionado de mí… y luego me cerró la puerta en la cara.
Las lágrimas que le recorrían las mejillas no produjeron sonido alguno, no eran los sollozos de antes.
—Lo siento mucho, chico — dijo el Sr. Hummel. — Nadie merece algo así.
—¿A usted no le molesta? — preguntó Kurt, girándose para ver al Sr. Hummel de frente, incrédulo.
—No siempre fui de mente abierta — suspiró Burt. — Pero me di cuenta que un humano es un humano, sin importar lo que haga o lo que le guste, es quien les da duras lecciones de vida a quienes ama.
Hubo un momento de silencio.
—Gracias — dijo Kurt finalmente.
—No hay problema — dijo Burt.
—Entonces — dijo Kurt después de un par de minutos de silencio. — ¿Qué estaba haciendo afuera tan tarde? La mayor parte de las personas en el pueblo cenan a las seis y están en la cama a las nueve. Y son casi las nueve…
—Quinn tuvo antojo de helado — dijo Burt, señalando una caja en el asiento. — Tuve que hacer un viaje exprés a la tienda.
—Eso… es considerado de su parte — dijo Kurt, mirando la caja de helado con una sonrisa.
—Juro que tiene los mismos antojos que su madre — rió el Sr. Hummel. — Su mamá solo tenía diecinueve años cuando se embarazo, sabes. — dijo el Sr. Hummel de repente. — No odio a mi Quinn por ser una madre adolescente. Su madre y yo lo hicimos bien y éramos jóvenes.
—Eso es bueno — dijo Kurt con una sonrisa. — Sé que Quinn ha tenido un mal rato… le dolió mucho que la sacaran del equipo de animadoras.
—A ella le encantaba — asintió Burt. — Sólo le dije que fuera fuerte y que no dejara que ninguno de los chicos de la escuela se metiera con ella. Ha estado así desde hace un par de meses y amenaza con ponerse peor conforme el tiempo pasa. — El Sr. Hummel miró a Kurt por un segundo. — Tú deberías ser consciente de eso también, chico.
La camioneta se detuvo en la cochera de una bonita casa. No era terriblemente grande, como la de Kurt, pero era linda.
El Sr. Hummel apagó el motor y le ayudó a Kurt con sus maletas. — Gracias por todo esto, Sr. Hummel — dijo Kurt mientras caminaban hacia la puerta principal.
—Dime Burt, muchacho — dijo, al mismo tiempo que abría la puerta.
—¿Papi? — la voz de Quinn provenía no de muy lejos — ¿Trajiste mi helado?
—Claro que sí, Quinnie — dijo Burt, haciendo pasar a Kurt a la casa. Quinn dio la vuelta a la esquina y se detuvo en cuanto vio a Kurt. — Quinn, supongo que conoces a Kurt.
—Sí — dijo Quinn, mirando a Kurt con una expresión de confusión.
—Se va a quedar aquí, al menos esta noche. Tal vez más — dijo Burt, dejando una de las maletas en el suelo. Kurt estaba parado frente a la puerta.
—¿Porqué? — preguntó Quinn, lucía aturdida.
Burt miró a Kurt, como preguntándole por permiso. Kurt asintió. — Al muchacho lo echaron de su casa — dijo Burt. La expresión de Quinn se suavizó al instante.
—Oh — dijo ella.
—¿Te importaría llevarlo al cuarto de huéspedes? — preguntó Burt. — Voy a servirnos algo de helado y después nos podemos sentar en la sala o algo.
—Está bien, papi — dijo Quinn. Ella tomó una de las maletas y la llevó por el pasillo. Los dos compañeros del club glee caminaron por el vestíbulo en silencio. Quinn abrió la puerta y metió la maleta. — No es mucho, pero supongo que estará bien — dijo.
—Es genial — dijo Kurt. — Gracias.
Quinn vaciló mientras Kurt se sentó en la orilla de la cama y suspiró. Al final, se sentó a su lado. — ¿Te molesta si pregunto porqué? — dijo con voz suave.
—Está bien — dijo Kurt. — Supongo que debo comenzar a decirle a todos. A pesar de que mis papás son los únicos que lo sabes, además de Mercedes, seguro todos en la escuela se van a enterar pronto. — Kurt la miró. — Salí del clóset y no les gustó.
—Oh, Dios — dijo Quinn, llevándose una mano a la boca. — Lo… siento mucho, Kurt.
—Mi papá dijo que no me quería viviendo en pecado bajo su techo — dijo Kurt con otro suspiro. — Así que si no me retractaba y decía que era heterosexual, tenía que empacar e irme. Así que lo hice — los ojos de Kurt se llenaron de lágrimas. — Digo, no es como si fuera a acostarme con cada chico que conozca. Ni siquiera he besado a uno. No estoy cometiendo ningún pecado. Esto es solo… quien soy.
Kurt sintió un brazo sobre sus hombros para después verse atraído hacia el cuerpo de Quinn. — Si alguien está viviendo en pecado, esa soy yo — dijo con dureza. — Tú no has hecho nada, Kurt. No me imagino cómo debió haber sido crecer en una familia religiosa y ser… gay. — suspiró. — Estoy segura de que si hubiera tenido padres como los tuyos, no lo hubieran pensado y me habrían echado a la calle estando embarazada.
—Probablemente — dijo Kurt con toda honestidad. — Pero tienes a Burt. Él es… el parece ser un buen padre.
—Lo es — dijo Quinn, con un asentimiento. — Ni me imaginé que pudiera ser tan comprensivo…
—Demonios, es comprensivo hasta conmigo — dijo Kurt. Quinn sonrió.
—Vamos por algo de helado. Te hará sentir mejor — dijo ella, levantándose y ofreciéndole su mano para pararse. Kurt la tomo con una sonrisa.
Burt tenía dos platos en la mesa, esperándolos. Los primeros bocados los comieron en silencio. Luego, Burt se volvió hacia Quinn y comenzó la conversación, como si Kurt siempre hubiera estado ahí — Quinnie, probablemente tengamos que comprarte ropa de maternidad pronto. Tengo alguna de la que usó tu mamá, pero no creo que sea de tu estilo…
Quinn arrugó la nariz. — Claro que no lo es — suspiró. — ¿Será posible encontrar algo de ropa de maternidad que no sea tan anticuada y se vea más… moderna?
—No debería ser difícil — dijo Kurt, con lentitud. — Si vas a una ciudad más grande, desde luego — Burt y Quinn voltearon a verlo mientras el rostro de Kurt enrojecía. — Me gusta mucho la moda — murmuró. — Estereotípico, lo sé.
—Pero lo que tú usas no es exactamente… — Quinn no dijo más.
—Obviamente yo no podía escoger mi ropa — dijo Kurt con su suspiro. — Pero tengo álbumes llenos de recortes con conjuntos que me encantaría diseñar algún día… y sé cómo coser, si quieres aplazar lo de la ropa de maternidad un poco más. Podría arreglarte algunos de sus pantalones y blusas. Y usar más vestidos sería una buena idea. Te hacen ver muy linda, por cierto.
Quinn le sonrió en cuanto dijo lo de aplazar las compras de ropa de maternidad. — Eso suena increíble, Kurt.
Kurt asintió. — Es lo menos que puedo hacer. Si me dices qué es lo que quieres que te arregles, puedo llevarlo al centro comunitario. Tienen un par de máquinas de cocer que siempre uso.
Burt le sonrió a Kurt e hizo que él se sintiera mejor al quedarse con los Hummel por un tiempo. Si tan solo les pudiera pagar o devolver el favor… sería aún mejor.
La mañana siguiente, Kurt vio el contenido de sus maletas con disgusto. Toda esa ropa… no era de él. Era del chico que sus padres siempre quisieron que fuera.
Kurt buscó entre el revoltijo de cosas hasta que encontró un par de pantalones ajustados que había comprado en secreto el mes pasado. Se los puso con una camisa y un moño que le perteneció alguna vez a su abuelo, una pieza única hecha a mano. Encontró una chaqueta que le quedaba un poco chica, pero que quedaba perfecto con lo que traía puesto. Eso tendría que aguantarle por ahora. Y, honestamente, Kurt no podía concentrarse en comprar ropa nueva. No tenía nada de dinero.
—¿Te sientes mejor? — preguntó Quinn cuando se la encontró en la cocina.
—Un poco — dijo Kurt, sentándose a la mesa.
Burt llenó el plato de Quinn con tocino. — Antojos — ella suspiró cuando vio que él levantaba la ceja.
Burt le preguntó a Kurt qué quería, él contestó que si tenían un poco de cereal, eso desayunaría. Burt encontró un poco de Special K (N/T Es una marca de cereal integral de caja. Google es su amigo :D) en el fondo de la alacena, lo que fue más que suficiente para Kurt.
—Espero que todo les vaya bien en la escuela — dijo Burt mientras Quinn y Kurt se iban.
No lo fue.
Justo como Kurt lo predijo, todos lo sabían. Mercedes se topó con ellos después de que Quinn estacionara su auto. — ¿Cómo se enteraron? — preguntó él mientras caminaban hacia el edificio de la escuela, todos se les quedaban viendo.
—Podría ser solo por mí — murmuró Quinn.
—Creo que es por ambos. El chico raro y la chica embarazada — dijo Kurt con tristeza.
—Creo que tu mamá le dijo a tu pastor lo que pasó anoche, por teléfono — dijo Mercedes. — Alguien que va a tu iglesia debió haber escuchado y le dijo a alguien más… y a alguien más — suspiró. — Lo siento mucho. Debiste haberme llamado.
—Lo iba a hacer — dijo Kurt. — Pero el Sr. Hummel me encontró y me ofreció un lugar para quedarme y pasar la noche. Fue un buen gesto de su parte.
—Mucho — dijo Mercedes, mirando a Quinn.
—Todo estará bien — suspiró Kurt, caminando hacia su casillero. — De alguna manera saldré de esta.
Luego, un muro de hielo lo golpeó en el rostro.
—¡Es bueno verte fuera del clóset, homo! — rió Karofsky, uno de los jugadores de americano. Chocó la mano con otro chico y la mayoría de los que estaban en el corredor se rieron.
—Vale, eso duele — dijo Kurt.
Quinn y Mercedes lo llevaron al baño para ayudarle a limpiarse. — Sé que esto sólo es el principio — suspiró Kurt cuando ya estaba casi limpio. — Pero me tengo que decir a mí mismo que esto es mejor que pasar todos mis años de preparatoria en el clóset, saliendo con una chica que no me gusta solo para complacer a mi familia. Tengo que.
—Ese es el espíritu, cariño — dijo Mercedes, besando su mejilla.
Kurt le tendió una mano a Quinn. — Si vamos a hacer el hazmerreír de la escuela, es mejor serlo juntos.
Quinn le sonrió, ligeramente. — Supongo que sí — dijo, tomándolo de la mano.
C'est finite. Bueno, no del todo. Después de este viene otro capítulo, pero considerando el hecho de que tarde casi medio día para traducir este, la otra mitad de la historia la traduzco subo después.
Espero que les haya gustado, una mirada a lo que pudo haber sido (a pesar de que ya todos conocemos la verdadera historia). A mí, en lo personal, se me hizo muy interesante "explorar" este mundo alternativo.
Espero sus comentarios :D
