Una sombra oscura

No se hablaba de otra cosa en la escuela, todo el mundo cuchicheaba sobre lo mismo en los pasillos. Se les veía de la mano por los pasillos, escondidos en los corredores, riendo y hablando en la sala común. En las clases, siempre se sentaban el uno junto al otro, y aprovechaban cada instante para demostrar su amor. Habían sido amigos desde siempre, muy buenos amigos, pero no se habían dado cuenta de lo que sentían. Harry Potter y Hermione Granger se habían convertido en la pareja más popular de todo Hogwarts. Él era un héroe, el Elegido, que había salvado a Hogwarts y al mundo mágico de múltiples peligros. Ella, su fiel amiga, una chica inteligente y luchadora, que había estado siempre ayudándole. Todo el mundo creía que eran la pareja ideal, el héroe y su preciosa amiga, habían reconocido su amor. Harry se había convertido en un chico aún más atractivo en el séptimo y último año de Hogwarts. Era más alto, más fuerte y poseía un inusual encanto que había cautivado a Hermione. Ella también había cambiado, se había desarrollado y cuidaba más su aspecto físico. Quizás fuera por la edad, porque hay poner buena cara al mal tiempo, pero Hermione cuidaba su cabello y lucía siempre una sonrisa encantadora. Pero, ¿qué había sido del chico pelirrojo que los acompañaba a todas partes? Ron Weasley había cambiado, y no precisamente a mejor. Desde que Harry y Hermione habían comenzado a salir juntos, se había convertido en un ser huraño, malhumorado y que andaba por los pasillos malhumorado. Aunque la pareja no le había dejado de lado, era él quien se iba apartando poco a poco. Dos son compañía, tres son multitud, y él sabía quien sobraba. Además, no soportaba ver a Hermione con otro chico, le hervían las entrañas. Cuando en cuarto curso coqueteaba con Krum se había puesto celoso, pero con Harry… Había sido su mejor amigo desde que se conocieron en el Expreso de Hogwarts, y siempre se habían apoyado el uno en el otro. Pero todo había cambiado desde que había iniciado su relación con Hermione. Ellos dos pasaban todo el tiempo juntos, no había lugar para Ron. Aunque ambos le insistían para que les acompañase, sabía que lo hacían porque no se sintiera mal. Pero Ron estaba cansado de que le tuvieran lastima. Aquella noche, en la sala común Harry y Hermione hablaban animadamente cogidos de la mano. Estaban en unas butacas junto al fuego, el sitio que antes solían ocupar los tres. Atraían todas las miradas, aunque a ellos no parecían incomodarles. Hablaban muy juntos, intercambiando sonrisas y miradas cargadas de amor, como si solo estuviesen los dos en la sala común. Ron se había sentado en la butaca más lejana a ellos, pero donde los pudiera observar. Sus ojos se posaban constantemente en Hermione, deteniéndose en cada parte de su cuerpo. Estaba preciosa, su bello rostro se veía más hermoso iluminado por el fuego de la chimenea. Ron la quería, la deseaba, estaba completamente enamorado de ella. Pero nunca había querido reconocerlo, y por eso Harry se le había adelantado. Con el ceño fruncido y las manos enlazadas, se escurrió en la butaca para conseguir una postura más cómoda. Estaba tan absorto mirando a Hermione, que no se dio cuenta de que Dean y Seamus se le habían acercado.

¡Eh Ron! – Seamus se sentó en un brazo de la butaca – ¿Qué te pasa, tío?

Nada – respondió el pelirrojo, malhumorado.

Mirando a Hermione ¿eh? – Dean y Seamus se sonrieron el uno al otro – Ah Weasley, me parece que la has perdido.

¿De qué hablas, tío? – saltó enfadado – Yo no he perdido nada.

Vale Ron, no hace falta que te enfades – intentó calmarlo Dean – Solo estábamos bromeando.

Pues no tenéis ninguna gracia – murmuró con desdén – Me voy a la cama.

Se incorporó de la butaca y subió al dormitorio, dejando a Seamus y Dean cuchicheando a sus espaldas. Le daba igual, hacía tiempo que la gente lo hacía. Porque a parte de hablar de la pareja Potter/Granger, se hablaba del celoso amigo Ronald Weasley, que había sido incapaz de declararse y había perdido a sus dos mejores amigos. Entró en el dormitorio y miró con despreció la cama donde Harry dormía. En la mesilla, había una foto donde Harry y Hermione sonreían, abrazados, felices… ¡No lo soportaba! Le reconcomían los celos, le hervían las entrañas, no se lo quitaba de la cabeza. Estaba acostumbrado a que Harry le superase en todo, pero nada le molestaba tanto como aquello. No le importaba que le superase en los estudios, en el quidditch, en popularidad… pero llevarse a Hermione, era otra cosa. Se puso el pijama y se metió en la cama, sin dejar de pensar en la popular pareja. La luna brillaba a través de la ventana, iluminando la habitación. Ron se quedó mirándola, fascinado por la increíble luz que desprendía. Fue un instante. Una sombra negra cruzó la ventana, tapando la luz de la luna. Ron se incorporó asustado, mirando toda la habitación en busca de aquella sombra. Cogió la varita y conjuro el hechizo Lumos para alumbrar la habitación Apuntó a cada rincón del dormitorio en busca de aquella sombra, pero no había nada Se levantó y paseó alrededor de la habitación en busca de ella. Miró debajo de las camas, en la ventana, en los baúles, pero no había ni rastro de ella. Cuando estaba mirando de nuevo debajo de su cama, la puerta del dormitorio se abrió. Ron se le incorporó e iluminó el rostro de Harry, que parecía desconcertado.

¿Qué haces, Ron? – le preguntó, extrañado.

Nada, solo buscaba… mi libro de Pociones – mintió descaradamente.

Ah, ¿quieres que te ayude buscarlo? – Harry intentaba ayudar a Ron en todo lo que podía, quizás porque se sentía culpable – Si lo buscamos los dos, aparecerá más rápido.

No, da igual – se metió en la cama – Ya lo buscaré mañana.

Como quieras – aceptó Harry. Se quedó pensativo y carraspeó para llamar la atención de Ron – Oye Ron, mañana Hermione y yo pensábamos ir a visitar a Hagrid, ¿te apetece venir con nosotros?

No, tengo que estudiar – murmuró, sin mirarle.

Puedes estudiar más tarde – le intentó convencer – Ven con nosotros un rato, hace mucho que no ves a Hagrid.

Ya iré otro día – le dijo, poco convencido – Ahora, tengo sueño. Hasta mañana.

Vale. Hasta mañana Ron.

Ron mordió la colcha de la rabia que sentía. ¿Qué pretendía Harry? ¿Intentar convencerle de que les viera a Hermione y a él besuquearse en la cabaña de Hagrid? No era tan tonto como para soportar aquello. Desde que él y Hermione habían empezado salir juntos, Harry había hecho todo lo posible porque Ron no se sintiera desplazado. Pero cuanto más intentaba Harry agradarlo, más le molestaba. La actitud de Hermione hacia Ron también había cambiado. Se mostraba muy amable y dispuesta a ayudarlo, y por muy malas que fueran las contestaciones de Ron, nunca entraba en el juego. En el pasado, no paraban de discutir todo el día, pero ahora nada. Hermione se comportaba como si fuera una especie de madre para él, como si considerase que no podía cuidar por si mismo. Esto enfurecía mucho a Ron, no quería que ella le viese como un ser débil, ni que se diese cuenta de lo mucho que le afectaba verla con Harry. Se removió nervioso entre las sabanas y se quedó mirando a Harry. Sería tan fácil echarle un maleficio desde allí. Le encantaría ponerlo en ridículo delante de todo Hogwarts, en especial de Hermione. Hacerle ver que era débil, que no era más que un tipo con suerte. Dibujó una siniestra sonrisa al tiempo que cogía su varita. Podía hacerle un hechizo para que le creciesen los pelos de las cejas, o encogerlo como a un enano. Se entretuvo imaginando los hechizos que podía utilizar para dejar a Harry en ridículo. Dejó la varita en la mesilla e intentó conciliar el sueño.

No lo soportó más, y después de comer, salió a los jardines del castillo. Llovía con fuerza, pero no le importaba mojarse. Al no verlos en la mesa a la hora de la comida, supuso que Harry y Hermione se habían quedado a comer con Hagrid. Se abrochó la capa y atravesó los jardines del castillo, hacia la cabaña de Hagrid. Los pies se le hundían en el suelo embarrado, pero avanzaba de todas las maneras. Vio que una de las cortinas estaba corrida, podría espiar desde allí lo que sucedía dentro. Se aferró al marco de la ventana y se apartó el mojado flequillo para ver mejor. Había unos platos vacíos en la mesa y Hagrid parecía estar cocinando algo en un caldero. Mientras tanto, Hermione estaba sentada en las rodillas de Harry hablándole al oído. El pelirrojo estaba tan enfadado, que salieron chispas de su varita, que sujetaba con la mano. Lo vio de nuevo. Justo donde estaban sentados Harry y Hermione, la sombra negra había cruzado fugazmente. Intrigado por el misterio, rodeó la cabaña para ver si la sombra había salido por el lado de la cabaña en la que se encontraban Harry y Hermione. La vio internarse en el Bosque Prohibido y la siguió sin pensarlo demasiado. Caminó entre los altos árboles que poblaban el bosque, siguiéndola. Llegó a un claro del bosque donde vio la sombra negra flotando, pero sin moverse. Aunque estaba asustado, la curiosidad era demasiado fuerte.

¿Qué eres? – le preguntó, apuntándole con la varita.

No hubo respuesta. La sombra siguió flotando sobre el suelo.

¡Vamos! – la apremió nervioso – Dime quien o que eres.

¿Qué quieres saber de mí, Ronald Weasley?

Ron se asustó y dejó caer la varita. La voz había sonado directamente en su cabeza, aunque estaba seguro de que era aquella sombra quien se estaba comunicando con él.

¿Qué eres? – insistió el muchacho.

"¿Acaso te importa Ronald Weasley?"

¡Claro que me importa! – cogió la varita del suelo.

"Creía que tus pensamientos los poblaban otros asuntos."

No tengo todo el día – dijo, con más valentía de la que en realidad sentía.

"No seas impaciente, Ronald Weasley. Cada asunto a su tiempo."

¿Cómo sabes mi nombre? – preguntó, tembloroso.

"Sé muchas cosas sobre ti, Ron, más de las que tú te piensas. Sé que tu equipo de quidditch favorito son los Chudley Cannons, que tienes seis hermanos, que vives en una casa llamada la Madriguera…"

Eso lo sabe mucha gente – le interrumpió molesto. ¿Era aquello una broma?

"Si Ron, eso lo sabe mucha gente, pero sé otras cosas que solo tú sabes, y otras, que ni siquiera tú sabes."

¿Cómo sé que no me estás mintiendo? – preguntó, elevando la voz.

"Sabes bien que no miento, Ron, lo sabes muy bien."

¿Qué quieres de mí? – preguntó, asustándose cada vez más. La voz tenía razón, tenía la clara sensación de que no mentía.

"Charlar contigo, Ron, tengo que proponerte un trato."

¿Un trato? – preguntó, desconcertado – ¿De qué se trata?

"Este no es el mejor modo de realizar acuerdos, Ron Weasley. Quiero hablarlo contigo cara a cara."

¿Cara a cara? – cada vez estaba más desconcertado – No entiendo nada.

"Lo sé, pero eso tiene un remedio. Te daré todas las respuestas que quieras cuando hables conmigo cara a cara. ¿Estás dispuesto hacerlo, Ron?"

No sé – se mordió el labio – Dime de que va ese trato.

"Ron, Ron, esa impaciencia no es buena. Tendrás que esperar a reunirte conmigo."

¡No me reuniré con nadie hasta que sepa que quieres de mí! – gritó el chico.

"Solo te diré, que si te reúnes conmigo, juntos conseguiremos eso que tanto anhelas."

¿Qué tanto anhelo? – se quedó pensativo – ¿Estás hablando de…?

"Si, Ron, a eso me refiero. ¿Estás dispuesto a reunirte conmigo?"

De acuerdo – aceptó, con firmeza.

"Bien hecho, chico. Ve después de cenar a la Torre de Astronomía, procura que nadie te vea por allí. Te estaré esperando."

¿Cómo te reconoceré?

"No te preocupes, sabrás quien soy en cuanto me veas. Nos reuniremos allí, Ronald Weasley"

¡Espera un momento! – gritó – Dime quien eres.

Pero tanto la sombra como la voz en su cabeza, se habían esfumado. Aún desconcertado, salió del Bosque Prohibido. Cuando pasaba por la cabaña de Hagrid, se abrió la puerta, y Harry y Hermione salieron de la cabaña. La pareja lo miró con tristeza, viendo sus ropas mojadas y llenas de barro y una expresión muy extraña en su rostro.

¿Estás bien, Ron? – le preguntó Hermione, preocupada – ¿Estabas en el Bosque Prohibido?

Salí… a dar una vuelta – dibujó una torva sonrisa.

¡Estás empapado! – observó Hermione, cogiéndole de la túnica – ¿Seguro que estás bien, Ron?

Si, tranquila – miró a Harry con un brillo de maldad – Solo quería… despejarme la cabeza.

Los tres juntos avanzaron de camino al castillo. Ron permanecía callada mirando simultáneamente a Harry y Hermione. Cuando su mirada se cruzó con la de Hermione, dibujó una sonrisa escalofriante, poco habitual en él. Aquella noche, después de cenar, se reuniría con alguien que podía dar solución a sus problemas…

CONTINUARÁ