¡Nueva historia traducida! Esta no se subirá con tanta regularidad ya que iré subiendo los capítulos a medida que vaya traduciendo... ¡En fin, disfrutad!
Este capítulo es el más angustioso. Luego mejora... ¡Vaya si mejora!
Capítulo Uno. Cuando Rachel conoció a Quinn
Quinn Fabray se sorprendió cuando las lágrimas no aparecieron. De la misma forma que se sorprendió al ver la indiferencia que sentía. La rubia agarró el papel calmamente en sus manos, arrugándolo ligeramente antes de tirarlo a la basura.
Bueno… Es oficial, Pensó Quinn cruelmente, Soy otro fracaso de Lima.
"Hey mami, ¿Vienes?" La voz de Puck la sacó de su miseria mientras él caminaba alegremente hacia la salida del instituto. Ella sonrió falsamente y asintió, su voz rompiéndose ligeramente.
"En un minuto". Él le sonrió y le guiñó el ojo antes de salir por las puertas abiertas y dirigirse al párquing, donde los otros de último año del McKinley estaban celebrando el final de sus días en el instituto. Todos menos Quinn.
Había mandado varias solicitudes a distintas universidades, esperando tener una beca deportiva o escolar para cualquiera de las universidades. Y aunque ella había recibido becas, ninguna de las universidades se adaptaba a su educación. La ayuda financiera por parte de sus padres ni se contemplaba tras haber estado dos años sin vivir con ellos.
Así que se había quedado atrapada en Lima. Cuatro años de constante estudio, cuatro años de maltratarse a las manos de Sue Sylvester, cuatro años manipulando y atemorizando, y todo fue en vano.
"¿Te lo puedes creer?" La cabeza de Quinn se giró al sonido de la voz de Santana mientras la Latina caminaba por el pasillo con Brittany a sus espaldas, llevándola a remolque. "Juro por Dios que le arrancaré las cuerdas vocales si vuelvo a todo sobre su viaje a Julliard." Dijo Santana con desdén mientras pasaban por el lado de Quinn y la ignoraban completamente.
Estaban hablando de Rachel Berry, la única chica de último año del McKinley que saldría de Ohio. Vale, habían graduados que saldrían de Lima – entre ellos los miembros de New Directions – pero la morena era la única estudiante que había logrado salir del estado.
Quinn rápidamente tiró sus libretas en la basura al lado de su taquilla antes de cerrarla fuertemente totalmente irritada. No tenía absolutamente ni una salida y para agraviar la situación, todos sus planes de refuerzo habían fracasado.
Hace mucho tiempo, había pensado que salir con Finn Hudson sería un sólido plan B, considerando que su carrera atlética le sacaría de Lima – es el motivo por el cual decidió salir con él en primer lugar. Después de que rompieran en el segundo año, hizo todo lo que estaba en su poder para reparar ese puente en caso de necesidad. Y tal y como hizo con Noah Puckerman, convenció a Finn de que si al final era capaz de salir de ahí, él la llevaría a ella también. Después de que la ilusión inicial de salir con el nuevo alumno/jugador del equipo, Sam Evans, se esfumara, Quinn se dio cuenta rápidamente de que no tenían nada en común y que no iban a ninguna parte; Él no iba a ninguna parte. Pero Quinn necesitaba desesperadamente salir de Lima – era la razón principal por la cual Quinn dio a Beth en adopción – así que se quedó con Sam. Era un chico muy agradable y genial… Pero fallaba algo. Cuando por fin rompieron, Sam – aunque seguía siendo muy amable – no quería tener nada que ver con la animadora románticamente hablando.
Los tres planes de refuerzo habían fallado épicamente. Y para empeorarlo, Quinn fue denominada 'Chica 13' después de sus rupturas. No era la culpa de Quinn que Puck pasara más tiempo en el correccional que en clase, o que Finn saliera con Rachel Berry y que se convirtiera en un marginado más, o que Sam estuviese demasiado ocupando llorando durante el partido de la final del campeonato, arruinando la victoria para el equipo… De acuerdo, ese último quizá era culpa de Quinn por haber hecho que el chico llorase por ella. Pero incluso entre las lágrimas, Sam debería haber visto a Artie, totalmente solo, ¡en la zona final!
Era humillante. Era la capitana, preciosa, sin rastros de haber tenido un bebé y aun así nadie salía con ella. Incluso probó con chicos de universidad, humillándose incluso más al salir con un asqueroso estudiante de filosofía con pelo-polla y con gafas al estilo John Lennon con la esperanza de sacar algo de provecho de ahí. Pero el chico quería dar clases en la Universidad de Ohio y vestía tan mal que Quinn no se veía con el suficiente coraje de salir, aunque tan solo fuera de Lima, con ese chico que llevaba sandalias con calcetines.
Estaba harta. No tenía casa, no tenía amigos, no tenía padres, no tenía a Beth, no tenía amor.
Pero sabía que no había otra manera de alcanzar sus sueños. Manipular y mentir era todo lo que sabía hacer. Si bien era cierto que habían varias formas de salir de Ohio; En coche, tren, bus, avión. Quinn Fabray tenía que salir de Ohio, y definitivamente de Lima.
"Sus padres le han comprado un apartamente bastante caro en la maldita ciudad, ¿Te lo puedes creer?"
"He oído que todo lo paga esa estúpida escuela"
"Aparentemente, se ve que ha rechazado un contrato musical después de que un gigante del mundo musical la viera en las Nacionales"
Quinn inspiró profundamente antes de soltar el aire lentamente mientras caminaba a través de la casa de Puckerman. El único tema de conversación durante toda la noche era Rachel Berry. Que si Rachel esto, que si Rachel lo otro… Durante toda la noche. Y Quinn estaba lista para pegar a alguien.
Mientras descansaba en el porche trasero, tomó un largo trago del que era su quinto tinto de verano mientras intentaba mantener su compostura. Rachel ni siquiera estaba en la fiesta, pero nadie hablaba de otro tema, ya fuera por admiración, celos o cotilleo; el nombre de la diva estaba en los labios de cada una de las personas que estaban en la fiesta.
Incluso Finn no podía evitar regodearse de haber salido con la morena unos cuantos meses. Cuando la Universidad Ohio State lo llamó para su equipo, visitó el campus y fue tratado como un Dios. Quinn no sabía los detalles, pero estaba bastante segura de que su ex novio se vio involucrado en más de un lio sexual ese fin de semana. Le dijo a la diva que creía que una relación a distancia sería muy duro para él, pero Quinn – y probablemente Rachel – sabía que la nueva promesa de Ohio State estaba más que listo para el más y mejor.
Le servía de consuelo a la rubia saber que al menos la morena no lo tenía todo. Seguía sin amigos, sin amor y estaba a punto de estar muy sola en la Gran Ciudad. Incluso así, mientras Quinn abría otra botella, la rubia se sentía un poco mal por Rachel.
Estaba destrozada cuando Finn la dejó. Fue de repente cuando Finn soltó la bomba. En un minuto estaban cantando duetos en el coro, en el siguiente, Rachel era un robot que solo le importaba seguir su sueño sin darle importancia a nada más.
No hablaba con nadie. Con nadie. Ni siquiera con el Sr Shue. Cuando no estaba en clases, estaba en el auditorio o en la sala del coro practicando. Y aunque, esos sitios eran los que habitualmente la encontrabas antes de que estos dos rompieran, su intenso vigor era realmente aterrador. Contestaba muy borde si alguien quería hablar con ella, incluso amablemente, y a menudo se la podía ver llorando.
Fue por alrededor de la media noche cuando el plan empezó a formarse en la cabeza de Quinn. Acababa de escuchar a Mercedes hablar sobre el éxito de Rachel y la rubia había alcanzado su límite. El logro debería haber sido de Quinn. La gente debería sentir envidia de ella. Quinn debería estar preparando las maletas, con destinación a la victoria. Pero no. Todo eso pertenecía a Rachel.
Quinn soltó una risotada mientras bebía de su botella, pensando diferentes maneras de sabotear el plan de la morena. Pero cada vez que intentaba desarrollar uno, Quinn lo rechazaba. Últimamente, ella y Rachel tenían mucho en común. Ninguna de las dos tenía amigos – Quinn no contaba a Puck – y ninguna tenía un romance. Ambas eran consideradas parias del McKinley y ahora que el instituto había terminado, la rubia no veía ni una oportunidad de cambio para ella.
Quinn no tenía nada – nada que pudiera ayudarla.
"¡Hey! ¿A dónde vas, Q?" Gritó Puck mientras ella se abría paso por la multitud de la casa. Puck esperaba tener un momento a solas con ella para intentar convencerla otra vez de que deberían volver a intentartlo. Pero la rubia ignoró su pregunta y se metió en el coche con una destinación fija: La casa de Rachel Berry.
Llegó ahí en cuestión de minutos, notando el alcohol por sus venas mientras conducía, ignorando las señales de tráfico y los semáforos. Le faltó tiempo para salir del coche y quitar las llaves del contacto antes de correr hacia la casa de Rachel.
Su dedo índice tocó el timbre y su mano empezó a llamar a la puerta varias veces a causa de su estado de embriagadez. Tan solo cuando la casa se iluminó y en retiró su brazo, se dio cuenta de que estaba llorando.
Quinn tartamudeó y balbuceó su intoxicada explicación a ambos padres de Rachel varias veces antes de que los dos fueran a despertar a su hija. No podían sacar ni una frase coherente de la rubia para averiguar qué estaba haciendo ahí pasadas las doce de la noche y en tal estado.
Una dormida Rachel bajó las escaleras perplejamente, sin haber entendido nada de lo que su padre le había dicho y no muy segura de a quién se estaba refiriendo. A través de las lágrimas, la rubia vio como Rachel descendía las escaleras y su estómago dio un vuelco, como siempre le pasaba cada vez que veía a la diva. Y como siempre, ella lo ignoraba.
Cuando la morena vio a la rubia llorando, sus ojos se abrieron y de inmediato se puso en alerta. "¡Quinn! ¿Qué ha pasado? ¿Qué pasa? ¿Estás herida?" Exclamó Rachel avanzando hacia la rubia.
Contrariamente a lo que la gente creía, incluyendo los miembros de New Directions, Rachel Berry aún le importaba mucho el club y su gente. Simplemente sabía que a nadie le importaba ella. Así que Rachel decidió no querer que le importase esa gente más. Estaba cansada de esperar. Estaba cansada de intentar. Rachel pensó que sería mucho más fácil fingir que no le importaba nadie de manera que nadie tendría que fingir que se preocupaban por ella.
Estaba más que herida por las payasadas de Finn – el único que estuvo a su lado – y pensó que era mejor dedicar su atención hacia algo que podía salir bien: su futuro.
Pero aun así, aún le importaban. Por supuesto que aún le importaban. Y lo pasaba mal cada día por eso. Nadie intentó ser amigo de Rachel durante los últimos meses de instituto. Nadie se disculpó, ni siquiera le dedicaron una sonrisa o la mínima atención para saber si estaba bien. Algunos días pasaban sin ni siquiera haber hablado con nadie; completamente invisible. Esos eran los días buenos.
Así que, ¿Por qué estaba Quinn Fabray en su casa llorando a la una de la noche la víspera anterior a la ceremonia de graduación?
Rachel obtuvo la respuesta después de llevar a la rubia a su casi habitación vacía. Después de ver las cajas, la animadora rompió a llorar otra vez, haciendo casi imposible para Rachel entenderla mientras la diva se sentaba en su cama y observaba a la desesperada rubia. Cogió palabras como "sola", y "fracasada". De vez en cuando algunas frases eran entendibles como "miserable por el resto de mi vida" y "me arrepiento mucho".
Era obvio que Quinn Fabray estaba borracha. Así que Rachel escuchó tan atentamente como pudo para intentar entender algo.
"¡Estoy tan orgullosa de ti!" Dijo Quinn finalmente, cayendo de rodillas y agarrando las manos de Rachel en un gesto que la morena no se esperaba para nada. Ni siquiera notó a la rubia moverse hacia la cama, pero Quinn estaba de rodillas delante de ella, proclamando lo increíble que Rachel era y lo magnífico que sería su futuro.
Esto provocó más lágrimas y de nuevo, la diva no podía entender a la rubia. "¡Lo siento mucho Rachel! ¡Lo siento muchísimo!" Dijo Quinn de repente. No podia parar. Incluso cuando Rachel le aseguró que la perdonaba y que no le dolía nada de lo que había hecho – mentira – la rubia tan solo lloraba aún más y se agarraba a la diva aún más fuerte.
"Voy a traerte un vaso de agua" Dijo Rachel, una hora después de que Quinn se descargara con su discurso ebrio y sus disculpas.
"¡No! ¡No te vayas!" Rogó Quinn.
"¡Quinn!" susurró Rachel fuertemente mientras arrastraba a la rubia, quien tenía sus brazos alrededor de su pierna izquierda. "¡Ahora vuelvo! Por favor, quédate y volveré en un segundo" Rachel pronunció cada sílaba lenta y audiblemente, mirando fijamente a la rubia. Finalmente, Quinn asintió y Rachel corrió hacia su cocina para llevarle el vaso de agua.
Una parte del cerebro de la rubia se preguntaba qué coño estaba haciendo en la casa de Rachel. Ni siquiera recordaba el motivo que la llevo a hacer la visita y ahora que ya estaba ahí, le curioseaba ver qué haría después. Pensaba en ello mientras esperaba a que la pequeña diva volviese, sus ojos recorriendo la alfombra mientras intentaba crear un plan que la ayudase. Nada.
Por suerte, los padres de Rachel habían vuelto a la cama. Su hija les había asegurado que su major amiga Quinn tan solo estaba muy triste porque Rachel se iba, y quería una última noche para salir con su BF. Sus padres se lo creyeron y volvieron a su habitación.
Cuando volvió, Quinn levantó la vista y soltó un suspiro de alivio. La rubia siguió los pasos de Rachel por la habitación terminando a los pies de ella, mientras que la diva se sentaba en la cama.
Con ambas manos, Quinn bebió del vaso. Cuando terminó, devoró a Rachel con la mirada.
"¡Estoy enamorada de ti!"
La declaración quedó en el aire durante un minuto. Quinn podía escuchar el sonido de Rachel parpadeando después de ese extenso silencio.
"Lo siento, Quinn. Ha sido un largo día y creo que no te he entendido muy bien. Una vez leí un horrible artículo sobre un joven que dedicó su existencia a los sonidos de la natura solo para después averiguar a los treinta-y-cuatro años que había perdido su audición. Considerando el hecho de que paso largas cantidades de tiempo centrando mis esfuerzos en el sonido, las inflexiones, los agudos, los tonos y varios instrumentos musicales, se podría decir que mis oídos han sufrido bastante. Así que debo pedirte que repitas lo que has dicho, por muy cansado que te resulte, porque estoy bastante segura de que acabas de confesar tu amor por mi y eso me resulta bastante inverosímil viendo como me has tratado en el pasado, incluso el presente, y teniendo en cuenta que estoy más que segura que no has realizado ninguna acción que no tenga un enfoque heterosexual a través de nuestro conocimiento mutuo – quisiera llamarlo amistad pero creo que la definición no se ajusta a los hechos ocurridos en nuestra historia – y has mostrado un horrible desdén y, con lo que algunos lo llamarían, un odio homicida hacia mi existencia, debo estar equivocada." Rachel respiró profundamente, aclarándose la garganta y tocando a la rubia aún de rodillas en el suelo. "Ahora sería el momento para refutar mi obvia malinterpretación"
Quinn tan solo se acercó más a Rachel, con ojos histéricos y cogiendo a la morena. "Piensa en lo feliz que te haría, Rachel. Haría todo lo que me pidieras. Cocinaría y limpiaría para ti. Ensayaríamos tus diálogos, canciones y números de baile. Me sentaría en primera fila para ver cada uno de tus espectáculos y para mostrarte mi apoyo." Rachel sacudió la cabeza mientras se daba cuenta de que Quinn no estaba negando nada, y que de hecho, esta intentando demostrarlo.
"Seré tu mayor fan y te protegeré y te cuidare y nunca tendremos que separarnos y nunca tendrás que estar sola." Los ojos de Rachel se abrieron como platos cada vez que Quinn seguía desarrollando su plan. "Te llevaré a tus audiciones y te ayudare a estudiar para tus clases. Conseguiré trabajos de mierda para reforzar nuestros ingresos y me haré Judía y vegetariana y, y, y, ¡y sé coser! Coseré tus disfraces o arreglaré las tuberías y…"
"¡¿De qué coño estás hablando Quinn Fabray?" Chilló finalmente Rachel, absolutamente atónita por el escenario que la rubia estaba pintando y el incómodo significado de ello.
"Rachel, ¡Te quiero! ¡Quiero estar contigo y haré lo que sea necesario para hacer que eso pase!" Rachel estaba trastornada. Quinn Fabray estaba hablando muy en serio.
Mientras Quinn esperaba a que Rachel volviera con el vaso de agua, Quinn creía que la única opción era jugar con lo que mejor sabía; mentir y manipular. Sabía que Rachel no tenía a nadie. Sabía que Rachel estaba dolida y sola. Quinn sabía cómo se sentía. Y la rubia estaba convencida de que si alguien le hubiese dicho esas palabras, ella se hubiese lanzado a la piscina a la oportunidad de tener a alguien a su lado en ese momento tan duro de su vida. Era obvio que Rachel también se lo creería – quizás incluso más ya que la diva nunca supo lo que es la amistad. Y debía creérselo. Porque a Quinn ya no le quedaban más opciones.
"¿Q.. Qu… Qué..? No puede ser. O… ¡O estás completamente borracha! Sí, eso es. ¡O no! ¡Esto es una broma! ¡Un último gesto de crueldad y brutalidad que has ido maquinando desde que sabes que mañana me voy!" Rachel saltó de su cama y abrió la puerta de su habitación.
"¡Fuera de mi casa, Quinn! Espero que el resto de tu vida se vuelva tan miserable como los juegos enfermizos que me has arrojado durante todos estos años!" Quinn se puso de pie y cogió a Rachel de la mano que la morena había utilizado para señalar que Quinn debería marcharse.
La morena observó a la chica llorando, consternada por el comportamiento de la rubia. Rachel volvía a balbucear, atónita de que esas palabras hubiesen salido de la boca de Quinn Fabray.
"¡No, Rachel! Lo juro por mi vida… ¡Lo juro por la vida de mi hija que esto no es para hacerte daño! ¡Has de creerme! ¡Has de llevarme contigo!" Suplicaba Quinn mientras sus lágrimas y sollozos destrozaban su cuerpo. Miró a la perpleja morena durante unos largos segundos, las lágrimas persiguiéndose en sus pálidas mejillas.
Miente y Manipula.
Entonces, sin pensárselo dos veces, posó sus dos manos en la cara de la morena y juntó sus labios con la esperanza de que su desesperación se mostrara a través de su boca y que convenciera a Rachel de que debía llevar a Quinn con ella.
La cantidad de alcohol que Quinn había consumido había tomado definitivamente el control sobre ella. Había planeado en convencer a la morena de que se la llevase con ella, no en hacer el ridículo mientras sollozaba y suplicaba. Pero su vida se desmoronaba y estaba mucho más que desesperada. Le esperaba un futuro negro y Rachel era su única oportunidad.
Sabía que estaba siguiendo los pasos de su hermana y de su madre; atándose a alguien a pesar de sus propios deseos. Pero con algo de suerte, sería capaz de crear una vida para ella misma con la ayuda de la diva y quizá algún día, finalmente, sería feliz. Incluso si eso significaba construir una relación basada en una farsa.
Cuando Rachel fue capaz de por fin deshacerse de la boca de Quinn, jadeando y luchando para respirar oxigeno, pegó a la rubia en la mejilla antes de taparse la boca en shock.
Quinn apenas notó la bofetada. Estaba tan sorprendida como Rachel de haberla besado. Pero lo que más le sorprendió, fue la pasión que el beso le encendió dentro de ella. Ya fuera por el alcohol o no, algo dentro de Quinn despertó, y sin más agarró la cintura de la morena y la volvió a besar.
Aunque este beso duró más que el anterior, el resultado fue el mismo. Rachel la apartó y volvió a pegar a Quinn, pero la rubia volvió a cubrir los labios de la diva otra vez hasta que Rachel dejó de apartarla.
El sonido de los libros cayendo de las estanterías y de los posters rompiéndose era meramente audible a causa de los fervientes gemidos de Rachel y Quinn mientras se empujaban y tiraban la una de la otra hacia las paredes y escritorios. Rachel rodeó el cuello de Quinn con sus brazos mientras la rubia agarraba posesivamente las caderas de la diva. Sus lenguas invadían la boca de la otra con hambre y pasión mientras que sus manos tocaban todo lo que podían.
Rachel había olvidado esta sensación, o quizá nunca la tuvo. Pero le encantaba sentirse deseada otra vez. O quizá por primera vez. La desesperación y el hambre en los ojos de Quinn es lo que encendió a la diva; nunca antes la habían mirado de esa manera. A parte de los abrazos de sus padres, no la habían tocado en meses e incluso antes, nada era como esto. No estaba segura de si le gustaba o no, pero cada vez que las manos de Quinn la agarraban un poquito más fuerte o su lengua recorría su boca, Rachel se sentía querida y deseada otra vez; o quizá por primera vez.
Los dientes de Quinn agarraron los labios de Rachel, tirando de él ligeramente antes de chuparlo causando un gemido en la garganta de la morena. La rubia se perdió por el cuello de Rachel, besando y chupando mientras la diva le aguantaba la cabeza para mantenerla en su sitio.
"Dios, Quinn…" Gimió Rachel, mitad subida en su escritorio con la rubia en medio de sus piernas separadas, con su cabeza echada para atrás en euforia. Sin embargo, al sonido de su nombre, Quinn se en retiró jadeando, mientras observaba horrorizada a la jadeante morena.
Una pálida y temblorosa mano cubrió los desgastados labios mientras Quinn observaba con los ojos abiertos a la diva. "¡Rachel! ¡Lo sient… Lo siento mucho! Nunca quise… Tan solo quería ir a Nueva York contigo… Yo…" Quinn se sentía mareada y perdida; ¿Qué coño acababa de hacer? Todo lo que quería era convencer a Rachel de que su declaración era cierta. Necesitaba tiempo para que así Rachel no la echara de su casa, para demostrar a la morena de que Quinn haría todas las cosas que le había prometido. Pero… ¿Besarla?
Sin ni siquiera esperar la respuesta de Rachel, Quinn salió corriendo de su dormitorio y esprintó para bajar las escaleras y salir volando de esa casa, intentando desesperadamente estar lo más lejos de Rachel como fuera posible.
Mientras Quinn se colaba silenciosamente en la casa de los Jones y llegaba a la habitación del hermano de Mercedes para luego dormirse entre lágrimas, Rachel Berry aún estaba anonadada encima de su escritorio. Después de media hora de perplejidad, la morena se metió en la cama, intentando por todos los medios averiguar qué acababa de pasar.
¿No se lo había imaginado, no? Quinn Fabray se había presentado en su casa, le había declarado su amor, la había besado a consciencia y le había pedido que la llevara con ella a Nueva York. "¿Qué coño…?" Se preguntó Rachel en su habitación, aun completamente asombrada – tenía que estar completamente sorprendida si decía palabrotas; algo que nunca hacía. Pero la morena sabía que había estado a milésimas de segundo de aceptar la propuesta – tener a Quinn Fabray en Nueva York sonaba exactamente a lo que Rachel Berry necesitaba.
El siguiente día en la ceremonia de graduación de la promoción 2012 de McKinley, Quinn y Rachel llevaban gafas de sol oscuras y permanecían en silencio. La cabeza de la rubia retumbaba en resaca y sus ojos estaban irritados de las lágrimas, mientras que los de la morena estaban hinchados de haber permanecido despierta toda la noche. Ninguna de las dos habló con nadie. No era como si alguien fuera a hablar con Rachel Berry… O Quinn Fabray. Cada amistad que la rubia había construido durante su embarazo se desvaneció después de convertirse otra vez en capitana de las Animadoras.
Incluso su amistad con Mercedes fue destruida, a pesar de que la rubia aún vivía en su casa. Aunque su amistad hubiese terminado, Mercedes no quería ser otra más en echar a Quinn de su casa, así que nunca mencionó a sus padres la situación, pero ignoraba a la animadora cuando ambas estaban en casa.
Quinn deseaba no haber atendido a la ceremonia; era demasiado depresiva. Incluso Puck había conseguido entrar en una universidad y saldría de Lima.
Cada vez que pensaba en lo que había pasado en casa de los Berry, su estómago daba un vuelo y luchaba por evitar las nauseas. No tenía ni idea qué le había pasado – dejando de un lado los besos – cuando empezó a rogar. Pero cuando pensaba en el beso, o los besos, otra vez su estómago daba un vuelco, pero esta vez sin sentir náuseas. Quinn maldijo a la bebida por convencerla momentáneamente de haber disfrutado del intercambio, y esperaba no volver a ver a la diva entre la multitud. Por suerte, la única vez que vio a Rachel fue cuando la morena subió al escenario para aceptar su diploma con el sonido de fondo de abucheos por parte de sus compañeros.
Quinn ignoró la sensación en su estómago al ver a Rachel y la rabia que sintió al escuchar los abucheos. Sí, Rachel era molesta, pero no se merecía esa humillación unas horas antes de abandonar Lima. Pero, la rubia supuso que todo el mundo estaba celoso y sabía que Rachel estaría cogiendo el tren hacia Nueva York después de la ceremonia para su curso de verano en su nueva escuela; probablemente querían darle un último que te den antes de que se fueran.
No había nadie esperando a Quinn después de la ceremonia para darle un ramo de flores, o un abrazo, o un beso y decirlo lo orgullosos que estaban de ella. Y a pesar de la invitación de Mercedes hacia Quinn para ir con los Jones a comer, la rubia la declinó y optó por andar por la zona donde se había criado. Recorrió el campus de McKinley, sentándose en las graderías, pasando por el parque, la calle principal, la casa de sus padres y volviendo a la escuela.
Podía escuchar a la entrenadora Sylvester chillando a través de su megáfono a las animadoras ahora que el campo estaba libre después de la ceremonia. ¿Qué iba a hacer? Ya no podía vivir en la casa de los Jones ahora que Mercedes se iba a ir a la universidad en Columbus. No podía permitirse un piso y no tenía a nadie con quien compartirlo. No había trabajos en Lima. Y tampoco tenía algo por lo que salir y empezar de nuevo.
Puck y Finn se marcharían a Ohio State para la pretemporada, así que tampoco podía recurrir a ellos, y todos los otros gleeks no querían tener nada que ver con ella. Estaba atrapada… No, Pensó Quinn… Estaba jodida.
Rachel Berry observaba distraídamente las vistas por la ventana de su espaciosa oficina. Mordió fuertemente la tapa de su bolígrafo mientras soñaba con una mejor vida. Era otro día gris en Nueva York… Había llovizna. El pensamiento hizo que sus ojos se humedecieron y su pecho se encogiera en respuesta; Pensar en Finn le hacía sentir más sola. "¿Rachel?" La morena rápidamente se aclaró la garganta y se secó las lágrimas rápidamente antes de darse la vuelta y mirar a su jefe.
"Rachel, necesito estos informes clasificados lo más rápido posible y me sería de gran ayuda si dejaras de soñar despierta." Rachel asintió y empezó a tocar los archivos pretendiendo hacer algo productivo. Su jefe puso los ojos en blanco y volvió a dejar a la diva sola.
Llevaba en Nueva York tres semanas y había estado trabajando largas horas en sus prácticas. Estaba sola. Echaba de menos Lima. Los otros becarios no eran muy amigables y siempre estaba encerrada en esa gran oficina – perteneciente a un profesor que estaba de vacaciones – durante largos periodos de tiempo para pensar. Pensar en lo miserable que era su vida. Lo solitaria que estaba. Lo difícil que era el camino. En su primer día de prácticas, observó a su competencia y se dio cuenta de lo duro que tendría que trabajar. Ya no era un pez gordo en un estanque, sino que ahora era plancton en un océano de pretenciosos y vegetarianos tiburones.
No había nadie allí para animarla, no había padres para sonreírle y llamarla pequeña estrella, no había glee club que la ayudara a brillar, y no había un novio para besarle las lagrimas. Estaba muy sola. Y su vida era un desastre.
Vivía en un apartamento bastante grande a tan solo diez manzanas de la escuela, pero no pasaba ahí mucho tiempo. Rachel tan solo se duchaba, cenaba y dormía ahí para luego correr hacia Julliar para trabajar ocho horas al día como becaria. Luego se iba a clases de baile y voz para luego volver a casa, a un apartamento vacío, donde dormía – a veces ni cenando.
Las noches en que sus padres trabajaban – demasiado ocupados para cogerle las llamadas – Rachel pasaba el día sin hablar con nadie a parte de su jefe, con ordenes monosilábicas y a veces ni eso. Al principio, la diva se consolaba diciendo que lo malo solo era al principio, pero que una vez lo consiguiera, las cosas cambiarían a mejor. Pero a medida que los días pasaba, el mantra resultaba más difícil de creer, especialmente cuando se dio cuenta de que todo el mundo en Julliar tenía talento y conducía.
Sin un sistema de apoyo, Rachel caía… Y el semestre ni siquiera había empezado. No estaba segura hasta cuando podía seguir aguantando. Ya era bastante difícil convencer a sus padres de que estaba feliz; ninguno de los dos entendiendo lo mal que lo estaba pasando su hija – Rachel nunca podía contarles la verdad de su vida, siempre mintiendo para mantenerlos felices incluso cuando estaba en el McKinley. ¿Cómo iba a mantenerlo durante cuatro años? O peor aún, ¿Durante toda su vida? Deseó que el regalo de sus padres nunca hubiese existido y que hubiesen optado por una residencia de estudiantes; al menos hubiese conocido gente. Pero las residencias no abrían hasta el inicio de curso – dejándola sin casa durante sus prácticas de verano – Y Rachel no estaba segura de que le gustase la idea de vivir con un extraño, especialmente desde que ella estuviera practicando sus actuaciones o audiciones, y necesitaba espacio y silencio.
Pasó otra semana sin ninguna mejora. Sinceramente, las cosas solo hicieron que empeorar. Después de observar a alguno de sus próximos compañeros de clase en el escenario, Rachel lloró durante horas detrás de una puerta cerrada en la oficina; eran muy buenos. La morena, por desesperación, incluso intentó llamar a su madre. Pero Shelby estaba demasiado ocupada con Beth y Rachel no quería molestarla – más que nada porque no podía permitirse desnudar sus sentimientos con la mujer que la abandonó – y rápidamente colgó.
En cambio, Rachel se fue de la oficina, sin importarle lo poco que había hecho o la bronca que le echarían, y decidió que volvería al trabajo el lunes, después del fin de semana; necesitaba aclararse la mente.
No lo había planeado, sin estar verdaderamente preparada para tirar la toalla tan fácilmente, pero después de caminar seis manzanas de Broadway, siguió los pasos de los otros viandantes y se dirigió a las sucias escaleras del metro, a pesar de vivir tan solo a cuatro manzanas de su apartamento.
Un segundo después, Rachel salía del metro y llegaba a Penn Station. Podría haber caminado hasta la estación de tren desde Julliar, pero quizá una parte de Rachel sabía que entonces no se hubiese subido. Cogió la línea de Cardinal que la llevó a Cincinnati y después de un paseo en bus y taxi, Rachel se plantaba delante de la casa de sus padres y rápidamente metió su llave la cerradura. Rachel después admitiría que quizá sí que había planeado este viaje. Considerando que la línea de Cardinal sólo llega a Cincinnati, Ohio, tres días a la semana… Tenía que haberlo planeado.
Pero fue en ese momento, al encontrar la casa oscura y silenciosa, que Rachel Berry se colapsó y rompió a llorar como nunca antes lo había hecho, oficialmente rindiéndose. Se había olvidado completamente de que sus padres estaban de viaje el fin de semana, algo que habían estado planeando desde que Rachel se fue de casa, y no estaban ahí para consolar a su hija. No se imaginaba que incluso después de planearlo todo no tuviese nadie en casa.
Mientras lloraba silenciosamente en la alfombrilla de la entrada de la casa, consideró pedir comida para llevar tal y como sus padres y ella habían hecho siempre – y una habilidad que había perfeccionado en Nueva York – pero Rachel no estaba segura de poder aguantar la comida. Subió torpemente las escaleras hacia su viejo dormitorio, se estiró en la cama y planeó pasar el fin de semana durmiendo.
Pero no podía dormir. Se daba la vuelta y cerraba los ojos fuertemente para bloquear el sonido de sus nuevos compañeros de clase cantando espectacularmente o el sonido de los abucheos de sus antiguos compañeros de clase mientras aceptaba su diploma – lloró aún más con el recuerdo de una sonrisa falsa mientras les contaba a sus confundidos padres que eso era una broma entre ellos mientras se recolocaba su sombrero de graduación.
¿Sería siempre tan difícil? Permaneció estirada, reviviendo cada ataque de Slushie, cada insulto, cada desengaño amoroso, cada estudiante de Julliard que podía sacarse un número tan fácilmente como cantar en la ducha, y cada una de las noches que se había dormido con una caja de comida para llevar a su lado y se había despertado de la misma forma.
Rachel abrió sus hinchados ojos para mirar a su habitación vacía en busca de algo que rebajara su dolor. Estudió el escritorio sin nada encima de él y recordó los días donde pasó planeando su futuro en ese mismo objeto de decoración. Pero esto solo le hizo llorar más aún.
De repente, Rachel se sentó en la cama recordando un recuerdo que también tuvo lugar ahí y que no era tan malo. Ese recuerdo no la hizo llorar. La risa inesperadamente explotó de su pecho mientras recordaba a Quinn besándola, declarando su amor por Rachel, pidiendo a la diva que la llevase con ella a Nueva York.
Como una bala, Rachel saltó de la cama y salió de su casa con una sola cosa en mente: Quinn Fabray. Intentó en la casa de los Jones, pero Quinn ya no vivía ahí. Intento en la casa de los Fabrays pero tampoco. Ninguno de los miembros del glee club o sus familiares sabían dónde estaba Quinn y Rachel casi se rindió antes de intentarlo por última vez.
Buscó en Google la dirección y dudosamente tocó el timbre antes de que una mujer de origen mejicano le abriera la puerta. "¿Puedo ayudarla?" Preguntó, con el acento audible.
"¿Puedo ver a la Entrenadora Sylvester?" Sue Sylvester era sorprendentemente amable. Fue más curiosa que mala, aunque agitada por la intrusión. Rápidamente dejó claro que Quinn no vivía con ella. Entrecerró los ojos al ver que la pequeña diva tenía lágrimas en los ojos al final de su visita. Era obvio que Rachel estaba desesperada y en vez de ser directa, Sue le sugerió realizar otra visita donde el talento de Quinn de saber cómo cuidar adecuadamente el cabello sería más útil. En la mente de Rachel, y conociendo a Sue Sylvester, solo había un lugar que se pareciera a ese.
Rachel respiró aliviada al ver a Quinn caminando hacia el apartamento de Will Shuester; se sintió un poco tonta por no haber probado ahí antes. Pero había algo en la manera en que Quinn miraba a su alrededor, abrazando su mochila mientras silenciosamente desaparecía en el apartamento que hizo sospechar a Rachel.
Rachel siguió a Quinn y vio como ésta ignoraba la puerta del Sr. Shue, y que seguía avanzando hacia otro complejo de apartamentos. La diva sentía curiosidad. Era totalmente posible que la rubia hubiese encontrado un bonito apartamento para vivir, pero la manera en que Quinn seguía mirando por encima de su hombro – haciendo que Rachel se escondiera en los arbustos – y que observara meticulosamente sus alrededores, la morena tenía la sensación de que Quinn no estaba metida en nada bueno.
Rachel vio como Quinn buscaba algo en su bolsillo y luego lo metía en la cerradura de la puerta del apartamento. Al principio, la diva pensó que era una llave. Pero una vez Quinn se apartó de la puerta, Rachel pudo visualizar un cuchillo antes de que fuera escondido, y supuso que Quinn acababa de forzar la entrada al edificio.
A través del agujero de la cerradura, Rachel fue capaz de ver a Quinn moviéndose por una habitación que parecía la sala de lavandería del edificio. La rubia escondió su mochila entre las lavadoras y procedió a meter algunos centavos en la secadora. La ceja de Rachel se elevó al ver la acción; La rubia no había añadido ropa alguna a la máquina. La rubia se suspiró fuertemente y pasó sus manos por su mustio pelo como si quisiera absorber algo del calor que desprendía el electrodoméstico. Rachel ya había visto suficiente. Rápidamente abrió la puerta haciendo que Quinn se girara en pánico.
Los ojos de Quinn se abrieron como platos al ver a Rachel. Las dos se quedaron paradas, mirándose en silencio. El único sonido que se escuchaba era el de la secadora mientras sus ojos se observaban. Finalmente, Rachel entró en la habitación. Lo primero que pensó fue que Quinn había enchufado la secadora para que hiciera más calor; hacía un poco de frío esa noche. Lo segundo que pensó fue que Quinn no había comido bien ni se había duchado en mucho tiempo. Lo tercero que pensó fue: no por ello deja de ser igual de bella.
"Vives aquí" Quinn asintió tontamente, demasiada sorprendida de ver a Rachel para ni siquiera considerar mentir. Había pasado casi un mes desde la última vez que vio a la diva, casi un mes desde la noche en la casa de los Berry, y había pensado más de una vez en esa noche desde que pasó.
Rachel consideró momentáneamente en preguntar a la chica, intentando deducir por qué Quinn había llegado a esto. Quería preguntarle por sus planes de futuro, los otros miembros del glee club y el porqué de que no estuviera viviendo con ellos. Consideró decirle un montón de cosas. Pero en cambio, tan solo se adentro más a la habitación en silencio ignorando atónita que Quinn estaba y agarrando la mochila de la rubia.
"Vamos. Sale un bus hacia Nueva York en dos horas. ¿Hemos de parar algún sitio antes?" De nuevo, Quinn sacudió la palabra sin mediar palabra, aún no muy segura de lo que estaba pasando. "Entonces, vámonos"
No dijeron palabra alguna, las dos mirándose mientras cogían un taxi, un bus y un tren hacia Nueva York. No hablaron durante las manzanas que quedaban desde la estación hasta el apartamento de Rachel – la morena no dijo nada al ver como Quinn tiraba su teléfono móvil en una papelera – y no se dijeron nada cuando la morena dejó caer la mochila en el suelo de su pequeño dormitorio antes de darle un par de pantalones de pijama y una camiseta a la rubia para luego meterse en la cama. Quinn la siguió no mucho después, aún asombrada. Ambas miraron al techo de su nuevo hogar mientras esperaban para dormirse.
"Me levantaré mañana a las seis para hacer mi rutina deportiva" Susurró Rachel. "Debo salir antes de las ocho para poder terminar la faena que no tuve tiempo de terminar hoy. Llegaré tarde a casa, después de mi clase de voz y baile, algo así como a las diez. ¿Te parece bien?" Preguntó Rachel, mirando aún al techo de su habitación.
"Sí" Respondió Quinn después de unos momentos.
"Vale. Buenas noches" Susurró Rachel antes de darse la vuelta hacia su costado, lejos de la rubia, para apagar el mundo que la rodeaba.
Una vez que Quinn escuchó la respiración pausada de la morena, indicando que se había dormido, la rubia se dio la vuelta también. "Gracias" Suspiró, sintiendo por primera vez en mucho tiempo que todo estaría bien. Y cuando Rachel se despertó la siguiente mañana, rodeada del calor, la esencia y los brazos de la rubia, Rachel también le dio las gracias a Quinn.
