—Joder, no aguanto más mi espalda —voceó McEnroe rompiendo el silencio en la sala. Estirándose sonoramente y palpándose la zona lumbar mientras se rascaba la coronilla. Alguno de sus compañeros murmuró algo pero ninguno apartó la mirada de los monitores que tenían en frente. Lidner, respiró hondo y se recargó en el respaldo del asiento mientras ordenaba distintos archivos que contenían información sobre la policía japonesa. Sacó un folio de la carpeta frunciendo el ceño, leyendo parte de su contenido y dejándolo a un lado después. McEnroe se giró en su silla apoyando las manos en la nuca y mirando con hastío el agujero donde estaba metido desde hacía días. Todo estaba oscuro, con sólo la iluminación de los monitores permanentemente encendidos. Rester memorizaba parte de ficheros y documentos y luego los destruía. El sonido de la trituradora de papel y del zumbido constante de los ordenadores hizo que McEnroe soltara un bufido de impaciencia. Miró a su alrededor y vio a sus compañeros profundamente inmersos en el trabajo, como una colmena incansable... Se dijo a sí mismo que no parecían humanos —Vamos a ver... ¿Es que no tenéis vida? ¿No tenéis familia? —preguntó casi a la pared, ya que sólo Lidner se dignó a mirarle —¿No tenéis un culo que sufre por culpa de estas putas sillas? Joder...
Gevanni se levantó y le palmeó la espalda sin mirarle. Comprendía la exasperación de McEnroe pero mantenía la compostura. Caminó hacia la mesa contigua y se colocó un auricular con micrófono, esperando la conexión con su contacto en Japón. Mantuvo una corta y no muy reveladora conversación y se dirigió hacía McEnroe con una taza de café en la mano.
—Vamos, amigo. No desesperes —dijo mientras bebía un pequeño sorbo de café demasiado caliente. Dejó la taza a un lado y se sentó en el brazo de un sillón apartado mientras se aflojaba el nudo de su corbata —Cuando todo esto acabe, serás uno de los heroes que capturaron a Kira —sonrió y volvió a beber.
—Eso si acaba —se lamentó McEnroe mientras tamborileaba la mesa con los dedos —A este paso Kira se presenta ante nosotros diciéndonos: "Vamos, chavales. Me entrego a las autoridades porque me estáis dando pena ya"
Ambos se echaron a reír con ganas. Lidner se volvió hacia ellos con una mirada fría e hizo un amago de levantarse pero se quedó en su sitio.
—Por favor, agentes. No hagamos bromas de mal gusto. Debemos creer en lo que hacemos y poner todo de nuestra parte ¿No os dais cuenta de que nos estamos jugando la vida? Si nos lo tomamos a cachondeo ¿Qué sentido tiene?
Gevanni y McEnroe se miraron y guardaron silencio por unos segundos. McEnroe dejó la taza ya vacía a su lado y volvió a mirar la pantalla —Tienes razón, Halle, como siempre tienes razón —dijo sonriendo levemente —De vez en cuando necesito que alguien me dé en las narices. Y es que ya estoy hasta los cojones de este sitio y de todos vosotros.
Todos rieron un poco y volvieron a prestar atención a su trabajo. Horas y horas exhaustivas de minuciosa investigación, sin dejar ningún cabo suelto ni un detalle por confirmar. Podían pasar días hasta encontrar algo digno de mención y siempre cabía la frustrante posibilidad de que aquello no fuese más que conjeturas sin importancia. Todo este calvario no significaba un sacrificio insalvable para este grupo, miembros del FBI y de la CIA preparados para absolutamente todo: Máquinas perfectas para intriducirse en el retorcido amalgama de un caso tan complicado como el actual. Sin duda, el caso más difícil al que se había sometido la humanidad. Ellos se debían al trabajo y a la pronta resolución en el caso Kira, casi sin tiempo para pensar en nada más. Habían avanzado mucho terreno, pero siempre había obstáculos que sortear.
McEnroe volvió a estirarse y echó la cabeza hacia atrás, meciéndose lentamente en la silla giratoria. Hablaba con los ojos cerrados:
—Es como buscar una aguja en un pajar. Por lo que sabemos, L investigó a la policía japonesa, incluso a la familia de Soichiro Yagami, el Jefe de Investigaciones de la policía y tampoco es que sacara algo en claro. Y nosotros, con todos los datos con los que disponemos, sabemos tanto o menos que él... —suspiró dando una vuelta completa en su silla —Esto es para mear y no echar gota.
Lidner sonrió levemente y se inclinó un poco más a su monitor.
—Limítate a recopilar piezas, viejo sabueso. La construcción del puzzle déjasela a Near...
—¡Ésa es otra! —exclamó McEnroe levantando los brazos —Lleva horas fuera de aquí, no es normal en él ¿Dónde se ha metido ese niño repelente?
Todos le silenciaron al unísono visiblemente escandalizados "¡¿Se puede saber qué dices?" "¡Ni se te ocurra repetirlo!" "Near no es un simple niño ¡No olvides que estás hablando del sucesor de L!" Comentarios de ese tipo se comían por entero a John McEnroe, quien mostró las palmas de las manos en actitud inocente y miró a todos con los ojos muy abiertos.
—¡Vale! ¡Vale! ¡Vaaaaaale...! —guardó silencio unos segundos manteniendo la mirada de indignado hacia sus compañeros —Tampoco es para tanto, que Near será un sabelotodo y todo lo que queráis pero aún no sabe oír a distancia, digo yo...
Los demás miembros de la SPK le miraron negando con la cabeza, algo molestos y siguieron trabajando. McEnroe se levantó de la silla, incómodo y se dirigió a la cafetera para hacerse un café bien cargado. Se desabrochó un poco la camisa y se atusó el cabello mientras la cafetera expiraba sus últimas gotas en la taza. Con el café en la mano, se encaminó hacia su puesto carraspeando de forma ruidosa. Cuando ya estaba a mitad de camino, notó con una especie de vértigo cómo el suelo se movía rápido bajo su pie y supo lo que pasaba cuando ya era demasiado tarde. Soltó un alarido exagerado y cayó redondo al suelo, en medio de un montón de trastos y con el café derramado a su alrededor. Los demás se levantaron alarmados y Rester corrió al lado de McEnroe, el cual se incorporaba lentamente con la ayuda de su compañero. Los demás miraban la escena sin pestañear.
McEnroe señaló al culpable de su reciente desgracia: un pequeño vagón de juguete que ahora se encontraba al otro lado de la sala, volcado de lado y con las ruedas aún girando. Gevanni se tapó la boca con el puño para ocultar una emergente risa e hizo como si se aclarara la garganta.
—¿Estás bien, John? —preguntó intentando que su voz sonara lo más natural posible.
McEnroe, todavía mirando al pequeño vagón, adoptó un gesto de indignación y encolerizó alzando la voz desmesuradamente.
—¡Jodido crío! ¡Un día nos va a matar a todos!
Dos plantas más arriba, un niño se tendía en el suelo enmoquetado, alcanzando las figuras que le quedaban para completar la escena en miniatura que había creado: un muñeco caracterizado al más puro estilo inglés y una muñeca cubierta de vendas recreaban el cuento "Ligeia" de Edgar Allan Poe. Near mantenía un gesto adusto mientras quitaba las vendas a la figura, poco a poco.
—Y así es como Lady Rowena Trevanion se convierte en Ligeia —susurró al tiempo que liberaba a la muñeca de su última venda. Palpó el suelo y encontró otra figura, alzándola a lo alto y mirándola con determinación "Tal como Light Yagami se convierte en Kira" pensó entornando los ojos "Algún día te quitaré las vendas que te ocultan, Yagami, falso L... y lograré desenmascararte"
Apoyó el mentón en sus manos, aplanándose por completo en el suelo. Empezó a volcar cada figura que tenía delante con una lentitud pasmosa y las volvía a levantar. Mientras se dedicaba a tan tediosa tarea, en su mente se revolvía un auténtico enjambre de ideas, conclusiones, acertijos y rompecabezas, funcionando como una auténtica máquina de relojería, con una precisión y paciencia inviable en cualquier ser humano. En el complejo puzzle que se debatía en su interior, tenía las piezas localizadas, sabía el papel que desempeñaba cada una y cual era su función. Ahora trataba de encajarlas de forma minuciosa, tomándose todo el tiempo que fuera necesario y, si de pronto una pieza no encajaba, lo deshacía y volvía a montarlo sin ningún tapujo.
Se dio la vuelta quedándose boca arriba y mirando el techo, perdiéndose por unas horas en sus elucubraciones y, de vez en cuando, preguntándose qué habría hecho L en aquella ocasión. Estaba al tanto de los progresos obtenidos por su antecesor y Near jamás dudaba de las conclusiones que él sacaba, aunque sí albergaba ciertas incertudumbres sobre los motivos sobre los cuales le habrían obligado a tomar ciertas decisiones, especialmente el hecho de encerrar a Light Yagami y a Misa Amane para ver cómo se desarrollaban los acontecimientos con respecto a los asesinatos de Kira. Si L había sido capaz de llegar tan lejos, era porque le sobraban motivos para sospechar de ellos y, siguiendo esa línea de investigación, se encontraban aspectos nada desaprovechables. Sabía que iba bien encaminado, pero todavía había hechos y detalles que se le escapaban. Cerró los ojos y se dio cuenta de que había estado minutos sin pestañear siquiera. Se entregó a una meditación aún más exhaustiva empezando desde el principio y barajando todo tipo de posibilidades. Light Yagami o segundo L era Kira, eso lo tenía claro, y también su forma de matar. El Cuaderno de Muerte era todo un misterio tras otro. Cuando todos los caminos apuntaban a Light Yagami, de pronto aparecía algo que hacía que las sospechas se desviaran a otra dirección. En medio de esos pensamientos siempre había lagunas insondeables que harían desmotivarse hasta al más interpérrito de los agentes de FBI, pero Near no se dejaría vencer por las frustraciones. Frunció el ceño y expulsó el aire de sus pulmones muy lentamente y relajando todos sus sentidos.
Cuando volvió a abrir los ojos, no supo si había dormido o si simplemente había perdido la noción del tiempo. Se incorporó y vio que ya era de noche desde la ventana de su habitación: la luna se imponía en el cielo esplendorosa y el ruido de la noche denotaba que la calle ahí fuera estaba llena de vida y movimiento, así como las luces de neón. Se puso en pie, se sentó en la cama y empezó a inspeccionar unos documentos que guardaba celosamente en un cajón del escritorio. Aquellos archivos no guardaban ningún tipo de información sobre el caso Kira, de haber sido así, habrían sido destruídos hace tiempo. No, era una información escrito en clave de manera que sólo lo pudiera interpretar el interesado sobre la herencia de L y la Wammy`s House. Revisó la documentación ya más por costumbre que por curiosidad y a la vez pensando qué esperaba encontrar de nuevo ahí. Suspiró con hastío y se dispuso a guardar las cartas en el cajón otra vez cuando, de entre los papeles, se escurrió una foto y calló al suelo.
Near abrió más los ojos y sonrió un poco, recogió la fotografía de suelo y la sostuvo en su mano, mirándola y reterociendo un mechón de su pelo: Mello, con su gesto altanero y travieso, mirando al objetivo como esperando el detonante de una mala y divertida broma. Sonrió más al recordarle en la Wammy`s House, siempre era el centro de atención por su caracter algo desvergonzado y alborotador, travieso e impulsivo que hacía que todos los demás niños sintieran una especie de atracción hacia él y desearan ser su amigo. Ese temperamento suyo haría pensar al que no le conociera que le gustaría estar siempre rodeado de gente pusilánime que no hiciera otra cosa que reírle las gracias, pero lo cierto es que a Mello le gustaba estar solo. Siempre se le veía retirado de los grupos, participando muy de vez en cuando en los debates pero a distancia y displicente. En eso se parecía al propio Near, que también se aislaba de las masas, no por presunción, sino porque veía que no encajaba con la mayoría de los niños del orfanato.
¿Cuánto tiempo había pasado desde que se había tomado esa foto? ¿Unos tres años? Tampoco importaba. Mello se fue del orfanato para vivir su vida después de que se acordara que Near sería el sucesor de L. Viviría como había crecido: independiente, rebelde y dispuesto a destacar en todo lo que hiciera.
Le dio la vuelta a la foto y vio las palabras que escribió entonces: "Querido Mello" Contuvo unos segundos el aire en sus pulmones y en su rostro se borró cualquier atisbo de sonrisa para dar paso a un sentimiento extraño de aflicción y nostalgia. Se preguntó qué estaría haciendo y sobretodo, si estaría bien y si habría logrado una vida como a él le gustaba.
Near levantó las cejas y guardó la foto aparte. Se levantó y se encaminó a la planta de operaciones donde trabajaba su equipo. Al abrir la puerta, se encontró con lo mismo que había dejado al cerrarla varias horas antes: los agentes recopilando datos, infiltrándose en las bases de la policía secreta y averiguando todo lo que podían sacar de sus archivos en clave. Los monitores siempre encendidos y teléfonos siempre sonando con algún tipo de información que casi siempre solía ser vanal. Se acercó al centro de la sala y se sentó, como siempre, con sus juguetes alrededor.
—Buenas noches a todos, agentes —saludó en voz alta pero sin mirar a nadie —He estado pensando en el motivo por el que Kira negociaba con el cuartel de investigaciones de Japón y el caso es que no me encaja el por qué de conformarse con que ellos tuvieran la libreta ¿Por qué conformarse? Siendo Kira como es, lo más normal es que quiera recuperar el control del cuaderno ¿Por qué no lo hizo?
Gevanni se dio la vuelta y empezó a hablar con algo de miedo por si decía algo absurdo a oídos del pequeño genio.
—Bueno... Es posible que se le ocurriera alguna manera de recuperarlo otra vez. Siendo un asesino sin escrúpulos seguro que no le importaría tomar las medidas que considere necesarias.
—Humm... —bufó Near mientras hacia volar un pequeño avión en su mano, tomándose su tiempo para contestar a Gevanni —Eso parece mucho más difícil sin la libreta en su poder. Sin el cuaderno, Kira es vulnerable, además que la necesita ya que se podría convertir en una prueba muy poderosa contra él —estrelló el avión en el suelo y fijo su mirada en un punto concreto de la sala —No me cabe ninguna duda de que Kira se encuentra en el propio cuartel y que además es el que se hace pasar por el segundo L.
Todos los presentes se volvieron a mirarle completamente escandalizados pero sin ánimos de contradecirle en lo más mínimo.
—¿Cómo...? ¿Cómo es eso posible? —titubeó el comandante Rester sin poder dar crédito a tal afirmación —¿Estás seguro de eso, Near?
—Digamos que existe una posibilidad —contestó Near reconstruyendo el escenario de Lego que había destruído con el avión —La única posibilidad que me encaja, con eso me es suficiente. Una probabilidad en un siete por ciento, diría yo... Ya sé que no es mucho para que os resulte una base sólida pero si lo comparamos con el resto de la humanidad, lo cierto es que se convierte en un porcentaje altísimo ¿no es cierto?
Pasaron horas discutiendo el asunto. Near se dedicaba a explicar por qué había llegado a tales conclusiones, ya se había decidido a compartir toda clase de información con el resto del equipo para poder llegar a alguna parte, algo que todos agradecieron y recibieron algo sorprendidos. A medida que Near exponía sus razonamientos, los demás asentían y cuchicheaban maravillados ante la genialidad del niño que tenían en frente y de ver cómo todo se ponía en su lugar poco a poco. Se animaron a discutir entre ellos, notando como florecía la motivación dentro de sí mismos, y cada cual planteaba la resolución de pequeños detalles concernientes al caso.
Eran más de las cuatro de la madrugada y el cansancio ya hacía dura mella en los miembros de la SPK, los cuales se fueron retirando a sus habitación que tenían en el propio edificio o a sus casas a pasar el poco tiempo que tenían con su familia. McEnroe se levantó de la silla y se dobló de dolor palpándose el trasero y gimiendo una maldición. Near le miró alzando las cejas con interés.
—¿Se encuentra usted bien, McEnroe?
El hombretón le miró con animadversión y con ganas de sacar las palabras que tenía en la garganta después de haber sufrido el pequeño accidente, pero lo cierto es que ahora respetaba a Near como nunca y se limitó a mirar a otro lado. Su subconsciente le guió a mirar precisamente al vagón que aún seguía empotrado contra la pared del fondo. Near siguió su mirada y enseguida ató los cabos.
—Lo siento mucho, agente... —dijo con seriedad —Lo único que puedo hacer por usted ahora es recomendarle que se ponga hielo en... la zona afectada.
McEnroe asintió mientras caminaba con dificultad hacia la puerta.
—Sí, sí... —contestó de forma más humilde —Gracias, chico.
